Osada

Osada


Capítulo 12

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Capítulo 12

—Señor, le habla el teniente Íger, de Inteligencia. Tenemos algo importante que nos gustaría mostrarle.

Geary, que volvía a notar que la depresión se adueñaba de él al no ver ningún curso de acción adecuado para Ixion, se tomó un momento para pensar si responder o no. Tenía una responsabilidad sobre sus hombros, y no se libraría de ella hasta que no contestase al mensaje.

—¿A qué se refiere con algo importante?

—Eh…, es algo difícil de explicar, señor, algo que no esperábamos en absoluto, y tampoco sabemos qué significa realmente, pero podría ser más que importante.

A la sección de Inteligencia le encantaban expresiones como «podría ser», pero era extraño que admitiese claramente que no sabían lo que significaba.

—Tenemos todo preparado para mostrárselo aquí, pero si lo prefiere puedo subir y presentarle un resumen, señor —continuó Íger—. Como quiera.

Geary miró en todas direcciones. Encontrarse con la tripulación del Intrépido de nuevo, después de la huida desesperada de Lakota, todavía le resultaba bastante incómodo. No obstante, cada vez se sentía más agobiado en su camarote, como si fuese una prisión en la que él mismo se hubiese confinado. Pasó algún tiempo hasta que se decidió a salir y volver a ser el comandante de la flota.

—Bajo yo ahora mismo, ¿le parece?

—Sí, señor. Lo estaré esperando, señor.

Geary se levantó y comprobó su aspecto. Hizo una mueca y luego pasó un rato arreglándose y poniéndose un uniforme limpio. No importaba lo que hubiese sucedido en Lakota. No podía aparentar ser un comandante derrotado.

Los miembros de la tripulación del Intrépido con los que se encontró se mostraban preocupados, aunque sus caras se iluminaban, llenas de esperanza, cuando lo veían pasar. Geary intentó aparentar confianza pese a la tristeza que lo invadía, y pareció convencer a la mayoría, sino a todos. En su época de oficial de bajo rango había aprendido que si aparentabas saber lo que estabas haciendo, los demás asumirían que realmente sabías lo que hacías.

—¿Señor, cuál será nuestro plan de acción en Ixion? —le preguntó impaciente un tripulante.

—Todavía estoy considerando las opciones que tenemos —respondió Geary, como si tuviese un montón donde elegir y todas fuesen buenas. El tripulante sonrió, se tranquilizó y se despidió enérgicamente.

Mientras llegaba a la sección de Inteligencia, sellada tras múltiples escotillas de alta seguridad, Geary reflexionó sobre el hecho de que hubiese sido un oficial de dicha sección el que había sido capaz de convencerlo para salir de su camarote, algo que ni la oficial de combate Desjani ni la política Rione habían conseguido. Aquello debía de estar bastante alto en la escala de ironías de la vida.

Al llegar, vio al teniente Íger esperándolo. Este lo observó, nervioso, mientras el comandante tomaba asiento y esperaba lo que tuviese que decirle.

—Señor, hemos analizado los mensajes que se pasaron las naves de la flotilla síndica que llegó a través de la puerta hipernética mientras estábamos en el sistema estelar Lakota.

—¿Cuánto han podido captar y descifrar? —preguntó Geary.

—No mucho, pero siempre se escapan algunas señales residuales, y si nos mantenemos en el sistema el tiempo suficiente como para alcanzarlas, podemos almacenarlas para intentar romper la encriptación —comenzó a explicarle Íger—. No es, ni remotamente, una fuente de inteligencia en tiempo real, aunque si consiguiésemos desencriptar a tiempo un mensaje relevante para un combate, le informaríamos al respecto durante el mismo.

—Supongo que me dejaría decidir si realmente es relevante, ¿no? —preguntó Geary, sabiendo que seguramente era algo que ya habrían decidido ellos mismos.

—Eh, sí, señor —respondió el teniente Íger, quien sin duda estaba ya planeando algo para que fuese lo que pasase en el futuro.

—Me dijo que habían encontrado algo importante entre las señales que captaron en Lakota.

