ORA:CLE

ORA:CLE


III

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III

—¡Oh, no! —Aquél no era un buen día para las relaciones de Ael con los aparatos domésticos. Se puso en pie de un salto y devolvió el teclado a su repisa. Un panel chirrió y se contrajo en el techo. Inspiró profundamente. La puerta del masirreceptor se cerró con un ruido sordo. Corrió hacia el pasillo, cuya puerta estaba oscilando…

Su borde le golpeó el hombro izquierdo cuando la cruzó.

*BIIPIIPHP*

—¡Maldita sea!

Una voz cortésmente mecánica dijo:

#Cinco minutos para el inicio del turno, señor Ael Elochenta#.

Estaré ahí.

#Muy bien, señor#.

Frotándose el hombro, se encaminó a lo largo del pasillo hacia la puerta abierta del despacho de Emde. Incluso desde allí podía oír el silbido de los extintores. Al menos salí a tiempo.

Emde alzó la vista de su pantalla.

—¿Has terminado?

—Sí, creo que sí. Tendrás que leerlo antes de enviarlo, pero creo que ha quedado bastante bien. —Le guiñó un ojo—. Por supuesto, siempre me queda así… Dos cosas, sin embargo. Ese maldito holófono acaba de cortocircuitarse de nuevo…

—¿Era eso este chillido estrangulado que oí hace unos momentos? —Se reclinó en su asiento y se echó a reír.

—No fue un chillido estrangulado. Una exclamación de dolida frustración tal vez, pero ¿un chillido estrangulado? Nunca. De todos modos, tengo que ir a trabajar. ¿Puedes llamar tú a la compañía? —Ella asintió, de modo que prosiguió—: La otra cosa es que el tipo que respondió al holófono en las oficinas de la Coalición afirma que Yei Betrentiseis no trabaja allí. La verdad es que no sé si se trata de una confusión burocrática o si el tipo que vino aquí era un impostor…

—No lo era. Pasé su tarjeta ID\Af por el lector antes de dejarle entrar. Era auténtica.

—Entonces alguien se equivocó. Pero lo importante es que si ese tipo de cosas atraen la atención de la Coalición, entonces quizá deberíamos dejarles leer el artículo antes de enviarlo al banco de datos. ¿Qué opinas? Sólo para evitarnos problemas luego.

Ella agitó tan vehementemente la cabeza que su rubio pelo se desplegó en abanico como la falda de una patinadora.

—Ya les conoces…, lo meterán en un cajón hasta que hayan aparecido otros doscientos artículos no sometidos a ellos sobre el mismo tema, y ni siquiera recuperaremos el coste del almacenamiento. Olvídalo. Con algo como esto, lo peor que pueden hacernos luego es decir que hubiéramos debido sometérselo previamente para su autorización. No te preocupes por ello.

—De acuerdo —se encogió de hombros—. Llama y encárgate de ello. —Inclinó la cabeza y escuchó. Los extintores habían dejado de escupir—. Tengo que ir al trabajo.

—Recuerda airear la habitación.

—Correcto. Y gracias. —Le envió un beso, y volvió por el pasillo de las revueltas hasta su estudio. El pomo de la puerta giró fácilmente; la alarma de incendios había juzgado la habitación segura para entrar. Hacía frío, sin embargo, y el aire estaba tan lleno de anhídrido carbónico que jadeó mientras la cruzaba. Bueno para las plantas, pero me gustaría tener una ventana aquí… Tiró de la puerta que daba al masi, se inclinó sobre su cabina para abrir la de la cocina, luego accionó el interruptor del renovador de aire. Una brisa seca y suave acarició sus tobillos cuando el renovador del techo se puso en marcha. Asintió y fue a su reclinador.

Lo echó del todo hacia atrás, se sentó y cerró los ojos. Se agitó hasta que sus caderas encajaron en los huecos apropiados. Con un lento y suave frotarse los ojos, pasó al interior de su montaña.

