Osada

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Capítulo 5

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Le llevó un rato darse cuenta, mientras escudriñaba con la mirada a la capitana Midea, y gracias a la información que le proporcionó el software de reuniones, de que la Paladín formaba parte de la cada vez más infame Tercera División de Acorazados, a la que también pertenecían el capitán Casia, la comandante Yin, y donde seguían arrestados los capitanes Numos y Faresa.

La combinación de su pregunta irrespetuosa, la fatiga que el propio Geary sentía después de una incómoda noche, el encontronazo con Victoria Rione, y la frustración con aquella división del infierno, casi hizo que explotase en aquel instante.

Por suerte, recordó por qué había convocado la reunión y se dio cuenta, ya fuese gracias a la suerte o a sus antepasados, de que tenía la respuesta perfecta para la capitana Midea.

Así, en vez de explotar como una nova y carbonizarla, le sonrió ligeramente y dijo:

—Vamos a Ixion, capitana. Vamos a Ixion, y vamos a salir del punto de salto en formación de combate, puesto que espero que los síndicos nos tiendan una emboscada. He convocado esta reunión para asegurarme de que todos sabemos cómo vamos a enfrentarnos a la batalla.

Aquello la dejó fuera de combate. La capitana había esperado enzarzarse en un debate sobre la prudencia. No obstante, la flota no solo iba a seguir avanzando, sino que esperaba tener que luchar. Ninguno de sus oponentes osarían oponerse a aquello. El capitán Casia, que parecía estar preparado para acudir en ayuda de Midea, se mordió la lengua y se recostó en su asiento.

Geary se inclinó e introdujo varios comandos. Sobre la mesa apareció un visor que mostraba la formación en la que Geary había estado trabajando esa mañana.

—La flota se ordenará en formación Kilo Uno antes de saltar. Es una formación de combate que se caracteriza por estar compuesta de muchas subformaciones, cada una construida alrededor de un crucero de batalla o de una división de acorazados y, a la vez, todas ellas combinadas para proporcionar fuego de apoyo a las subformaciones cercanas.

Giró la imagen para mostrar claramente que consistía en una serie escalonada de bloques de naves, doce en total, ordenados de forma que entre todos representaban aproximadamente la forma de una caja rectangular.

La capitana Desjani estudió la formación, al igual que el resto de los oficiales. Luego tomó la palabra.

—¿Esto es por si nos encontramos de nuevo con algo como lo de Daiquón?

—Exacto. Cada una de las formaciones puede autosustentarse. Ninguna de las unidades ligeras estará lejos del fuego de apoyo pesado, y todas las naves pesadas tendrán unidades ligeras cerca para apoyarlas. Sea lo que sea que nos encontremos, cada uno de los bloques debería ser capaz de defenderse, y el conjunto nos ofrece la posibilidad de atacar a los síndicos desde varios ángulos. No es una formación de ataque perfecta porque tampoco sabemos qué orden van a adoptar los síndicos. No obstante, sea cual sea la formación que adopten, deberíamos ser capaces de dañarlos en cuanto salgamos del punto de salto, y de proteger de manera efectiva nuestras propias naves hasta que tengamos una visión clara del campo de batalla para poder ajustar nuestra formación en concordancia con todo ello.

—¿Entonces espera que entablemos combate en cuanto salgamos? —preguntó el capitán Tulev—. Es algo que pasó en Daiquón de casualidad, pero nunca hemos luchado así.

—Lo haremos ahora. —Geary dirigió una sonrisa hacia Tulev, y luego hacia la mesa—. Saldremos del punto de salto preparados para enfrentarnos a una fuerza enemiga importante, lucharemos, y los machacaremos antes incluso de que se den cuenta de que estamos allí.

Casi podía ver sus caras iluminadas por el entusiasmo. A la flota le encantaba entrar en acción. Gran parte de lo que había hecho desde que asumió el mando había sido enseñarles a aquellos oficiales, poco a poco, a pensar tanto como a luchar. Y eso solía incluir evitar cargas precipitadas, lo cual había sido algo difícil de aceptar para algunos de los oficiales al mando. Pero en ese instante les estaba ofreciendo algo semejante a cargar de aquel modo contra el enemigo, por lo que se sentían tan felices como se puede sentir alguien que se enfrenta a una posible matanza.

