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Capítulo 22

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CAPÍTULO 22

KATY

Daemon se encontraba completamente perplejo, hasta el punto de no decir ni una palabra. Yo estaba igual. Las únicas dos personas que no miraban boquiabiertas a Dee eran Luc y Paris. Incluso Archer tenía la boca abierta, aunque me pareció que eso tenía menos que ver con lo que su aparición significaba para Daemon y más con lo guapa que era.

Y es que Dee no era de este mundo, sino extraordinariamente bella. Con sus brillantes rizos negros que caían en cascada alrededor de su exótico rostro y con esos ojos color esmeralda, era impresionante, una versión femenina y más delicada de Daemon y Dawson. Era capaz de dejar sin respiración a humanos, alienígenas, híbridos, y aparentemente también orígenes.

Archer parecía como si acabara de ver al niño Jesús en un carrito.

Dee se alejó corriendo de la puerta, con las lágrimas derramándose por sus rosadas mejillas. Me aparté en el último segundo, y Dee se lanzó a los brazos de Daemon desde un par de metros de distancia. Él la atrapó y ella le rodeó el cuello con los brazos.

—Dios mío —dijo Daemon, con las palabras amortiguadas por el pelo de su hermana—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Tú qué piensas? —respondió ella con la voz pastosa—. Teníamos que hacer algo. Tan solo te nos has adelantado como siempre, idiota.

Yo uní las manos por delante del pecho, al borde de las lágrimas, mientras otra figura aparecía en el umbral de la puerta y salía por ella. Tomé aire con suavidad, sin creerme lo… lo diferente que parecía Dawson. Había recuperado peso y se había cortado el pelo; su rostro ya no estaba demacrado y las ojeras oscuras habían desaparecido. Era la viva imagen de su hermano.

Daemon levantó la cabeza, como si hubiera sentido su llegada. Abrió la boca, pero no le salieron las palabras. Ninguno de nosotros podría haber esperado encontrarlos ahí. Al igual que yo, Daemon probablemente pensara que tal vez no volviera a ver jamás a su familia.

Dawson cruzó el porche y rodeó a sus hermanos con los brazos. Los tres inclinaron las cabezas y las juntaron. Daemon aferraba la parte trasera de la camiseta de Dee con la mano, y la de Dawson con la otra.

—Es cierto —dijo Dawson con una sonrisa—. ¿Qué pasa, hermano? ¿Siempre tienes que ir por delante de mí?

Daemon colocó la mano en la nuca de Dawson y presionó la frente contra la suya.

—Eres un idiota —replicó, y soltó una risa estrangulada—. Deberías conocerme mejor. Siempre lo tengo todo cubierto.

—¿Sí?, pues espera… ¡Estoy cabreada contigo! —Dee se apartó y le dio un fuerte golpe a Daemon en el pecho—. ¡Podías haber conseguido que te mataran haciendo lo que has hecho! Pedazo de idiota, gilipollas, imbécil…

Volvió a pegarle. Archer hizo una mueca y murmuró:

—Maldita sea, esa chica… Esa chica sabe pegar.

—¡Eh! —Riendo, Daemon le sujetó la mano—. Para ya. Es obvio que no he conseguido que me mataran.

—¡He estado muy preocupada, imbécil! —Dee se apartó los rizos de la cara y respiró profundamente—. Pero te perdono, porque estás de una pieza, y aparentemente intacto, y estás aquí, pero si alguna vez vuelves a hacer algo parecido…

—Vale —intervino Dawson, pasando un brazo alrededor del cuello de su hermana para hacerla girar—. Creo que ya lo ha entendido. Creo que todos lo hemos entendido.

Dee se apartó de él mientras sus ojos pasaban por Paris y Luc. No les prestó mucha atención, pero su mirada volvió hacia Archer y se detuvo en él antes de continuar. Yo había permanecido alejada del reencuentro y me había quedado junto a una de las columnas. Creo que Dee ni siquiera se había dado cuenta de que yo estaba allí hasta ese momento.

