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Capítulo 13

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CAPÍTULO 13

DAEMON

—Eh… —murmuré.

Los ojos del niño eran de color púrpura; como dos amatistas, con esas extrañas líneas alrededor de las pupilas, igual que los de Luc. Y estaban vacíos y fríos mientras examinaba a los oficiales que tenía frente a él.

El doctor Roth dio unos pasos hacia él.

—Micah, ¿qué estás haciendo? Ya sabes que no debes estar en este edificio. ¿Dónde está tu…?

Pasaron varias cosas al mismo tiempo y, sinceramente, no me lo hubiera creído de no haberlo visto con mis propios ojos.

El niño levantó una mano, y hubo una serie de estallidos… Estallidos de las balas abandonando las cámaras de los rifles. El jadeo horrorizado de Kat me dijo que estaba pensando lo mismo que yo: ¿realmente iban a disparar a un niño?

Pero las balas se detuvieron, como si el niño fuera un Luxen o un híbrido, pero no era de mi raza. Lo habría sentido. Tal vez fuera un híbrido, porque las balas golpearon una resplandeciente pared azulada a su alrededor. La luz azul se expandió, tragándose las balas, docenas de ellas, e iluminándolas como si se trataran de luciérnagas azules. Permanecieron suspendidas en el aire durante un segundo, y después desaparecieron completamente. El niño movió los dedos hacia sí mismo, como si estuviera indicándoles que fueran a jugar con él, y después, en plan Magneto, las pistolas salieron volando de entre las manos de los oficiales, zumbando en dirección a él. Se detuvieron también en mitad del aire y se iluminaron con vibrantes tonos de azul. Un segundo después, se convirtieron en polvo.

Kat enterró las manos en mi espalda.

—Jo…

—… der —terminé yo.

El doctor Roth estaba intentando abrirse camino entre los soldados.

—Micah, no puedes…

—No quiero volver a ese edificio —dijo el niño, con una voz que era extrañamente aguda y plana al mismo tiempo.

Washington el pelele se movió hacia delante, sujetando una pistola. El doctor Roth gritó, y Micah giró la cabeza bruscamente. El rostro del guardia palideció, y Micah cerró una mano. Washington cayó al suelo de rodillas, sujetándose la cabeza mientras se doblaba hacia delante. Tenía la boca abierta en un grito silencioso, y le salía sangre de los ojos.

—¡Micah! —El doctor Roth apartó a un oficial de su camino—. ¡Eso está mal! ¡Está mal, Micah!

Mal… ¿Que estaba mal? Se me ocurrían un montón de palabras que encajarían mucho mejor que «mal».

—Dios mío… —susurró Kat—. Ese niño es como Damien, de La profecía.

Me habría reído, porque con el pelo castaño con corte de tazón y una sonrisa ligeramente traviesa se parecía mucho al pequeño Anticristo. Pero no era divertido, porque Washington había caído con la cara contra el suelo y el niño rarito estaba ahora mirándome con esos ojos púrpura.

Maldita sea, no me gustan los niños raritos.

—Iba a hacerme daño —dijo Micah, sin quitarme los ojos de encima—. Y todos queréis obligarme a volver a mi habitación. Yo no quiero volver a mi habitación.

Varios de los oficiales retrocedieron cuando Micah dio un paso hacia delante, pero el doctor Roth permaneció ahí, con la jeringuilla oculta detrás de su espalda.

—¿Por qué no quieres volver a tu habitación, Micah?

—Una pregunta mejor es por qué no deja de mirarte —susurró Kat.

Tenía razón.

Micah avanzó cautelosamente rodeando a los oficiales, que permanecían bien alejados de él. Sus pasos eran ligeros y extremadamente gatunos.

—Los demás no quieren jugar conmigo.

¿Había más como él? Dios bendito…

El doctor se volvió, sonriendo en dirección al chico.

—¿Es porque no estás compartiendo tus juguetes?

Kat se atragantó con lo que sonó como una risa casi histérica.

Micah dirigió los ojos hacia el doctor.

—Compartiendo no es como impones tu dominio.

Qué. De. Mo. Nios.

—Compartir no significa siempre que estás cediendo el control, Micah. Te lo hemos enseñado.