Hola, dijo, una vez hubo alcanzado la cornisa.

#Buenas tardes, señor Ael Elochenta. Me temo que todavía no hay nada para usted#.

Puedo esperar. Los seeleys acostumbraban a permanecer inactivos durante horas hasta que les llegaba alguna pregunta. Opiniones, Racionalizaciones, Asesoramientos: Consejeros por Lazo Electrónico —ORA:CLE, Inc.— cobraba muy caros los servicios de sus CLE; probablemente menos de un uno por ciento de los diez mil millones de personas que poblaban el mundo podía permitirse el lujo de llamarles. Y ni siquiera ellos se sentían inclinados a gastar por encima de los cien dólares cada vez que algo picaba su curiosidad.

La voz de Emde murmuraba algo al otro lado del recodo, sin apenas penetrar en su cuasi trance. Sin embargo, hablaba en inglés; supuso que estaba llamando al servicio de reparaciones de la Compañía Holofónica.

Esperaba que Yei se pusiera pronto en contacto con ellos. Si alguien deseaba causar algún daño a Ael, deseaba saber quién y por qué lo antes posible.

El Oráculo cortó sus pensamientos con su perfecta dicción:

#¿Cuál fue la causa más significativa del fracaso de la dinastía Ts’ing en la China del siglo XIX en adoptar un programa de modernización tan eficaz como el del Japón?#

El monitor lanzó un agudo pitido; disgustado, dio una palmada contra el brazo de su reclinador.

RESPUESTA PROHIBIDA, dijo el ordenador de la Coalición.

—Tonto del culo —dijo al apartamento, no a la interface.

La Coalición no aceptaba tampoco la vulgaridad en línea.

El Oráculo guardó silencio. Ael tendría que tratar directamente con el ordenador.

Apelo contra esta decisión. Puesto que había tenido que invocar la fórmula de evasión cinco o seis veces por semana durante el último año —desde que la Coalición había situado su programa Monitor/ORA:CLE en línea—, podía recitar de memoria: La respuesta se basará sustancialmente en datos disponibles para el público en general, y no ofrece de ningún modo ninguna ayuda, ánimo o información al enemigo.

PROCEDA ENTONCES.

Normalmente tenía que buscar, extractar, compilar y analizar para hallar una respuesta —razón por la cual recibía al menos cincuenta dólares por pregunta—, pero para la extinta dinastía Ts’ing, simplemente tenía que…, bueno, lo que sintió fue como si cambiara de postura de modo que la montaña se disolviera en una biblioteca del tamaño de una ciudad, cuyas estanterías recorría a la velocidad de la luz en busca del libro adecuado, una parte del cual leía en voz alta. Lo que hizo fue pedir acceso a la base de datos de la Ivy League y buscar su propia tesis doctoral, de la que leyó unos cuantos párrafos, lentamente, cuidadosamente, con sólo un rastro de subvocalización, de modo que el transmisor de ORA:CLE pudiera captarlo claramente.

En la ciencia política confuciana, Tien —los principios guía del universo, traducidos aproximadamente como «el Cielo»— confería al emperador el mandato de gobernar; sin él, nadie tenía auténtica autoridad. La posesión del mandato era «demostrada» a través de la amplitud de la prosperidad; los desastres naturales y los fracasos político/militares sugerían que le había sido retirado. Como sea que el siglo XIX trajo a China una sucesión de catástrofes naturales, rebeliones internas y humillaciones externas, los chinos empezaron a creer que la dinastía Ts’ing había perdido el favor del universo. Una vez considerada ilegítima, la dinastía no podía convencer a la gente de cambiar viejas costumbres por nuevas. En consecuencia, la modernización de los programas fracasó repetidamente, hasta que Mao heredó el Mandato del Cielo en 1949.

En el Japón, en cambio, usurpando el poder y gobernando durante siglos, el shogunato había preservado la legitimidad de la Casa Imperial mientras comprometía gradualmente la suya. Cuando el emperador Meiji barrió a un lado a los shoguns y reafirmó la autoridad imperial, fue considerado como el gobernante de derecho, y recibió toda la aprobación popular que necesitaba.

