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Capítulo 26

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CAPÍTULO 26

KATY

Me sentía como uno de esos personajes de dibujos animados que levantan la pierna con delicadeza cuando las besa el Príncipe Azul. Estaba mareada por la felicidad y flotando de una forma que jamás hubiera creído posible. Lo que aferraba en la mano era tan solo un papel. Un certificado de matrimonio con dos nombres que ni siquiera eran reales.

Pero para mí significaba el mundo entero.

Lo significaba todo.

No podía dejar de sonreír, ni tampoco era capaz de librarme del nudo de emociones que sentía en la garganta. Desde que habíamos intercambiado nuestros votos, había permanecido en un estado constante de encontrarme a punto de llorar. Daemon probablemente pensara que estaba loca.

Mientras nos dirigíamos hacia fuera, la rubia nos detuvo y me entregó una fotografía.

—Es un regalo —dijo con una sonrisa—. Hacéis una pareja preciosa, sería una lástima que no tuvierais nada para capturar el momento.

Daemon miró por encima de mi hombro. La foto era de nuestro beso… Nuestro primer beso como pareja casada.

—Dios santo —dije, sintiendo que me ardían las mejillas—. Parece que nos estemos comiendo las caras.

Él se rio, y la rubia sonrió mientras se apartaba a un lado.

—Creo que esa es la clase de pasión que dura una vida entera. Sois afortunados.

—Lo sé. —Y, en ese instante, supe claramente lo afortunada que era, teniendo en cuenta las circunstancias. Levanté la mirada hacia mi… mi marido. En el fondo, sabía que aquel matrimonio no era legal, pero yo lo sentía real. Mis ojos estaban a punto de llenarse de lágrimas otra vez—. Sé muy bien lo afortunada que soy.

Daemon me recompensó con un beso abrasador que me levantó los pies del suelo. En cualquier otro momento me habría sentido avergonzada al respecto, ya que estábamos en público, pero no me importaba. No me importaba en absoluto.

Fuimos como dos tortolitos durante el camino de vuelta hacia la casa, cogidos de la mano y poniendo ojitos tiernos. Nos costó varios minutos salir del coche, pues en cuanto Daemon apagó el motor, nos tiramos el uno encima del otro. Avidez… los dos sentíamos demasiada avidez. Los besos no eran suficiente. Pasé por encima de la palanca de cambios y me subí a horcajadas sobre su regazo. Metí las manos por debajo de su camiseta, acariciando las líneas de su estómago. Él deslizó las manos por mi espalda, hacia arriba, recorriendo mi columna vertebral hasta que sus dedos quedaron enredados en mi pelo.

Estaba respirando con fuerza cuando él se apartó hacia atrás, y reposó la cabeza contra el asiento.

—Vale —dijo—. Si no nos detenemos, vamos a hacer algo muy sucio en este coche.

Solté una risita.

—Menuda forma de agradecerle a Lyla que nos lo prestara.

—Pues sí. —Estiró el brazo y abrió la puerta del conductor. Entró una ráfaga de aire fresco—. Será mejor que nos vayamos antes de que cambie de opinión.

No estaba segura de si quería que cambiara de opinión o no, pero me obligué a salir del coche. Daemon se encontraba justo detrás de mí, y me puso las manos en las caderas mientras entrábamos en la casa a través de una puerta que llevaba a una pequeña bodega.

Matthew se puso frente a nosotros en cuanto entramos en la cocina, con los ojos azules centelleando de ira.

—¿Dónde demonios habéis estado?

—Fuera —respondió Daemon. Se puso por delante de mí, bloqueando la mayor parte de Matthew.

—¿Fuera?

Matthew parecía estupefacto.

Yo miré desde detrás de Daemon, apretando la licencia contra mi pecho.

—Quería ver algunas cosas.

Matthew se quedó boquiabierto.

—No creo que ir de turismo haya sido muy buena idea —dijo Archer, apareciendo en el arco abierto—. Tenéis a la mitad del Gobierno siguiéndoos la pista.

Daemon se puso rígido.

—No pasa nada. No nos ha visto nadie. Ahora, si nos disculpáis…

Archer estrechó los ojos.

