Osada

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Capítulo 7

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Capítulo 7

—¿Cómo va el capitán Falco? —preguntó Geary en tono enérgico y profesional, que al mismo tiempo denotaba una preocupación subyacente por el estado de un compañero oficial. No quería que nadie dijese que se burlaba de él.

El médico de la flota que se encontraba en la pantalla frunció ligeramente el ceño.

—Está contento.

Aquello solo podía significar que seguía con sus delirios. Si descubriese que en realidad estaba arrestado en lugar de al mando de la flota, se pondría hecho una furia.

—¿Lo mantienen bajo tratamiento?

—Lo mantenemos estable —respondió el médico—. Son las órdenes y el procedimiento que hay que seguir cuando no existe un pariente cercano con el que contactar para tomar una decisión sobre un tratamiento a largo plazo. Lo que hacemos es mantenerlo sin que empeore, y nos aseguramos de que no se vuelva violento ni se autolesione. Pasa la mayoría del tiempo elaborando planes de campaña y observando las necesidades de la flota virtual a la que tiene acceso.

—La última vez que comprobé su estado, los facultativos de la flota estaban realizándole pruebas y evaluándolo. ¿Podría decirme si tiene cura? —preguntó Geary, sin estar seguro de si realmente quería saberlo.

—Espere un momento mientras reviso su historial.

La imagen del médico desapareció, y en su lugar apareció una pantalla de espera con varios médicos de la flota trabajando. Geary intentó no sentirse molesto con la actitud del médico y reconocía las mismas clases de comportamiento hacia la gente que no era experta en la materia que los médicos habían usado en su época, desde hacía ya incluso un siglo, y que seguramente llevarían teniendo desde hacía milenios.

Al final volvió la imagen del doctor.

—Es posible. Diría que probable, al menos en parte —rectificó—. Podríamos reducir los delirios notablemente, pero, por lo que puedo deducir después de ver el historial y los datos del capitán Falco, ya sufría esa enfermedad desde hace tiempo, antes de estar bajo mi cuidado. Seguramente sea una situación que se ha vuelto habitual para él, por lo que corregir sus problemas físicos y evitar situaciones de estrés no va a cambiar un patrón de pensamiento tan consolidado.

—¿Desde hace tiempo? ¿Quiere decir que es algo que el capitán Falco desarrolló mientras era prisionero de los síndicos?

—No, no. —El médico respondió con un tono casi de enfado con el que los de su profesión tratan a los humanos ignorantes que intentan captar alguno de los secretos de su disciplina—. Desde hace más tiempo. Es evidente que el capitán Falco sufría, desde antes de ser capturado por los Mundos Síndicos, una afección por la que cree ser el único capaz de comandar la flota de la Alianza y ganar la guerra. Es algo más común de lo que piensa —dijo el facultativo, que parecía haberse olvidado de que estaba hablando con la persona al mando de la flota.

—¿En serio?

—Sí, claro. Es una afección tan común que fue bautizada hace ya bastantes décadas.

—¿Bautizada?

—¡Sí! Se le llama Complejo de Geary. —Hizo una pausa, frunció el ceño, y miró a Geary fijamente—. Ese es usted, ¿no?

—Así era al menos la última vez que lo comprobé —respondió, a la vez que se preguntaba cuántos oficiales de la flota habrían sufrido durante el último siglo aquel complejo.

El médico asintió con la cabeza, pensativo, mirando a Geary como si esperase que explotase en cualquier momento.

—Bueno, entonces sabrá exactamente a qué me refiero.

Geary se echó a reír, pero luego dudó. Se podía imaginar lo que Rione diría si estuviese allí, y tendría parte de razón. Se consideraba la mejor opción para comandar la flota, pero lo hacía porque su leyenda podía usarse para mantener la flota unida, y porque el entrenamiento que había traído consigo del pasado podía llevarlos a la victoria. No se basaba en exageraciones sobre sus habilidades, ni en la creencia de que solo él podía conducirlos al triunfo. Tampoco se trataba de intentar igualar la leyenda de Black Jack.

No me parezco a Falco en absoluto, y tampoco quiero hacerlo. Lo que nos diferencia es precisamente la razón por la que quiero hablar con él.

Acabó encogiéndose de hombros.

—Quizá, doctor. Pero en realidad no quiero estar al mando de la flota. No he tenido opción. Soy el oficial de rango más alto y tengo un deber que cumplir.

El médico asintió con la cabeza como si le siguiese la corriente a un paciente.

—Naturalmente. Siempre es algo de ese tipo. El deber. Tienen la responsabilidad de salvar la Alianza, y todo eso.

Geary suspiró. No estaba disfrutando de aquella conversación tan próxima.

—Tengo la responsabilidad de salvar vidas, y si mira la información sobre los rangos de la flota en la base de datos, verá que poseo el más alto por un margen bastante amplio. —Lo habían ascendido a capitán hacía un siglo, póstumamente, puesto que creían que había muerto en Grendel, y era un hecho que las normas de la flota no tenían en cuenta. Por lo tanto, cuando descubrieron que seguía vivo, siguió gozando de dicho rango—. ¿Puedo decidir sobre el tratamiento del capitán Falco? ¿Sobre devolverlo al mundo real?

—Sí, si es la persona al mando de la flota. Pese a todo, su decisión será revisada por las autoridades de la Alianza.