—Sí, señor —repitió Íger—. Es algo inusual, muy inusual. —Hizo una pausa, se mordió ligeramente el labio, y luego habló con rapidez—. Señor, según las conclusiones a las que hemos llegado, los síndicos estaban tan sorprendidos de haber llegado a Lakota como nosotros.

Geary se preguntó si realmente había escuchado lo que creía haber escuchado.

—¿Quiere decir que los síndicos que ya estaban en el sistema estelar Lakota se sorprendieron ante la llegada de refuerzos? —¿Por qué le importaría algo como eso a un oficial de Inteligencia?

—No, señor. La única interpretación que encaja con los mensajes que hemos podido desencriptar es que las naves síndicas que llegaron a través de la puerta hipernética estaban más que sorprendidas de haber llegado a Lakota. Ellos pensaban que iban al sistema estelar Andvari.

A Geary le llevó un momento darse de cuenta de que seguía mirando al teniente.

—¿Con qué frecuencia suceden estas cosas durante los viajes hipernéticos? —Nunca nadie le había dicho nada sobre naves que se perdían en la hipernet.

—Con ninguna, señor —afirmó el teniente Íger—. El uso de la llave es tremendamente simple. En el panel de control lo único que tiene que hacer es seleccionar el sistema estelar al que quiere ir. Durante el tiempo que pasa entre puertas, la llave sigue mostrando el rumbo. Fallar requeriría una demostración de estupidez extrema, o negarse a saber cuál es el destino. Según nuestros archivos, y son bastante detallados, ninguna nave que haya usado la puerta hipernética ha ido a otro sistema que no fuese el deseado. El proceso es tan sencillo que ni siquiera un idiota podría hacerlo mal.

—No subestime a los idiotas, teniente. ¿Es posible que hubiese algún problema con su llave hipernética?

Íger hizo una mueca, frustrado.

—Le repito, señor, que, por lo que sabemos, cualquier error capaz de producir un fallo de ese tipo dejaría el dispositivo inoperante.

Geary se recostó, pensativo, mientras el teniente Íger esperaba, incómodo. Seguramente esperaba que me ensañase con él y con su análisis, por lo que no me lo haría saber si no estuviese seguro de que está en lo cierto.

—Supongamos que su análisis es correcto —comenzó a decir Geary, lo cual hizo brotar en la cara de Íger una expresión de alivio—. ¿Cómo puede ser que el destino de las naves fuese distinto del de la llave?

Íger negó con la cabeza.

—Según nuestros expertos, no es posible.

—¿Ha hablado con la capitana Crésida?

Íger pareció sorprenderse de que Geary supiese que Crésida era una de las expertas de la flota en sistemas hipernéticos.

—No, señor, no podemos mandar un mensaje tan largo y tan complejo a su nave mientras estemos en el espacio de salto. No obstante, hemos realizado una simulación de conocimientos basada en las investigaciones de muchos de los mayores expertos de la Alianza en el tema, y les preguntamos si era posible. Todos los avatares de la simulación coincidieron en que no era posible.

—¿No hay ningún modo de cambiar el destino durante el viaje por la hipernet? ¿Ninguno en absoluto?

—No, señor —afirmó Íger, seguro de lo que decía—. Y solo hay otra posibilidad para explicar lo que ha sucedido: que los síndicos intentasen engañarnos y emitiesen deliberadamente muchos mensajes para desorientarnos, sabiendo que al final decodificaríamos algunos de los que fuésemos capaces de captar.

—¿Y por qué no cree que ha sido eso lo que ha pasado?

—Fundamentalmente por la navaja de Occam, señor. En una situación como esta, un engaño de ese tipo sería algo demasiado complejo e incierto. La explicación más simple, la de que los mensajes son reales, es la mejor. Además es que lo parecen. Nada de lo que pone en ellos nos lleva a pensar que sean mentira. Su contenido coincide con la experiencia que tenemos de las comunicaciones síndicas, y tampoco se nos ocurre ninguna explicación de por qué los síndicos iban a intentar engañarnos de ese modo.

—Quizá para evitar que usemos su hipernet, para sembrar la duda de que eso es posible.

