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Capítulo 9

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CAPÍTULO 9

KATY

Las piernas me dolían mientras seguía a Archer, cojeando, hasta la sala de entrenamiento. ¿Con quién me enfrentaría ese día? ¿Con Mo? ¿El tío de la cresta? ¿O sería la chica con ese pelo rojo tan bonito? No importaba. Iban a patearme el culo. Lo único que sabía era que no dejarían que ninguno de esos híbridos me matara. Era demasiado valiosa.

Archer ralentizó el ritmo para permitirme que lo alcanzara, cojeando. No había dicho nada desde que había salido de mi celda el día anterior, pero estaba acostumbrada a su silencio. Sin embargo, no conseguía entenderle. No parecía que apoyara nada de aquello, pero nunca lo decía directamente. Tal vez para él tan solo era un trabajo.

Nos detuvimos frente a las puertas que había aprendido a odiar. Respiré profundamente y las atravesé cuando se abrieron. No tenía sentido retrasar lo inevitable.

El sargento Dasher esperaba en el interior, vestido con el mismo uniforme que había estado llevando desde la primera vez que lo vi. Me pregunté si tenía un suministro infinito de uniformes iguales. Si no, debía de dejarse un pastón de narices en la tintorería.

Estas eran las estupideces que pensaba antes de que me convirtieran en un cardenal gigante.

Dasher me observó. Gracias al vistazo que había podido echarle a mi reflejo en el espejo empañado del baño sabía que estaba hecha un desastre. En el lado derecho de la cara, mi mejilla y mi ojo eran de un feo tono púrpura, y estaban hinchados. Tenía partido el labio inferior. El resto de mi cuerpo parecía una colección de moratones.

Negó con la cabeza y se apartó a un lado para dejar que el doctor Roth me examinara. Él me tomó la presión, me escuchó respirar y me dirigió una luz a los ojos.

—Parece un poco peor —dijo, guardando el estetoscopio en la bata—. Pero puede participar en las pruebas de presión.

—Estaría bien si realmente participara —gruñó uno de los tíos junto a los paneles de control—, en lugar de quedarse ahí quieta.

Le lancé una mirada, pero, antes de que pudiera abrir la boca, el sargento Dasher intervino.

—Hoy va a ser diferente —dijo.

Crucé los brazos y fijé los ojos en él.

—No. No lo será. No voy a luchar contra ellos.

Él alzó un poco la barbilla.

—Tal vez te hemos introducido en las pruebas de presión de forma incorrecta.

—Vaya —dije, sonriendo para mis adentros cuando entrecerró los ojos—. ¿Qué parte de todo esto es incorrecta?

—No queremos que luches solo por luchar, Katy. Queremos asegurarnos de que tu mutación es viable. Veo que no estás dispuesta a herir a otro híbrido.

Una débil chispa de esperanza resplandeció en mi interior, como una frágil semilla que atravesara el suelo. Tal vez haberme plantado y acumular todos esos cardenales había servido para algo. Era un pequeño paso que quizá no significara nada para ellos, pero para mí lo significaba todo.

—Sin embargo, debemos comprobar cómo funcionan tus habilidades bajo gran presión. —Hizo un gesto en dirección a los hombres junto a los paneles, y mi esperanza se quebró y se consumió. La puerta se abrió—. Creo que responderás mejor a esta prueba.

Oh, Dios. No quería atravesar esas puertas, pero me forcé a poner un pie delante del otro, negándome a mostrar la más mínima debilidad.

La puerta se cerró detrás de mí y me enfrenté a la otra puerta, esperando mientras se formaba un nudo en mi estómago. ¿Cómo podían hacer que aquello fuera aceptable? No había nada que pudieran…

En ese instante se abrió la otra puerta y Blake la atravesó.

Solté una risa seca y amarga mientras él entraba pavoneándose, sin prestar atención apenas a la puerta que se cerraba tras él. De pronto, las palabras de Dasher sobre responder mejor a aquella prueba cobraron sentido.

Blake frunció el ceño mientras se detenía enfrente de mí.

—Estás hecha una mierda.