—Todas las unidades comenzarán a colocarse en formación Kilo Uno en tres cero. —Luego añadió—: Se les transmitirán las asignaciones de las naves en la formación en cuanto termine esta reunión. También les llegarán órdenes sobre las maniobras que deberán realizar en cuanto lleguen a Ixion. Saldremos a una velocidad de cero coma cero cinco c. En el momento en que las naves y sus formaciones salgan por el punto de salto, deberán alterar su curso sesenta grados en dirección ascendente.

—¿Posibles minas?

—Exacto. Cambiar nuestro curso en dirección ascendente debería permitirnos librarnos de las que coloquen para cazar las naves que salgan en línea recta. Los síndicos estaban colocando minas en la salida de Daiquón, por lo que debemos suponer que harán lo mismo en los sistemas a los que podamos llegar. Una vez limpiemos los campos de minas, volveremos a cambiar nuestro curso en dirección descendente y aceleraremos tanto como sea necesario para iniciar combate.

—Esas son muchas minas —observó el capitán Duellos—. Deben de estar gastando muchos recursos en ello.

—Y además, interrumpe el comercio con otros sistemas que no tengan hipernet —añadió Geary.

—Cada vez están más desesperados —afirmó la capitana Crésida—. Todo lo que han intentado para frenar esta flota ha sido en vano, y cada vez estamos más cerca de casa.

Aquella afirmación era suficientemente evidente como para que nadie objetase nada, aunque algunas caras fruncieron el ceño, pensativas.

—¿Alguna pregunta? —dijo Geary.

—¿Adónde vamos a ir después de Ixion? —El capitán Casia se había recuperado lo suficiente como para hacer aquella pregunta.

«Relévalo de su cargo y arréstalo», instó Black Jack a Geary. Suspiró profundamente y respondió con voz firme y calma:

—Todavía no lo he decidido. Depende de lo que nos encontremos en Ixion. Desde allí habrá cuatro posibles sistemas estelares como destino, cinco contando a Daiquón, aunque no tengo intención de volver. ¿Alguna otra pregunta?

Entonces fue la capitana Yin quien tomó la palabra.

—¿Por qué la copresidenta Rione ya no asiste a estas reuniones?

Los rumores se habían extendido con la velocidad que Geary había previsto. Se preguntó quién se habría enterado de las entradas y salidas de su camarote y cómo.

—Eso es algo que debería preguntarle a la propia copresidenta Rione. Sabe que su presencia es bienvenida, y estoy seguro de que las naves de la República Callas y de la Federación Rift están al tanto.

Los oficiales asintieron con la cabeza, algunos más vacilantes que otros.

—¿Por qué no ofrece sus opiniones aquí, en las reuniones? —inquirió la capitana Midea—. Sabemos que se las ofrece a usted en privado.

Sus enemigos ya habían intentado causarle problemas quejándose de que la política estaba teniendo demasiado peso en las acciones de la flota. Parecía que iban a seguir por ese camino. En vez de perder la calma, Geary decidió tomárselo con humor.

—Capitana Midea, si conoce un poco a la copresidenta Rione, sabrá que no hay nada ni nadie que pueda evitar que dé su opinión si realmente quiere hacerlo. —Aquel comentario hizo que se dibujasen sonrisas en bastantes caras—. La copresidenta Rione me informa de lo que piensa, y de hecho sus sugerencias han sido inestimables durante varias operaciones.

La capitana Desjani, con una expresión cuidada de serenidad, dijo:

—La copresidenta Rione suele estar en el puente de mando durante las operaciones.

—La copresidenta Rione nos mostró abiertamente sus sugerencias durante las operaciones en tierra realizadas en Baldur. —La coronel Carabali entró en el debate—. Nadie pretende ocultar su implicación.

—¿Entonces por qué no está aquí? —preguntó la comandante Yin, con un tono que daba a entender que se estaba ocultando algo.

—No lo sé —dijo Geary fríamente—. Los miembros del senado no están bajo mi mando. Y ustedes, como ciudadanos de la Alianza, tienen derecho a hablar con ella en cualquier momento, así que ¿por qué no se lo pregunta usted misma?

—Se trata de una política a quien el comandante de la flota escucha constantemente —dijo la capitana del Resuelto con cautela—. Seguro que puede entender nuestra preocupación, capitán Geary.

Geary intentó responder con voz suave, aunque no le gustase la dirección que estaba tomando la conversación.

—La copresidenta Rione es una política de la Alianza, no una síndica. Está de nuestro lado.

—Los políticos solo se preocupan de sí mismos —comentó la persona al mando del Impávido—. Los militares se sacrifican por la Alianza, mientras los políticos toman las malas decisiones, y se quedan con el dinero.