El niño se encogió de hombros y volvió a dirigir su mirada hacia mí.

—¿Quieres jugar conmigo?

—Eh… —No tenía ni idea de qué decir.

Micah inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió. Aparecieron dos hoyuelos en sus mejillas redondeadas.

—¿Puede jugar conmigo, doctor Roth?

Si el hombre decía que sí, iba a cabrearme mucho.

El doctor Roth asintió con la cabeza.

—Estoy seguro de que podrá jugar contigo más tarde, Micah, pero ahora mismo tenemos que llevarte a tu habitación.

El niño hizo sobresalir su labio inferior.

—¡Yo no quiero volver a mi habitación!

Casi esperaba que la cabeza comenzara a darle vueltas, y tal vez lo habría hecho, pero el doctor se abalanzó hacia él con la jeringuilla en la mano.

Micah se volvió y gritó mientras cerraba las pequeñas manos en puños. El doctor Roth soltó la jeringuilla y cayó sobre una rodilla.

—Micah —jadeó, presionándose las sienes con las manos—. Tienes que detenerte.

Micah dio un pisotón en el suelo.

—¡No quiero…!

Un dardo salió de la nada y se clavó en el cuello del niño, que abrió los ojos y después sus piernas cedieron. Salí disparado hacia delante y cogí al chiquillo en brazos antes de que cayera de cara. Puede que diera un mal rollo de narices, pero seguía siendo un niño.

Levanté la mirada y vi que el sargento Dasher se encontraba a mi derecha.

—Buen tiro, Archer —dijo.

Archer volvió a enfundar la pistola asintiendo bruscamente con la cabeza.

Me giré hacia Micah. Tenía los ojos abiertos, y los clavó en los míos. No se movía en absoluto, pero el niño estaba ahí, completamente consciente.

—¿Qué demonios…? —susurré.

—Que alguien lleve a Washington a la consulta médica y se asegure de que no le ha destrozado completamente el cerebro. —Dasher estaba dando órdenes—. Roth, lleva al niño a una consulta inmediatamente y averigua cómo ha logrado salir del edificio B, y dónde demonios se encuentra su rastreador.

Roth se puso en pie, frotándose las sienes.

—Sí… Sí, señor.

El sargento dio un paso hacia él, con los ojos relucientes, y dijo en voz baja:

—Si vuelve a hacerlo, habrá que destruirlo. ¿Lo comprendes?

¿Destruirlo? Dios mío. Alguien apareció a mi lado para coger al niño. Casi no quería dejarlo marchar, pero no había discusión posible. La mano de Micah se aferró a la parte frontal de mi camiseta y permaneció allí mientras el soldado lo cogía en brazos.

Aquellos extraños ojos eran aún más raros de cerca. El círculo alrededor de las pupilas era irregular, como si el negro se hubiera derramado en los bordes.

«No saben que nosotros existimos».

Aturdido, me aparté hacia atrás y él soltó mi camiseta. La voz del niño estaba en mi cabeza. Era imposible, pero había sucedido. Lo observé con incredulidad mientras el oficial lo sujetaba bien y se volvía. Lo más extraño era que se trataba exactamente de lo mismo que había dicho Luc.

Ese niño no era como Kat o como yo. Ese niño era algo completamente diferente.

KATY

Por todos los demonios…

Un niño había desarmado a unos quince hombres, y probablemente habría hecho mucho más si Archer no le hubiera disparado un tranquilizante. Honestamente, ni siquiera sabía lo que acababa de ver o lo que era aquel niño, pero Daemon parecía considerablemente más alterado que yo. Noté una punzada de miedo en mi interior. ¿Le habría hecho algo el niño?

Me aparté de la pared y corrí hacia Daemon.

—¿Estás bien?

Él se pasó una mano por el pelo mientras asentía.

—Alguien tiene que llevarse a esos dos de vuelta a sus habitaciones —dijo el sargento Dasher, y después respiró profundamente y comenzó a ladrar más órdenes. Archer se movió hacia nosotros.

—Espera. —Rodeé un brazo de Daemon con el mío, negándome a moverme—. ¿Qué ha sido eso?

