Onyx

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Capítulo 30

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CAPÍTULO 30

A la mañana siguiente, Daemon y yo comprobamos el edificio de oficinas en Moorefield. Habíamos pensado que estaría vacío, teniendo en cuenta que era más o menos un día festivo, pero el aparcamiento estaba abarrotado de vehículos.

Daemon se bajó la gorra para ocultarse la cara, salió del coche y examinó la oficina desde la calle. Cuando regresó, me sonrió y sacó el coche rápidamente del aparcamiento.

—Parece que es la oficina de un abogado. Tiene, como mínimo, dos plantas encima de la principal. Cierran en Año Nuevo, y el domingo, evidentemente. La mala noticia es que tienen sistema de alarma.

—Mierda. ¿Sabes desconectarlo?

—Friendo el sistema. Si lo hago lo bastante rápido, no debería activar la alarma. Pero eso no es todo. Sobre las puertas y las ventanas hay más de esa dichosa piedra roja negruzca. —Ensanchó aún más la sonrisa—. Pero eso es bueno. Sean lo que sean esas piedras, tienen que significar algo.

Así era. Dawson podría estar ahí dentro ahora mismo.

—¿Y si hay guardias?

No respondió.

Supe lo que significaba eso: haría cualquier cosa para recuperar a su hermano. Algunas personas podrían pensar que estaba mal, pero yo lo entendía. Si se tratara de mi madre, por ejemplo, nadie estaría a salvo.

—¿Cuándo vas a volver?

Se quedó callado de nuevo. Sabía que eso significaba que no quería contármelo porque planeaba hacerlo por su cuenta. Seguí insistiendo todo el camino a casa, pero no cedió.

—Bueno, ¿vas a ir a la fiesta de Ash? —me preguntó, cambiando de tema.

—No lo sé. —Jugueteé con el botón del jersey—. No creo que ella quiera que vaya, pero volviendo…

—Yo quiero que vayas.

Lo miré y sentí que el pecho iba a estallarme. Qué forma tan deliciosamente tierna de despistarme. Daemon me contempló con sus maravillosos ojos verdes.

—¿Gatita?

—Vale. Iré.

Al menos allí podría tenerlo vigilado, porque sabía que iría a examinar las oficinas esa misma noche. O, al menos, eso era lo que me decía a mí misma. El hecho de que Daemon quisiera que fuera no pesaba más que la importancia de tener que echarle un ojo yo a él.

La fiesta no empezaba hasta las nueve, pero él iba a ir antes para ayudar a Adam con algunas cosas. Se suponía que yo iría con Dee y, con un guiño pícaro, Daemon me dijo que él me llevaría de vuelta a casa.

Cuando regresé, estuve charlando con mamá antes de que se fuera a trabajar. Pareció alegrarse de que pasara Fin de Año con Dee. Por supuesto, no mencioné que Daemon iba a llevarme a casa.

Cogí un libro de la encimera y fui al piso de arriba a relajarme un rato. Sorprendentemente, solo conseguí leer unas veinticinco páginas de la novela de fantasía urbana antes de quedarme frita.

Un rato después, me despertó el sonido de la puerta de mi habitación al cerrarse. Me coloqué de costado y fruncí el ceño mientras posaba la mirada en la puerta, luego en la cómoda, después en la puerta del armario y finalmente en la forma rígida y callada de Blake.

«¿Blake?».

Me incorporé de golpe; pero, con un alarmante despliegue de velocidad, Blake se lanzó hacia delante y me agarró del brazo. El miedo me clavó sus púas afiladas. Me erguí y le aparté la mano; luego me volví y salté de la cama a toda velocidad.

—Oye, oye, tranquila, Katy. —Rodeó rápidamente la cama, con las manos levantadas en un gesto conciliador—. No quería asustarte.

El pulso me iba a mil por hora mientras retrocedía contra el escritorio. Verlo en mi cuarto me resultó inesperado y aterrador.

—¿Cómo… cómo has entrado?

Hizo una mueca mientras se pasaba una mano por el pelo de punta.

—He estado llamando un par de minutos, pero no respondías. Así que… digamos que he entrado sin preguntar.

