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Capítulo 6

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CAPÍTULO 6

DAEMON

Me despedí de Dawson y Bethany y dejé la casa justo cuando despuntaba el alba. Lo que había sucedido con Beth me atormentaba a cada paso que daba. Parecía un poco mejor, pero no estaba seguro. En cualquier caso, no tenía dudas de que Dawson se ocuparía de ella.

Eché la vista atrás, hacia la casa. Una parte fría y distante de mí era consciente de que tal vez no volvería a ver aquel lugar, o a mis hermanos, pero esa certeza no menguó mi determinación.

Fui en dirección opuesta a la colonia, cogiendo velocidad. Aunque permanecí en forma humana, me movía más rápido de lo que podrían rastrearme.

Dawson me había dicho antes que habían guardado mi coche en casa de Matthew, lo cual ayudaría a despistar a las fuerzas de la ley locales que no estuvieran compradas por el Departamento de Defensa y realmente se preocuparan por otra pareja de adolescentes desaparecidos.

Me costó menos de cinco minutos hacer el viaje hasta la cabaña de Matthew en medio de la nada. Ralenticé la velocidad mientras me acercaba a la entrada, espiando su todoterreno.

Sonreí con suficiencia.

Tenía que salir del Estado, al menos llegar hasta Virginia. Podía viajar todo el camino en mi forma auténtica. Demonios, seguro que hasta sería más rápido, pero me desgastaría, y estaba seguro de que el pequeño encuentro que me esperaba en Mount Weather resultaría agotador.

Teniendo en cuenta lo cabreado que estaba con Matthew en ese momento, iba a disfrutar «tomando prestado» su coche, ya que el mío atraería la atención de aquellos de quienes no tenía tiempo de ocuparme. Me colé en el asiento del conductor, me agaché y arranqué el colector que ocultaba los cables.

Cuando Dawson y yo éramos pequeños, solíamos hacer puentes a los coches para divertirnos en el centro comercial de Cumberland. Nos llevó unos cuantos intentos hasta que descubrimos la carga exacta necesaria para hacerlos arrancar y no freír el sistema de cableado completo. Después los movíamos a diferentes lugares del aparcamiento y observábamos a los dueños cuando salían, estupefactos al ver que sus coches estaban en otro sitio.

Nos aburríamos fácilmente de niños.

Rodeé los cables con los dedos y envié una pequeña descarga a través de ellos. El coche farfulló y el motor se encendió.

Seguía teniendo el toque mágico.

Sin perder tiempo, me largué del camino de entrada de Matthew en dirección a la carretera. No había forma de que fuera tan comprensivo como Dawson, al menos, no por el momento.

Mi hermano había prometido ocuparse de unas cuantas cosas por mí. Iba a transferir suficiente dinero como para que Kat y yo viviéramos durante un par de años a una cuenta que había mantenido concienzudamente en secreto, solo por si acaso las cosas se jodían algún día.

Y las cosas se habían jodido de lo lindo.

Dawson también tenía cuentas estratégicamente ocultas por si alguna vez las cosas se ponían feas, al igual que los Thompson. Matthew nos había instado a hacerlo. Antes pensaba que era un paranoico, pero, maldita sea, había sido listo. No había forma de que pudiera volver, y Kat tampoco. Tendríamos que encontrar el modo de que pudiera ver a su madre, pero ninguno de los dos podría quedarse cuando la sacara de donde estaba. Sería demasiado peligroso.

Sin embargo, antes de ir a Mount Weather, tenía que hacer una pequeña visita.

Blake podía no haber sido el único que nos la había jugado.

Había un híbrido adolescente que tendría que darme muchas explicaciones.

Poco después del mediodía, oculté el coche de Matthew detrás de la gasolinera vieja que había en la misma calle del club de Luc, aunque aquel camino de tierra lleno de baches no era una calle realmente. Lo último que quería era que supieran que me acercaba. Había algo raro con Luc, y era algo gordo. El hecho de que fuera apenas un adolescente y dirigiera un club era un gran indicio. ¿Y se quedaba ahí, con los otros Luxen, y sin protección contra los Arum?