La furia bulló en mi interior.

—¿Y te sorprende? Ya sabes lo que hacen aquí.

Él se pasó los dedos por el pelo mientras sus ojos recorrían mi cara.

—Lo único que tenías que hacer era acceder a la Fuente. Solo estás poniéndotelo más difícil.

—¿Que yo me lo estoy…? —Me detuve mientras la furia ardía dentro de mí. La Fuente se revolvió en mi estómago, y sentí que se me erizaba todo el vello del cuerpo—. Estás realmente loco.

—Mírate. —Dirigió una mano hacia mí—. Solo tenías que hacer lo que te pedían, y podrías haber evitado todo esto.

Avancé hacia él, fulminándolo con la mirada.

—Si no nos hubieras traicionado para empezar, también podría haber evitado todo esto.

—No. —Una mirada de tristeza apareció en su cara—. Habrías acabado aquí de todos modos.

—Yo no lo creo.

—No quieres creerlo.

Respiré profundamente, pero la furia estaba invadiéndome. Blake movió una mano para ponerla sobre mi hombro, pero yo se la aparté de un manotazo.

—No me toques.

Se quedó mirándome un momento, y entonces sus ojos se estrecharon.

—Como ya te he dicho, si quieres enfadarte con alguien, enfádate con Daemon. Él fue quien te hizo esto, no yo.

Eso fue la gota que colmó el vaso.

Toda la furia contenida y la frustración me atravesaron como un huracán de categoría cinco. Mi cerebro se desconectó, y giré sin pensar. Mi puño se estampó contra su mandíbula, pero la Fuente asomó la cabeza al mismo tiempo. Un rayo de luz salió de mi mano y lo hizo girar.

Se golpeó contra la pared y soltó una risotada de sorpresa.

—Maldita sea, Katy. Eso ha dolido.

La energía bajó chisporroteando por mi columna vertebral, fusionándose con mis huesos.

—¿Cómo te atreves a culparlo por esto? ¡Esto no es culpa suya!

Blake se volvió y se recostó contra la pared. Le salía sangre del labio, y se la limpió con la palma de la mano. Un extraño resplandor apareció en sus ojos, y después se apartó de la pared.

—Esto es totalmente culpa suya.

Lancé el brazo hacia delante y otro rayo de energía salió disparado, pero él lo esquivó, riendo mientras se giraba, con los brazos a los lados.

—¿Esto es lo mejor que puedes hacer? —me provocó—. Vamos. Te prometo que no seré duro contigo, «gatita».

Perdí la razón con el uso del mote, el mote de Daemon. Blake me alcanzó en un instante. Me aparté rápidamente a un lado, ignorando la dolorosa protesta de mis músculos. Lanzó el brazo en un gancho, y una luz blanca y rojiza chisporroteó. Me volví en el último segundo, esquivando un golpe directo por muy poco.

Dejé que la oleada de energía fluyera a través de mí una vez más, y envié un rayo al otro lado de la habitación, golpeándolo en el hombro.

Tropezó hacia atrás y se llevó las manos a las rodillas mientras se doblaba.

—Creo que puedes hacerlo mejor, «gatita».

Una furia ardiente me cubrió los ojos como un velo. Me abalancé hacia delante y lo plaqué con la fuerza de un jugador de fútbol americano dopado. Caímos en una maraña de brazos y piernas entrelazados. Aterricé encima de él, lanzando el brazo hacia delante y hacia atrás una y otra vez. Ni siquiera veía realmente qué estaba golpeando, tan solo sentía el estallido de dolor de mis nudillos cuando golpeaban la carne.

Blake metió los brazos entre los míos y los apartó, desequilibrándome. Me balanceé durante un segundo, y después él alzó las caderas y se volvió. Caí de espaldas, y el aire se me escapó de los pulmones. Traté de alcanzarle la cara, empeñada en sacarle los ojos con las uñas.

