ORA:CLE

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Estaba a punto de amanecer: el tercero consecutivo que verían difundirse por encima del horizonte. Ael tenía la impresión de que sus ojos eran sacos de arena. Había volcado dos veces su taza de café en la última media hora, y sus mejillas sin afeitar le picaban como el demonio. Se inclinó sobre la consola y dijo:

—¿Y bien?

Uwef tecleaba ahora con un solo dedo, pese a lo cual pulsó por tercera vez la tecla equivocada.

—Creo que sí, pero Jesús, Ael, déjeme decirle…

Una mano se apoyó suavemente en el hombro de Ael. Se enderezó de golpe y dejó escapar un pequeño grito.

—Lo siento, Ael —dijo L’i Hachvente.

La explosión de adrenalina golpeó demasiado tarde. Jadeó.

—Agua. No te oí entrar. —Inspiró profundamente—. Uf, me sobresaltaste.

—Sólo bajé para daros las gracias a los dos. —Le dio un ligero beso en los labios, deslizó su brazo derecho por detrás de la espalda de él y le dio un pequeño achuchón.

—Ahora me toca a mí —dijo Uwef.

—Lo siento, Uwef, pero eso podría ser peligroso para su salud —dijo ella.

—¡No soy tan viejo! —Tendió una mano hacia ella, fingiendo que quería atraparla.

Con una carcajada, ella palmeó su mano.

—¿Por qué no comprueba su vuelo de vuelta a casa? A estas alturas ya tendría que estar en lista.

Uwef abrió mucho los ojos y radió de alegría.

—¿De veras? ¿Ya se ha arreglado al fin?

—Ajá. Se marcha usted…

*BIIIPIIP*

Las buenas noticias de L’i se convirtieron en un murmullo de fondo cuando Ael se deslizó en la interface.

¿Qué?

#La ACLE en línea, señor#.

Hizo una mueca para sí mismo.

Pásemela.

La voz familiar estalló en su mente:

#¿Exactamente qué se cree que está haciendo, en nombre de Dios? Le dije específicamente que dejara en funcionamiento el programa censor, de modo que el partido Ren-Am no consiguiera ningún tipo de publicidad. ¿Y qué es lo que ocupa ahora la mitad del espacio de los bancos? Artículos contando cómo hemos puesto a los Ren-Am fuera de la ley. ¿Es usted un incompetente? ¿O un insubordinado?#

Ael se encogió sobre sí mismo, asombrado por la ferocidad del otro. Y decidió no declarar su rebelión, aun a riesgo de pasar por un estúpido.

Bueno, no, vea, lo que ocurrió fue que no pudimos escribir un programa que modificara al censor sin borrarlo…, sólo que no lo supimos hasta que fue demasiado tarde. Lo intentamos, pero no funcionó.

#¿Acaso espera que me crea esta estupidez?#

¿Qué estupidez? Quizá consiguió mantener el repentino sobresalto de ansiedad fuera de su tono, pero no de su corazón. Como a distancia, tuvo la impresión de que un sudor nervioso empapaba la espalda de su camisa.

#Por Dios, hombre, no tengo ni la más remota idea de su ID\Af o sus talentos, pero sé que su consultante en el trabajo es Uwef Denoventi#.

Un frío glacial se apoderó de él. Cualquiera que supiese tanto como aquello —y dispusiera de todos los demás accesos a las redes de información— necesitaba solamente hurgar un poco, sumar dos y dos, y obtener como resultado el nombre de Ael Elochenta. Contuvo la respiración, e intentó con todas sus fuerzas mantener su voz tranquila.

Hum… Bien, admitiré.

#Una juiciosa idea#.

Ahora era el turno de un irritado azaramiento.

Yo… Está bien, mire: creí que era lo bastante bueno como para hacerlo, y resultó que no lo era, ¿de acuerdo? Lo siento. La próxima vez dejaré que lo escriba Uwef.

Un impresionado silencio reverberó a su alrededor.

#¿Está diciendo seriamente que intentó escribir usted mismo un programa crucialmente importante, pese a tener a Uwef Denoventi trabajando para usted?#

No, no lo hice todo yo. Se sintió invadido por el alivio. ¿Estaba el otro creyendo realmente su historia? Él hizo los preliminares.

#¿Cómo demonios convenció usted a ORA:CLE de que le contratara?# Su tono quedó ahogado por la más absoluta incredulidad.

No soy un experto en ordenadores. Mi campo… Se detuvo en seco. No necesitaba darle pistas de su auténtica ID\Af. Creí que podía hacerlo. No fue así. Lo siento.

#Sí. Está bien#. El otro pareció no saber qué decir. #Ha dicho «la próxima vez». ¿Acaso todavía queda algún censor en los bancos?#

Sí. Parece que se llama BONOPOL. Creemos que es por Borrador de Noticias Políticas.

#Deje que Uwef Denoventi se encargue de él. ¿Ha entendido?#

. Puso en la palabra toda la timidez que fue capaz de reunir.

#Y asegúrese de que borra todas las referencias al partido del Renacimiento Americano, ¿me ha entendido?#

Sí, señor.

#Y tenga muy en cuenta esto: si fracasa, pagará por ello. Mucho#. Cortó la interface.

Ael volvió a la realidad, temblando al pensar en lo cerca que había estado…, y preocupado por lo que podía pasar a continuación.

Porque se dejaría maldecir por todos los fuegos del infierno antes de dejar que BONOPOL siguiera operativo de alguna manera, forma o configuración.

L’i se había ido. Uwef estaba sentado en la silla giratoria delante del ibn Daoud, con los dedos inmóviles sobre las teclas. Por la expresión ausente de sus ojos, había vuelto ya a Florida. Probablemente planeando su siguiente golpe.

Con una pequeña sonrisa, Ael palmeó al viejo en el hombro.

Uwef volvió en sí con un sobresalto.

—¿Eh?

—Ocupémonos de sacar a ese BONOPOL de ahí, ¿eh?

—Oh… —El refugiado agitó los pies—. Escuche, Ael, si no le importa, apreciaría que aguardara usted hasta que yo estuviera de vuelta en mi casa antes de poner en marcha ese programa borrador. No se trata de nada personal, pero si quiere que le diga la verdad, prefiero no estar aquí cuando la mierda golpee el ventilador.

Eso lo asustó. ¿Acaso todo el mundo sabía más de lo que estaba ocurriendo que él? Forzó una sonrisa.

—¿Por qué piensa que no voy a querer?

—Oh, vamos, Ael, está hablando con Uwef Denoventi. —Se dio unos golpes en el esternón—. No quiera engañarme. He estado consultando los boletines de avisos privados. Algunos de sus colegas creen que la libertad de información debería ser limitada a las personas con el tipo adecuado de antecedentes académicos. Que la gente sin un bonito diploma de graduación no está equipada para distinguir una buena idea de una mala. Bien, si eso es lo que están diciendo en público, ¿qué cree que estarán diciendo en privado?

Ael hizo una mueca.

—Sí, tiene razón. —Suspiró—. Quieren que los censores sigan funcionando.

El viejo lo estudió pensativo.

—El helicóptero vendrá a recogerme dentro de media hora. Mi vuelo parte del Kennedy dentro de dos horas. Si aguarda usted a que aterrice al otro lado, ¿digamos seis horas desde ahora?, antes de poner en marcha el programa, le estaré realmente agradecido.

Asintió.

—De acuerdo. Trato hecho.

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