Ornella

Ornella


Inicio

Página 3 de 5

El Sr. Hallen dio las buenas noches a todos y fue hacia la puerta conducido por su amigo. Paola observaba su partida, esperaba el regreso de su primo para que le hiciera compañía, ya que Lindalva y Ornella estaban en compañía de Felipe. Ornella había hecho una señal para Lindalva de que no la dejara a solas con Felipe. Pensó que su conversación estaría fuera de lugar, siempre la misma mierda, con declaraciones amorosas y elogios innecesarios.

7

 

 

 

Paola se levantó de la cama tan pronto como el sol se reflejó en la enorme cortina. No era habitual levantarse tan temprano, pero durmió poco la noche anterior. Le costó caer dormida, estuvo recordando la cena y sus momentos deliciosos junto al Sr. Hallen. Lo había admirado todo el tiempo, sus gestos y actitudes, como un caballero con cualidades asignadas de forma natural. Él no era un hombre que quería coquetear y conquistar mujeres que aparecieran, lo encontró diferente de todos los hombres que había conocido y de los cuales tuvo una breve conversación, la mayoría eran atrevidos y les gusta estar al mando diciendo que estaban enamorados.

Sólo para sacar algo de las mujeres inocentes o necesitadas. Estaba feliz de estar allí, en la casa de su tío y de haber tenido la oportunidad de haber conocido al Sr. Hallen.

Sonrió al pensar que podían tener más cercanía con el pasar de los días. Fue a su armario y eligió un vestido hermoso a más no poder, después de todo, podía venir a través del jardín el Sr. Hallen a la casa o incluso una inesperada visita, donde él y Horacio eran muy cercanos. También pensaba que no había más tiempo y poder llevar algo más apropiado, quería impresionarlo de hecho.

Tomó unos minutos para su producción, finalizando bajó las escaleras para su desayuno, pasando por el pasillo, se encontró con su primo, que también salió de la sala en ese momento.

-¿Vas a algún lugar? -Ornella preguntó al verla tan arreglada.

-¿A qué lugar voy a ir? -Respondió sin previo aviso.

-A un picnic. -Insinuó.

-Picnic, ¿Y con quién?

-No sé... Tal vez con el Sr. Hallen. -Contestó. - Tú ayer lo acaparaste el tiempo entero. Te faltó acompañarlo hasta la puerta.

-¿Qué estás tratando de decir con eso? - La  encaró furiosa.

-Hasta el mismísimo Sr. Hallen debe haber notado tu entusiasmo por él.

-¿Y qué tienes que ver con eso? –Le dijo a su prima y le arrojó una mirada de cólera o mordedura.

-Creo que al señor Hallen no le gusta ser halagado. -Dijo dejándola atrás.

-Yo no te pregunté nada. –Rezongó a su prima, furiosa de que se dio cuenta de su interés secreto por el Sr. Hallen y lo peor, dando consejos en sus actitudes. Deseó que su prima Ornella se fuera al infierno.

 

 

La brisa de la tarde calmaba hojas verdes a los pies de los árboles, las hojas secas en el suelo bailaban de un lado a otro, arrastradas por la fuerza del viento. Ornella corrió para cerrar la ventana de su habitación, luchó con la cortina que insistió en ir a la parte exterior de la ventana arrastrada por el viento, con gran dificultad logró dominarla y ponerla en su lugar, y luego cerró la ventana de nuevo. La ventana de su habitación podía ver la casa del Sr. Hallen, que daba a su habitación. Por un momento se quedó de pie junto a la ventana mirando a la casa de su vecino, vio todo cerrado, parecía que no estaba viviendo nadie, la casa estaba de la misma manera que hace algún tiempo, sin ningún rastro de personas.

El Sr. Hallen difícilmente andaba caminando por su propiedad, pasaba la mayor parte de su tiempo encerrado en esa casa.

¿Qué haría un hombre solo en ese lugar?

Ornella pensó.

No tenía parientes ni amigos que lo visitaran, sólo su hermano Horacio.

Sus salidas de casa eran sólo para los negocios, no iba a bailes cercanos, aunque fuese invitado, rechazaba todas las invitaciones. Desde que se mudó nunca había ido a misa los domingos, o incluso a conocer la Iglesia.

Parecía un hombre des creyente.