—No tengo tiempo para esto —replicó Dasher, estrechando los ojos—. Llévatelos de vuelta a sus habitaciones, Archer.

La furia surgió dentro de mí, amarga y poderosa.

—Pues saca tiempo.

Dasher giró la cabeza de golpe hacia mí, y yo le devolví la mirada. Daemon estaba escuchando la conversación, con la atención puesta en el sargento. Flexionó los músculos bajo mis manos.

—Ese niño no era un Luxen ni un híbrido —dijo—. Creo que nos debéis una respuesta directa.

—Es lo que llamamos un origen —respondió Nancy, apareciendo de detrás del sargento—. Como en un nuevo comienzo: el origen de la especie perfecta.

Abrí la boca y después la cerré de golpe. ¿El origen de la especie perfecta? Sentía como si hubiera caído de cabeza en una película de ciencia ficción realmente mala, salvo porque aquello era real.

—Puede irse, sargento. Yo tengo tiempo para ellos —dijo Nancy, que levantó la barbilla y se encontró con la mirada incrédula de Dasher—. Y quiero un informe completo sobre cómo y por qué ha habido dos incidentes con los orígenes en cuestión de veinticuatro horas.

Dasher exhaló con fuerza por la nariz.

—Sí, señora.

Estaba algo aturdida cuando juntó los talones y giró sobre ellos, pero aquello confirmaba mis sospechas de que era Nancy quien dirigía el cotarro.

La mujer extendió un brazo en dirección a una de las puertas cerradas.

—Sentémonos.

Mantuve el brazo alrededor del de Daemon y seguí a Nancy hasta una habitación pequeña, con tan solo una mesa redonda y cinco sillas. Archer se unió a nosotros, siempre nuestra sombra, pero permaneció junto a la puerta mientras los otros tres nos sentábamos.

Daemon puso un codo sobre la mesa y una mano en mi rodilla mientras se inclinaba hacia delante, con los brillantes ojos fijos en Nancy.

—Vale. Así que ese crío es un origen. O lo que sea. ¿Qué significa eso exactamente?

Nancy se recostó en su silla y cruzó una pierna sobre la otra.

—No estábamos preparados para compartir esa información con vosotros tan pronto, pero, teniendo en cuenta lo que habéis presenciado, realmente no tenemos otra opción. A veces las cosas no salen como planeamos, así que hay que adaptarse.

—Claro —dije, colocando mi mano sobre la de Daemon. Él giró la suya, entrelazando sus dedos con los míos, y nuestras manos unidas quedaron descansando sobre mi rodilla.

—El Proyecto Origen es el mayor logro de Dédalo —comenzó Nancy con voz firme—. Irónicamente, comenzó como un accidente hace más de cuarenta años. Empezó con uno y ha aumentado a más de cien hasta el momento. Como he dicho antes, a veces las cosas no suceden como las planeamos, así que hay que adaptarse.

Miré a Daemon, que parecía tan desconcertado e impaciente como yo, pero notaba en él una sensación enfermiza de ansiedad. De algún modo, sabía que lo que quiera que estuviéramos a punto de oír iba a dejarnos aturdidos.

—Hace cuarenta años, teníamos un hombre Luxen y una mujer híbrida a quien él había mutado. Al igual que vosotros, eran jóvenes y estaban enamorados. —Su labio superior se curvó en una mueca desdeñosa—. Tenían permitido verse, y en algún momento durante su estancia con nosotros la mujer se quedó embarazada.

Madre mía.

—Al principio no nos dimos cuenta, no hasta que empezó a notársele. Veréis, en esa época no hacíamos pruebas para las hormonas relativas al embarazo. Por la información que habíamos reunido sabíamos que es muy difícil para un Luxen concebir con otro, así que no se nos pasó por la cabeza que aquel fuera capaz de concebir con una humana, híbrida o no.

—¿Es eso cierto? —le pregunté a Daemon. Normalmente no hablábamos de hacer bebés—. ¿Es difícil concebir para un Luxen?

La mandíbula de Daemon se tensó.

—Sí, pero no podemos concebir con humanos, por lo que yo sé. Es como si un perro y un gato se liaran.