Debería ser fácil tomar una decisión. ¿Por qué abandonar a alguien en sus delirios? No obstante, Falco estaba arrestado, y se enfrentaba a varios delitos que, según las normas de la flota y las leyes de la Alianza, acarreaban la pena de muerte. Si lo curaban, tendría que enfrentarse a una realidad bastante menos agradable que los delirios de los que gozaba. Sin embargo, ¿quién tenía realmente derecho a decidir sobre si obrar el bien o no cuando tenía la posibilidad de hacerlo?

—No es una decisión fácil —dijo finalmente con tono severo.

—Yo le diría que no lo haga —dijo el doctor—. Teniendo en cuenta las circunstancias del capitán Falco, podría adquirir una actitud abatida y con tendencias suicidas si lo forzamos a enfrentarse a la realidad. Estaría mucho mejor si estuviese en una instalación médica dedicada y con personal atendiéndolo cuando se enfrente a ello.

Eso era lo que Geary estaba esperando. No tenía que tomar la decisión en solitario.

—No veo razón alguna para ir en contra de sus consejos, doctor. Por favor, asegúrese de informarme si cambia de opinión, o si el estado del capitán Falco varía o se deteriora de forma significativa.

—Supongo que podría hacerlo. Sí, usted es el comandante de la flota, por lo que está autorizado para tener esa información.

—Gracias. Me gustaría visitarlo, en modo virtual.

—¿Visitarlo? —El hombre pareció sorprenderse.

—¿Nunca recibe ninguna visita?

—El capitán Falco está arrestado, lo sabe ¿no?

—Sí —dijo Geary pacientemente—. Soy yo quien ordenó que lo arrestasen.

—Ah, claro. ¿Y quiere verlo?

—Verlo y hablar con él.

El facultativo frunció el ceño de nuevo, pensativo. Luego asintió con la cabeza.

—No es algo contraindicado para alguien en su estado, y puesto que no estará físicamente presente, ninguno de los dos correrá ningún riesgo. Le recomiendo que no lo fuerce a enfrentarse con su situación real.

—No tengo intención alguna de hacer eso. Supongo que el software de la sala de conferencias de la flota puede organizar una visita virtual con el camarote de Falco. Deme los datos de conexión y los códigos de acceso.

Aquello generó más ceños fruncidos y avisos sobre procedimientos médicos y de privacidad, pero finalmente el médico accedió a darle a Geary la información que necesitaba. Cuando cerró la conexión se sintió aliviado. Luego se dirigió a la sala de conferencias, mientras intentaba aplacar un sentimiento de tristeza.

No le gustaba ver lo que le había pasado a Falco. Una parte de él quería odiarlo por propiciar aquellas pérdidas de naves y de tripulaciones. Otra parte sentía lástima por él. Y otra tenía miedo del daño que le podría causar traerlo de vuelta a la realidad, sobre todo desde aquella realidad en la que había permanecido durante tanto tiempo.

Geary se aseguró de cerrar correctamente la escotilla de la sala de conferencias con sus propios códigos de acceso. Luego activó el software con el nivel de seguridad más alto, e introdujo los datos de acceso de Falco.

Después de un momento apareció ante él la imagen del capitán, impecablemente ataviado en su uniforme, con expresión de estar ocupado con algo importante. Falco miró a su alrededor, y luego se fijó en Geary.

—¿Sí?

Después de un instante, su expresión cambió del enfado a una práctica y automatizada sonrisa de camaradería. Era tal y como Geary lo recordaba.

—Capitán Falco, me preguntaba si tendría tiempo para hablar sobre un par de temas —dijo Geary con cautela.

—¿Tiempo? Un comandante como yo tiene responsabilidades que atender, ya sabe —le sermoneó Falco. Luego volvió a sonreír—. Pero siempre tengo tiempo para atender a un oficial colega. Les he ordenado a los infantes de marina que hay fuera custodiando mi camarote que dejen pasar a los oficiales que quieran verme.

Tal y como dijo el médico, Falco creía que seguía al mando de la flota, e incluso racionalizaba la presencia de marines en el exterior convirtiéndolos en guardias a su servicio. ¿Reconocía al menos a Geary?

—Es sobre las operaciones, sobre los movimientos de la flota.

—Sí, claro. He estado revisando la situación. Todavía no he decidido adónde ir desde aquí.

Aquellas palabras se parecían tanto a las que le había dicho a Rione que casi se estremeció.

—¿Me permite? —preguntó, y luego activó el visor estelar, de modo que podían ver los alrededores de la región. Falco lo miró con tranquilidad, como si fuese algo familiar para él—. La flota se encuentra en Ixion.

—Claro. La última ofensiva progresa adecuadamente —afirmó Falco.

—Eh… sí. Pero ahora nos dirigimos de vuelta al espacio de la Alianza.

—Mm… —Falco observó detalladamente el visor, y durante un instante pareció un poco confuso—. Hipernet. La hipernet de los síndicos.

—Podríamos usarla —dijo Geary—, pero el enemigo intentará destruir las puertas antes de que podamos hacerlo.

—Sí, naturalmente —dijo Falco—. La ruta más directa hacia territorio de la Alianza es T'negu, pero no es ahí adonde vamos.

Geary esperaba que Falco dijese que T'negu era la única opción razonable.

—¿No?

—Pues claro que no. —La amigable sonrisa de Falco casi pareció brillar—. ¡Es una trampa! ¿No ve que es evidente? —Geary asintió con la cabeza, sin verlo en absoluto—. Minas. El sistema estará lleno de ellas. —La expresión de Falco volvió a cambiar.

—Minas. —Geary se preguntó si estaría recordando el daño que causaron en Vidha.