Desconectó la tesis. Mientras se conectaba de nuevo al canal del Oráculo, un brillante estallido de estática llenó su mente. ¿Qué demonios fue eso?, se preguntó, luego guardó silencio para esperar la evaluación del cliente de la respuesta.

—Por aquí. —Los tacones de Emde resonaron en las baldosas del suelo de la cocina; tras él sonó el rumor de ruedas. Entreabrió los párpados. Dentro de su campo de visión se movía un resplandor impreciso: el carrito de reparaciones de la Compañía Holofónica. Mientras parte de él seguía sintonizado al Oráculo, cerró los ojos para poder escuchar a Emde.

—Dijo que la luz se apagó, luego que eso de ahí arriba empezó a echar humo. Se calentó lo suficiente como para que se disparasen los extintores.

—Ésa es la tercera unidad a la que le ocurre lo mismo hoy en este edificio… Supongo que no tendrán un contrato de servicio con quien fuera que construyó este lugar, ¿verdad?

—No. Hablo de ello con la propietaria cada vez que la veo, pero dice que no quiere pagar.

—Yo tengo el mismo tipo de propietario. Sólo que en mi edificio el cableado funciona bien, es el agua lo que hay que vigilar. —Se oyó ruido de herramientas—. De tanto en tanto recibimos una buena dosis de desechos industriales que los sensores no han captado. El constructor dice que si contratáramos el mantenimiento con él todo funcionaría como debe hacerlo, pero que si no lo hacemos allá nosotros. Un tipo murió hace seis meses, algún tipo de producto químico extraño en el café. Yo lo compro embotellado. —Ruido de engranajes—. Hey, escuche, señora, estoy dirigiendo otra unidad al otro lado de la ciudad, y hoy tengo un par de chicos de baja con hipo…, me gustaría dejar ésta en automático.

—No veo ningún inconveniente —dijo Emde.

—Bien, estupendo, pero el caso es…, ¿y su marido? Si despierta y me encuentra aquí…, quiero decir, ¿está colgado? ¿O es simplemente así?

—Es un seeley.

—Oh —sonó azarado—. De acuerdo. Siento lo que he dicho. Pero el otro día tuve el caso de ese chiflado, ¿sabe? Salió del cuarto de baño y encontró mi carrito en el dormitorio. El carrito estaba en auto. Bueno, no sé qué pensó que era, pero cuando mi consola hizo destellar la luz de mal funcionamiento, había vuelto el carrito del revés y le había arrancado las ruedas. Cuando llegó el azul, el carrito era pura chatarra, sólo útil para el reciclaje. Uf, el jaleo que tuve con esa historia. Bien, déjeme ocuparme de éste…

#El cliente informa satisfacción#, dijo El Oráculo,

¿Por qué no lo ha dirigido directamente a la base de datos? Eso es todo lo que yo he hecho.

El programa tenía lista la respuesta adecuada:

#El cliente dirigió la pregunta personalmente a usted, señor Ael Elochenta#.

Su garganta emitió un sonido que era a partes iguales tos, bufido y risa.

El Programa de Conversación del Oráculo hizo una pausa para seleccionar juiciosamente la subrutina apropiada. Ael deseó que no lo hiciera.

#Muy bien, sí…, a su nombre de código, que está ganando reputación de exactitud y perspicacia. Supongo que ya se habrá dado cuenta de ello cuando su tarifa ha empezado a subir#.

¿Pero todavía no soy lo suficientemente bueno como para saber cuál es mi nombre de código?

#Por supuesto que no#. Su tono mecánico imitó la aspereza. #La verdad es agradable al poder…#

Sí, lo sé: «… sólo cuando el veraz permanece desconocido». ¿Pero la historia asiática antigua, por el amor de Dios? La Coalición parece estar interviniendo todas las demás preguntas estos días.