 

 

 

Al darse cuenta de sus curiosos pensamientos sobre el Sr. Hallen, Ornella recuperó la conciencia y dejó de pensar en todo lo que había pasado por su cabeza. Se irguió, se apartó de la ventana, encontraba una pérdida de tiempo el imaginar cómo era la vida cotidiana de su vecino, después de todo, no tenía sentido para ella. No le aportaría nada pensar en esas tonterías, que hacía o dejaba de hacer el muchacho, nada le preocupaba.

 

El Sr. Hallen estaba en el porche, sentado en una pequeña mesa redonda, donde su doncella le sirvió la cena, mientras que el consumía café de a poco, con la otra mano sostenía el periódico con noticias de los alrededores. Trataba de estar siempre informado de todo, era favorable para sus negocios y lo distraía cuando no tenía nada que hacer. Así que acabo de leer todas las noticias colocó el periódico en la mesa y terminó de beber el café restante. Fue abordado por los malditos recuerdos de su ex novia, odiaba pensar en ella, los buenos momentos que habían estado juntos, los atardeceres que pasaban juntos, donde a menudo apenas llegaba de sus viajes de negocio, cansado, loco por descansar, y así incluso se presentaba para ir a verla, lleno de nostalgia. Pensaba en tanto sacrificio hecho en nombre de una mujer que no merecía siquiera sus cumplidos, o sentimientos de lástima.

Cómo es que pasó todo ese tiempo al lado de una mujer sórdida e inmoral, que destruyó su vida y todos sus sueños de tener una esposa e hijos.

Tenía ganas de encontrarla y matarla y también arrancarle la cabeza y jugar en la plaza pública para que todos vean el tamaño de su odio y el poder de su venganza.

Indignado, bajó la cabeza por pensar en cosas tan terribles.

¿Qué tan bueno sería cometer un crimen como ese?

No entendería el daño que había hecho en su vida y en su corazón.

Esto sólo lo arruinaría más.

8

 

 

La Señora Emma estaba sentada en la silla en la sala de baile de la casa de la familia Miller. Su rostro expresaba la satisfacción de ver a varias personas bailando al sonido de un piano. Los jóvenes presentes en el baile tenían una enorme sonrisa en sus rostros. La Señora Emma no bailó más por su problema en la rodilla, pero estaba feliz de ver a la gente bailando con ella. Recordó su juventud, donde varias noches bailó al son de canciones hermosas, no perdía de ningún baile en la Capital. Pensaba cómo eso le hacía bien, siempre había sido una chica fiestera, le gustaba ver una casa llena. Siempre quería que sus hijos y nietos vivieran con ella.

Entre tres hijos, sólo Matías siguió viviendo con ella. Matías era el hijo más cercano, desde pequeño, los otros dos de mala gana venían a visitarla allí, argumentando que no les quedaba tiempo para involucrarse con el negocio.

Horacio se acercó a su abuela con una sonrisa en su rostro.

-Veo que la señora está llena de felicidad. Dijo el joven colocando su mano sobre el hombro de su querida abuela.

-Me emociono cada vez que estoy en un baile, me acuerdo de tu difunto abuelo.

-¿Será que tendré esa suerte de encontrar a mi compañera en un baile como este? -Bromeó con su abuela.

-Ella puede estar debajo de tu nariz y no la puedes ver. –Se refería a Lindalva. Emma notó el interés de la joven por su nieto.

-¿Qué estás diciendo, Señora Emma? - Preguntó sin tomar en serio la crítica racional de su abuela.

-Sólo digo que a veces buscamos lejos lo que es en realidad nos rodea. -No reveló a su nieto del afecto Lindalva hacia él, pensó que debería darse cuenta de esto, sin que nadie soplara en sus oídos.

Felipe se acercó a los dos. Con una copa de champán en la mano, con ganas de ver a Ornella en el salón.

-¿Dónde está tu hermana? -Dijo buscando con los ojos.

-Ella todavía no ha bajado, las mujeres necesitan un día para arreglarse.

Paola cruzó la sala en una euforia, fue a encontrarse con su primo que estaba con una copa de champán, apoyado en la pared mirando a todo en aquel recinto.

-¿Cómo estoy? –Preguntó la prima dando una pequeña vuelta, sosteniendo la cola de su vestido para que pudiera evaluar mejor.

-Linda como siempre. –Dijo su primo admirándola.