No había pensado en la posibilidad de que los síndicos situasen un número astronómico de minas en T'negu, pero tenía bastante sentido. El camino hacia casa se estrechaba. Si querían seguir esa dirección, era la única opción. Un sistema sin mundos habitables, y la única presencia síndica estaba compuesta por unas pocas ciudades situadas bajo tierra en un planeta sin demasiada atmósfera y al que tampoco llegaba demasiado calor estelar.

En cada uno de los puntos de salto podía haber ya no un campo de minas, o incluso un laberinto de explosivos cuyo único límite era el inventario del que disponían los síndicos.

Falco seguía mirando el visor estelar sin decir nada.

—¿Entonces, dónde deberíamos ir? —preguntó Geary.

—¿Dónde? —Falco parpadeó, miró a Geary y luego volvió a observar el visor—. A Lakota.

—¿A Lakota? Allí hay una puerta hipernética. Les resultaría demasiado fácil reforzar ese sistema.

—¡Exacto! ¡Saben que lo sabemos! ¡Eso significa que no necesitan reforzarlo, puesto que creen que no nos atreveremos a ir! —En la cara de Falco se dibujó una sonrisa triunfante—. Los sorprenderemos.

Geary trató de entender su razonamiento. De hecho, tenía cierto sentido, y desde luego era algo que a Geary no se le habría ocurrido nunca. ¿Estaba Falco en lo cierto? Sin duda los síndicos habían notado los efectos de las pérdidas que la flota de la Alianza había causado entre los suyos durante los últimos meses. Habían perdido muchas naves. ¿Se atreverían a dejar Lakota con pocas defensas al creer que la flota de la Alianza no iría allí?

Falco no sabía nada sobre la destrucción de la puerta hipernética de Sancere, ni que los síndicos ya habían demostrado estar dispuestos a destruirlas con tal de que la Alianza no las utilizase. Sin embargo, estos últimos sabían que la flota de la Alianza estaba al tanto.

—Habrá una fuerza de defensa defendiendo la puerta —comentó Geary—, pero no se pueden permitir tener una flotilla decente en el sistema.

—Exacto —dijo Falco con aire condescendiente—. No será algo de lo que no nos podamos ocupar. Podemos deshacernos de los defensores, bombardear el mundo habitado e irnos adonde queramos.

Era posible, aunque Geary no tenía intención de bombardear objetivos civiles. El material de Baldur que el teniente Íger le había mostrado había confirmado su opinión de que la estrategia de la Alianza de combate total era contraproducente. La mayoría de los Mundos Síndicos temía a la Alianza, tenía miedo de que destruyesen sus casas, por lo que se entregaban para derrotarlos. No obstante, ¿era correcto el resto del razonamiento de Falco? ¿Estaba totalmente loco o se mostraba a la vez astuto como un zorro?

Geary analizó el visor. Si usaban los dispositivos de salto, Lakota les daba acceso a tres sistemas estelares cercanos a Ixion.

Podía funcionar.

—Gracias, capitán Falco. Disculpe las molestias. —Este volvió a sonreír, y Geary sintió como si un puñal se le clavase en el corazón ante el hecho de verse engañando a un hombre enfermo—. ¿Qué tal está?

Falco frunció ligeramente el ceño.

—¿Qué qué tal estoy? Bien, por supuesto. Un poco estresado por estar al mando. Ya sabe a qué me refiero. Sin embargo, es un honor poder servir a la Alianza tanto como pueda. Es mi deber. —Volvió a sonreír.

—¿Necesita algo?

—Deberíamos tener una reunión de la flota en breve. Organícela, capitán…

—Geary.

—¿En serio? ¿Guarda alguna relación con el mítico héroe?

Geary asintió con la cabeza.

—Alguna, sí.

—Increíble. Y ahora, si me disculpa, el deber me llama. —Falco se levantó y miró a su alrededor algo confundido.

Geary cortó la conexión, y la imagen de Falco desapareció. Joder, joder, joder.

—¿A Lakota? —dijo Victoria Rione casi gritando—. ¿De dónde has sacado esa idea? —Su cara se iluminó, horrorizada al darse cuenta—. Esta tarde hablaste con el capitán Falco. ¿Es cosa suya? ¿Cómo lo has escuchado siquiera?

—Yo… —Geary la miró durante un instante—. ¿Sabes que hablé con Falco? Configuré esa conversación con el nivel de seguridad más alto.

—No sé de qué hablasteis, si te hace sentirte mejor. —Rione se dio la vuelta, negando con la cabeza—. Por favor, dime que no le pediste consejo.

—No con esas palabras. —Geary se puso a la defensiva y supo que Rione tenía toda la razón del mundo para mostrar incredulidad—. Quería saber qué es lo que él haría.

—¡Algo estúpido! ¡Yo misma te lo podía haber dicho!

—No quiere que vayamos a T'negu.

Rione se giró para estar frente a frente con él, luego lo miró con los ojos entreabiertos.

—Falco cree que en T'negu habrá una trampa.

Rione levantó los brazos.

—Resulta que ahora estoy de acuerdo con el capitán Falco en algo. Nunca pensé que fuese posible.

Geary se aseguró de que la escotilla de su camarote estuviese perfectamente cerrada. No quería que nadie escuchase aquella discusión.

—Mira, yo no iría a Lakota.

—Pues no lo hagas.

—Los síndicos probablemente saben que no iría —dijo Geary con tanta paciencia como pudo—. Saben cuáles son los lugares a los que seguramente iría, a alguno de los sistemas cercanos a Ixion. También tienen clara la ruta que la flota debería seguir si escogiese la más directa hacia casa. Lakota no cuadra con ninguno de esos razonamientos.