—No puedo creer que os hayáis…

Yo había estado cantando mentalmente «Don’t Cha» todo el tiempo mientras él hablaba, tratando desesperadamente de no pensar en la boda, pero uno de los dos debió de fallar, porque Archer cerró la boca de golpe, y parecía impresionado. Como si alguien acabara de explicarle que puedes pedir un cuenco infinito de ensalada en Olive Garden.

«Por favor, no digas nada. Por favor». Pensé esas palabras una y otra vez, esperando que estuviera metiéndose en mi cabeza en ese momento.

Matthew lanzó una mirada hacia Archer, con el ceño fruncido.

—Tío, ¿estás bien?

Archer negó con la cabeza, se giró sobre sus talones y murmuró:

—Da igual.

—Sé que estás cabreado por esto, Matthew. Lo sentimos. No volveremos a hacerlo. —Daemon estiró el brazo hacia atrás y encontró mi mano. Comenzó a caminar hacia delante—. Y podrás gritarnos todo lo que quieras dentro de… cinco horas o así.

Matthew cruzó los brazos.

—¿Qué vas a hacer?

Daemon pasó junto a él y le lanzó una sonrisa descarada.

—No se trata de qué, sino de a quién. —Le di un golpe en la espalda, pero él me ignoró—. Entonces, ¿te importa guardarte la épica reprimenda para más tarde?

Realmente, Matthew no tuvo oportunidad de decir nada más. Salimos corriendo de la cocina y atravesamos una habitación inútil llena de estatuas y con una mesa en medio. Las voces de Dee y de Ash resonaban desde otra habitación.

—Será mejor que nos demos prisa —dijo Daemon—, o jamás lograremos escapar.

Aunque estaba deseando pasar algo de tiempo con Dee, sabía por qué teníamos tanta prisa. A mitad de camino por las escaleras, Daemon se volvió y pasó el brazo por debajo de mis rodillas para levantarme.

Me mordí los labios para evitar que se me escapara la risa, y le rodeé el cuello con los brazos.

—Eso no es necesario.

—Pues claro que sí —replicó, y después avanzó a velocidad alienígena. En unos segundos, ya había depositado mis pies sobre el suelo del dormitorio y cerrado la puerta tras nosotros.

La ropa no permaneció puesta mucho más tiempo. Al principio, las cosas fueron rápidas y tumultuosas. Se giró y me empujó hacia atrás hasta que golpeé la puerta, con su enorme cuerpo sobre el mío. Había algo diferente en lo que estaba pasando. Parecía más auténtico en su naturaleza, como si ese extraño papel que ahora se encontraba tirado en el suelo lo cambiara todo, y tal vez era así. Mis piernas rodeaban sus caderas, y todo se movía a un ritmo febril. Le dije que lo quería. Le demostré que lo quería. Y él hizo lo mismo. Finalmente, llegamos hasta la cama, y entonces las cosas se volvieron dulces y tiernas.

Pasaron unas horas, probablemente un poco más que las cinco que Daemon le había prometido a Matthew. Nadie nos había interrumpido, lo cual resultaba sorprendente. Estaba completamente cómoda entre sus brazos, con la mejilla reposando contra su pecho. Sé que puede sonar estúpido, pero me encantaba oír el latido de su corazón.

Daemon jugaba con mi pelo, entrelazando los mechones entre sus dedos mientras hablábamos de cualquier cosa, pero ninguna que tuviera nada que ver con el futuro inmediato, sino con el futuro que esperábamos tener, en el que iríamos a la universidad y tendríamos trabajo.

Tendríamos una vida.

Era algo bueno, como si de algún modo nos purificara el alma.

Entonces mi estómago rugió como Godzilla, y Daemon se rio entre dientes.

—Vale. Será mejor que te dé algo de comer antes de que empieces a comerme a mí.

—Demasiado tarde —dije, y le mordisqueé el labio inferior. Su garganta emitió ese sonido tan sexy, la clase de sonido que invitaba a cosas que llevarían otro par de horas. Me obligué a poner algo de distancia entre nosotros—. Tenemos que bajar.