Él me atrapó las muñecas y me las puso sobre la cabeza mientras se inclinaba hacia abajo. Tenía un corte bajo el ojo izquierdo, y su mejilla estaba comenzando a hincharse. Me atravesó una feroz satisfacción.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo con una sonrisa que hizo que las motas verdes de sus ojos brillaran más—. ¿Alguna vez le dijiste a Daemon que me besaste? Apuesto a que no.

Sentía cada aliento que tomaba en cada parte de mi cuerpo. Notaba la piel hipersensible a su peso y su proximidad. El poder se acumuló en mi interior, y la habitación parecía estar cubierta de un brillante resplandor blanco. La furia me consumía, presente en cada inspiración y aferrándose a cada célula.

Su sonrisa se ensanchó.

—Al igual que nunca le dijiste cómo nos gustaba acurrucarnos…

El poder salió de mí en un estallido, y de pronto ya no estaba en el suelo… Ninguno de los dos estaba en el suelo, sino levitando un par de metros en el aire. Mi pelo caía debajo de mí, y el suyo le cayó sobre los ojos.

—Mierda —susurró Blake.

Me lancé hacia delante, liberé mis muñecas de su agarre y estampé las manos sobre su pecho. La impresión cruzó su pálido rostro durante un segundo antes de que saliera volando hacia atrás para estrellarse contra la pared. El cemento se resquebrajó, y apareció una fisura semejante a una telaraña. La habitación entera pareció temblar con el impacto mientras la cabeza de Blake caía hacia atrás y después él caía hacia delante. Una parte de mí esperaba que se sujetara antes de golpear el suelo, pero no lo hizo. Cayó sobre él con un sonido carnoso que me quitó la furia de golpe.

Como si hubieran estado sujetándome con unas cuerdas invisibles que hubieran sido cortadas, aterricé sobre mis talones y avancé un paso.

—¿Blake? —grazné.

No se movió.

Oh, no…

Con los brazos temblando, comencé a arrodillarme, pero algo oscuro y espeso se extendía desde debajo de su cuerpo. Mi mirada fue hacia la pared. Una marca del tamaño de Blake era claramente visible, una forma que había abierto un agujero de casi un metro en el cemento.

Oh, Dios, no…

Bajé la mirada lentamente.

La sangre se acumulaba desde debajo de su cuerpo inmóvil y se extendía por el suelo de cemento gris, en dirección a mis zapatillas.

Retrocedí tropezando y abrí la boca, pero no salió ningún sonido. Blake no se movió. No se dio la vuelta con un gruñido. No se movió en absoluto. Y la piel visible de sus manos y antebrazos ya estaba empalideciendo, tomando un espantoso tono blanco que contrastaba cruelmente contra el rojo oscuro de la sangre.

Blake estaba muerto.

Oh, Dios mío.

El tiempo se ralentizó y después se aceleró. Si estaba muerto, eso significaba que el Luxen que lo había mutado también lo estaba, porque así era como funcionaba. Estaban unidos, como Daemon y yo, y si uno moría… el otro moría.

Blake se lo merecía por muchos motivos. Yo incluso había prometido matarlo, pero las palabras… Las palabras eran una cosa. Las acciones eran algo totalmente diferente. Y Blake, incluso a pesar de todas las cosas terribles que había hecho, era un producto de las circunstancias. Solo estaba provocándome. Había matado sin quererlo realmente. Me había traicionado para salvar a otro.

Igual que había hecho yo, igual que haría yo.

La mano me tembló mientras la presioné contra mi boca. Recordé de golpe todo lo que le había dicho. Y en ese pequeño segundo que me había rendido a la furia, en ese minúsculo instante, había cambiado, me había convertido en algo de lo que no estaba segura de poder volver alguna vez. Mi pecho subía y bajaba rápidamente al tiempo que mis pulmones se oprimían dolorosamente.

El intercomunicador sonó, y el zumbido inicial me sobresaltó en medio del silencio sepulcral. La voz del sargento Dasher llenó la habitación, pero no podía quitar los ojos del cuerpo sin vida de Blake.

—Perfecto —dijo—. Has pasado esta prueba de presión.

Era demasiado… Acabar ahí, tan lejos de mi madre, de Daemon y de todo lo que conocía, y después las pruebas médicas y los continuos enfrentamientos con los híbridos… ¿Y después aquello? Era demasiado.