En un abrir y cerrar de ojos, prácticamente me derribó. Había olvidado cómo eran sus abrazos. Para alguien que tenía el cuerpo de una bailarina de ballet, era ridículamente fuerte. Y sus abrazos… Bueno, había pasado mucho tiempo desde que había recibido el último de sus abrazos de oso.

Tardé un poco en responder, más por haberme pillado con la guardia baja que por otra cosa, pero después dejé caer el bolso de mano y la rodeé con los brazos. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y los cerré con fuerza. La parte de mi ser que se había sentido dolida por lo que había pasado con Dee entró en calor, y esa calidez se derramó por todo mi cuerpo.

—Lo siento —dijo, con la voz rota por las lágrimas—. Lo siento mucho, muchísimo.

—¿El qué?

Todavía no me había soltado, y a mí no me importaba.

—Todo… No haber sabido ver tu lado de las cosas, haber estado tan inmersa en mi pena y en mi furia que te abandoné completamente. No haberte dicho que te echaba de menos antes de…

«Antes de que fuera demasiado tarde». Eso es lo que iba a decir.

Pestañeé para contener las lágrimas y sonreí contra su hombro.

—No tienes nada por lo que disculparte, Dee. Lo digo en serio. Nada de eso… —Bueno, sí que importaba. La muerte de Adam sí que importaba—. Ya está todo bien.

Ella me abrazó aún más fuerte y susurró:

—¿De verdad? Porque he estado tan preocupada por ti y por Daemon, y por lo que podría haber…

Un intenso nerviosismo atravesó mi cuerpo, y deseé que la repentina oleada de terror desapareciera. No era bienvenido allí, no en un momento tan feliz.

—No pasa nada.

—Te he echado de menos.

Se me escaparon unas cuantas lágrimas.

—Yo también te he echado de menos.

—Bueno, bueno, creo que estás empezando a dejarla sin aire —dijo Dawson, y tiró del brazo de Dee—. Y creo que Daemon está empezando a ponerse celoso.

Ella bufó.

—Es mi turno de estar con Katy —respondió, pero se separó de mí.

Y entonces Dawson ocupó el lugar de su hermana. Me abrazó, no con tanta fuerza como Dee, pero seguía siendo un abrazo poderoso.

—Gracias —dijo con voz queda, y supe que esa palabra contenía muchísimo significado—. Espero que sepas lo mucho que te agradezco todo lo que has hecho.

Asentí, sin saber muy bien si sería capaz de hablar.

—Vale. Ahora sí que estoy poniéndome celoso —dijo Daemon, y Paris se rio.

Dawson me dio un apretón rápido.

—Quedaré eternamente en deuda contigo.

Quería decirle que eso no era necesario. Ayudarlo a liberar a Bethany era algo que hubiera hecho otra vez, incluso aunque supiera que Blake estaba tendiéndonos otra trampa. Después de estar en las garras de Dédalo, comprendía más que nunca lo importante que había sido sacarla de allí. Lo único que hubiera cambiado era el lugar donde me habría situado en ese maldito túnel de Mount Weather.

Se hizo a un lado y su hermano ocupó su lugar, cogió el bolso de mano y me rodeó la cintura con el brazo. Dawson inclinó la cabeza a un lado.

—¿A qué viene el peluche del marcianito?

—Daemon pensó que me recordaría a él —le contesté a Dawson.

—Dile qué nombre le has puesto —dijo Daemon, y después me besó la parte superior de la cabeza.

Mi corazón dio un vuelco, y mis mejillas se sonrojaron.

—Lo he llamado DB.

Dee echó un vistazo al marcianito por encima del hombro de Dawson.

—Sí que se parece un poquito a ti, Daemon.

—Ja, ja.

Saqué el muñeco de peluche del bolso y me abracé a él. Por alguna razón, me encantaba aquel estúpido marcianito.

—¿Qué os parece si entramos? —intervino Luc, balanceándose sobre los talones de sus Converse—. Estoy muriéndome de hambre.