—¿Para que puedas comer? —Él se sentó y se pasó una mano por el pelo, que quedó despeinado de una forma adorable.

—Sí, pero también tenemos que averiguar qué están haciendo todos. —Estábamos empezando a volver a la realidad—. Debemos averiguar lo que vamos a hacer nosotros.

—Lo sé. —Se inclinó sobre el borde de la cama y recogió mi camiseta. Me la lanzó—. Pero será mejor que haya comida.

Gracias a Dios, sí que había. Dee se encontraba en la cocina, haciendo un almuerzo tardío… ¿o se trataba de una cena temprana?, consistente en sándwiches de fiambres. Daemon se dirigió hacia donde sonaba la voz de su hermano, y yo avancé furtivamente en dirección a Dee.

—¿Puedo ayudarte? —pregunté, inclinándome hacia atrás. Ella me echó un vistazo.

—Ya casi he terminado. ¿De qué te apetece? ¿Jamón? ¿Pavo?

—Jamón, por favor. —Sonreí—. Daemon probablemente quiera jamón también. Puedo hacerlos yo si aún no están.

—Daemon quiere cualquier cosa que pueda comerse.

Estiró el brazo hacia arriba para coger un plato de cartón. Me pareció un poco extraño que hubiera platos de cartón en una casa de esas características. Ella sirvió en él dos sándwiches de jamón, y después oímos un estallido de risa alta y masculina que la hizo mirar por encima del hombro. Pareció aliviada.

—¿Qué pasa? —le pregunté, dirigiendo la mirada hacia el pasillo por el que había desaparecido Daemon.

—No lo sé. —Me mostró una sonrisita—. Tan solo estoy sorprendida. Archer se encuentra en esa habitación; pensaba que habría gritos en lugar de risas.

—Daemon es solo… Ya sabes, un poco sobreprotector en lo que respecta a ti.

Ella se rio.

—¿Un poco?

—Bueno. Un montón. No es que esté en contra de Archer, realmente es muy buen tío. Me ayudó… Nos ayudó cuando estábamos en Dédalo, pero es mayor, es diferente y…

—¿Tiene pene? —sugirió Dee—. Porque creo que ese es el principal problema de Daemon.

Entre risitas, cogí dos latas de refresco.

—Sí, probablemente tienes razón. Bueno, ¿has estado hablando con él?

Ella se encogió de hombros.

—No demasiado. No es muy hablador.

—Es un hombre de pocas palabras. —Apoyé la cadera contra la encimera—. Y no ha estado expuesto a muchas cosas. Probablemente todavía está asimilándolo todo.

Ella negó con la cabeza.

—Lo que le hacen a la gente es una locura. Es horrible. Y hay más, ¿verdad? Ojalá hubiera algo que pudiéramos hacer.

Pensé en los híbridos que había visto y en los orígenes que habíamos dejado escapar. ¿Era posible que algunos hubieran escapado? Aparté las latas a un lado y solté un suspiro.

—Hay demasiadas cosas malas allí.

—Eso es cierto.

Hubo otro estallido de risas, que reconocí como las de Daemon. Antes de darme cuenta, estaba sonriendo como una idiota.

—Mírate. Sí que estás animada hoy. —Dee me dio un codazo—. ¿Qué está pasando?

Yo me encogí de hombros.

—Tan solo he tenido un día muy bueno. Pronto te lo contaré.

Ella me dio un trozo de fiambre.

—Si es lo que habéis estado haciendo allí arriba en esa habitación durante toda la tarde, no quiero ni saberlo.

Me reí.

—No estoy hablando de eso.

—Gracias a Dios —intervino Ash, deslizándose entre nosotras y cogiendo el bote de mayonesa—. Porque nadie quiere oír nada de eso.

Salvo que se tratara del pasado de Ash con Daemon, pues en ese caso sí que se volvía muy habladora, pero me daba igual. Le dirigí una sonrisa, y ella me lanzó una mirada de extrañeza.

Ash cogió una cuchara, sacó con ella un poco de mayonesa y se la metió en la boca. El estómago me dio un vuelco.

—El hecho de que seas tan exageradamente delgada y puedas comer mayonesa a cucharadas es un error garrafal del universo.