Puaj. Hice una mueca.

—Bonita comparación.

Daemon me dirigió una sonrisita.

—Tienes razón —concedió Nancy—. Los Luxen no pueden concebir con humanos, y en la mayoría de los casos tampoco pueden concebir con un híbrido, pero cuando la mutación es perfecta, completa a un nivel celular, y si parece haber un auténtico deseo, pueden hacerlo.

Por alguna razón, noté que me ardía la nuca. Hablar de bebés con Nancy era mucho peor que tener una charla sobre sexo con mi madre, y eso ya había sido lo bastante malo como para querer pegarme puñetazos a mí misma en el estómago.

—Cuando se descubrió que la híbrida estaba embarazada, el equipo se dividió entre los que pensaban que debía abortar y los que no. Puede que suene duro —añadió en respuesta a cómo Daemon se ponía rígido—, pero debéis comprender que no sabíamos lo que podría hacer ese embarazo, o la clase de hijo que podrían tener un Luxen y un híbrido. No teníamos ni idea de con qué estábamos tratando, pero afortunadamente se vetó el aborto y tuvimos la oportunidad de estudiar este suceso.

—Entonces… ¿tuvieron al bebé? —pregunté.

Nancy asintió con la cabeza.

—La duración del embarazo fue normal según los estándares humanos, entre ocho y nueve meses. El parto de nuestra híbrida se adelantó un poco.

—Los Luxen tardan alrededor de un año —explicó Daemon, y yo hice una mueca pensando que eso era un tiempo largo de narices para estar embarazada de trillizos—. Pero, como he dicho, es difícil.

—Cuando nació el bebé, no había nada destacable en su apariencia, a excepción de sus ojos. Eran de un tono púrpura, lo cual es un color extremadamente raro para un ser humano, con un círculo oscuro alrededor del iris. Los análisis de sangre mostraron que el bebé había adoptado tanto ADN humano como Luxen, que era diferente del ADN mutado de un híbrido. Hasta que el niño comenzó a crecer no nos dimos cuenta de lo que eso significaba.

Yo no tenía ni idea de lo que significaba.

Una sonrisa iluminó el rostro de Nancy; una sonrisa auténtica, como la de un niño la mañana de Navidad.

—El ritmo de crecimiento era normal, como cualquier otro niño humano, pero mostró señales de una inteligencia significativa desde el principio. Aprendió a hablar mucho antes que un niño normal, y los primeros tests de inteligencia que se le hicieron dieron como resultado un CI de más de doscientos, lo cual es rarísimo. Solo un cero coma cinco por ciento de la población tiene un CI de más de ciento cuarenta. Y aún hay más.

Recordé que Daemon me había dicho que los Luxen maduraban más deprisa que los humanos, no en apariencia física sino en intelecto y habilidades sociales, lo cual parecía dudoso teniendo en cuenta cómo se comportaba a veces.

Me dirigió una larga mirada, como si supiera lo que estaba pensando. Yo le apreté la mano.

—¿A qué te refieres con que hay más? —preguntó, volviéndose de nuevo hacia Nancy.

—Bueno, en realidad no hemos encontrado ningún límite, y seguimos aprendiendo de la experiencia. Cada niño, cada generación, parece tener diferentes habilidades. —Una luz llenó sus ojos mientras hablaba—. El primero era capaz de hacer algo que ningún híbrido ha sido capaz de hacer. Podía sanar.

Me recosté sobre mi asiento, pestañeando con rapidez.

—Pero… pensaba que solo los Luxen podían hacerlo.

—Nosotros creíamos lo mismo hasta que llegó Ro. Le pusimos el nombre del primer faraón egipcio documentado, que se creía que era un mito.

—Espera. ¿Lo nombrasteis vosotros? ¿Y qué pasa con sus padres? —pregunté.

Ella se encogió de hombros, y esa fue toda la respuesta que obtuvimos.