Eché la cabeza hacia atrás y abrí la boca para gritar, pero no salió ningún sonido, ni siquiera cuando Archer entró y colocó una mano sobre mi hombro, conduciéndome fuera de la habitación. Dasher dijo algo que sonó muy parecido a un padre que diera su aprobación, y después me hicieron salir de la sala de entrenamiento para llevarme a una consulta, donde el doctor Roth esperaba para sacarme más sangre. Llevaron ahí a una Luxen para que me curara. Los minutos se convirtieron en horas, pero yo seguí sin decir ni sentir nada.

DAEMON

Llevar esposas de metal recubierto de ónice con los ojos vendados durante cinco horas y que después me metieran en un avión no es lo que yo llamo diversión. Supongo que los asustaba que estrellara el avión, lo cual era una estupidez: estaban llevándome a donde quería ir. No sabía cuál era el lugar, pero sabía que era allí donde tenían a Kat.

Y si no se encontraba allí, iba a ponerme hecho una fiera.

Cuando el avión aterrizó, me metieron en un coche que estaba esperándonos. Desde debajo de la venda podía ver una luz brillante, y el olor era muy seco y ácido, vagamente familiar. ¿El desierto? Durante el viaje en coche de dos horas me di cuenta de que estaba volviendo al lugar donde había estado por última vez hacía casi trece años.

Área 51.

Sonreí con suficiencia. Mantenerme vendado era inútil. Sabía dónde estábamos. A todos los Luxen, cuando nos descubrían, se nos procesaba en el remoto destacamento de la Base de la Fuerza Aérea Edwards. Yo era joven, pero jamás olvidaría la sequedad del aire ni el paisaje remoto y desértico del lago Groom.

Cuando el vehículo se detuvo, suspiré y esperé a que se abriera la puerta que tenía al lado. Unas manos aterrizaron en mis hombros y me sacaron del coche. Pensé que quienquiera que fuera era muy afortunado de que tuviera las manos esposadas detrás de la espalda, porque de lo contrario iba a acabar la jornada laboral con la mandíbula rota.

El calor seco del desierto de Nevada me golpeó mientras me conducían unos cuantos metros, y después una oleada de aire frío me abofeteó, levantando los mechones de pelo que me caían sobre la frente. No me quitaron la venda hasta que entramos en un ascensor.

Nancy Husher me sonrió.

—Lo siento, pero debemos tomar precauciones.

Le sostuve la mirada.

—Sé dónde estamos. He estado aquí antes.

Ella alzó una única ceja delgada.

—Han cambiado muchas cosas desde que eras niño, Daemon.

—¿Podéis quitarme ya esto? —pregunté, moviendo los dedos.

Ella miró a uno de los soldados vestidos con tela de camuflaje. Parecía joven, pero la boina color caqui ocultaba la parte superior de su rostro.

—Quítale las esposas. No va a causarnos ningún problema. —Volvió a mirarme—. Creo que Daemon sabe que este lugar está equipado con un sistema de defensa de ónice.

El guardia dio un paso hacia delante y extrajo una llave. Su mandíbula tensa delataba que no estaba muy seguro de si debía creerla, pero me abrió las esposas, y estas me rasparon la piel herida de las muñecas cuando me las quitó. Sacudí los hombros para aliviar los músculos agarrotados. Unas marcas rojas rodeaban mis muñecas, pero no era nada grave.

—Me comportaré —dije, haciendo crujir el cuello—. Pero quiero ver a Kat ya.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Nancy salió y el soldado me indicó que la siguiera.

—Hay algo que tienes que ver primero.

Me paré en seco.

—Eso no es parte del trato, Nancy. Si quieres que siga adelante con esto, debo ver a Kat ahora.

Ella me miró por encima del hombro.

—Lo que voy a mostrarte tiene que ver con Katy. Entonces la verás.

—Quiero… —Me di la vuelta de golpe para mirar de arriba abajo al guardia que estaba respirándome en la nuca—. En serio, tío, apártate un poco.