Ella me guiñó uno de sus ojos gatunos.

—¿Estás celosa?

Lo curioso era que no lo estaba.

—Claro que igual soy yo quien debería sentirse celosa «gatita».

Dee le golpeó un brazo a Ash.

—No empieces.

Ella sonrió mientras dejaba la cuchara en el fregadero.

—Yo no he dicho que quisiera ser la gatita de Daemon, pero si quisiera… Bueno, esta historia podría tener un final diferente.

Unos cuantos meses atrás habría conseguido alguna respuesta airada de mi parte, pero lo único que hice fue sonreír. Ella se quedó mirándome durante un momento, y después puso sus ojos azules en blanco.

—Qué más da.

La observé mientras salía de la cocina.

—Creo que estoy empezando a caerle bien —le dije a Dee. Ella se rio mientras ponía el último sándwich sobre el plato. Había más de una docena.

—En realidad, creo que el mayor problema es que Ash quiere que le caigas mal.

—Pues se le da muy bien.

—Pero no creo que sea eso lo que siente de verdad. —Dee cogió el plato e inclinó la cabeza hacia un lado—. Realmente le importaba mucho Daemon. No creo que llegara a ser amor, pero pienso que siempre creyó que estarían juntos. Eso es algo difícil de superar.

Me sentí un poco culpable.

—Lo sé.

—Pero lo hará. Además, ya encontrará a alguien que pueda tolerar su mala leche y todo volverá a estar bien en el mundo.

—¿Y tú qué?

Ella soltó una risita y me guiñó el ojo.

—Yo solo quiero que todo esté bien en el mundo durante una noche… Si sabes a lo que me refiero.

Me atraganté con mi propia risa.

—Dios santo… No dejes que Daemon o Dawson escuchen eso.

—Ni de broma.

Todo el mundo estaba en el salón. Había cuerpos sobre los sofás, los sillones y los divanes. De la pared colgaba el televisor más grande que había visto jamás, casi del tamaño de una maldita pantalla de cine.

Daemon dio unas palmadas al lugar que había junto a él en el sofá y yo me senté y le di su plato y el refresco.

—Gracias.

—Los ha hecho tu hermana. Yo solo he traído los nuestros.

Dee colocó el plato en la mesa del café y dirigió la mirada hacia donde Archer se sentaba junto a Luc y Paris. Después cogió dos sándwiches y se sentó en el diván color borgoña. Aparecieron dos puntos rosados en sus mejillas, y esperé que estuviera teniendo pensamientos limpios y puros.

Un vistazo a Archer, que tenía la mirada fija en Dee, bastó para dejarme claro que no era así.

A mi otro lado, Dawson se inclinó hacia delante y cogió dos de los sándwiches, uno para él y otro para Beth. La chica estaba envuelta en una manta, con aspecto de estar medio dormida. Nuestros ojos se encontraron, y una sonrisa vacilante iluminó su rostro.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté.

—Genial. —Empezó a arrancar pedacitos marrones de pan de su sándwich—. Tan solo estoy cansada.

Nuevamente me pregunté qué podría estar pasándole, porque algo había. No parecía solo cansada, sino completamente exhausta.

—Ha sido un viaje muy largo —explicó Dawson—. A mí también me ha dejado un poco cansado.

Él no tenía aspecto de sentirse cansado. En todo caso, parecía a punto de explotar de energía. Sus ojos estaban particularmente brillantes, sobre todo cada vez que miraba a Beth.

Lo cual sucedía todo el tiempo.

—Come —le dijo en voz baja—. Deberías comerte al menos dos de ellos.

Ella se rio con suavidad.

—No sé si podré con dos.

Nos quedamos allí durante un rato, mucho después de que la comida desapareciera, y creo que todos estábamos retrasando lo inevitable: la gran charla. Llegó hasta tal punto que Matthew se fue de la habitación, diciendo que volvería enseguida.

Daemon se inclinó hacia delante y colocó las manos sobre las rodillas.

—Es hora de ponernos manos a la obra.

—Eso es cierto —convino Luc—. Tendríamos que ponernos en marcha pronto. Mañana sería lo mejor.