—La habilidad curativa de Ro iba a la par con la de los Luxen, era evidente que la había heredado de su padre. Durante el transcurso de su infancia, aprendimos que era capaz de hablar telepáticamente, no solo con los Luxen y los híbridos, sino también con los humanos. Las mezclas de ónice y diamante no provocaban ningún efecto en él. Tenía la velocidad y la fuerza de un Luxen, pero era más rápido y fuerte. Y, como los Luxen, podía acceder a la Fuente con la misma facilidad. Su habilidad para la resolución de problemas y la estrategia a tan corta edad se salía de lo común. Lo único que ni él ni ninguno de los orígenes han sido capaz de hacer es cambiar su apariencia. Ro era el espécimen perfecto.

Me llevó unos momentos asimilar todo, y cuando lo hice, había una cosa que destacaba sobre todo lo que había dicho. Se trataba de una palabra pequeña, pero era poderosa.

—¿Dónde está ahora Ro?

Parte de la luz desapareció de sus ojos.

—Ro ya no se encuentra con nosotros.

Aquello explicaba el uso del tiempo pasado.

—¿Qué le sucedió?

—Murió, por decirlo simplemente. Pero no fue el único. Nacieron unos cuantos más, y pudimos aprender cómo era posible la concepción. —Emocionada, comenzó a hablar con más rapidez—. El factor más interesante era que la concepción podía tener lugar entre cualquier Luxen macho y cualquier híbrida que hubiera mutado correctamente.

Daemon me soltó la mano mientras se recostaba sobre su silla. Arrugó las cejas al darse cuenta de lo que significaban sus palabras.

—¿Así que Dédalo tenía por casualidad un montón de Luxen e híbridos cachondos que estaban dispuestos a hacerlo mientras se encontraban aquí? Porque eso me parece extraño. Este lugar no es el más romántico precisamente, no crea el ambiente adecuado.

Se me revolvió el estómago cuando me di cuenta de hacia dónde se dirigían sus preguntas, y el aire de la habitación pareció estancarse. Había una razón por la que Nancy estaba siendo tan abierta con nosotros. Después de todo, Daemon y yo éramos «especímenes perfectos» según el doctor Roth, con una mutación a nivel celular.

La mirada de Nancy se volvió fría.

—Os sorprendería lo que hace la gente enamorada cuando tiene unos pocos momentos de privacidad. Y, en realidad, tan solo lleva unos pocos minutos.

Y, de pronto, el hecho de que se nos permitiera compartir un baño también cobró sentido. ¿Esperaba Nancy que cediéramos a nuestra lujuria como monos salvajes y trajéramos algún mini Daemon al mundo?

Dios, pensaba que iba a vomitar cuando lo confirmó:

—Después de todo, no os hemos impedido pasar unos cuantos momentos a solas de vez en cuando, ¿verdad? —Era oficial: su sonrisa me daba muy mal rollo—. Y ambos sois jóvenes y estáis muy enamorados. Estoy segura de que emplearéis vuestro tiempo libre tarde o temprano.

El sargento Dasher no había mencionado nada de aquello durante su discurso acerca de proteger el mundo de una invasión alienígena y curar enfermedades. Claro que Dédalo tenía muchas facetas, y él mismo lo había dicho.

Daemon abrió la boca, sin duda para decir algo por lo que le daría una patada, pero lo corté.

—Me cuesta mucho creer que hayáis tenido tanta gente que simplemente… bueno, ya sabes.

—En algunos casos los embarazos fueron puramente accidentales. En otras ocasiones, ayudamos en el proceso.

Tomé aire, pero se quedó atrapado en mis pulmones.

—¿Que ayudasteis?

—No es lo que piensas. —Se rio, y el sonido era chillón y me puso de los nervios—. Ha habido voluntarios a lo largo de los años, Luxen e híbridos que comprenden cuáles son los verdaderos objetivos de Dédalo. En otros casos, hicimos fecundación in vitro.

Noté un nudo en mi garganta que subía como la bilis, lo cual era malo porque tenía la boca completamente abierta. No había nada que fuera a impedirme vomitar.

Un músculo en la mandíbula de Daemon se estaba moviendo sin cansancio.

—¿Qué? ¿Está Dédalo pluriempleándose como servicio de citas para los Luxen y los híbridos?

Nancy le lanzó una mirada dura, y no pude evitar un estremecimiento de repulsión. Que hubiera fecundación in vitro significaba que una mujer híbrida tendría que llevar al bebé. Sin importar lo que nos contara, dudaba que todas estuvieran dispuestas.