—¡Porque ir allí es estúpido!

—¡Los síndicos saben que ir allí sería estúpido, y nosotros también, por lo que es posible que sea lo que menos se esperan!

Rione se quedó mirándolo.

—¿Lo dices en serio?

—¡Sí! —Geary avanzó unos pasos, encendió el visor estelar de su camarote y lo centró en Ixion—. T'negu es un objetivo demasiado claro. No podemos ir sin esperar que todos los puntos de salto estén repletos de muchas más minas de las que nos encontramos aquí. Volver a Daiquón valdría para poco más que para minar la moral de la flota y quizá para dejarnos en una posición franca para la fuerza síndica que pueda estar persiguiéndonos por los sistemas por los que hemos pasado. Vosta nos hace retroceder, y desde ahí solo hay dos sistemas estelares accesibles mediante salto. Kopara ni nos aleja ni nos retrasa, ni avanzamos ni retrocedemos en nuestro camino hacia el espacio de la Alianza y, además, desde allí solo hay acceso a una estrella. Dansik, según Inteligencia, y los datos que hemos conseguido: se trata de una central regional militar, por lo que estará fuertemente defendida. Solo nos queda Lakota.

Rione miró al visor y luego a Geary, impasible. Luego volvió a mirar la pantalla.

—¿Qué haría el capitán Geary?

—Vosta. —Frunció el ceño mientras miraba el visor—. Para despistar a nuestros posibles perseguidores.

—Pero los síndicos ya te han visto retroceder de ese modo otras veces.

—Sí.

—¿No pensarán que vas a Kopara?

—Lo dudo. Les bastaría con situar una fuerza importante en cada uno de los sistemas estelares para atraparnos. Sería maravilloso que pensasen que soy imbécil, pero no puedo contar con ello.

La expresión de Rione se endureció.

—Has conseguido traernos a Ixion, y ahora ninguna de las opciones te gusta.

Le dieron ganas de responder con un rugido, pero se dio cuenta de que tenía razón.

—La verdad es que no creía que pudiésemos llegar a Ixion. Pensé que los síndicos reaccionarían más rápido, y que en Daiquón nos desviaríamos de nuestra ruta hacia la Alianza.

—Así que ¿ahora basas tus planes en la esperanza de que los síndicos no crean que eres estúpido? ¡Por favor, escucha lo que estás diciendo! ¡Le has pedido consejo a Falco! Siempre ha sido un idiota, pero ahora es un idiota loco. —Rione paseó alrededor del visor estelar, con la cabeza entre las manos—. John, no lo hagas. No lleves la flota a Lakota.

Nunca antes lo había llamado solamente por el nombre.

—Las otras opciones no son mejores. Si funciona…

—¿Si funciona? ¿Y si no lo hace? ¿Qué haremos entonces?

—Podemos evitar entrar en combate, avanzar a través del sistema, y saltar a otro objetivo.

Rione bajó la cabeza.

—¿Crees realmente que la flota te permitirá evitar el combate? Sí, te lo permitieron después de las bajas sufridas en el sistema nativo síndico, cuando todo el mundo estaba tan conmocionado que dejó a un lado sus impulsos suicidas. No obstante, si intentas evitar el combate en Lakota, algunas de tus naves te desobedecerán para abalanzarse sobre el enemigo, ¿qué harás entonces?

No había considerado aquella posibilidad. Geary miró a través de la figura que le hablaba, pensativo.

—¿Crees realmente que algunos serían capaces de hacer eso? Los que están en mi contra, gente como Casia, no parecen el tipo de persona que se aventura a cargar heroicamente sin demasiadas posibilidades.

—¡No son esos quienes deben preocuparte! ¿Qué es lo que las estrellas del firmamento te han dado en lugar de cerebro, John Geary? —Se acercó a él y lo cogió por los brazos—. ¡Los más peligrosos son los que creen en ti lo suficiente como para ofrecerte el puesto de dictador pero, sin embargo, no creen lo suficiente como para cambiar su forma de pensar! Pregúntaselo a los oficiales en los que más confías, como Duellos. Él podrá decírtelo. Incluso Desjani te lo diría. ¡Prueba si no me crees!

Aquello tenía bastante sentido.

—Supongo que a veces es bueno pensar como un político.

—Gracias, creo. —Se separó de él y señaló de nuevo el visor—. No te ven capaz de ir a Kopara…

—¡No! ¡Si nos atrapan ahí, no habrá salida! Con Lakota tenemos otras opciones. —Observó durante un instante la pantalla, y luego miró a Rione—. ¿Por qué no lo has dicho?

Ella le devolvió la mirada.

—¿El qué?

—Amenazarme con decir a las naves de la República Callas y de la Federación Rift que no sigan mis órdenes. ¿Por qué no me has dicho que estarías dispuesta a hacerlo?

—Porque no lanzo amenazas que no puedo mantener —respondió Rione enfadada—. Por favor, no esperes que me crea que no sabes que la lealtad de mis comandantes está dividida. No importa lo que diga; muchos de ellos te seguirán de todos modos.