Igual que había entrado yo en casa de Vaughn. Le lancé una mirada a la puerta situada detrás de él. En lo único en que podía pensar era en quién era su tío, su grado de implicación con el Departamento de Defensa… y lo peligroso que podía ser.

—Katy, lo siento. No pretendía asustarte. —Se acercó un poco más y sentí el torrente de electricidad estática subiéndome por los brazos en respuesta a la posible amenaza. De algún modo, lo sintió y se puso pálido—. ¿Qué mosca te ha picado? No voy a hacerte daño.

—Ya lo has hecho —contesté, y luego tragué saliva.

Bajó las manos con expresión herida.

—Por eso he venido en cuanto he llegado al pueblo. He tenido toda la semana para pensar en lo que pasó con el Arum, y lo siento. Entiendo por qué estás molesta. —Se quedó callado un momento, con aspecto arrepentido—. Por eso estoy aquí. Quería aclarar las cosas contigo.

¿Estaba diciendo la verdad? Yo no dejaba de abrir y cerrar las manos. Me sentía como un animal enjaulado sin ninguna salida.

—Es evidente que presentarme así en tu casa no ha sido una buena idea. —Sonrió—. Solo quería hablar contigo.

Me obligué a calmarme.

—Vale. Esto… ¿puedes esperarme unos segundos?

Blake asintió con la cabeza y salió de la habitación. Cuando me quedé sola, me desplomé contra el escritorio, mareada por la adrenalina. Blake no sabía que había descubierto su relación con Vaughn, y eso significaba que yo tenía la sartén por el mango. Y, si de verdad trabajaba con el Departamento de Defensa, necesitaba calmarme de una vez. Blake no era peligroso si creía que yo no tenía ni idea de nada.

Me puse rápidamente unos tejanos ajustados y un jersey de cuello alto. Mientras bajaba las escaleras, realicé inspiraciones profundas y regulares. Blake me esperaba en la sala de estar, sentado en el sofá. Le dediqué una sonrisa falsa.

—Lo siento. Es que me has pillado desprevenida. No me gusta que la gente… se meta así en mi cuarto.

—Lógico. —Se levantó despacio y entonces noté que estaba muy pálido, lo que destacaba sus ojeras—. No volveré a hacerlo.

Se me fueron los ojos hacia el portátil y de repente deseé haber borrado el historial de búsquedas. Entré en la sala, sintiéndome como si pisara arenas movedizas. No sabía cómo hablar con él, cómo mirarlo siquiera. Ahora era un desconocido para mí. Alguien en quien no podía confiar, por muy inofensivo que pareciera en ese preciso momento. Una parte de mí quería ponerse hecha una fiera con él y la otra quería huir.

—Tenemos que hablar —dijo, incómodo—. ¿Qué te parece si vamos a comer algo?

Mi desconfianza se disparó y Blake soltó una risa forzada.

—Estaba pensando en el Smoke Hole Diner.

Dudé. No quería ir a ningún sitio con Blake, pero tampoco quería estar sola en la casa con él; así que ir a algún lugar público sería la mejor opción. Le eché un vistazo al reloj de la pared. Eran casi las siete.

—Tengo que estar de vuelta en una hora.

—De acuerdo —contestó con una sonrisa.

Me puse las botas y cogí el móvil. Seguía nevando, así que nos decidimos por su camioneta. Miré hacia la casa de al lado mientras subía. El todoterreno de Daemon no estaba, y tampoco el coche de Dee. Mi amiga había mencionado algo sobre ir a comprar cotillón.

—¿Qué tal pasaste las Navidades? —preguntó mientras metía la llave en el contacto.

—Bien, ¿y tú? —Mi cinturón de seguridad estaba atascado, como siempre, y le di un tirón—. ¿Hiciste algo emocionante? —«¿Cómo una misión encubierta para el Departamento de Defensa?».

—Pasé algo de tiempo con mi tío. Un rollo.

Me quedé paralizada cuando mencionó a Vaughn y la correa se me escapó de los dedos y regresó bruscamente al soporte.

—¿Estás bien?