—Pero no pueden saber qué señales vamos a captar, señor. Algunas de ellas fueron emitidas en cuanto llegaron a Lakota, antes incluso de tener noticias de que nuestra flota estaba allí.

Geary asintió.

—¿Cómo está tan seguro de su explicación de que Lakota no era el destino de la flota síndica que finalmente llegó allí?

—Porque es lo único que cuadra con el tráfico de mensajes que captamos, señor —afirmó Íger abatido—. Hemos buscado otras explicaciones, pero ninguna tiene sentido.

—Está bien. —Geary se levantó—. Buen trabajo, tanto por el análisis como por ofrecerme la explicación que considera más adecuada. No obstante, ha ignorado un detalle.

El teniente pareció sentirse todavía más inquieto.

—¿A qué se refiere, señor?

—Me acaba de decir que no hay forma de modificar el destino de las naves en medio de un viaje hipernético. Si los datos que ha conseguido son reales, y no tengo razones para ponerlo en duda, tiene que haber un modo de hacerlo. Simplemente no sabemos cuál es.

Íger se sorprendió ante aquello. Luego asintió. Parecía desconcertado.

—Pero si los síndicos saben cómo hacer eso, ¿por qué estaban sorprendidos de haber llegado a un sistema estelar distinto del esperado?

—A lo mejor no son los síndicos los que saben hacerlo, teniente. —Geary hizo una pausa para darle tiempo a percatarse de las implicaciones de aquello—. ¿Tiene usted acceso a algún tipo de información de la que yo no dispongo? ¿Algún tipo de información demasiado secreta como para que yo esté al tanto?

—No, señor —contestó al instante—. Como comandante de la flota, tiene acceso a todo. No podría afirmarlo en lo que respecta a los archivos de las demás naves, pero tiene acceso a todo lo que hay en esta, sin importar su clasificación o sus restricciones.

Había un visor estelar flotando cerca del mamparo. Geary se acercó a él y lo observó con atención.

—Teniente, ¿está al tanto de las informaciones que afirman que existe otra especie inteligente en el extremo del territorio síndico opuesto al de la Alianza?

Se dio la vuelta para ver a Íger, que lo miraba.

—No, señor —dijo, sorprendido—, nunca he escuchado nada al respecto.

Geary volvió a asentir con la cabeza.

—Hágame un favor, teniente. Reúna toda la información concerniente a los extremos del espacio síndico. Investigue aquellos que guarden relación con sistemas estelares, tanto ocupados como abandonados, y con la situación de puertas hipernéticas. Luego dígame qué le parece.

En aquel momento era Íger el que estaba mirando el visor.

—¿Usted ya lo ha hecho, señor?

—Sí, y quiero ver si llega a la misma conclusión que yo.

Cuando Geary volvió a su camarote, se encontró allí a Rione. Esta se levantó y lo miró inquisitivamente.

—Este camarote no parece el mismo sin ti derrumbado sobre una silla, irradiando tristeza. ¿Estás bien?

—Sí, creo que sí.

—Así que la capitana Desjani ha sido capaz de darte algo que yo no pude.

—Eso no es… me ayudó. Ambas me ayudasteis.

—Ya, ya. —Rione se acomodó en su asiento. Parecía cansada—. Da igual, está bien, fuese quien fuese. Me dieron ganas de arrearte unas cuantas bofetadas para que te movieses.

—Imagínate que al final empieza a gustarme —respondió Geary.

—¿Estás de broma? ¿Has pasado de la desesperación a las bromas?

—No, en realidad no. —Se sentó cerca de Rione y se encogió de hombros—. La verdad es que no sé cómo pudo funcionar, pero las responsabilidades pueden hundirte u obligarte a despertar. A veces ambas cosas a la vez. ¿Qué te parece, le ves sentido?

—Sí, claro —dijo Rione, con un tono de voz inusualmente amable—. ¿Dónde has estado?

—Vengo de las instalaciones de Inteligencia. —Geary ejecutó un visor estelar y le explicó lo que el teniente Íger le había dicho. Rione escuchó con atención, pero sin dar una sola pista sobre lo que pensaba.