—¿En serio? —Pareció mostrarse sorprendido—. Nunca he intentado que su lealtad…

—¡Venga ya! —gritó Rione, furiosa. Volvió a ponerse a su lado, y le dio un puñetazo en el pecho—. ¿Te crees que voy a creerme que eres tan estúpido? ¡Tienen fe en ti, John Geary! ¡Porque has llegado hasta aquí, hasta tan lejos, y porque has conseguido victorias increíbles por el camino! ¡Creen que eres Black Jack y que salvarás a la Alianza! No te ven como un político, y en eso tienen razón. Pero te has ganado su confianza. —Apoyó el dedo índice con fuerza sobre el visor—. ¡No recompenses su fe llevándolos a Lakota!

—Joder. —Geary se dejó caer en un asiento cercano, al sentirse de repente cansado—. ¿Es que te crees que hago otra cosa que no sea buscar lo mejor para las personas que han depositado su confianza en mí?

La ira de Rione se desvaneció, y lo observó con impotencia.

—¿Qué vas a hacer?

—Organizar una reunión y ver cómo reaccionan ante lo de Lakota.

—Les encantará. El típico golpe genial de Black Jack Geary. —Rione se dejó caer también en un asiento.

Después de un minuto en silencio, Geary la miró fijamente.

—Señora copresidenta, ¿alguna vez había escuchado hablar sobre algo llamado Complejo de Geary?

Rione levantó la cabeza y arqueó una ceja.

—Sí, la primera vez que lo escuché fue hace años, mientras un compañero senador me hablaba del capitán Falco. ¿Al final te has enterado?

—Me resulta curioso que nunca me hayas acusado de sufrirlo.

—Difícilmente se te podría acusar de imaginar que eres el capitán John Geary.

—Creo que hay por lo menos un médico en la flota que lo sospecha —dijo secamente—. No lo entiendo. Ahora te comportas de forma distinta.

—Bueno, gracias. —A Rione le costó decirlo—. ¿Qué se supone que significa eso?

—Entre otras cosas, que ya no me sermoneas sobre los peligros que representa Black Jack, sobre lo que podría pasar si empiezo a creerme que soy él de verdad.

Rione se encogió de hombros.

—Ya te he dicho esas cosas muchas veces, y parece que es algo que tienes bastante en cuenta. Repetírtelo seguramente sería exagerado.

—Hasta ahora eso nunca te había detenido.

—A lo mejor es el momento de que te llame la atención sobre ese sentido del humor que tienes —dijo Rione con un tono de voz casi peligroso—. ¿Intentas decirme algo?

—Sí. —Geary la analizó antes de seguir—. Estás bastante en contra de la idea de llevar la flota a Lakota. Crees que estoy equivocado, que quiero estar a la altura de Black Jack. Pero no te has puesto como una loca, ni has hecho saltar el camarote por los aires, ni siquiera me has dicho nada sobre lo que podría pasarme a mí personalmente si empiezo a comportarme como Black Jack. ¿Por qué no lo has hecho?

Se encogió de hombros, y miró en otra dirección.

—A lo mejor quiero ser imprevisible. Sabes que lo haría, y sé que lo sabes, por eso hago algo distinto esta vez. Aunque en este caso no es algo estúpido.

—Mira quién fue a hablar de sentido del humor. —Geary eliminó cualquier rastro de burla o fingimiento—. En serio. ¿Qué pasa?

Rione tardó un rato en responder. Luego volvió para mirarlo directamente.

—Te seré sincera. Hasta ahora he lanzado muchas advertencias funestas con relación a tus planes. Siempre he estado segura de tener la razón, y siempre ha resultado que estaba equivocada, y el que tenía razón eras tú. Sancere es solo el mejor ejemplo de mis errores. No hay manera de saber dónde estaría esta flota si me hubieses hecho caso, pero dudo mucho de que estuviese en mejor estado que ahora o que nuestros enemigos sufriesen tantas bajas.

—¿Confías en mí? —Su sorpresa casi se hizo patente.

Rione sonrió sardónicamente.

—Me temo que sí. Creo que ir a Lakota es un error. Ya te lo he dicho, y te he expuesto mis razones. Tú me has escuchado. Sí, me he dado cuenta de que lo has hecho. Ahora bien, teniendo en cuenta nuestros historiales, no creo que tenga derecho a ir de nuevo en contra de tu instinto. Has estado en lo cierto demasiadas veces como para hacerlo. —Hizo una pausa, buscando algo con los ojos—. Sí, ya sé que ahora la preocupación de esos instintos recae sobre mí. No estás seguro de por qué he vuelto a tu lado, de por qué me metí en tu cama por primera vez y de por qué ahora he vuelto a hacerlo.

Él asintió con la cabeza.

—Es cierto.

—Y tampoco me lo vas a preguntar porque no sabes si creerías lo que te diga. No lo niegues. Siento tus dudas, y me lo merezco.

—No he dicho que…

—No tienes que hacerlo. —Rione extendió los brazos con las manos abiertas—. ¿Quieres que te diga que te quiero? No voy a hacerlo. Ya sabes a quién pertenece mi corazón.

—Entonces —dijo Geary—, ¿por qué pasas la noche conmigo?

—Eres irresistible para las mujeres, ¿no lo sabías? —Rione se echó a reír—. Deberías ver la cara que has puesto.

Él le devolvió la sonrisa, y se dio cuenta de que Rione nunca respondería claramente, de que solo pronunciaría más palabras, y de que nunca podría saber si eran sinceras.

—Reflexionaré algo más sobre el tema.

—¿Sobre Lakota? ¿En serio? —Rione dejó de reírse, y luego asintió con la cabeza—. Quizá esa sea la razón por la que vuelvo a estar a tu lado, John Geary. Quizá por eso volveré a pasar la noche contigo.