Sí, desde luego, había algo muy raro en ese chico.

Permaneciendo en mi forma humana, fui a través de las malas hierbas hasta el área boscosa detrás de la gasolinera. La brillante luz del sol se filtraba entre las ramas, y el cálido aire de mayo me azotaba mientras corría sobre el suelo irregular. Unos segundos después, salí de entre los árboles y llegué hasta el campo descuidado.

La última vez que había estado allí con Kat, el campo no era más que un área de hierba congelada. Ahora los juncos me golpeaban los vaqueros y los dientes de león cubrían la hierba. A Kat le gustaban los dientes de león. No podía alejar los dedos de ellos cuando habíamos estado entrenando con el ónice. En cuanto aquellas hierbas amarillas comenzaban a salir del suelo, ella las arrancaba y les soplaba la cabeza.

Una sonrisa irónica me estiró los labios mientras me detenía delante de la puerta sin ventanas. Loca gatita.

Coloqué las manos sobre la puerta de acero, deslizándola por el centro en busca de agujeros o cerraduras que pudiera manipular, pero no parecía que fuera a abrirse en breve.

Retrocedí y examiné la parte frontal del edificio. Era bajo y sin ventanas, más parecido a un almacén que a un club. Lo rodeé por un lado, apartando a patadas cajas de cartón vacías de mi camino. En la parte de atrás había un muelle de carga.

Bingo.

Presioné las manos sobre el estrecho hueco entre las puertas y escuché el maravilloso sonido de las cerraduras abriéndose. Abrí la puerta rápidamente y entré en la oscura zona de almacenamiento. Me deslicé entre las sombras pegado a la pared, recorriendo con la mirada los contenedores blancos y las pilas de papeles. Había un distintivo olor a alcohol en el aire. Otra puerta se alzaba delante de mí, y la abrí. En cuanto entré en el estrecho pasillo, lleno de pizarras blancas con monigotes dibujados con palitos en ellas (¿qué demonios?), el vello de la nuca se me erizó y un escalofrío me recorrió la columna.

Arum.

Salí corriendo del pasillo, a unos segundos de tomar mi auténtica forma. En lugar de eso, me detuve de golpe al encontrarme cara a cara con el cañón de una escopeta recortada.

Eso iba a doler.

El orgulloso propietario del arma destructora de pueblerinos era el gorila grandullón, todavía con peto.

—Manos arriba, y ni se te ocurra ponerte en plan gusiluz conmigo, guapetón.

Alcé las manos con la mandíbula firmemente cerrada.

—Hay un Arum aquí.

—No jodas —replicó el gorila con sorna.

Alcé una ceja.

—¿Así que Luc también está trabajando con los Arum?

—Luc no está trabajando para nadie. —El hombre dio un paso hacia delante, estrechando los ojos—. ¿Dónde está esa chica que suele ir contigo? ¿También ha estado merodeando por aquí?

Miró detrás de mí, y me aproveché de su distracción momentánea para lanzar una mano hacia delante antes de que pudiera reaccionar. Le robé la escopeta de entre las manos y le di la vuelta.

—¿Qué se siente al tener esto apuntándote a la cabeza? —le pregunté.

Las fosas nasales del grandullón se dilataron.

—Nada bueno.

—Eso pensaba. —El dedo me picaba sobre el gatillo—. Me gustaría mantener intacta mi bonita cara.

El gorila ahogó una risita.

—Sí que tienes una cara bonita.

Comencé a escuchar unos banjos en mi cabeza.

—Oh, mirad —intervino una nueva voz—. Ha surgido el amor.

—No precisamente —repliqué, rodeando el cañón con la mano libre.

—¿Pensabas que no sabía que estabas aquí?

Sonreí con suficiencia sin apartar la mirada del grandullón.

—¿Importa eso?

—Sí. Si estabas tratando de acercarte a mí con sigilo, supongo que sí. —Luc salió de entre las sombras y llegó hasta mi campo de visión. Llevaba unos pantalones negros de correr y una camiseta en la que ponía «LOS ZOMBIS TAMBIÉN NECESITAN AMOR». Qué bonito—. Puedes bajar el arma, Daemon.