Las pupilas de los ojos de Daemon habían comenzado a resplandecer.

—¿Cuántos tenéis?

—Cientos —repitió ella—. Los más jóvenes permanecen aquí, y cuando crecen, se los traslada a lugares diferentes.

—¿Cómo los controláis? No parecía que tuvierais control alguno sobre Micah.

Sus labios se tensaron.

—Utilizamos rastreadores que normalmente los mantienen donde tienen que estar. Sin embargo, de cuando en cuando encuentran formas de sortearlos. Nos ocupamos de aquellos que no resultan controlables.

—¿Que os ocupáis? —susurré, horrorizada por lo que podía implicar eso.

—Los orígenes son superiores prácticamente en todos los aspectos. Son impresionantes, pero pueden volverse muy peligrosos. Si no se integran, entonces tenemos que ocuparnos de ellos de la forma adecuada.

Tenía razón con lo que implicaban sus palabras anteriores.

—Oh, Dios mío…

Daemon golpeó la mesa con el puño, y Archer avanzó, llevándose la mano al arma.

—Así que básicamente estáis creando una raza de bebés probeta, ¿y si no resultan aceptables los matáis?

—No espero que lo entendáis —respondió firmemente Nancy mientras se ponía en pie y se colocaba detrás de la silla.

Aferró el respaldo—. Los orígenes son la especie perfecta, pero, como ocurre con cualquier raza de seres o criaturas, hay ejemplares… fallidos. Son cosas que pasan. El lado positivo y el potencial tienen más peso que el lado desagradable.

Negué con la cabeza.

—¿Y qué tiene esto de positivo exactamente?

—Muchos de nuestros orígenes han crecido y se han integrado en la sociedad. Los hemos entrenado para que alcancen el mayor éxito. Cada uno de ellos ha sido preparado desde su nacimiento para asumir un papel en particular. Se convertirán en doctores con habilidades sin igual, investigadores que descubrirán lo desconocido, senadores y políticos que podrán ver a gran escala y proporcionarnos un cambio social. —Hizo una pausa y se giró hacia donde se encontraba Archer—. Y algunos se convertirán en soldados de un talento sin precedentes para unirse a las filas de híbridos y humanos, creando un ejército que será imparable.

Se me erizó el vello de la nuca mientras me giraba en la silla lentamente. Mis ojos se encontraron con los de Archer, cuya expresión no revelaba emoción alguna.

—¿Eres…?

—¿Archer? —dijo Nancy, sonriendo.

Él apartó la mano de la pistola y la levantó hasta su ojo izquierdo, con dos dedos extendidos. Hizo un movimiento como de pellizco y apareció una lentilla coloreada, mostrando un iris que brillaba como una amatista.

Tomé aire bruscamente.

—Madre mía…

Daemon soltó una maldición por lo bajo, y de repente cobró sentido por qué Archer era el único que nos custodiaba a Daemon y a mí. Si se parecía aunque fuera remotamente a Micah, podría con cualquier cosa que hiciéramos.

—Bueno, se ve que eres un niño muy especial —murmuró Daemon.

—Lo soy. —Los labios de Archer se curvaron en una media sonrisa—. Es un secreto. No queremos que los demás oficiales o soldados se sientan incómodos a mi alrededor.

Aquello explicaba por qué no se había puesto en plan sobrehumano con Micah y en lugar de eso le había disparado un tranquilizante. Un millar de preguntas se me acumularon en la punta de la lengua, pero permanecí en silencio por las implicaciones de quién era y lo que era.

Daemon cruzó los brazos mientras volvía a centrar su atención en Nancy.

—Es una revelación muy interesante y todo eso, pero tengo una pregunta más que hacerte.

Ella extendió mucho los brazos de forma invitadora.

—Adelante.

—¿Cómo determináis quién traerá los bebés al mundo?

Oh, Dios. Mi estómago se tensó aún más y me incliné hacia delante, aferrándome al borde de la mesa.

—En realidad es simple. Además de la fecundación in vitro, buscamos Luxen e híbridos como vosotros dos.

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