—¿Y cuando volvamos al espacio de la Alianza? Supongamos que llegamos. ¿Saldrás de esta nave conmigo del brazo? ¿Seguirás pasando las noches conmigo?

Ella lo miró en silencio durante un rato largo.

—¿Le estás preguntando a una política lo que hará en el futuro? Sí. ¿Me crees?

—No lo sé.

—Bien. Todavía me quedan algunas cosas que enseñarte sobre política. Las necesitarás cuando vuelvas a casa. —Se levantó y extendió el brazo hacia él—. Venga, vamos a comer algo. Hagamos propaganda. Juntos. Que la flota sepa que su héroe está contento.

Geary se levantó también, pero todavía se sentía cansado.

—Supongo que puedo aparentar estar contento durante un par de horas.

—Lo harás bien. —Volvió a sonreír, aunque esta vez de modo distinto—. Y cuando volvamos aquí, nos ocuparemos de estar todavía más contentos.

Pese a lo excitante de aquellas palabras, Geary habría deseado saber lo que pensaba realmente.

—No ha sido fácil decidir cuál será el curso de nuestras acciones —les dijo Geary a las imágenes de los capitanes de la flota que se encontraban en la sala de conferencias. La tensión reinante era como la que tenía lugar antes de un combate. Los oponentes más claros, como el capitán Casia, la capitana Midea o la comandante Yin estaban preparados para intervenir si Geary sugería algo que no fuese suficientemente agresivo.

Los que estaban de su parte, como el capitán Duellos, Tulev o Crésida, estaban claramente preocupados por si Geary proponía algo para tranquilizar a la flota, lo cual podía ser también peligroso. Había hablado con todos, uno a uno, antes de la reunión, intentando asegurarse de que supiesen que lo había pensado con detenimiento. Esperaba haberlos convencido.

A su lado, físicamente, estaba la capitana Desjani, con su atención centrada en los enemigos de Geary, como si fuese su guardaespaldas. Al fondo de la mesa, donde estaban situados los comandantes de las naves de la República Callas, estaba también virtualmente la copresidenta Rione. Había preferido aquello a ir en persona para asegurarse de que las naves de la república supiesen que todavía seguía con ellos. Geary se preguntaba cuánto se habría guardado en la discusión que habían mantenido, y si lo apoyaría, se quedaría en silencio o sacaría algo contundente en contra de su plan en cuanto el debate comenzase.

Entonces apareció el visor estelar.

—Estoy seguro de que ya están al tanto de nuestras opciones. T'negu, aunque parece atractiva, es una trampa segura.

—Hemos llegado fácilmente hasta aquí avanzando en línea recta hacia el espacio de la Alianza —le interrumpió el capitán Casia.

—Y por eso los síndicos podrían ver incluso con los ojos cerrados cuál es nuestro patrón de avance —respondió Duellos—. T'negu es el lugar perfecto para llenarlo de minas.

—Eso mismo pienso yo —concordó Geary, a la vez que clavaba sus ojos en Casia antes de volver a hablar—. Las demás estrellas presentan otros problemas, con varios niveles de peligro. Después de pensarlo mucho y de consultarlo con los demás, he llegado a la conclusión de que el mejor objetivo es Lakota.

La capitana Midea iba a empezar a hablar, pero se quedó cortada, como si las palabras de Geary la dejasen muda.

—¿Lakota? —dijo finalmente.

—Sí. —Aunque al final no sorprendiese a los síndicos, no se podía decir lo mismo de Midea. Aquello era reconfortante, puesto que quería decir que los espías de sus oponentes en la flota no habían descubierto sus planes—. Habrá una flotilla síndica para proteger la puerta hipernética del sistema. No obstante, seguramente pensarán que las posibilidades de que vayamos allí son tan remotas que será demasiado débil como para hacernos frente.

—¿Usaremos la puerta? —preguntó alguien, vacilante.

—Sí, si es posible —respondió con voz tranquila. No podía permitirse falsas esperanzas en lo concerniente a aquello—. Sin embargo, sabemos que los síndicos están dispuestos a destruir sus puertas para evitar que las usemos, y la flotilla que pueda haber en Lakota seguro que ha recibido esas órdenes. Si tenemos suerte, podríamos cogerla mal situada, y ser capaces de llegar a la puerta antes de que lo hagan ellos. Pero es bastante complicado, la verdad. Si los síndicos la atacan primero… —Dejó la frase sin acabar para que cada oficial hiciese memoria sobre lo que había pasado con la puerta hipernética de Sancere.

—Podríamos cargar directamente hacia la puerta. Intentar detenerlos —dijo la comandante Yin.

—Personalmente —comentó el capitán del Arrojado—, prefiero no volver a estar cerca de una puerta hipernética cuando explote.

—Yo tampoco —dijo el capitán del Diamante—. Si la Orión quiere encargarse, yo encantado.

La comandante Yin lanzó una mirada fulminante a ambos oficiales, pero aparentemente tuvo suficiente cabeza como para darse cuenta de que seguir discutiendo con ellos podría dejarla todavía más en ridículo.

—¿Cuántos síndicos podría haber en Lakota? —preguntó el capitán del Vengativo—. Les hemos hecho bastante daño en los últimos combates, y hemos destrozado las naves que estaban construyendo en Sancere, además de los astilleros. Si tenemos en cuenta la situación del grupo que nos estaba esperando en Ixion, deben de estar bastante desesperados.

El capitán Tulev respondió con voz sombría.

