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Capítulo 31

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CAPÍTULO 31

KATY

Había sido vagamente consciente de que Daemon había ido hasta el sofá y me había envuelto con su cuerpo, pero eso no fue lo que me despertó varias horas después. En algún momento de la noche, sus brazos se habían tensado a mi alrededor hasta el punto de llegar casi a estrangularme.

Y estaba en su auténtica forma.

Por muy hermoso que eso fuera, también resultaba ardiente y cegador.

Forcejeé por liberarme de su agarre y me retorcí entre sus brazos, entornando los ojos ante el intenso resplandor.

—Daemon, despierta. Estás…

Él se despertó de golpe y se sentó tan rápido que casi me caí al suelo. La luz se atenuó y recuperó su forma humana, con una expresión de desconcierto en el rostro.

—No me ha pasado algo así desde que era un niño… Cambiar a mi verdadera forma sin darme cuenta.

Le acaricié el brazo.

—¿El estrés?

Él negó con la cabeza y fijó la mirada en un punto por encima de mi hombro. Tenía la expresión tensa.

—No lo sé. Es…

Unos pasos resonaron en el piso superior y, en cuestión de segundos, todo el grupo se encontraba abajo, con el mismo aspecto de desconcierto que tenía Daemon. Me escabullí de entre sus brazos, aparté la manta a un lado y me puse en pie.

—Está pasando algo, ¿verdad?

Dee se movió en dirección a la ventana y apartó la delgada cortina.

—No lo sé, pero siento que…

—Me desperté pensando que alguien me había llamado. —Dawson rodeó los hombros de Beth con un brazo—. Y estaba brillando.

—Yo también —dijo Daemon, poniéndose en pie.

Luc se pasó una mano por el pelo revuelto. Con su pijama, finalmente tenía el aspecto de su edad real.

—Me siento ansioso.

—Yo también —comentó Archer en voz baja. Se frotó el lateral de la mandíbula y entornó los ojos mientras miraba la oscuridad del exterior a través de la ventana de la cabaña.

Miré hacia Beth, que se encogió de hombros. Al parecer, nosotras dos éramos las únicas que no sentían lo que fuera que estaba poniendo tan nerviosos a los Luxen y a los orígenes.

De repente se pusieron rígidos; todos, a excepción de Beth y de mí. Uno por uno, Daemon, Dawson y Dee adoptaron sus formas Luxen durante un breve segundo, y después recuperaron sus disfraces humanos. Fue tan rápido, tan inmediato, que parecía como si el sol hubiera entrado en la habitación durante un momento.

—Está pasando algo —dijo Luc, dándose la vuelta. Se dirigió hacia la puerta principal—. Está pasando algo gordo.

Salió por la puerta, y todos lo siguieron. Salí al fresco aire nocturno, pegándome a Daemon mientras caminaba por el camino de gravilla que había frente al porche, y después hasta el césped. Las frescas briznas estaban suaves bajo mis pies descalzos.

Una extraña fisura bajó por mi columna vertebral y después se extendió por mis terminaciones nerviosas. Una sensación de conciencia me tensó los músculos del cuello mientras Luc se alejaba por el área de tierra desnuda. Los límites del bosque parecían oscuros e infinitos, completamente inhabitables en las horas más oscuras de la noche.

—Siento algo —dijo Beth, y su voz era poco más que un susurro. Me lanzó una mirada—. ¿Tú también?

Asentí con la cabeza, no muy segura de qué era lo que sentía exactamente, pero Daemon se puso rígido detrás de mí, y después sentí que su corazón comenzaba a latirle con fuerza en el pecho, sacudiendo el mío.

—No —susurró.

Un pequeño estallido de luz iluminó el cielo en la distancia. El aire me subió por la garganta mientras observaba la pequeña manchita de luz viajar hacia abajo, con una cola brillante y humeante tras ella. La luz desapareció mientras pasaba zumbando tras las montañas Rocosas. Otra más apareció en el cielo. Después otra, y otra más, una y otra vez, y cayeron más allá de lo que el ojo podía ver, como estrellas fugaces que llovieran sobre la Tierra. El cielo estaba iluminado por ellas, miles y miles de estallidos de luz que entraron en la atmósfera y cayeron como la lluvia. Eran tantos que no pude mantener la cuenta de cuántos había, y sus colas resplandecientes se entremezclaron hasta que la noche se convirtió en día.