Dee se volvió para colocarse al otro lado de mí mientras nos dirigíamos al interior. Le lanzó una mirada a Archer, que caminaba detrás de nosotros. Si yo me había dado cuenta de eso, Daemon también. Y fuera lo que fuese lo que estuviera pensando Dee en aquel momento, lo más probable era que Archer estuviera escuchándolo a escondidas.

Tenía que advertirla urgentemente.

Y también del hecho de que Archer era, bueno, muy diferente de todos nosotros.

La temperatura era como quince grados más baja en el interior del luminoso vestíbulo, incluso con la cúpula de cristal que permitía que entrara la luz del sol. Había cuarzo incrustado en el suelo de baldosas, haciendo que todo resultara reluciente. Unas grandes plantas frondosas se encontraban situadas en las esquinas, y los dedos me picaban por las ganas que tenía de meterlos en la tierra.

Meter los dedos en la tierra… Vaya, ¿cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había hecho eso? ¿El día que nos habíamos marchado a Mount Weather? Era demasiado tiempo.

—¿Te encuentras bien?

—¿Eh? —Levanté la mirada hacia Daemon, y me di cuenta de que debía de haber dejado de caminar, porque todos los demás ya habían llegado hasta el pasillo que había más allá del vestíbulo—. Sí, tan solo estaba pensando en jardines.

Una emoción cruzó su rostro, pero apartó la mirada antes de que pudiera descifrar de qué se trataba. Alargué un brazo y tiré del dobladillo de su camiseta.

—¿Y tú qué? ¿Qué tal al ver a Dawson y Dee?

Él se pasó los dedos por el pelo.

—No sé qué pensar. —Mantuvo la voz baja—. Me alegro de verlos, pero… maldita sea.

Asentí, comprendiendo a qué se refería.

—No quieres que estén cerca de nada de esto, ¿verdad?

—No. En absoluto.

Quería disminuir su preocupación de algún modo, pero sabía que nada de lo que pudiera decir lo conseguiría. Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla. Era lo mejor que podía hacer.

Él me sonrió desde arriba en cuanto volví a tener los pies en el suelo. Abrió la boca para decir algo, pero entonces Dee apareció en el vestíbulo y se puso las manos en las caderas con cara de exasperación.

—Bueno, vosotros dos, venid aquí. Hay gente en el gran salón que quiere saludaros. Realmente no tengo ni idea de lo que es un «gran salón», pero desde luego es bastante grande.

Dios, la echaba mucho de menos.

Daemon levantó la cabeza y sonrió en dirección a su hermana.

—Sí, creo que sé quién nos está esperando.

Quien esperaba para saludarnos era nada menos que Matthew, además de Ash y Andrew Thompson. No debería haberme sorprendido por verlos, ya que todos ellos, Matthew y los Thompson, eran como una familia. Fueron hacia Daemon a la vez y se lo tragaron, incluyendo a Dawson y a Dee.

Volví a quedarme apartada, porque ese era su reencuentro y uno muy merecido. Además, la habitación distraía fácilmente. Alfombra oriental. Más estatuas de delfines. Muebles adornados con cuarzo. Un sofá lo bastante grande como para que se sentaran veinte personas.

Luc se dejó caer sobre un diván y comenzó a teclear en su teléfono móvil. Paris se quedó cerca de él, como si se tratara de una sombra sonriente. Archer estaba como yo, alejado, probablemente sin saber muy bien qué hacer mientras Dee comenzaba a llorar otra vez.

Hasta Ash estaba llorando.

Esperaba sentir una ardiente oleada de celos cuando Daemon la abrazó, pero me equivocaba. Aparte del hecho de que Ash era capaz de conseguir que llorar resultara glamuroso, ya había superado aquella emoción inútil. Si había una cosa que sabía y comprendía en el mundo era que Daemon me quería.

Matthew dio un paso hacia delante, cogiendo a Daemon por los hombros.

—Me alegro… me alegro de verte.

—Y yo de verte a ti. —Daemon le agarró los brazos—. Siento lo del coche.