Sonreí fríamente y dejé que mi mano se calentara. El olor del metal ardiendo flotó en el aire. Cuando el cañón quedó inutilizado, se lo devolví al grandullón.

Este miró la escopeta y suspiró.

—Odio cuando pasa esto.

Observé a Luc mientras saltaba a la barra y balanceaba las piernas como un niño petulante. Bajo la tenue luz, el círculo alrededor de sus ojos de color extraño parecía estar emborronado.

—Tú y yo tenemos que…

Me di la vuelta rápidamente y solté un rugido mientras mi forma humana se desvanecía. Crucé a toda velocidad la pista de baile vacía, dirigiéndome directamente a la masa de sombras que estaba formándose bajo la jaula.

El Arum se volvió, y durante el segundo antes de que chocáramos el uno contra el otro como dos rocas que bajaran por una colina, lo vi en su forma auténtica: oscuro como la noche y reluciente como el cristal. El impacto sacudió las paredes e hizo repiquetear las jaulas que colgaban del techo.

—Venga, va —dijo Luc—. ¿No podemos llevarnos todos bien?

El Arum me rodeó la cintura con los brazos mientras lo lanzaba contra la pared. El yeso se resquebrajó y el Arum salió volando por los aires, pero no me soltó. El cabrón era fuerte.

Se dio la vuelta para librarse de mi agarre, y su brazo humeante salió serpenteando en busca de mi pecho. Me aparté a un lado rápidamente, lanzando el brazo hacia delante para hacer estallar a ese cabrón molesto.

—¡Chicos! ¡Chicos! Nada de luchar en el club —gritó Luc con irritación.

Lo ignoramos.

La energía chisporroteaba sobre mis palmas, escupiendo fuego blanco al aire.

«No sabes con quién estás metiéndote», siseó el Arum enviando las palabras directamente a mi cerebro, cosa que me cabreó. Solté la bola de energía, que se estampó contra su hombro.

Se apartó con una sacudida y después giró de nuevo la cabeza hacia mí, inclinándola a un lado. Su forma se volvió más sólida.

La electricidad estática bajó chisporroteando por mis brazos, y la luz palpitó por toda la habitación. El tío estaba comenzando a sacarme de quicio de verdad.

—Yo no haría eso si fuera tú —me advirtió Luc—. Hunter tiene mucha, mucha hambre.

Estaba a punto de mostrarle a Luc lo que pensaba de su consejo cuando una forma salió del pasillo que llevaba a su despacho. Era una mujer; una mujer guapa de pelo rubio que parecía obviamente humana. Tenía los ojos muy abiertos.

—¿Hunter?

¿Qué demonios…?

Distraído, el Arum miró a la mujer al mismo tiempo que la Fuente salía siseando de mi interior. Debió de haberse comunicado con ella, pues frunció el ceño y dijo:

—Pero es uno de ellos.

Hunter volvió a girar la cabeza hacia mí y su pecho subió mientras daba un paso atrás. Un segundo después tenía un hombre de mi altura frente a mí. Pelo castaño oscuro y esos malditos ojos pálidos de los Arum, que estaban fijos en mí.

—Serena —dijo—. Vuelve al despacho de Luc.

El ceño fruncido de la mujer se intensificó, recordándome tanto a Kat que me dolió el pecho.

—¿Disculpa?

Él giró la cabeza hacia ella, estrechando los ojos. Un instante después, el grandullón cruzó a zancadas la pista de baile y rodeó los hombros de la mujer con un brazo.

—No deberías estar aquí ahora mismo.

—Pero…

—Ven, tengo algunas cosas que enseñarte —dijo el grandullón.

Hunter lo fulminó con la mirada.

—¿Qué cosas?

El gorila le guiñó un ojo por encima del hombro.

—Cosas.

El Arum frunció los labios mientras desaparecían por el pasillo.

—Esto no me gusta.

Luc rio entre dientes.

—Ella no es su tipo.