Paola estaba con un hermoso vestido rosa con una gran cantidad de volados, y el adorno de su cabello también era rosa, igualando a su indumentaria. Su cabello dorado combinaba con el tono de su ropa, con un maquillaje ligero, destacando características muy delicadas. Realmente era una muñeca. Ningún hombre se resistiría a sus encantos.

Incluso su primo Horacio, la encontraba hermosa, una de las mujeres más hermosas que había conocido. Siempre dijo que si ella no era su prima, ella hubiera sido una fuerte candidata para ser su esposa algún día.

-Me llevó horas decidirme qué vestido me pondría. -Ella comentó.

-Has hecho la elección correcta, estás linda de rosa. -Sonrió.

Paola miró en la sala con los ojos buscando a alguien.

-¿El Sr Hallen no vino? –Vio que faltaba.

-Quédate tranquila, él vendrá... Hablé con él esta mañana. –La consoló.

-¡Él es muy agradable! -Ella trató de justificar.

-No necesitas decir nada prima, está estampado en tu rostro. -tomó la barbilla de la joven suavemente. -estás enamorada de él.

-No digas tal cosa, Horacio. Esto puede llegar a los oídos del señor Hallen.

-Quédate tranquila. -Sacó su mano de la barbilla. -No le dije nada a él.

-Ni a él ni a nadie. -Ordenó.

Ornella llegó a la sala en compañía de Lindalva. Los dos estaban bailando. Bailó durante horas. Terminó una canción y comenzaban otra y los dos, estaban a gusto. Ema admiraba el baile de Ornella, comparándose a cuando tenía su edad, como se parecían. Su nieta había heredado sus actitudes. Cómo se involucraba con la música y la danza reflejada en sus espléndidos movimientos corporales ligeros. Cansada, respirando con dificultad, de tanto bailar, Ornella se retiró de la sala.

El Sr. Hallen llegó a la gran sala, parecía avergonzado por ver a tanta gente. También parecía un poco perdido allí. Horacio fue a su encuentro.

-Te estaba esperando. -Dijo Horacio.

-Hace mucho tiempo que no sé lo que es un baile. -Se quejó. -Después de lo que pasó conmigo, eso fue lo primero que he evitado en mi vida, Margaret adoraba los bailes.

-¿Ella se llama Margaret?

-Sí. Respondió con la cabeza hacia abajo.

-¿Aceptas un champán? -Horacio preguntó al percibir la tristeza en el rostro de su amigo cuando hablaba de su ex-novia.

-Sí. -Respondió lentamente.

-Vamos a la habitación de al lado. –Condujo a su amigo a otra habitación donde había poca gente, sin ningún ruido, un lugar tranquilo para hablar.

Aunque el Sr. Hallen era un hombre de muchos clubes, siempre presente en los bailes de la capital. Pero él estaba pasando por un momento difícil, en el que nada le complacía. Todo estaba fuera de lugar. Nada lo impresionaba, cada cosa que hacía, la ejecutaba sin motivación.

Después de que finalizó la relación con su ex novia, no habían tenido más proximidad con ninguna mujer. Aun siendo un hombre muy codiciado por las mujeres, se contuvo para estar solo, sin esperanzas de encontrar a alguien que penetrara en su contundente corazón.

Dentro de sí mismo, se preguntaba muchas veces qué estaba haciendo allí en el baile, con esas personas, muchas de ellas nunca las había visto en su vida. Incluso estando en la casa de su amigo Horacio, él no se sentía a gusto, parecía un extraño, un inoportuno.

En ese momento, Horacio hizo varios comentarios sobre el baile, sin darse cuenta de que su amigo no había prestado atención a lo que decía, su pensamiento estaba esquivo y distante no asimilando nada, apenas el aturdimiento y el no estará allí lo penetraba.

Ornella regresó a la sala, se había recuperado de su fatiga. Fue a través de un pasillo que lleva se encontraba la otra habitación. Con pasos livianos y decididos. Cuando se enfrenta con la imagen del Sr. Hallen apoyado en una esquina de la habitación donde ella iba a entrar. Esquivando asustada y aprensiva, no quería que la viera, no sabía por qué pensaba de esa manera, se apoyó contra la pared del pasillo y se tocó el pecho, controlando los latidos de su corazón. Se dio cuenta de estaba acelerado, se quedó allí inmóvil durante unos segundos, hasta que salió de la pared donde se apoyaba. Regresó a la sala donde todo el mundo estaba. Lindalva al verla fue a su encuentro y le dio una sonrisa contenta.