—¿Cómo crees que ha sido capaz de llegar por la hipernet la flotilla grande a Lakota, justo a tiempo para machacarnos? —preguntó al final de la exposición.

Rione permaneció en silencio durante unos segundos, con los ojos clavados en el visor.

—Así que no fue mala suerte. Parece que los alienígenas misteriosos se han puesto del lado de los síndicos. Ya te dije que no te dejarían hacerte con la victoria.

—¡Pero si estoy bastante lejos de ganar nada! Sigo concentrándome en sobrevivir, y no sé durante cuánto más tiempo podré seguir haciéndolo.

—¿Has tenido en cuenta todo lo que eso implica?

—¡Pues claro! —La miró, y luego se paró a pensar—. ¿Qué implica?

Rione señaló el visor estelar.

—¿Cómo han sabido nuestros, cada vez menos hipotéticos, alienígenas que la flota se dirigía a Lakota para así desviar a los síndicos allí?

Geary notó que se le aceleraba un poco el pulso.

—O disponen de algún medio para detectar nuestros movimientos casi en tiempo real y a distancias interestelares, o tienen un espía en la flota. ¿Crees que pueden parecerse lo suficiente a los humanos como para pasar desapercibidos?

—Eso si no son humanos. También puede ser que hayan contratado a alguien para espiarnos. O a lo mejor ni siquiera se trata de una criatura viviente, sino de un gusano alojado en nuestros sistemas para informar de nuestras actividades.

Geary asintió.

—No son más que hipótesis, pero la verdad es que me parecen más factibles que eso de poder observarnos a años luz de distancia sin retraso. Si esos… lo que sean, pueden hacer algo así, la tecnología humana está bastante atrasada en comparación con la suya. Y aunque no sea muy agradable, prefiero creer que tienen algún espía que les pasa la información. —Se paró a pensar durante un instante—. Por supuesto, tus informadores no han encontrado nunca rastro de espías alienígenas, quiero decir, si así fuese me lo habrías dicho, ¿no?

Rione puso mala cara y lo miró, casi irritada.

—Los que están a mi servicio están al tanto de muchos otros espías que trabajan para distintas personas. No obstante, gran parte de los informantes permanecen ocultos, estoy segura, y a las identidades de la mayoría de los que trabajan para ellos les sucede lo mismo, en el mejor de los casos. Y ahora pasemos a la siguiente implicación. ¿Cómo consiguieron los alienígenas la información justo a tiempo para actuar?

Geary la miró fijamente.

—Debería haberme dado cuenta de eso. La única forma para que lo hayan podido hacer es disponiendo de un sistema de comunicación más rápido que la velocidad de la luz que no implique tener que usar una nave para transportar el mensaje físicamente.

—Ya habíamos especulado sobre la posibilidad de que las puertas hipernéticas pudiesen hacer algo parecido.

—Sí… pero no había puerta en Ixion, que es desde donde fuimos a Lakota. De hecho, no hemos estado en un sistema estelar con puerta hipernética desde Sancere, y quedó destruida antes de que nos fuésemos.

—Cierto. —Rione hizo una mueca—. Un método de transmisión más rápido que la velocidad de la luz, y suficientemente pequeño como para pasar desapercibido en una nave. ¿Cuánto de avanzados tecnológicamente podrían estar esos alienígenas inteligentes?

Geary estaba mirando el visor cuando, de repente, se dio cuenta de otro detalle.

—Mierda.

—¿Qué pasa?

—Puede que la peor de las implicaciones. Hemos estado deseando encontrar una puerta hipernética síndica poco defendida, de modo que pudiésemos utilizarla y alcanzar, por lo menos, las cercanías del espacio de la Alianza.

Ella asintió con la cabeza.

—Ahora no podemos hacerlo, ni siquiera aunque encontrásemos una sin ninguna defensa.

Entonces Rione también se percató, y clavó las uñas en las palmas de la mano.

—Si entrásemos en el sistema hipernético síndico y los alienígenas nos desviasen a otro sistema…

—Podríamos acabar en cualquier parte. En lugar de aparecer en el destino que planeábamos, en la frontera con el espacio de la Alianza, podríamos salir en el punto opuesto del espacio síndico. O incluso en un sistema con todas las flotas síndicas esperándonos.