Espera… ¿qué demonios estaba pasando? ¿Un Arum con una humana?

—¿Quieres bajar un poco la luz? —dijo el gilipollas—. Me estás cegando.

El poder se propagó a través de mí y quise estamparle el puño en la cara, pero no estaba atacándome, lo cual resultaba extraño. Y estaba con una mujer humana con quien parecía estar de verdad, lo cual resultaba aún más disparatado.

Recuperé mi forma humana.

—No me gusta tu tono.

Sonrió con suficiencia, y yo entrecerré los ojos.

—Vosotros dos deberíais portaros bien —dijo Luc, y unió las manos—. Nunca se sabe cuándo puedes necesitar un aliado tan improbable.

Hunter y yo nos miramos el uno al otro y resoplamos. Lo dudábamos.

El chico se encogió de hombros.

—Vale. Bueno, este es un día muy emocionante para mí. Tengo a Hunter, que no necesita apellido y solo aparece cuando quiere algo o a alguien de quien alimentarse, y tengo a Daemon Black, que parece que quiera causarme daño físico.

—Eso es cierto —gruñí.

—¿Te importaría decirme por qué? —me preguntó.

Cerré los puños.

—Como si no lo supieras.

Él negó con la cabeza.

—No, en realidad no, pero me arriesgaré a tratar de adivinarlo. No veo a Katy, ni tampoco la siento, así que asumo que vuestra entrada a escondidas en Mount Weather no fue bien.

Di un paso hacia delante, sintiendo la furia que se arremolinaba en mi interior.

—¿Entraste en Mount Weather a escondidas? —Hunter ahogó una risa—. ¿Te has vuelto loco?

—Cierra la boca —solté, manteniendo los ojos en Luc.

Hunter emitió un sonido grave.

—Nuestra banderita blanca de amistad mutua va a caer pronto como vuelvas a decirme que cierre la boca.

Le dirigí una breve mirada.

—Cierra. La. Boca.

Unas sombras oscuras se movieron sobre el hombro del Arum, y lo miré directamente.

—¿Qué? —dije, levantando los brazos en la señal universal de «¿quieres pelea?»—. Tengo mucha violencia contenida, y me encantaría descargarla sobre alguien.

—Chicos —suspiró Luc, levantándose de la barra—. ¿En serio? ¿No podéis hacer las paces?

Hunter lo ignoró y dio un paso hacia delante.

—¿Crees que puedes conmigo?

—¿Que si lo creo? —me mofé, cara a cara con el alien—. Lo sé.

El Arum se rio y estiró un dedo alargado para darme un golpecito en el pecho… ¡darme un golpecito en el pecho!

—Bueno, pues vamos a averiguarlo.

Le cogí la muñeca, y mis dedos rodearon su fría piel.

—Tío, eres verdaderamente…

—¡Basta ya! —gritó Luc.

Un segundo después yo estaba en uno de los laterales del club y Hunter en el otro, a un par de metros por encima del suelo. Probablemente la expresión del Arum reflejaba la mía. Ambos luchamos contra la fuerza invisible, pero ninguno de los dos pudo hacer nada por bajar.

Luc fue hasta el centro de la pista de baile.

—No tengo todo el día, chicos. Tengo cosas que hacer. Quiero echarme una siesta esta tarde. Ponen una peli nueva que me apetece ver, y tengo un cupón para un Whopper gratis que me está llamando a gritos.

—Eh… —dije.

—Mira. —Luc se giró hacia mí con expresión nublada. En ese momento parecía mucho mayor de lo que sabía que era—. Supongo que piensas que de algún modo tengo parte de la culpa de que capturaran a Katy. Pues te equivocas.

Hice una mueca.

—¿Y tengo que creerte?

—¿Te parece que me importa un pimiento si me crees? Entrasteis en Mount Weather, una fortaleza del Gobierno. No hace falta echarle demasiada imaginación para suponer que algo fue mal. Yo hice lo que prometí.

—Blake nos traicionó. Dédalo tiene a Kat.