#Una vez cada cuatro coma siete veces#.

No respondió; el programa de comunicación guardó silencio. No iba a hablar hasta que se produjera otra pregunta sobre «Asia Oriental: 1500-2000 d. C.» que cerrara un circuito. E incluso entonces, primero adeudaría en la cuenta bancaria del interrogador la cantidad correspondiente antes de transmitir su pregunta.

Seguía con los ojos cerrados. La oscuridad colgaba como una cortina ante él mientras el carrito de reparaciones, ahora en automático, zumbaba y cliqueteaba.

Deseaba observarlo, le fascinaba que las máquinas pudieran realizar reparaciones complejas sin guía humana…, pero se restableció la comunicación y la voz dijo:

#Dado que el interregno de Mao intentó erradicar la filosofía política confuciana, ¿es el concepto del Tien aplicable de alguna forma a su derrocamiento a finales del siglo XX?#

Sí.

El programa aguardó una ampliación. Al cabo de unos momentos de silencio dijo:

#El cliente merece una respuesta más completa que ésta#.

Oh, de acuerdo. Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos. Dicho en pocas palabras, el interregno fue respetado por su vigor, pero fue, en definitiva, juzgado en términos del Tien: las guerras perdidas contra Rusia, Viet Nam y Hong Kong pusieron en duda su legitimidad; la relativa pobreza de la nación con respecto a las economías capitalistas del Japón, Corea, Taiwán y Hong Kong le hicieron parecer menos en armonía con el universo que cualquiera de ellas; y luego, en 1996, un catastrófico terremoto asoló Pekín. Eso fue considerado como especialmente simbólico, dado el énfasis que Mao y sus sucesores habían puesto en el entonces recién nacido arte/ciencia de predicción de terremotos. Cuando la burocracia, mermada por la pérdida de sus principales exponentes, dobló los impuestos en las provincias que no habían resultado afectadas, pero no pudo salvar a diez millones de personas de morir de hambre en el área metropolitana de Pekín-Tien-t’sin, se iniciaron los levantamientos, se generalizaron, y derribaron el gobierno. El Mandato había pasado irrevocablemente.

#El cliente informa satisfacción, señor Ael Elochenta#.

Estupendo. ¿Alguna cosa más?

#Todavía no. ¿Seguirá usted en línea?#

Por un tiempo, sí. Deseaba arrastrarse hacia atrás hasta fuera de la enorme cámara interior, a fin de poder colocar de nuevo el teclado sobre sus rodillas y volver al espíritu cáustico y al agudo ojo de Tan Wang Ch’i, pero no podía permitirse abandonar el trabajo después de sólo dos preguntas. Veamos si llama alguien más.

#Muy bien, señor#.

La voz murió. Permaneció sentado por unos instantes, solo y pensativo, en la oscura cornisa, luego cambió de postura. La montaña se disolvió. Se halló de pie —mejor dicho, colgando— en medio de la nada.

Incómodo, bosquejó un decorado: sol amarillo, cielo azul, tierra amarronada extendiéndose bajo sus pies, llana y sin rasgos distintivos, hasta un curvado horizonte… Así estaba mucho mejor. Se sentó con las piernas cruzadas, agitó sus manos en el aire y creó una maceta ancha y poco profunda. La alzó a la luz. El aire se hizo más cálido, apeló a una brisa. El fondo de la maceta carecía de agujero de drenaje. Clavó el dedo en su centro; allá donde su dedo tocó el fondo, la arcilla cocida se desvaneció.

—De acuerdo —murmuró—. Un poco de gravilla… —resonó en el fondo de la maceta hasta una profundidad de dos centímetros— y algo de tierra para macetas. —Cuando chasqueó los dedos, la tierra llenó la maceta con su intensa esponjosidad negra—. Y ahora, pienso…, sí, eso es…, otra azalea.