Me pregunté qué habría pasado con el coche de Matthew, pero la pregunta se perdió en el nudo que notaba en la garganta. Verlos abrazarse los unos a los otros me recordaba lo importante que era Matthew para todos ellos: había sido el único padre que todos ellos recordaban.

—Es difícil, ¿verdad? —preguntó Archer en voz baja.

Miré hacia él y fruncí el ceño.

—¿Has vuelto a entrar en mi cabeza?

—No. Tienes las emociones escritas por toda la cara.

—Oh. —Solté aire mientras volvía a mirar al grupo—. Echo de menos a mi madre, y no sé si…

Negué con la cabeza, pues no quería terminar la frase.

Cuando el grupo se separó, Matthew fue el primero en acercarse a mí. El abrazo resultó un tanto rígido, pero lo aprecié. Tanto Ash como Andrew fueron hacia mí, y enseguida me puse recelosa, ya que nunca habían sido grandes admiradores míos.

Los ojos de un vibrante color azul de Ash estaban enrojecidos cuando me miró, sin duda contemplando mi conjunto y tachándome de enorme desastre de la moda.

—No puedo decir que me emocione mucho verte, pero me alegra que estés viva o lo que sea.

Me atraganté con mi risa.

—Eh, ¿gracias?

Andrew se rascó la barbilla, con el rostro contorsionado.

—Sí, secundo esa afirmación.

Asentí, sin tener ni idea de qué decir. Levanté las manos y me encogí un poco de hombros.

—Bueno, yo también me alegro de veros, chicos.

Ash se rio, aunque el sonido era ronco.

—No, no te alegras, pero no pasa nada. En serio, el intenso desagrado que nos provocas no está en lo más alto de nuestra lista de prioridades ahora mismo.

Archer soltó un silbido bajo y apartó la mirada cuidadosamente, lo cual atrajo el interés gatuno de Ash. Con lo hermosa que era, dudaba de que muchos fueran capaces de resistirse a ella.

Me libré de más saludos incómodos cuando apareció alguien más. Se trataba de una mujer de la edad de Matthew, treinta y pocos años. Era alta y esbelta, y llevaba un vestido veraniego sin tirantes de color blanco que se deslizaba alrededor de sus tobillos. Era guapa como una modelo, y tenía un largo cabello rubio.

Obviamente, era una alienígena.

Sonrió con calidez mientras unía las manos. Unas pulseras marrones de bambú que llevaba en las muñecas se dieron golpecitos entre ellas.

—Me alegra ver que todo el mundo ha conseguido llegar hasta aquí. Me llamo Lyla Marie. Bienvenidos a mi hogar.

Murmuré un «hola» mientras Daemon cruzaba la habitación para estrechar la mano de la Luxen. Sorprendentemente, esas cosas se le daban mucho mejor que a mí. ¿Quién iba a decírmelo? Pero verlos allí a todos, encontrarme rodeada de personas que había pensado que no volvería a ver jamás, resultaba un tanto abrumador. Me sentía feliz y confundida, y tenía un terrible presentimiento que era como una capa de sudor sobre mi piel.

Ahí estábamos todos reunidos, a trescientos kilómetros del Área 51.

Tratando de apartar esos pensamientos de mi cabeza mientras Daemon presentaba a Archer, me senté en el borde del sofá, apretando a DB contra mi regazo. Dee se sentó junto a mí, con las mejillas ruborizadas por la emoción. Sabía que iba a ponerse a llorar otra vez.

Dawson fue junto a Lyla.

—¿Está Bethany acostada?

¿Bethany? Presté atención. Por supuesto que iba a estar ahí, con Dawson. Entre la marea de caras, simplemente no había pensado en ella. ¿Estaría enferma?

Lyla le dio unos golpecitos a Dawson en la espalda.

—Se encuentra bien. Tan solo necesita descansar un poco, ha sido un viaje muy largo.

Él asintió con la cabeza, pero no parecía aliviado mientras se giraba hacia Daemon.

