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Capítulo 4

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CAPÍTULO 4

KATY

Mi cerebro se desconectó y algo mucho más primitivo y agresivo me dominó. Tuve una horrible y desazonadora sensación de traición. Lancé el puño hacia delante y golpeé lo que parecía el pómulo de Blake. No fue un golpe de chica: en él iba cada gramo de furia y odio contenido que sentía hacia Blake.

Este dejó escapar un gruñido de sorpresa mientras un dolor intenso se extendía por mi mano.

—Katy…

—¡Cabrón! —Volví a golpearlo, y esta vez mis nudillos se estamparon contra su mandíbula.

Él soltó otro gruñido de dolor mientras se tambaleaba hacia atrás.

—Dios…

Me volví, tratando de coger la pequeña lámpara que había junto a la cama y, de repente, la luz que había sobre nosotros se encendió. No estaba segura de cómo: si mis habilidades no funcionaban ahí, las de Blake tampoco deberían. El repentino resplandor me pilló con la guardia baja, y Blake aprovechó la ventaja.

Se lanzó hacia delante, obligándome a alejarme de la lámpara.

—Yo no haría eso si fuera tú —advirtió.

—Que te jodan.

Volví a golpearlo, pero él me cogió el puño y lo retorció. Un dolor agudo me recorrió el brazo, y solté un gemido de sorpresa. Él me hizo girar, y yo le propiné una patada. Soltó mi brazo y esquivó por poco mi rodillazo.

—Esto es ridículo —dijo, estrechando los ojos color avellana. La furia hacía que las motas verdes se movieran.

—Nos has traicionado.

Blake se encogió levemente de hombros y yo, bueno, volví a perder los estribos.

Me lancé hacia él como una especie de ninja… una ninja muy mala, porque eludió mi ataque fácilmente. Mi pierna izquierda se estampó contra la cama, y al segundo siguiente Blake me pegó en la espalda. El aire se escapó de mis pulmones mientras caía hacia delante, golpeando la cama con el costado y empujándola contra la pared.

Blake se puso de rodillas sobre el colchón mientras me sujetaba por los hombros, poniéndome boca arriba. Le golpeé los brazos, y él soltó una maldición. Me incorporé y volví a pegarle.

—Para —gruñó, agarrándome la muñeca. Al momento me agarró la otra. Estiró mis brazos por encima de mi cabeza, se inclinó sobre mí, poniendo la cara a unos centímetros de la mía, y habló en voz baja—: Para, Katy. Hay cámaras por todas partes. No puedes verlas, pero están ahí, y están observándonos ahora mismo. ¿Cómo crees que acaban de encenderse las luces? No es magia, y van a llenar toda la habitación de ónice. No sé tú, pero a mí no me gusta mucho la idea.

Me esforcé por quitármelo de encima, y él movió su peso para presionarme las piernas con las rodillas, dejándolas atrapadas. El pánico recorría mi interior, y mi pulso se disparó. No me gustaba sentir su peso sobre mí; me recordaba cómo se había colado en mi casa por la noche para dormir a mi lado. Cómo me había observado dormir. Sentí unas fuertes náuseas, y el pánico creció.

—¡Aléjate de mí!

—No sé… Probablemente volverás a pegarme.

—¡Eso haré!

Sacudí las caderas, pero él no se movió, y mi corazón iba tan rápido que estaba segura de que me daría un ataque al corazón.

Blake me sacudió un poco.

—Tienes que calmarte. No voy a hacerte daño, ¿vale? Puedes confiar en mí.

Solté una risa estrangulada, con los ojos muy abiertos.

—¿Confiar en ti? ¿Te has vuelto loco?

—En realidad, no tienes elección.

Su pelo color bronce cayó sobre su frente. Normalmente lo llevaba peinado de una forma desordenada, pero aquel día parecía que se le hubiera acabado la gomina.

Quería pegarle de nuevo, y volví a forcejear con él sin ningún éxito.

—¡Voy a partirte la cara!

—Comprensible. —Me mantuvo inmóvil y estrechó los ojos—. Sé que no tenemos la relación más estable…

—No tenemos ninguna relación. ¡No tenemos nada! —Respiré con fuerza e intenté que mis músculos dejaran de temblar. Pasaron unos momentos mientras él seguía mirándome, con las fosas nasales dilatadas y la boca en una línea tensa y seria. Quería apartar la mirada, pero hacerlo sería mostrar debilidad, y eso era lo peor que podía ocurrir—. Te odio. —Parecía inútil decirlo, pero me hizo sentir mejor.