-¿Dónde estabas amiga, que tardaste todo este tiempo? -Preguntó Lindalva, que no la vio salir de la habitación.

-Yo fui a mi habitación, quería recupérame de la fatiga. -Dijo aturdida.

-¿Estás asustada? ¡Parece que viste un fantasma! - Dijo su amiga, dándose cuenta de su semblante pálido. Y temeroso.

-Todavía estoy sin aliento, me debo sentar un poco. –Se encaminó a un sillón donde una señora estaba sentada. Se sentó con el fin de recuperarse de la impresión.

-¡Señorita Ornella, está muy hermosa vestido en color amarillo! –Elogió la señora que estaba sentada a su lado.

- Gracias, señora Milla, es mi color favorito. -Respondió compasiva.

Ornella llevaba un vestido alegre, bien elaborado con varias cintas de raso y un enorme moño en la parte posterior. En el cabello, llevaba pequeños arreglos de flores artificiales, igualando a su vestimenta. Su rostro a diferencia de su prima Paola, llevaba solamente un lápiz labial destacando sus labios.

Paola recorrió el recinto y descubrió donde se encontraba el Sr. Ernesto. Pronto tuvo una aproximación. Llegó estampado en su rostro inmensa alegría al ver que el Sr. Ernesto estaba en la misma sala en la que su amigo Horacio lo había dejado.

-¡Sr. Ernesto! –Hizo una corta reverencia

-Señorita Paola. – Hizo lo mismo.

-Pensé que no vendría.

-Le prometí al Sr. Horacio que estaría presente.

-¿El Señor no aprecia los bailes?

-Sí, cuando estoy dispuesto.

-¿Hoy el Señor no está dispuesto?

-Para ser honesto... No.

Él trató de sonreír, pero su boca estaba trabada.

-¿Está hablando con alguien o algo? - Estaba preocupada.

-No, señorita, me indispuse de un momento a otro.

-¿El Señor prefiere estar solo? ¿Lo molesto?

Lo miró fijamente por un momento.

-¿Por qué debería molestarme? -La miró y se dio cuenta de que la joven se sonrojó.

Paola se sintió aliviada al oír la respuesta. Como era bueno saber que su presencia no le molestaba. Era una buena señal.

El Sr. Hallen la notó diferente, desde que la había visto, pensó que era una joven majestuosa, pero ese vestido rosa estaba resaltando aún más su gracia. Pasó por su imaginación que ella era la mujer más hermosa del baile. Y se dio cuenta de que ella mostró interés en su persona. Desde que la había visto por primera vez, ella resaltó los ojos curiosos sobre él.

Por ser un hombre que tuvo contacto con varias mujeres, pronto supo cuando ellas tenían algún interés en él.

Ornella sacó su amiga por el brazo y la condujo hasta su hermano, andaba de espaldas arrastrando a Lindalva que se resistía sin coraje para llegar a su destino.

-¡No Ornella! ¡Espera un minuto! -Dijo afligida.

-¿Esperar tú tienes el coraje para llegar hasta él? –Descartó el pedido de su amiga, sacudiendo la cabeza.

Ella la tiró con más entusiasmo, chocando con el Sr. Hallen que venía de otra sala en compañía de Paola. Ornella se dio vuelta de  espaldas, se encontró de frente con su vecino, completamente serio, juzgándolo en su actitud de ardillas.

En ese momento, Ornella marchitó su postura, haciendo una corta reverencia, la cabeza hacia abajo para el caballero en frente de ella. Sin mirar a la cara.

Después de su saludo a su vecino, se retiró de su frente como un rayo. Sin dejar espacio para que el caballero devolviera el cumplido.

En ese momento ella no exageraba nada, sólo la actitud del Sr. Hallen ante ella. Se dio cuenta de lo orgulloso que era, serio y antipático. No había notado a su prima a su lado. Ornella alcanzó a su hermano conduciendo a Lindalva como un animal salvaje, para domesticarlo, Horacio miró, frunció el ceño sin entender lo que estaba pasando entre ellos.

-¿Horacio por qué no bailas con Lindalva? -Preguntó Ornella, dejando caer el brazo de la joven.

Lindalva miró con timidez, no sea que declinase la invitación. Luego bajó la cabeza y sus mejillas comenzaron a arder y se veían como dos tomates rojos. Horacio no pudo renunciar a la petición de su hermana.