El tipo era media cabeza más bajo que yo y ni se acercaba a mis extraordinarias habilidades para patear culos, pero no se apartó.

—Sigue. Caminando.

Me puse rígido.

—¿Y si no lo hago?

—Daemon —dijo Nancy, con la voz teñida de impaciencia—. Lo único que estás haciendo es retrasar lo que quieres.

Por mucho que odiara admitirlo, tenía razón. Le lancé al tío una última mirada de advertencia, y después me volví y seguí a la mujer por el pasillo. Todo era blanco, a excepción de los puntos negros en las paredes y en el techo.

No recordaba demasiado sobre el interior del edificio de cuando había estado allí de niño, pero sí que recordaba que habíamos podido ir a muy pocos lugares. La mayoría del tiempo nos habían tenido en un piso comunitario, hasta que nos hubimos integrado y nos dejaron en libertad.

Volver a estar allí no me sentaba bien por un montón de razones.

Nancy se colocó sobre una puerta y se inclinó. Una luz roja apareció y brilló sobre su ojo derecho. La luz del panel se volvió verde y la puerta se abrió. Eso iba a ser complicado, y me pregunté si el sistema estaría diseñado para reconocerlo si tomaba la forma de Nancy. Sin embargo, me sentía tan drenado como el desierto por culpa de aquello con lo que estuviera equipado el edificio, así que no estaba seguro de qué podría lograr realmente.

Dentro de la pequeña habitación circular había varios monitores controlados por hombres de uniforme. Cada una de las pantallas mostraba una habitación, pasillo o piso diferentes.

—Marchaos —dijo Nancy.

Los hombres se levantaron de sus puestos y abandonaron la habitación rápidamente, dejándonos solos a Nancy, a mí y al pelele que nos había acompañado.

—¿Qué quieres mostrarme? —le pregunté—. ¿La Eurocopa?

Apretó los labios.

—Esta es una de las muchas salas de control de seguridad dispuestas en los edificios. Desde aquí podemos observar todo lo que sucede en Hacienda Paraíso.

—¿Hacienda Paraíso? —Solté una risa amarga—. ¿Así es como lo llamáis ahora?

Ella se encogió de hombros y se volvió hacia uno de los monitores. Sus dedos volaron sobre el teclado.

—Todas las habitaciones son grabadas. Eso nos permite monitorizar cualquier actividad por distintas razones.

Me pasé una mano por la barba incipiente de mi mejilla.

—Vale.

—Una de nuestras preocupaciones cada vez que traemos a algún híbrido nuevo es asegurarnos de que no suponen un peligro para ellos o para los demás —comenzó, cruzando los brazos—. Es un proceso que nos tomamos muy en serio, y pasamos por varias rondas de pruebas para asegurarnos de que son viables.

Realmente no me gustaba hacia dónde se dirigía todo aquello si tenía algo que ver con Kat.

—Katy ha demostrado tener algunos problemas, y puede volverse muy peligrosa.

Apreté los dientes con tanta fuerza que me sorprendió que no se rompieran.

—Si ha hecho algo, es porque la han provocado.

—¿Seguro? —Nancy presionó un botón del teclado, y la pantalla que tenía encima a la izquierda se encendió.

Kat.

Me quedé sin aliento. El corazón se me detuvo y después comenzó a latir a toda velocidad.

Kat estaba en la pantalla, sentada con la espalda contra una pared. La imagen tenía grano, pero era ella… Era ella. Llevaba la ropa que vestía la noche que la capturaron en Mount Weather, y eso había sido hacía semanas. Me sentí confundido. ¿Cuándo habían grabado aquello? No podía ser en directo.

El pelo le caía a los lados, ocultando su hermoso rostro. Estuve a punto de decirle que levantara la mirada, pero en el último segundo me di cuenta de que eso me haría quedar como un imbécil.

—Como puedes ver, no hay nadie cerca de ella —señaló Nancy—. Ese que hay en la habitación es el sargento Dasher. Está haciendo la entrevista inicial.