—¿Y fuera de la hipernet síndica? —preguntó Rione—. Se supone que es imposible, pero últimamente se están volviendo realidad un montón de cosas que antes considerábamos imposibles.

Geary se sentó y se recostó en su asiento intentando entender todo aquello.

—No lo entiendo. Supongamos que pueden hacer todo eso, y seguramente algo pueden hacer. ¿Por qué iban a mancharse las manos? ¿Por qué iban a dejar que nos diésemos cuenta?

—A lo mejor los rangos más altos de los líderes síndicos ya los conocen y saben quién hizo que su flota llegase a Lakota en lugar de a Andvari. —Rione sacudió la cabeza—. Con respecto a nosotros, los alienígenas no esperan que sobrevivamos, o a lo mejor ni siquiera saben lo que pasó realmente. De un modo u otro, me sorprende que nos permitan ver lo que pueden hacer.

—Puede que sea porque no nos beneficia en absoluto. Seguimos estando atrapados. —La ira de Geary no hacía más que aumentar. Con todos los problemas que tenían, todavía faltaba que los alienígenas saltasen a la palestra para empeorar las cosas. No era como para llegar a esos extremos, pero no era justo, y al final se puso como una furia—. Parece que al final esta flota va a tener que pasarlo fatal para volver a casa sí o sí. Y puedes estar segura de que va a volver.

Rione lo miró sorprendida, casi sin creérselo. Luego sonrió.

—De la desesperación a la determinación. Ha sido un buen día para los cambios de humor, sobre todo en lo que respecta a ti. —Dejó de sonreír, y frunció el ceño—. Hay una opción que todavía no hemos considerado.

—¿Cuál?

—A lo mejor los alienígenas nos han permitido saber lo que pueden hacer con los sistemas hipernéticos a propósito. Puede que esperasen que escapases de ese sistema estelar, igual que has hecho hasta ahora. Es posible que no estén ayudando a los síndicos, sino que intentan decirnos algo.

Geary miró el visor, mientras dejaba que aquella idea se asentase en su mente.

—Ya hay suficientes humanos que creen que puedo hacer lo imposible, como para que ahora los alienígenas opinen lo mismo. ¿Por qué iban a hacer algo así?

—No lo sé —dijo Rione claramente frustrada—. No sabemos nada sobre las metas de esos misteriosos contendientes. No sabemos cómo piensan, eso suponiendo que no sean humanos. ¿Qué es lo que quieren, que la humanidad siga enzarzada en una guerra sin fin? ¿Es que están esperando a que se construya el número suficiente de puertas hipernéticas para hacerlas colapsar y que liberen suficiente energía como para esterilizar cada recoveco del universo colonizado por la humanidad? A lo mejor es algo totalmente distinto, algún objetivo basado en un concepto alienígena que ni siquiera podemos nombrar.

—¿Intentas decirme que podrían no ser hostiles? ¿Incluso después de desviar a esa flotilla síndica a Lakota y que casi nos atrape?

—Sí, eso es precisamente lo que estoy diciendo. Si apareciese una flota alienígena ante nosotros mañana mismo, ¿qué harías?

Geary se paró a pensar.

—No estoy seguro. Si abriesen fuego sería fácil tomar una decisión, pero si solo apareciesen, sin más… Supongo que lo más inteligente sería intentar comunicarnos con ellos. Averiguar qué quieren.

—Y después —añadió Rione, mientras lo observada con mirada severa—, decidir si lo que quieren es algo con lo que la humanidad podría vivir.

—Sean lo que sean, nos deben algo por las pérdidas de la Audaz, la Infatigable y la Atrevida —replicó Geary, también con tono severo—. Más les vale tener una buena explicación.