—Esta discusión atañe también a los diplomáticos —dijo Geary—. No estamos aquí para debatir sobre las virtudes del liderazgo político de la Alianza. Les vuelvo a repetir que la copresidenta Rione ni ha tomado ni tomará decisiones sobre lo que hará esta flota, pero tiene todo el derecho y la responsabilidad de ponerme al tanto de sus opiniones y de ofrecerme sus recomendaciones. En última instancia trabajamos para ella, puesto que también en última instancia ella trabaja para los ciudadanos de la Alianza.

¿Había sonado aquello demasiado pomposo? No estaba seguro. No se había imaginado que tuviese que recordarles algo tan básico a los oficiales de la Alianza.

Luego hubo un silencio, que se rompió cuando el capitán Duellos tomó la palabra, con tono tranquilo.

—¿Considera entonces que la autoridad del gobierno civil sobre usted es total, capitán Geary?

Era una pregunta de peso, hecha a propósito, y a la que no tendría problemas en responder, aunque tampoco entendía por qué tenía siquiera que aclararlo.

—Correcto. O sigo las órdenes del gobierno, o renuncio a mi cargo. Así funciona esta flota. —No hubo tantos gestos de aprobación como a Geary le hubiera gustado. Además de todo el daño que había causado, la guerra también había afectado gravemente a la relación que había entre los militares y los líderes de la Alianza. Era algo que Geary sabía por experiencia: el capitán Falco le había revelado que algunas partes de la flota creían que los deberes militares podían justificar actuar en contra de la autoridad civil. Quizá la magia de Black Jack podría ayudar a desacreditar aquella corrosiva idea antes de que hiciese más daño—. Eso es lo que nos convierte en la Alianza. Respondemos ante el gobierno, y el gobierno ante el pueblo. Si alguno de ustedes tiene alguna duda sobre las virtudes del sistema, le sugiero que estudie el caso de nuestros enemigos. Los Mundos Síndicos son un ejemplo de lo que pasa cuando la gente con poder hace lo que quiere.

Aquello era lo más cercano a una bofetada que Geary podía darle a sus oponentes, y pudo observar como a algunos les había dado de lleno.

—Gracias. Espero tener la siguiente reunión en Ixion.

Las figuras se desvanecieron rápidamente, pero esta vez la imagen del capitán Badaya permaneció en la sala con Geary. Badaya miró a Desjani, que le devolvió una mirada curiosa, y se excusó.

Una vez que la capitana se marchó, el capitán Badaya se giró hacia Geary y comenzó a hablar con tranquilidad.

—Capitán Geary, he formado parte de aquellos que han tenido dudas sobre usted. Como el resto de la flota, me criaron bajo la creencia de que Black Jack Geary fue el arquetipo de oficial de la Alianza, el tipo de persona sin igual que la había salvado una vez y que, quizá en el futuro, volvería para salvarnos de nuevo.

Odiaba escuchar aquello.

—Capitán…

Badaya levantó una mano con la palma abierta.

—Déjeme terminar. Cuando la flota lo encontró, no estaba entre los que quería depositar toda la fe y la confianza en usted. No me opuse, pero tampoco lo apoyé. Después de todos estos años de guerra, me resulta difícil creer en salvadores milagrosos.

Geary sonrió de manera casi imperceptible.

—Le aseguro que no soy milagroso, capitán Badaya.

—No —concordó Badaya—. Es bastante humano. Lo cual me ha hecho unirme a los que creen en usted fervientemente. No estoy de acuerdo en creer en usted a ciegas, pero sí lo estoy en que ha demostrado ser un comandante excepcionalmente capaz. Ningún otro oficial que haya conocido podría haber llegado tan lejos, ni haber conseguido las victorias que usted ha logrado. Y es por eso por lo que debo hablarle. Si llegamos al espacio de la Alianza, será porque usted nos llevó hasta allí. Porque hizo algo que nadie más podría hacer.

Geary se dio cuenta de repente de la dirección que aquello podía tomar, y deseó desesperadamente que no fuese así.

—¿No sería muy estúpido que alguien con su talento, alguien que podría llevarnos finalmente a ganar la guerra, se sometiese al consejo y al senado, cuando estos han jugado un papel tan desagradable prolongándola durante tanto tiempo? —preguntó Badaya—. Posee el idealismo del pasado, lo cual nos ha sido muy útil, pero debería ver lo que ha sucedido en la Alianza durante el último siglo. Sí, se supone que los políticos deberían responder ante el pueblo, pero hace tiempo que dejaron de hacer otra cosa que no sea preocuparse de sus intereses. Han jugado con el destino de la Alianza, y con el destino de los militares que la defienden. ¿Cuántos han muerto, tanto civiles como militares, en una guerra que no tiene fin porque los irreflexivos políticos civiles se han inmiscuido en las decisiones que por derecho deberían pertenecer a los que arriesgan sus vidas en el frente de batalla?