Brotó de inmediato, extendiendo sus brotes como una mariposa recién salida del capullo extendiendo sus nuevas alas para que se sequen. Un momento más tarde aparecieron auténticas hojas…

—Más aprisa.

… y otra docena de brotes estallaron en llamas, seis ramas, treinta hojas…

—¡Alto!

El crecimiento se detuvo.

Mirando con ojos entrecerrados el joven arbusto, inscribió un círculo en el aire con su dedo índice. La maceta giró como si estuviera depositada sobre un torno de ceramista.

Tras dar tres cuartos de vuelta, se detuvo cuando él alzó la mano.

Aquél era sin lugar a dudas el frente. O debería serlo, cuando la azalea hubiera alcanzado todo su desarrollo. Pero esa rama ahí, inclinándose hacia atrás y a la derecha…, no habría que quitarla.

La miró fijamente y chasqueó los dedos. La rama desapareció.

—Estupendo. —Pero había algo más…

#Señor Ael Elochenta#.

—Maldita sea. —En seguida—. Almacena esto.

*clic*

De regreso al reborde, mirando a la oscuridad que parecía vivir con los susurros y zumbidos de todos los demás seeleys llamados, dijo:

¿Qué ocurre?

#Pregunta: ¿Qué similitudes ve entre la China del período Ts’ing intermedio y la actual?#

Le sorprendió que el programa Monitor/ORA:CLE de la Coalición no interviniera. Se encogió silenciosamente de hombros.

Si definimos el período Ts’ing intermedio como 1750 a 1839, es decir, después de que la realeza manchú se hubiera sinizado pero antes de la primera guerra del opio…, un cierto número de similitudes superficiales se hacen evidentes de inmediato. Entre ellas se halla un largo período de relativa paz, tanto interna como externa; un gran crecimiento de la población; un estancamiento técnico y científico.

REQUERIDA CORRECCIÓN.

Gruñó.

Ofrecer una opinión, citó, entra dentro del campo de mi competencia, y en consecuencia no se requiere ninguna corrección.

El programa monitor rumió aquello unos instantes.

CORRECCIÓN INNECESARIA: CALIFICACIÓN OBLIGATORIA. CIRCUITO INTERRUMPIDO HASTA PRESENTACIÓN DE CALIFICACIÓN.

El programa monitor estaba empezando a volverse realmente exasperante. Y eso era malo. Las alteraciones hormonales como aquellas provocadas por la cólera descontrolaban su equilibrio y hacían que la interface fuera mucho más difícil. Inspiró profundamente tres veces, pero la luz se estaba infiltrando en la caverna…

—¿Qué estás haciendo? —dijo Emde; y luego, al cabo de un momento, con un gruñido irritado—: Lo olvidé: estás en auto.

La interface casi estuvo a punto de fallar en aquel momento. Tras otras cuatro inspiraciones profundas, dijo:

¿Qué tipo de calificación se requiere?

DOBLE. (A) QUE LA DECLARACIÓN: UN ESTANCAMIENTO TÉCNICO Y CIENTÍFICO ES ÚNICAMENTE UNA OPINIÓN PERSONAL. (B) QUE EL CERTIFICADO DE EXPERTO EN HISTORIA DEL MUNDO MODERNO NO HA SIDO VALIDADO.

Brotó un zumbido de fondo. Luchó por apartarlo de su consciencia, para impedir que perturbara aún más su tenue control de la interface…

Se oyó el resonar de una placa metálica. Se concentró…

—¡Ael!

Le dolía la frente, pero…

—¡Ael!

Una mano le abofeteó fuertemente.

Despertó de golpe. Su esposa estaba frente a él, la mano alzada para abofetearle de nuevo.

—¡Emde! ¿Qué demonios…? —Calló bruscamente. El aire estaba teñido de humo. Una señal de quemadura recorría la pared de su izquierda y terminaba en un agujero que atravesaba de parte a parte el panel de aglomerado. Y le dolía la frente—. ¿Qué ha ocurrido?

—Tu holófono estuvo a punto de matarte.

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