Tres días más para pensar, y tres días más sin encontrar respuestas. En cuanto salieron al espacio normal en Ixion, Geary sintió amargura. No había ningún campo de minas a la salida del punto de salto, por lo que se limitó a presenciar la reunión de las unidades de la Alianza alrededor del Intrépido. Se centró en los informes de estado de las naves que llegaban en aquel momento, observando las actualizaciones de daño y reparaciones, las reservas de células de combustible y la munición restante. Todo tenía mala pinta. Peor incluso, puesto que algunas de las naves estaban todavía trabajando para recuperar sus sistemas de propulsión principales. Hasta que lo consiguiesen, la flota no podría alcanzar una velocidad adecuada sin que se quedasen rezagados.

Hacerlo implicaría dejarlos atrás, al alcance de los síndicos que saldrían por el mismo punto de salto, persiguiéndolos. Geary no tuvo el más mínimo problema en imaginarse la escena, puesto que ya había ejecutado simulaciones de las peores situaciones posibles. La flota de la Alianza salía, escapando, por el punto de salto, con los síndicos justo detrás, con sus enjambres de cruceros ligeros y naves de caza asesinas alcanzando a las naves aliadas que no podían mantener el ritmo, para luego atacar al mismo cuerpo principal de la flota. Después dirigirían su fuego contra la retaguardia de la formación para que, una a una, fuesen perdiendo terreno hasta ser abatidos por el cuerpo principal de los perseguidores síndicos.

Realizó simulaciones sobre lo que pasaría si intentaba reorganizar la flota allí mismo para luchar contra las fuerzas síndicas que saldrían por el punto en su busca, y que todavía los superaban en número. No obstante, el hecho de tener tantas naves dañadas, las reservas de combustible bajas, y estar casi sin munición, hacía que el resultado fuese siempre la destrucción total de la flota de la Alianza.

Eso suponiendo que siguiese al mando de la flota después de la reunión de oficiales que debería convocar.

La amenaza exterior lo acechaba para destruirlo, pero también era consciente de que tenía que enfrentarse con una amenaza interior más peligrosa si cabe.

No podían perder ni un segundo en Ixion, y no serían capaces de salir de allí sin perder muchas más naves. Después de aquel sistema estelar, si es que alguna nave de la Alianza conseguía salir adelante, no parecía haber forma de escapar de los perseguidores síndicos, ni se justificaría el sacrificio de todas las naves que se perdieron en Lakota. Miró a su alrededor, al puente de mando del Intrépido, y pudo ver a los consultores mirándose unos a otros con cara de impotencia, asustados y abatidos al contemplar el estado de la flota.

No podían resistir, ni podían escapar.

Fue entonces, en esa situación, cuando Geary se dio cuenta de lo que tenían que hacer. Que le den a la reunión. He tomado una decisión, y van a seguir mis órdenes.

Suspiró profundamente, miró durante un largo rato la maltrecha flota que escapaba del punto de salto y luego, con tranquilidad, manipuló los controles.

—A todas las naves de la flota de la Alianza, les habla el capitán Geary. Den la vuelta, inmediatamente. Repito, que todas las naves den la vuelta. Inviertan inmediatamente su curso virando en dirección ascendente y rotando.

La capitana Desjani le dio las órdenes a su tripulación automáticamente, y luego se giró para mirar a Geary, perpleja. Este no necesitaba ver las caras de los demás para saber cuales serían sus reacciones.

—¿Señor? —preguntó Desjani—. ¿Invertir el curso? Si vamos a intentar situar las minas que nos quedan…

—No vamos a hacer nada con las minas —afirmó Geary—. No tenemos suficientes como para que sirvan de algo.

Al momento le llegó un mensaje.

—Capitán Geary, al habla el capitán Duellos, de la Osada. Por favor, confirme la última orden.

—Confirmado. A todas las naves, inviertan su curso inmediatamente. Adelante.

Geary se preguntó si alguna de las naves seguiría su curso, adentrándose cada vez más en aquel sistema estelar, escapando hacia un lugar en el que no había refugio ni escondite alguno, solo la vasta extensión de nada que rodeaba Ixion. Al final pareció que nadie iba a ignorar la orden y quedarse solo en aquel vacío.