- ¡Vamos a bailar! –Tomó la mano de Lindalva, la llevó al centro del salón donde todo el mundo estaba bailando. Lindalva no podía caminar, sus piernas temblaban, tenía miedo de que él se diera cuenta de su nerviosismo.

Ornella los observaba bailar, con una sonrisa, parecía feliz de verlos a los dos juntos. Un caballero llamó a Ornella a bailar y ella aceptó. Bailaba sonriente todo el tiempo, estaba disfrutando de la situación, al ver a su amiga al lado de su hermano. Lo único que quería ahora era que su amiga y su hermano congeniaran. Notó la satisfacción en los ojos de su amiga por estar en los brazos de su amado. Pensó que su amigo quería que la canción no llegara a su fin.

El Sr. Ernesto estaba en la esquina, en compañía de Paola no le dejaba ni un segundo. El caballero observaba a todos bailando, luego vio a Ornella balanceándose con el sonido de la melodía. Acompañado por un caballero amable y bien vestido.

Las risitas de Ornella sonaban en sus oídos como un castigo, como esa postura de ella le molestaba. Le recordaba a su ex novia, como si ella estuviera allí en ese momento, ella giraría de la misma forma, las mismas risas y comportamiento. Cómo se parecían. Creía estar viendo a Margaret en frente de él. En ese baile con ese chico de nuevo corrieron sus pensamientos, Margaret bailando con su amante, con quien estaba relacionada mientras estaban juntos. Se sintió mal, un mal de repente invadió su cuerpo, no vio otra solución que la de retirarse de la sala inmediatamente.

-Señorita, me voy a ausentar por un tiempo. – Le dijo a Paola.

-¿El Señor ya se retira? -Preguntó la joven intrigada.

-Voy a tomar un poco de aire en el jardín, aquí está muy cargado. - Él asintió con la cabeza y se alejó a toda prisa.

Paola lo miraba, ella quería acompañarlo al jardín, pero no se atrevió a proponer su compañía, encontró que si él la quisiera a su lado, la hubiera invitado a ir junto con él. Se sentía mal, pensando que lo hizo para deshacerse de ella, después de todo, desde que ella lo encontró, no se había desprendido de él.

También pensaba que él debería estar diciendo la verdad, después de todo él estaba sofocado. Ella quedó inquieta todo el tiempo, con su ausencia.

Al llegar al jardín, el Sr. Hallen se detuvo, permaneció con la mirada fija. Todavía aturdido por las escenas de baile, pensó en lo que le molestaba de Ornella. Lo dejaba inquieto. Yo entendía el porqué de eso, sólo sabía que tenía una gran semejanza con su ex-novia.

¿Era eso lo que la hacía tan desagradable?

¿Qué tenía que ver esta joven con sus problemas emocionales?

¿Por qué desde la primera vez que la vio la desaprobó?

Estas fueron las actitudes de ella, ¿qué había que hacer con eso?

Ella no era nada de él, apenas una vecina.

Apenas hablaban. Notó que ella lo evitaba, y él igual.

¿Por qué la repentina ira hacia la joven en ese momento?

Imaginando su felicidad en el baile, toda sonriente junto a ese chico. Se esforzó para cambiar sus pensamientos, no razonar más esas escenas. Decidió regresar a la sala y retomar su lugar al lado de la joven Paola. Después de todo, ella tenía un enorme afecto por él. Y su compañía lo tranquilizaba.

Al dar los primeros pasos, oyó un ruido que venía desde el balcón. Un grito aterrorizado de una mujer joven. Al mirar, vio a Ornella siendo cargada en los brazos de Felipe. Los observó, quieto, estático.

-¡Colócame en el piso ahora! -Ordenó Ornella impaciente.

-Cálmate, yo no te voy a hacer daño en absoluto. -Dijo Felipe admirándola.

-Sr. Felipe, no estoy bromeando. -Hacía fuerza para desprenderse de los brazos del joven, pero él la mantuvo en lo alto. Ornella intentaba poner un pie en el suelo.

-Deseo solo estar en tu compañía. -Dijo el joven.

-Si no me pone en el suelo ahora, voy a gritar. -Amenazó.

 

El Sr. Hallen entró en escena, apareció en el balcón como si estuviese llegando en ese momento, y no hubiese presenciado todo lo que había sucedido entre los dos en el balcón. Felipe cuando lo vio, puso a Ornella en el suelo con el máximo cuidado. Apenas podía enfrentar al Sr, Hallen, pensando que podía juzgarla mal por lo que había sucedido.