—Enseguida vuelvo. Tan solo quiero ver cómo está.

—Ve —dijo Daemon, y se sentó a mi otro lado. Se reclinó sobre el cojín y pasó el brazo por la parte trasera del sofá—. Entonces… ¿cómo es posible todo esto? ¿Cómo habéis sabido que podríais venir aquí?

—Tus encantadores hermanos aparecieron en mi club y me amenazaron con quemarlo hasta los cimientos si no les decía dónde estabas —explicó Luc, levantando la mirada desde su móvil—. De verdad.

Dee se retorció bajo la mirada de Daemon.

—¿Qué? Sabíamos que habías ido allí y que probablemente él sabría dónde te encontrabas.

—Espera —dijo Daemon, inclinándose por delante de mí para mirarla—. ¿Te has graduado? Más te vale que te hayas graduado, Dee. Lo digo en serio.

—¡Eh! Mira quién habla, Señor No Tengo El Graduado Escolar. Sí, sí que me gradué. Y Dawson también lo hizo. Bethany… Ella no volvió.

Eso tenía sentido. No había forma alguna de explicar su presencia allí.

—Nosotros también nos hemos graduado, ¿sabes? —dijo Ash, y después hizo una pausa para pellizcarse las uñas pintadas de púrpura.

Andrew se pasó una mano por el pelo rubio e hizo una mueca en dirección a su hermana, pero no dijo nada. Archer tenía aspecto de estar conteniendo una sonrisa… o eso, o estaba haciendo una mueca en dirección al delfín de cristal que había junto a él.

—¿Y qué hay de todo esto? —preguntó Daemon, señalando la casa con un gesto.

Lyla se inclinó contra el brazo del sofá.

—Bueno, conozco a Matthew desde que éramos adolescentes. Hemos mantenido el contacto a lo largo de los años, así que, cuando me llamó para preguntarme si conocía algún sitio donde pudierais quedaros, lo invité a venir aquí.

Daemon se puso los brazos entre las rodillas y su mirada se encontró con la de Matthew.

—Nunca habías mencionado nada de esto.

No había acusación alguna en el tono de Daemon, tan solo confusión, principalmente. Matthew suspiró.

—No me sentía cómodo hablando de esto con nadie, y tampoco pensaba que tuviera que hacerlo alguna vez. Nunca salió el tema.

Daemon no dijo nada durante un momento; pareció asimilar sus palabras, y después se pasó ambas manos por la cara.

—Realmente no deberíais estar aquí, chicos.

Dee gruñó junto a mí.

—Mira que sabía que ibas a empezar con eso. Sí, es peligroso que estemos aquí, lo entendemos. Pero no íbamos a dejar que os pasara esto a ti y a Katy. ¿Qué demonios hubiera dicho eso sobre nosotros?

—¿Que no pensáis antes de actuar? —sugirió Daemon resueltamente.

Le di un golpe en la rodilla.

—Creo que lo que está tratando de decir es que no quiere que estéis en peligro.

Andrew resopló.

—Podemos con cualquier cosa que nos echen encima.

—De hecho, en realidad no podéis —dijo Luc, que puso los pies en el suelo y se sentó, metiéndose el móvil en el bolsillo—. Pero esto es lo que pasa, Daemon: ellos ya estaban en peligro, y en el fondo tú lo sabes. Dédalo habría ido directamente a por ellos, no lo dudes ni un momento. Nancy habría aparecido en su puerta.

Los músculos del brazo de Daemon se tensaron.

—Lo entiendo, pero esto es como salir de la sartén para caer en el maldito volcán.

—No, en realidad no —dijo Dawson desde el umbral de la puerta. Llevaba dos carteras negras en la mano mientras se dirigía hacia donde nos encontrábamos Daemon y yo. Nos entregó una a cada uno—. Nos quedaremos aquí un día o así. Decidiremos cuál va a ser nuestro próximo movimiento y adónde va a ir cada uno, y después desapareceremos todos. Eso es lo que tenéis en las manos. Saludad a vuestras nuevas identidades.

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