De pronto, Kat levantó la barbilla y se puso en pie de un salto. Pasó corriendo junto a un hombre alto con uniforme militar. Al segundo siguiente, cayó al suelo. Me quedé mirándola horrorizado mientras se marchitaba, y entonces uno de los hombres desenganchó una manguera de la pared.

Nancy presionó otro botón y la imagen cambió. Me costó un segundo recobrarme de la última escena y comprender lo que sucedía en la nueva, pero cuando lo hice una rabia pura y ardiente me encendió.

En la pantalla estaban ella y ese maldito de Blake, ambos en guardia. Kat se volvió para coger la lámpara, pero él se lanzó hacia ella y la bloqueó. Cuando Kat lo golpeó, me llené de orgullo. Esa era mi gatita, con sus garras de luchadora.

Pero lo que sucedió después me hizo buscar la forma de salir de la habitación. Blake había interceptado su puñetazo, le había retorcido el brazo y la había hecho girar. Pude ver dolor en el rostro de Kat, y después él la puso boca arriba sobre la cama, atrapada.

Me puse hecho una furia.

—Esto no está pasando ahora —explicó Nancy con calma—. Esto sucedió hace un tiempo, cuando llegó aquí. No hay sonido.

Respiré pesadamente y me volví de nuevo a la pantalla. Estaban forcejeando, y era evidente que Blake era más fuerte que ella. Sin embargo, ella seguía luchando, y su espalda se arqueaba mientras su cuerpo se retorcía bajo el de él. Noté la violencia en mi interior, impulsada por una fuerte ira y un nivel de impotencia que nunca había sentido antes y sabía a la sangre de Blake. Mis manos se cerraron en puños y quise estamparlos contra el monitor, ya que la cara de Blake no estaba frente a mí.

Cuando la sacó de la cama y la vi arrastrándola por el suelo hasta salir de la pantalla, me giré hacia Nancy.

—¿Qué ha pasado? ¿Adónde se la ha llevado?

—Al baño, donde no hay ninguna cámara. Tenemos cierto sentido de la privacidad.

Hizo clic en algo y el vídeo avanzó a cámara rápida unos minutos, y Blake entró desde la derecha. Se sentó en la cama (su cama) y Kat apareció unos cuantos segundos después, completamente empapada.

Di un paso hacia delante, soltando aire por la nariz. Intercambiaron unas palabras y después Kat se volvió, abrió el cajón de una cómoda y sacó ropa. Desapareció de nuevo en el baño.

Blake reposó la cabeza sobre las manos.

—Voy a cargármelo, joder —prometí a nadie en particular, pero era una promesa que tenía intención de mantener. Iba a pagar por aquello, por todo aquello, de una forma u otra.

El soldado se aclaró la garganta.

—Blake ya no es un problema.

Me volví hacia él, respirando entrecortadamente.

—¿Te importaría decirme por qué?

Él apretó los labios.

—Está muerto.

—¿Qué?

—Está muerto —repitió el tío—. Katy lo mató hace dos días.

Sentí como si el suelo desapareciera debajo de mí. Mi primera reacción fue negarlo, porque no quería creer que Kat hubiera tenido que hacer algo así, que hubiera tenido que pasar por algo así.

El monitor se apagó y Nancy me observó.

—La razón por la que te he enseñado esto no es para alterarte ni enfadarte. Necesitas ver con tus propios ojos que Katy ha demostrado ser peligrosa.

—No tengo duda alguna de que si Kat realmente hizo eso fue por una razón. —El corazón me palpitaba con fuerza en el pecho. Necesitaba verla. Si había hecho eso… No podía soportar pensar por lo que estaría pasando—. Y yo también lo habría hecho de haber estado en su lugar.

Nancy chasqueó la lengua con suavidad, y la añadí a mi lista de personas que iban a morir dolorosamente.

—Odiaría pensar que tú también eres inestable —dijo.

—Kat no es inestable. En todos estos vídeos está defendiéndose a sí misma o está asustada.

Nancy produjo un sonido de desacuerdo.

—Los híbridos pueden ser muy impredecibles.

Busqué su mirada y se la sostuve.

—Y los Luxen también.

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