-¡Sr. Hallen! -Dijo Felipe soso.

-Sr. Felipe.

Añadió, saludándolo.

Ornella enderezó su vestido, con la intención de regresar a la sala de baile.

-Discúlpeme. -Mantuvo sus ojos en el señor Hallen que miraba con desaprobación. Se retiró sin mirar hacia los lados, evitando mirar a Felipe, que posaba sus ojos en ella.

9

 

 

Un día en la mañana, Ornella fue a la iglesia. Se sentó en el banco cerca del altar. Rezó en silencio, con la mirada fija en las sagradas imágenes de Jesús y la Virgen María.

Una vez que finalizó la oración, miró hacia atrás y vio a un caballero con traje oscuro, sentado en la fila de atrás, aún lejano, lo reconoció.

 

 

Estaba inquieta vio que era el Sr. Hallen.

Volvió hacia el altar y no miró hacia atrás. Miró al lado y vio sólo dos personas que también oraban en silencio.

Desde ese momento no se pudo concentrar más y continuar con su oración, sólo se preguntó:

-“¿Qué hace el Sr. Hallen allí en la iglesia a esta hora?" Puesto que él no tenía la costumbre de ir a la iglesia, no que lo vieran.

Ella se levantó a toda prisa, se ajustó el velo blanco en la cabeza y se marchó a toda prisa, pasando directamente por banco donde estaba sentado el señor Hallen, no pudo evitarlo, hablar con su vecino que tenía una mirada intensa en la chica.

Ella hizo una pequeña reverencia, dejando a su rosario caer al suelo, aturdida, no se dio cuenta de la pérdida de su objeto sagrado.

Ella se retiró de la iglesia tan pronto como fue posible.

El Sr. Hallen se levantó del banco vio el rosario caído en el suelo. Luego dudó en recogerlo. Pero le pasó por la cabeza que debería pertenecer a su vecina, después de todo, ella era la única persona que había estado allí.

 

 

Llegando a su casa, lo primero que hizo Ornella fue deshacerse del pañuelo en la cabeza y luego de los guantes de encaje. Al retirar el guante de la mano izquierda se dio cuenta que le faltaba su rosario.

-¡Mi Rosario! -Exclamó. - Lo perdí...

 

Pensó en regresar a la iglesia para buscar el rosario, pero desistió pensaba en la hipótesis de encontrarse con su vecino de nuevo.

 

Minutos más tarde, la señora Josefa informó a Ornella de la presencia del Sr. Hallen en el jardín, que quería hablar con la joven.

-¿Qué desea el Sr Hallen hablar conmigo?

Ornella cuestionó alisando la falda de su vestido.

-No lo dijo señorita, sólo pidió que la llame.

Ornella llegó al jardín y vio a su vecino de espaldas, distraído, admirando el verde paisaje de la zona.

-¿Qué desea el Sr? - Le preguntó mientras se acercaba.

Su vecino se dio la vuelta y la miró de frente, sin embargo, ella bajó la cabeza, para no enfrentarse a él.

No tenía ni idea de por qué su presencia repentina. Lo que realmente él quería decirle.

-La señorita dejó caer esto.

Dijo levantando la mano con el rosario entrelazado en sus dedos.

-¡Mi Rosario! ¡Pensé que lo había perdido para siempre!

Ella rescató el objeto de la mano de su gentil caballero.

-¡Gracias, señor!

Ella dijo con los ojos fijos en el rosario.

-No hay de que señorita. - Hizo una pequeña reverencia. - ¡Que tenga un buen día!

Ella asintió con la cabeza, no logró enfrentar a su silencio.

El hombre se alejó con pasos lentos, no parecía tener prisa para llegar a su destino.

Ornella corrió hacia la casa, eufórica, con el rosario en la mano.

 

 

10

 

 

La cena fue servida en la casa de la familia Miller. Habían invitado al Sr. Hallen y al Sr. Felipe.

Los dos no rechazaron la invitación, llegaron casi juntos.

Los caballeros estaban hablando acerca de negocios, y las mujeres permanecían con sus cabezas hacia abajo, sólo escuchando la conversación.

Hasta el señor Felipe pronunció algo serio e importante.

-Yo aprovecho esta oportunidad para pedir al señor Matías... La mano de su único hija... la señorita ORNELA.

Ir a la siguiente página

Report Page