—Y yo os dije que no confiarais en nadie que tuviera algo que ganar o que perder. —Luc soltó aire bruscamente—. Blake es… bueno, es Blake. Pero antes de hacer ningún juicio, pregúntate a cuántas personas crucificarías para recuperar a Katy.

La fuerza que me sujetaba me liberó, y me deslicé por la pared hasta caer sobre mis pies. Me quedé mirando al adolescente y le creí.

—Tengo que recuperarla.

—Si Dédalo tiene a tu chica, puedes despedirte de ella —dijo Hunter desde el otro lado de la habitación—. Son unos pu…

—¿Y tú? —lo interrumpió Luc—. Te dije que te quedaras en mi despacho. No escucharme no es la forma de conseguir nada de mí.

Hunter se encogió de hombros, incómodo, y un segundo después estaba de pie en el suelo, con aspecto de ser tan adorable como un pitbull.

Luc nos dirigió sendas miradas envenenadas.

—Sé que los dos tenéis problemas, grandes problemas, pero ¿sabéis qué? No sois los únicos alienígenas que están jodidos. Hay problemas mayores que los vuestros. Sí, lo sé, es difícil de creer. —Eché un vistazo a Hunter, que se encogió de hombros y dijo:

—Alguien se ha quedado sin su leche caliente esta mañana.

Solté una risita.

Luc giró la cabeza hacia él y, maldita sea, no podía creerme no solo que estuviera en una habitación con un Arum sin tratar de matarlo, sino que él tampoco estuviera tratando de matarme a mí.

—Deberías alegrarte de caerme bien —dijo Luc en voz baja—. Mira, tengo que hablar con Daemon. ¿Puedes irte a hacer algo? Y si no, ¿podrías a lo mejor ser de ayuda?

El Arum puso los ojos en blanco.

—Sí, claro… Yo tengo mis propios problemas. —Se dirigió al pasillo y después se detuvo para mirarme—. Nos vemos.

Le mostré el dedo corazón como despedida.

Cuando desapareció por el pasillo, Luc se volvió hacia mí y cruzó los brazos.

—¿Qué ha pasado?

Viendo que no tenía nada que perder, le conté lo que había sucedido en Mount Weather. Luc soltó un silbido bajo y negó con la cabeza.

—Tío, lo siento. De verdad. Si Dédalo la tiene, entonces no…

—No lo digas —gruñí—. Para mí no está perdida. Conseguimos rescatar a Bethany. Y tú también conseguiste escapar.

Luc pestañeó.

—Sí, conseguisteis rescatar a Bethany, pero Katy fue capturada en el proceso. Y yo… yo no soy como Katy.

No sabía qué demonios quería decir con eso. Me giré y me pasé los dedos por el pelo.

—¿Sabías que Blake iba a traicionarnos?

Hubo una pausa.

—Y si lo hubiera sabido, ¿qué harías?

Solté una risotada amarga.

—Te mataría.

—Comprensible —respondió con voz firme—. Déjame que te haga una pregunta. ¿Habrías ayudado a tu hermano a rescatar a Bethany de todos modos si hubieras sabido que Blake iba a traicionaros?

Mirándolo a la cara, negué lentamente con la cabeza mientras la verdad me golpeaba en el pecho. Si hubiera sabido que Kat no iba a regresar, creo que no habría podido decir que sí, y no podía expresar en palabras el hecho de que la elegiría por encima de mi hermano.

Él inclinó la cabeza hacia un lado.

—No lo sabía, pero eso no significa que confiara en Blake. Yo no confío en nadie.

—¿En nadie?

Ignoró la pregunta.

—Ya que obviamente no vas a tratar de matarme, ¿qué es lo que quieres de mí? ¿Quieres que vuelva a desconectar las medidas de seguridad? Eso puedo hacerlo. Lo haría por cortesía hacia ti, pero sería una misión suicida. Estarán esperándote.

—No quiero que desconectes nada.

Me observó, confundido.

—Pero ¿vas a ir a por ella?

—Sí.

—Te capturarán.

—Lo sé.

Luc se quedó mirándome durante tanto tiempo que pensé que tal vez le había dado un ataque.