Luc soltó una risotada seca y estrangulada.

—Oh, mierda. ET ha llamado a casa a lo bestia, chicos.

—Y ha traído a sus amigos —añadió Archer, dando un paso hacia atrás mientras varias de las luces que caían se acercaban, desapareciendo entre los altos olmos y los abetos.

Daemon llevó una mano hacia abajo y entrelazó los dedos con los míos. El corazón me dio un vuelco mientras continuaban cayendo ante nosotros. Unas pequeñas explosiones sacudieron los árboles e hicieron temblar el suelo. La luz palpitó, iluminando el suelo del bosque cada pocos segundos, hasta que un intenso resplandor brilló durante unos momentos y después se desvaneció.

Entonces no hubo nada, y el silencio cayó a nuestro alrededor. No había grillos, ni pájaros, ni pequeños animales que se escabulleran. No quedó nada, salvo nuestras respiraciones entrecortadas y mi propio corazón que latía como un trueno en mis venas.

Una manchita de luz surgió a lo lejos, entre los olmos. Aparecieron una por una; una infinita sucesión de luces que brotaban. Eran tantas que supe que tenía que haber cientos de ellas tan solo en el bosque que nos rodeaba.

—¿No deberíamos estar corriendo ahora mismo? —pregunté.

La mano de Daemon me apretó la mía, y me acercó a él. Sus brazos me rodearon el cuerpo, abrazándome con fuerza, y cuando habló lo hizo con voz ronca.

—No serviría para nada, gatita.

El corazón me palpitaba con fuerza mientras una presión me aferraba el pecho.

—No podríamos dejarlos atrás —dijo Archer, cerrando las manos en puños—. No a todos ellos.

Tan solo podía quedarme mirando mientras una profunda comprensión se asentaba dentro de mí. Se acercaron al límite del bosque, tomando forma. Como Daemon y todos los Luxen que había visto, sus formas eran humanoides, y tenían los brazos y piernas bien definidos. Eran altos, todos y cada uno de ellos, y su luz arrojaba sombras resplandecientes mientras se detenían a un par de metros del bosque. Uno avanzó hacia delante, con una luz más brillante que el sol durante el verano, teñida de un profundo y vibrante color carmesí, al igual que Daemon cuando estaba en su auténtica forma.

Puede que Dasher y Dédalo hubieran mentido sobre muchas cosas, pero eso… Oh, Dios, eso había sido cierto. Habían acudido, justo como Dasher había advertido, y tenía que haber cientos allí, y cientos de miles fuera del bosque.

La luz roja volvió a destellar desde el Luxen que se encontraba delante. Un pulso de energía recorrió el claro, y me puso el vello de punta por todo el cuerpo. Temblé, no muy segura de lo que estaba sucediendo, pero entonces pasó algo.

Dee fue la primera en perder su forma humana, y después Dawson. No sabía muy bien si era por la confusión, el miedo o algo de otro mundo, algo en ellos que respondiera a la proximidad de tantos de su clase, pero un latido después los brazos de Daemon se estremecieron a mi alrededor y él también recobró su verdadera forma.

Sus brazos me soltaron, y de pronto sentí un frío insoportable sin su calidez. Vi que Dawson hacía lo mismo y se movía hacia su hermana. Los tres avanzaron hacia delante y se separaron de nosotros.

—Daemon —lo llamé, pero no me escuchó.

No respondió.

De pronto, Archer apareció junto a mí, y Luc junto a Beth. Estábamos retrocediendo, pero no sentía que mis pies se movieran, ni que mis músculos funcionaran. Mis ojos permanecieron fijos en Daemon hasta que los otros de su clase se tragaron su luz.

El miedo me cubrió el interior de la boca e hizo que se me escarchara la sangre en las venas. En ese instante no pude evitar pensar en lo que Dasher había dicho que pasaría cuando llegaran los Luxen… y si Daemon se uniría a los de su especie o a los de la mía.

No estaba muy segura de que Daemon tuviera elección.

Tampoco estaba segura de que yo la tuviera.

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