Se encogió, y cuando habló su voz era poco más que un susurro.

—Odié mentirte, pero no tenía otra opción. Cualquier cosa que te hubiera dicho se la habrías contado a Daemon y los otros Luxen, y no podía dejar que eso sucediera. Y tampoco Dédalo. Pero nosotros no somos los malos.

Negué con la cabeza, increíblemente asombrada y cabreada.

—¡Sí que sois los malos! ¡Nos engañasteis desde el principio! Todo nos ha llevado a esto, y tú los ayudaste. ¿Cómo has podido?

—Teníamos que hacerlo.

—Esta es mi vida. —Unas lágrimas de furia se agolparon en mis ojos porque ya no tenía control sobre mi vida, en parte gracias a él, y me esforcé por mantener la voz firme—. ¿Era verdad algo de lo que me contaste? ¿Lo de Chris? ¿Que querías sacarlo de aquí?

Blake no dijo nada durante un largo rato.

—Hubieran dejado marchar a Chris en cualquier momento. La historia de que lo retenían en contra de su voluntad era solo eso… una historia para que te compadecieras de mí.

—Hijo. De. Puta —solté.

—Sí que me enviaron para asegurarme de que la mutación permanecía. No sabían lo que estaban planeando mi tío y el doctor Michaels, y en cuanto supieron que la mutación había permanecido, tenían que saber quién te mutó y cómo era de fuerte. Por eso volví después de la noche… la noche que Daemon y tú me dejasteis marchar.

Nuestra compasión aquella noche habían sido los últimos clavos en nuestro ataúd. Era tan irónicamente triste… Quería sacarle los ojos con las uñas.

Soltó aliento entrecortadamente.

—Teníamos que asegurarnos de que eras lo bastante poderosa para esto. Sabían que Dawson volvería a por Beth, pero querían ver hasta dónde llegarías tú.

—¿Esto? —susurré—. ¿Qué es esto?

—La verdad, Katy, la auténtica verdad.

—Como si fueras capaz de decir la verdad. —Me volví, tratando de quitármelo de encima. Él murmuró otra maldición y se levantó, todavía sujetándome las muñecas, y me sacó de la cama. Mis pies desnudos se deslizaron por las baldosas mientras me arrastraba hasta el baño—. ¿Qué estás haciendo?

—Creo que necesitas enfriarte —respondió, con la mandíbula tensa.

Forcejeé, pero lo único que conseguí fue hacerme daño en las plantas de los pies. Una vez dentro del baño, lancé mi peso hacia un lado, y Blake se golpeó contra el lavabo. Antes de que pudiera atacarlo de nuevo, él me empujó hacia atrás.

Con los brazos girando como un molino, me tropecé con el borde bajo del plato de ducha y caí dentro de culo. Un dolor afilado me recorrió la columna.

Blake se lanzó hacia delante, empujando mi hombro hacia abajo con una mano y buscando a ciegas con la otra. Un instante después salió agua helada de la ducha.

Chillé y traté de levantarme, pero su otra mano aterrizó sobre mi otro hombro, inmovilizándome mientras el agua helada me empapaba. Escupí, agitando los brazos por el frío.

—¡Déjame salir de aquí!

—No hasta que estés lista para escucharme.

—¡No hay nada que puedas decir!

La ropa empapada se aferraba a mi piel, y el chorro constante de agua me pegaba el pelo a la cara. Temiendo que estuviera tratando de ahogarme, fui a por su cara, pero él me apartó las manos de un golpe.

—Escúchame. —Me cogió la barbilla, clavando los dedos en mis mejillas, forzándome a mirarlo a los ojos—. Cúlpame todo lo que quieras, pero ¿crees que no estarías aquí incluso aunque no me hubieras conocido nunca? Si es así, estás loca. En el momento en que Daemon te mutó, tu destino quedó sellado. Si quieres enfadarte con alguien, tienes que enfadarte con él. Él fue quien te puso en esta situación.

Sus palabras me aturdieron tanto que me quedé inmóvil.

—Estás como una cabra. ¿Estás culpando a Daemon por esto? Él me salvó la vida. Estaría…

—Te mutó, sabiendo que estaban observándolo. No es estúpido. Tenía que saber que el Departamento de Defensa lo descubriría.