Geary negó con la cabeza.

—Capitán Badaya…

—¡Escúcheme, por favor! Usted puede marcar la diferencia. Usted puede rescatar la Alianza de unos políticos en los que ni ella misma confía. Cuando lleguemos al espacio de la Alianza, podría reclamar la autoridad necesaria para tomar las decisiones que nos llevarían a ganar la guerra, a terminar con esta masacre. El pueblo seguiría a Black Jack Geary si este se lo pidiese. —Badaya hizo un gesto solemne—. Hay muchos otros comandantes en esta flota que opinan lo mismo. Me pidieron que hablase con usted para asegurarnos de que lo que creemos no se basa solo en la fe depositada en su leyenda. Y sí, es verdad que también hay personas que se opondrán a usted siempre. Podríamos ocuparnos de ellos, por el bien de todos.

Nunca le habían ofrecido tan claramente la posibilidad de convertirse en un dictador. El mero hecho de hacerlo constituía ya una traición y, sin embargo, necesitaba a oficiales como Badaya para conducir la flota a casa.

—Yo… le agradezco su razonamiento. Me siento… halagado de que me tengan en tan alta estima. No obstante, no puedo considerar tal oferta. Va contra todas mis creencias como oficial de la Alianza.

Badaya volvió a sacudir la cabeza.

—No esperaba que se lanzase ante una oferta como esa. No es tan estúpido como para hacer algo así sin pensarlo cuidadosamente. Solo pretendemos que esté al tanto de lo que puede hacer, del apoyo del que goza, de modo que pueda reflexionar sobre ello durante el tiempo que tardemos en volver al espacio de la Alianza. Cuando vea el desgobierno propiciado por los políticos del consejo y del senado, lo verá de otro modo.

—Capitán Badaya, el capitán Falco ya me mostró opiniones semejantes, aunque en ese caso pensó en sí mismo como el ocupante natural de ese cargo.

Badaya hizo una mueca.

—El capitán Falco siempre está deseoso por mostrar la confianza que tiene en sí mismo. Es algo que nunca me ha gustado. Usted es distinto, tan diferente como la gran victoria que consiguió en Ilión comparada con el desastre que Falco presidió en Vidha.

Dilo. Dilo claramente, sin más. No podía dejar ningún resquicio que diese pie a pensar que podría considerar la oferta.

—Capitán Badaya, puesto que no soy el capitán Falco, no puedo imaginarme situación alguna en la que pudiese asumir el poder propio del gobierno de la Alianza.

Badaya no pareció ofenderse y, simplemente, hizo otra mueca.

—Ya esperábamos que dijese algo así. Después de todo, usted es Black Jack Geary, y Black Jack Geary es devoto de la Alianza, ¿no? Solo le pedimos que piense en el bien que podría hacer. El pueblo aliado lo necesita, capitán Geary, sálvelo, igual que está haciendo con esta flota. No creía en esto cuando lo rescatamos, pero me ha hecho pensar que es verdad. Y no espere recibir la gratitud de los políticos cuando vuelva a casa con la flota. Lo verán como a un rival, e intentarán destruirlo. No obstante, le aseguro que la mayoría de la flota se rebelará ante una orden de arresto. Gracias por su tiempo, señor.

Geary se dejó caer en su asiento y apoyó la frente entre las manos. Mierda. «Piense en el bien que podría hacer». Antepasados, sálvenme de los que me odian y de los que me adulan.

Cuando descubrí que los ciudadanos síndicos de Baldur estaban descontentos con sus líderes, pensé que era una gran noticia. A lo mejor los síndicos por fin actuaban contra su propio gobierno. Pero ahora he aprendido del modo más evidente posible que gran parte de los oficiales de la Alianza están igual de descontentos con el suyo.

¿No sería irónico que tanto el gobierno síndico como el de la Alianza se derrumbasen debido a lo que su población siente ante esta aparentemente interminable guerra? ¿Y para ser reemplazados por qué? ¿Por pequeñas agrupaciones belicosas formadas por unos cuantos sistemas estelares?

¿Y si en vez de enfrentarme a la posibilidad de ver lo que sucede acepto el tipo de dictadura que Badaya y sus amigos quieren ofrecerme?

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