Vio que las naves trazaban un arco ascendente y rotaban sobre sí mismas. En aquel instante no estaban dispuestas precisamente en formación, pero tampoco tenía tiempo para organizarlas. Pese a salir del punto de salto a una velocidad relativamente baja, ejecutar la maniobra les llevó más tiempo del que a Geary le hubiese gustado, pero finalmente la flota de la Alianza al completo se orientó hacia su nuevo destino.

—Al habla el Coloso. ¿Cuál es el plan, capitán Geary? ¿No debería convocar una reunión en cuanto fuese posible? Deberíamos hablar sobre algunos asuntos críticos que atañen al mando de la flota.

—Al habla la Conquistadora. Estoy de acuerdo con el Coloso.

—Gracias por su sugerencia —respondió Geary—. No hay tiempo para reunirnos. Nos vamos de este sistema estelar. —Hizo una pausa suficientemente larga como para que todo el mundo lo escuchase y se preguntase qué pretendía—. A todas las naves de la Alianza, al habla el capitán Geary. No vamos a escapar ni un kilómetro más. Hemos dejado un trabajo sin terminar en Lakota, por lo que es allí a donde nos dirigimos. Vamos a saltar a ese sistema estelar, y en cuanto lleguemos, vamos a acabar con todas las flotillas síndicas que haya. Luego veremos cuántos miembros de las tripulaciones de la Infatigable, la Audaz, la Atrevida, la Paladín, la Afamada, y de las demás naves podemos rescatar, y finalmente seguiremos nuestro camino hacia el espacio de la Alianza, con determinación, sin importar lo que los síndicos interpongan en nuestro camino.

Volvió a suspirar profundamente mientras se preguntaba qué estarían pensando todos en ese instante.

—Vamos a atravesar el punto de salto de este modo para ahorrar tiempo y asegurarnos de sorprender a los síndicos. En cuanto salgamos en Lakota, que todas las naves viren a estribor ochenta grados y estén preparadas para el combate. No vamos a irnos de Lakota otra vez sin darles a los síndicos una lección que nunca olvidarán sobre cómo lucha la Alianza.

Y a lo mejor, de paso, les daremos también una lección a los alienígenas sobre lo difícil que es derrotar a la humanidad. Aunque tuviesen espías repartidos por toda la flota, no tendrían tiempo de avisar a sus superiores de que la formación de la Alianza estaba retrocediendo hacia el punto de salto. Sin los alienígenas ayudando a los síndicos, la batalla sería más justa.

—¡Sí, señor! —Desjani tenía una sonrisa en los labios, y el puño en alto. Los consultores que Geary podía ver en el puente del Intrépido estaban gritando y alentándose unos a otros. Pudo escuchar un leve rugido que poco a poco reconoció como el sonido producido por una tripulación del Intrépido entusiasmada.

Geary miró hacia atrás y vio a Victoria Rione observándolo como si de repente se encontrase en un manicomio.

—Capitán Geary —dijo protestando con la voz ahogada—, a su flota casi no le queda munición ni células de combustible, y muchas de las naves están dañadas ¿y aun así vuelve a Lakota?

—Exacto —afirmó Geary—. No podemos resistir aquí, ni podemos escapar, así que vamos a atacar.

Rione, horrorizada, dirigió su mirada de Geary a la tripulación del Intrépido, que celebraba las nuevas órdenes.

—¡Eso es una locura! ¿Qué pasa si continúa allí una fuerza síndica superior a la nuestra?

—Pues supongo que lo lamentarán —respondió Geary, a sabiendas de que lo que dijese acabaría sabiéndose en toda la flota. No era momento para la cautela, ni para la reflexión excesiva, ni para la duda. Tengo que liderar la flota de la Alianza. Que las estrellas del firmamento me guíen para no destruirla, pero si finalmente es ese nuestro final, moriremos luchando, no huyendo. Desjani lo miraba con una sonrisa en los labios, orgullosa de él, mientras las naves de la Alianza alcanzaban el punto de salto de nuevo. Era una de sus oficiales de la flota, y muy buena, por cierto; había entendido algo que Rione seguramente nunca habría podido comprender.

—A todas las naves —dijo Geary a través del sistema de telecomunicación—, nos vemos en Lakota.

»Salten.

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