—¿Así que realmente habías venido aquí para patearme el culo?

Se me crisparon los labios.

—Sí, eso es.

El chico negó con la cabeza.

—¿Tienes alguna idea de en qué te estás metiendo?

—Lo sé. —Me crucé de brazos—. Y sé que, una vez que me tengan, van a intentar que haga híbridos.

—¿En alguna ocasión has tenido que observar a la gente morir, una y otra vez? ¿No? Pregúntale a tu hermano.

No lo dudé.

—Ella vale todo por lo que tenga que pasar.

—Hay cosas peores —añadió en voz baja—. Si tú y Hunter pudierais apartar vuestras diferencias un par de segundos, probablemente él mismo te lo contaría. Hacen algunas cosas ahí que te volverían loco.

—Más razón todavía para rescatar a Kat.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Cómo vas a sacarla de ahí? —preguntó con curiosidad.

Buena pregunta.

—Todavía no he llegado tan lejos.

Luc me observó durante un momento y después rompió a reír.

—Buen plan. Me gusta. Solo un par de cosas podrían salir mal así.

—¿Cómo lograste escapar tú, Luc?

Él inclinó la cabeza hacia un lado.

—No quieres saber lo que hice. Y tú no harás lo que hice yo.

Un frío estremecimiento me recorrió la piel. Lo creía.

Luc dio un paso hacia atrás.

—Tengo que ocuparme de esto otro, así que…

Mi mirada se deslizó hasta el pasillo.

—Trabajando con los Arum, ¿eh?

Su boca se crispó.

—Los Arum y los Luxen no son tan diferentes. Ellos están tan mal como vosotros.

Qué raro. Nunca lo había visto de ese modo.

Luc bajó la barbilla y soltó un taco. Después levantó la mirada hasta mí y dijo:

—La mayor debilidad de Dédalo es su arrogancia. Su necesidad de crear lo que jamás debería ser creado. Su necesidad de controlar lo que jamás puede ser controlado. Están jugando con la evolución, amigo mío. Eso nunca termina bien en las películas, ¿verdad?

—No. Nunca. —Comencé a girarme.

—Espera —dijo, deteniéndome—. Puedo ayudarte.

Lo miré a la cara, con la cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Qué quieres decir?

Los ojos color amatista de Luc, tan parecidos a los de Ethan que resultaba alarmante, se pegaron a los míos. Sin embargo, había algo extraño en los suyos, con esa línea alrededor de las pupilas.

—Su mayor defensa es que el mundo no sabe que existen. No saben que nosotros existimos.

No podía apartar la mirada, y decidí que ese Luc era espeluznante.

Entonces sonrió.

—Tienen algo que quiero, y apuesto a que está donde retienen a Katy.

Mis ojos se estrecharon. Los tratos nunca me han gustado demasiado.

—¿Qué es lo que quieres?

—Tienen algo llamado LH-11. Eso es lo que quiero.

—¿LH-11? —Fruncí el ceño—. ¿Qué demonios es eso?

—El comienzo de todo y el fin del comienzo —dijo misteriosamente, y un extraño resplandor llenó sus ojos purpúreos—. Lo sabrás cuando lo veas. Consíguelo para mí, y me aseguraré de que salgas de donde quiera que estés.

Me quedé mirándolo.

—No dudo de tu genialidad, pero ¿cómo puedes sacarnos a Kat y a mí de un lugar si ni siquiera sabes dónde se encuentra?

Él arqueó una ceja.

—Debes de estar dudando de mi genialidad si lo preguntas, y no deberías. Tengo gente en todas partes, Daemon. Lo hablaré con ellos y me avisarán cuando aparezcas.

Reí suavemente y negué con la cabeza.

—¿Por qué debería confiar en ti?

—Nunca te he pedido que confiaras en mí. Pero no tienes elección. —Hizo una pausa y, maldita sea, tenía razón—. Consígueme el LH-11, y yo me aseguraré de que tú y tu gatita salgáis de cualquier lugar infernal donde os metan. Es una promesa.

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