—Recuerde las bajas que sufrimos en el sistema nativo síndico. Lo único que hemos hecho destrozando sus naves desde esa vez es equilibrar lo que perdimos en aquella emboscada.

Se hizo un silencio sepulcral en la mesa. Nadie negó lo que Tulev acababa de decir.

—Pero las naves de combate síndicas que acabamos de destruir estaban compuestas por tripulaciones extremadamente inexpertas —afirmó el comandante Neeson, al mando de la Implacable—. Ni siquiera deberían haberles encargado una misión de combate.

—Eso es verdad. —El capitán Duellos se mostró de acuerdo—. El capitán Geary y yo hemos hablado sobre el tema, y creemos que los síndicos pensaron que era improbable que fuésemos a Ixion, por lo que enviaron sus naves más preparadas a otros sistemas estelares.

—Entonces quiere decir que andan escasos de naves —respondió Neeson.

—Andan escasos porque tienen que mantener su superioridad numérica en más de un lugar, ya que no saben adónde vamos a ir exactamente —comentó Duellos—. Y está claro que cada vez les cuesta más.

—Y con suerte —añadió Geary— eso afectará al número de enemigos que nos encontremos en Lakota.

—¿Ha hablado de esto con la senadora Rione? —preguntó la capitana Midea.

Geary la miró con indiferencia, mientras pensaba que cada vez se parecía más a un líder síndico.

—Capitana Midea, el tratamiento adecuado es copresidenta de la República Callas, aunque también sea miembro del senado de la Alianza. Y sí, lo he hablado con ella.

—¿Entonces lo de ir a Lakota es decisión suya?

Gran parte de los oficiales que había en la mesa se enderezó al escuchar aquello. Sabía que, en algún momento de la reunión, Rione le pondría pegas al plan, y ahora tenía la ocasión perfecta para hacerlo.

—Como ya he dicho en otras ocasiones, la copresidenta Rione no toma decisiones sobre los movimientos de la flota —afirmó Geary con tranquilidad.

Rione tomó la palabra, con tono neutral.

—Como miembro del senado de la Alianza, no tengo autoridad sobre el mando de esta flota, capitana Midea. ¿Está al tanto de eso?

La capitana Midea se puso roja.

—Si al final la «copresidenta» Rione tiene una gran influencia sobre las decisiones que toma la persona al mando de la flota, es lo mismo.

Rione sonrió ligeramente.

—Le puedo jurar por el honor de mis antepasados que el capitán Geary rara vez sigue mis consejos relacionados con los movimientos de la flota.

—El honor de una política… —masculló alguien.

Algunos de los oficiales al mando de las naves de la República Callas, aunque no todos, fruncieron el ceño. Otros reaccionaron ante aquella falta de respeto con leves sonrisas. La mayoría mantuvo una expresión impasible.

Geary era consciente de que en ese instante era bastante fácil averiguar lo que sentía.

—¿Sirve mi honor para satisfacer a los que ponen en duda lo que ha dicho la copresidenta Rione? —dijo, amenazante. Rione no había utilizado la situación para expresar abiertamente sus dudas sobre la decisión de Geary, lo cual hizo que se sintiese liberado y agradecido.

La única respuesta que obtuvo fue el silencio, hasta que el capitán Mosko tomó la palabra y dijo, con cierta torpeza:

—Teniendo en cuenta las circunstancias de su relación, esperábamos que saliese en su defensa, capitán Geary. Es algo que todo oficial honorable debería hacer.

—La copresidenta Rione no le da órdenes, y si lo hiciese, él no haría caso —dijo la capitana Desjani en tono claro y neutral—. Es lo que he podido observar directamente desde el puente del Intrépido. Lo juro por mi honor, y confío en que nadie crea que la copresidenta y yo tenemos una relación que me obligue a defenderla.

—Lógicamente, se siente obligada a apoyar al capitán Geary —dijo Midea, con un tono que dejaba entrever claramente que las obligaciones que Desjani tenía con Geary iban más allá de lo profesional.

Desjani miró con severidad a su colega.

—Capitana Midea, defenderé a cualquier oficial que pueda derrotar a nuestros enemigos, sobre todo si es tan eficiente como el capitán Geary. Es él quien está al mando de la flota, y es una persona honorable. Mis enemigos son los síndicos, y cualquiera que los ayude.

Durante el silencio que sucedió a aquellas palabras casi se podía tocar la tensión reinante. Fue el capitán Casia quien lo rompió, aunque aparentemente algo reacio a apoyar las inadecuadas palabras de Midea.

—La discusión y el debate entre oficiales al mando siempre han sido aceptados en la flota. No hay razón para acusar a nadie de traición.

—¿Acaso lo he hecho? —preguntó Desjani.

Geary tomó la palabra durante aquel incómodo silencio.

—Se aceptan tanto el debate abierto como las discusiones, pese a que el curso de las acciones nunca se ha supeditado a ello. Sé que algunos oficiales de esta flota hablan cosas en privado que no están dispuestos a repetir en público. Ya lo he dicho anteriormente, y lo vuelvo a repetir: les animo a que hagan sugerencias y comentarios constructivos, pero también les repito que, como comandante de la flota, soy yo quien tiene el deber y la responsabilidad de decidir y emitir las órdenes.

El capitán Badaya asintió con la cabeza.

—Eso es lo que hemos aprendido a esperar de usted —dijo mientras miraba desdeñosamente a Casia—. Si no tenemos oportunidad de usar la puerta de Lakota, ¿cuál será nuestro siguiente objetivo?