—Creo que eso ya se da por hecho —dijo Andrew—. Pero ¿adónde iremos exactamente después de ponernos en marcha?

Luc se disponía a hablar cuando Archer levantó la boca para silenciarlo.

—Calla un momento.

Los ojos del origen más joven se estrecharon, pero después volvió a reclinarse, con la mandíbula apretada. Archer se puso en pie y salió de la habitación a zancadas, cerrando las manos en puños.

—¿Qué está pasando? —preguntó Daemon.

Una sensación de intranquilidad bajó por mi espalda. Eché un vistazo hacia Dawson, que de pronto volvía a encontrarse alerta.

—Luc —dije, sintiendo que el corazón me daba un vuelco.

Este se puso en pie, y su pecho subió bruscamente. Un segundo estaba frente al diván, y al siguiente se encontraba al otro lado de la habitación, con una mano en la garganta de Lyla.

—¿Cuánto tiempo? —exigió saber.

—Joder. —Andrew se puso en pie de un salto y se colocó delante de su hermana y de Dee.

—¿Cuánto tiempo? —volvió a gritar Luc, y sus dedos le apretaron la garganta. La sangre abandonó el rostro de la Luxen.

—N-no sé lo que quieres d-decir.

Daemon se puso en pie lentamente y avanzó hacia ellos. Su hermano fue tras él.

—¿Qué está pasando?

Luc lo ignoró y levantó del suelo a la aterrorizada Luxen.

—Voy a darte cinco segundos para que respondas a mi pregunta. Uno… Cuatro…

—No tenía elección —jadeó, aferrando la muñeca del chico.

Se me heló la sangre en las venas.

La comprensión recorrió la habitación como una oleada, seguida por el terror. Me acerqué más a Beth, que estaba tratando con esfuerzo de salir de la manta.

—Respuesta incorrecta —dijo Luc en voz baja mientras dejaba caer a Lyla—. Siempre tienes elección. Es lo único que nadie puede arrebatarnos.

Luc se movió con tanta rapidez que dudaba que ni siquiera Daemon pudiera seguir lo que estaba haciendo. Lanzó el brazo hacia delante, y un resplandor blanco bajó por su brazo y explotó desde su mano. Una oleada de calor y poder fluyó a través de la habitación y me apartó el pelo de la cara con una ráfaga de aire.

La energía golpeó a Lyla en el pecho y la lanzó volando hacia atrás, hasta el cuadro pintado al óleo de La Franja de Las Vegas. Una expresión de aturdimiento cruzó su rostro, y después, nada. Tenía los ojos inexpresivos mientras se deslizaba por la pared y caía al suelo con las piernas por debajo de su cuerpo.

Oh, Dios mío… Retrocedí mientras me tapaba la boca con la mano.

Había un agujero en el pecho de Lyla. Salían bocanadas de humo de él.

Un segundo después, se difuminó como la tele cuando hay mala señal, y después recuperó su forma auténtica, y el luminoso resplandor se desvaneció hasta revelar la piel translúcida y una red de venas apagadas.

—¿Te importaría explicarnos por qué acabas de matar a nuestra anfitriona? —preguntó Daemon, con una voz peligrosamente firme.

Archer reapareció en la ancha entrada de la habitación, con una mano en la nuca de Matthew y un teléfono destrozado en la otra. Goteaba sangre de la nariz de mi antiguo profesor, un rojo intenso con un matiz azulado.

Daemon y Dawson se lanzaron hacia ellos.

—¿Qué coño estás haciendo? —La voz de Daemon retumbó por toda la casa—. Tienes dos segundos para responder antes de que destroce esta habitación con tu culo.

—Tu amigo estaba haciendo una llamada. —Archer hablaba con voz monótona, con un tono tan calmado que un estremecimiento recorrió mis músculos—. Díselo, Matthew, diles a quién estabas llamando.

Matthew no dijo nada. Tan solo se quedó mirando a Daemon y Dawson.

Archer lo agarró con más fuerza y echó la cabeza de Matthew hacia atrás.

—Este cabrón estaba hablando con Dédalo. Nos ha jodido. Y mucho.

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