En realidad, ni él ni su familia habían sabido nada sobre los híbridos hasta que yo me había convertido en uno.

—Es tan típico de ti, Blake. Todo es culpa de los demás.

Entrecerró los ojos, y las motas verdes se volvieron más intensas.

—No lo entiendes.

—Tienes razón. —Aparté sus manos de mi cara de un manotazo—. Jamás lo entenderé.

Se alejó y negó con la cabeza mientras yo salía de la ducha. Se estiró y cerró el agua, cogió una toalla y me la lanzó.

—No intentes volver a pegarme.

—No me digas lo que tengo que hacer.

Utilicé la toalla para secarme lo mejor que pude, y él apretó los puños.

—Mira, lo entiendo. Estás cabreada conmigo. Genial. Pues supéralo, porque tienes cosas más importantes en las que centrarte.

—¿Que lo supere?

Iba a asfixiarlo con la toalla.

—Sí. —Se recostó sobre la puerta cerrada y me observó con cautela—. No tienes la menor idea de lo que está pasando realmente, Kat.

—No me llames así.

Traté de secarme la ropa con la toalla, enfadada, pero era inútil.

—¿Te has calmado lo suficiente? Tengo que hablar, y tú tienes que escucharme. Las cosas no son como piensas. Me gustaría haber podido contarte la verdad antes. No podía hacerlo, pero ahora sí.

Se me escapó una risa estrangulada mientras negaba con la cabeza, incrédula.

Entrecerró los ojos y avanzó hacia mí. Mi espalda se enderezó en señal de advertencia, y él no se acercó más.

—Dejemos una cosa clara. Si Daemon estuviera encerrado en algún sitio, tú habrías tirado hasta al niño Jesús debajo de un camión para liberarlo. Eso es lo que piensas que he hecho, así que no actúes como si fueras mejor que yo.

¿Lo habría hecho? Sí, pero la diferencia entre nosotros era que Blake estaba buscando aceptación y perdón después de haberme dicho más mentiras que verdades. Y, para mí, que hiciera eso era una locura.

—¿Crees que puedes justificar esto? Pues te equivocas: no puedes. Eres un monstruo. Un monstruo vivo y real. Nada, sin importar cuáles sean tus intenciones ni la auténtica verdad, cambiará eso.

Un pequeño parpadeo de inquietud brilló en su firme mirada.

Me costó toda mi fuerza de voluntad no arrancar el toallero de la pared y clavárselo en un ojo. Tiré la toalla a un lado, temblando más por la furia que por el frío húmedo que se filtraba entre mi ropa.

Dirigió la mano hacia la puerta y yo di un paso atrás, en guardia. Frunció el ceño.

—Los de Dédalo no son los malos. —Abrió la puerta del baño y salió—. Esa es la realidad.

Lo seguí.

—¿Cómo puedes decir eso y mantener la cara seria?

Se sentó sobre mi cama.

—Sé lo que estás pensando. Quieres enfrentarte a ellos. Lo entiendo, de verdad. Y sé que te he mentido acerca de casi todo y que no creerás la verdad hasta que la veas. Y cuando lo hagas, las cosas serán diferentes.

No había nada en el mundo que pudieran enseñarme y me hiciera cambiar de opinión, pero también reconocí la inutilidad de enfrentarme a él al respecto.

—Tengo que ponerme ropa seca.

—Esperaré.

Me quedé mirándolo.

—No vas a quedarte aquí mientras me visto.

Me miró enfadado.

—Ve al baño. Cierra la puerta. Tu virtud está a salvo de mí. —Entonces guiñó un ojo—. Salvo que quieras que eso cambie, y estaría más que dispuesto. Es bastante aburrido estar aquí.

Me moría de ganas de agarrarlo por un lugar muy poco femenino y retorcérselo. Las palabras que salieron de mi boca eran mías. Las sentí. Las creí.

—Algún día te mataré —prometí.

Una sonrisa irónica apareció en su cara mientras me devolvía la mirada.

—Ya has matado, Katy. Sabes lo que se siente al quitar una vida, pero no eres una asesina. —Me lanzó una mirada sagaz mientras yo inhalaba bruscamente—. Al menos, no todavía.

Me volví, apretando los puños.

—Como he dicho, nosotros no somos los malos. Son los Luxen, y verás que no estoy mintiendo. Estamos aquí para detener su invasión.

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