Geary se sintió agradecido por tener de la oportunidad de volver al tema de la operación, en lugar de hablar de relaciones, ya fuesen reales o imaginarias. Señaló el visor.

—Hay un par de opciones interesantes. El rumbo que tomemos dependerá en parte de lo que nos encontremos en Lakota y de los combates que se puedan derivar de ello. —Recorrió la mesa virtual hasta llegar a la capitana Tyrosian y a los demás comandantes de las demás naves auxiliares—. Gracias al extraordinario esfuerzo realizado por la división de naves auxiliares, hemos podido volver a un nivel aceptable de células de combustible y munición, de hecho casi estamos al cien por cien en general. Sin embargo, para conseguirlo hemos usado la mayor parte de las materias primas que conseguimos hasta la fecha. Por lo tanto, tendremos que reabastecer los almacenes de las naves auxiliares. La urgencia dependerá de cuánto combustible y munición tengamos que gastar en Lakota.

—Parece que tenemos que pasarnos el tiempo o bien escoltando o bien reabasteciendo a las auxiliares —refunfuñó el oficial al mando de la Atrevida.

—Si no lo hiciésemos —dijo el capitán Duellos con voz jocosa—, estaría en un campo de trabajo síndico ahora mismo, puesto que es difícil luchar sin combustible ni armamento.

El comandante de la Brazal asintió con la cabeza.

—Mi nave sufrió un daño considerable en Daiquón. Los ingenieros han trabajado lo indecible para ayudarnos a repararla. Tanto a mí como a mi tripulación nos complace continuar escoltando las naves auxiliares mientras sigamos mejorando hasta estar totalmente operativos.

Varios oficiales miraron a la comandante Yin, y a los oficiales al mando de la Majestuosa y la Guerrera. Las tres estaban siendo reparadas para subsanar el daño sufrido, y ninguno de sus oficiales había dicho nada en favor de las auxiliares.

—Nosotros también les estamos agradecidos —dijo rápidamente Suram, al mando de la Guerrera—. Quizá estemos preparados para Lakota.

El capitán de la Vengativa sonrió.

—La Cuarta División no ha sido lo mismo sin ti. —Dejó de sonreír—. Todavía les debemos una a los síndicos por lo de la Triunfante. Nos encantaría tener a la Guerrera a nuestro lado cuando les obliguemos a pagar por ello con intereses.

Daños. Geary miró a la mesa con el ceño fruncido, intentando recordar los detalles sobre las naves más dañadas. La Titánica se había recuperado ya de los problemas que le habían causado las minas, y los trabajos en la Guerrera avanzaban a buen ritmo, pero la Orión y la Majestuosa seguían en mal estado, y algunas de las unidades ligeras estaban trabajando duro para volver a estar en forma. Ojalá dispusiese de dos meses sin síndicos al acecho, y de un sistema estelar rico en recursos… con un astillero accesible… un gran astillero… por pedir, también podría tener una puerta síndica sin nadie protegiéndola, pero no creo que suceda.

—La flota reajustará su curso para ir al punto de salto de Lakota. Entraremos en él a una velocidad inferior a la que utilizamos aquí, y esta vez ejecutaremos un giro prefijado a babor en cuanto salgamos, con el fin de evitar los posibles campos de minas síndicos. Debemos estar preparados para otro combate a la salida, aunque espero que no nos encontremos una fuerza de bloqueo como la que nos esperaba aquí.

—En cuanto las autoridades síndicas de este sistema informen sobre lo fácil que nos ha resultado eliminar a los defensores del punto de salto de Daiquón, no creo que el alto mando enemigo repita la misma táctica —observó Tulev.

—Si tenemos suerte, lo harán —respondió Geary. Se dibujaron varias sonrisas—. ¿Alguna pregunta? Bien. Los veré en Lakota.

Esta vez, después de que la mayoría de las siluetas de los oficiales desapareciesen con rapidez, quedaron cuatro, además de Geary. Una era la capitana Desjani, obviamente, pero además estaban el capitán Badaya, Duellos y Tyrosian.

Tyrosian miró sorprendida a Badaya y a Duellos. Luego habló con rapidez.

—Tan solo quería agradecerle, capitán Geary, que aprecie el papel que asumimos. Hemos trabajado para algunos comandantes que solo veían los problemas que las naves auxiliares ocasionan. Es bueno saber que trabajas para alguien que cree que somos importantes.

—Yo me alegro de tener a la Hechicera, a la Titánica, a la Genio y a la Trasgo en la flota —afirmó Geary—. Su labor es inestimable, y el esfuerzo que han puesto en su trabajo ha sido extraordinario. Por favor, comuníqueselo a las demás naves.

La capitana Tyrosian asintió con la cabeza, se despidió con un saludo militar, y luego desapareció.

El capitán Badaya frunció el ceño al mirar a la capitana Desjani.

—No debería entrar en discusiones sin sentido con alguien como Midea. Hace tres años casi la juzgan ante un consejo de guerra por comportamiento inadecuado con su oficial jefe, y hace un rato insinuó que ha actuado incorrectamente.

Desjani hizo una mueca.

—No me preocupan las palabras de alguien como ella.

—La flota estaría mejor si fuese relevada de su puesto —dijo Badaya—. Cuando no se contiene, tiende a realizar acciones impulsivas sin pararse a pensarlo demasiado. No habría demasiadas objeciones si decidiese relevarla, capitán Geary. No goza de una buena reputación. Aunque tampoco Casia.

—Ni Numos —comentó Duellos—. No obstante, muchos escuchan lo que dice.

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