—Sí —contesté, y luego respiré hondo—. Este maldito cinturón está atascado. No sé por qué tengo tantos problemas con los cinturones de seguridad, pero siempre me dan la lata.

Tiré de la correa, mascullando una palabrota. Conseguí soltarlo por fin y me volví. Mi mirada pasó sobre el salpicadero y se posó en el suelo.

La luz del exterior se reflejó en algo que asomaba por la esquina de la alfombrilla. Solté la correa y me agaché para coger el frío metal del suelo mientras Blake toqueteaba los limpiaparabrisas intentando eliminar una fina capa de nieve del cristal.

Observé la tira de metal azul y dorado, que me resultó extrañamente familiar. Se la había visto a alguien. Le di la vuelta y vi que tenía grabada la forma del Estado. Una escamosa sustancia rojiza, parecida al óxido, cubría la mitad del Estado y las letras. Le pasé un dedo por encima, dejando al descubierto el nombre grabado en la correa. Caí en la cuenta despacio, sobre todo por la incredulidad, porque sabía a quién le pertenecía ese trozo de reloj.

«Simon… Simon Cutters…».

Se lo había visto puesto. Y… y la cosa de la correa no era óxido. Se me hizo un nudo en el estómago y me recorrió un violento escalofrío. Era sangre. La sangre de Simon, probablemente. El corazón se me desbocó y apreté la correa con la mano, con la esperanza de que Blake no me hubiera visto cogerla.

Se me cortó la respiración mientras le echaba una ojeada.

Blake estaba observándome. Su mirada se posó en mi mano y luego subió, regresando a mi cara. Nuestros ojos se encontraron y un miedo puro y primitivo se apoderó de mí.

—Mierda —susurré.

Una débil sonrisita se abrió paso entre los labios de Blake.

—Maldita sea, Katy…

Me volví en el asiento e intenté alcanzar la manilla de la puerta con la mano libre. La abrí y conseguí sacar medio cuerpo de la camioneta antes de que me agarrara del brazo.

—¡Katy! ¡Espera! Puedo explicarlo.

No había nada que explicar. El reloj ensangrentado pertenecía a Simon… que había desaparecido. Si sumaba eso a todo lo demás… tenía que salir pitando de allí. Eché todo el peso del cuerpo hacia delante y logré soltarme. Me puse en pie como pude y rodeé la parte delantera de la camioneta.

Blake fue más rápido y me alcanzó antes de pisar siquiera el primer escalón del porche. Me agarró por los hombros y me dio la vuelta. No me resistí y, cuando me volví, lo ataqué. Blake esquivó los golpes, me sujetó los brazos y me los inmovilizó a los costados en un brutal abrazo.

—¡Suéltame! —grité, aunque sabía que no había nadie que pudiera oírme. Solo me tenía a mí misma para salir de ese lío—. ¡Suéltame, Blake!

—Puedo explicarlo. —Dejó escapar un gruñido cuando logré darle un codazo en el estómago, pero siguió agarrándome—. ¡No he matado a Simon!

Forcejeé, empujando el peso del cuerpo de un lado a otro. Era mentira, por supuesto.

—¡Suelta!

—Es que no lo entiendes.

Una corriente de electricidad estática me corrió por la piel en respuesta a la amenaza y una luz blanca rojiza me nubló los bordes del campo de visión. Los ojos de Blake mostraron cierta sorpresa.

—No lo hagas, Katy.

—Suéltame —gruñí mientras sentía cómo la explosión de relámpagos ardientes me recorría las venas.

—No quiero hacerte daño, pero lo haré —me advirtió.

—Lo mismo digo. —Y lo haría… podía hacerlo.

Blake me soltó, empujándome hacia atrás. Se me resbalaron las botas en el hielo y la nieve y sacudí los brazos luchando por conservar el equilibrio. Entonces me atacó. Un destello de intensa luz azul me cegó. El dolor me retumbó en el cráneo, desgarrándome y arrebatándome el control de la Fuente. Grité al sentir que me fallaban las piernas.

Blake se abalanzó sobre mí, sujetándome antes de que cayera, y me hizo subir los escalones casi a rastras.

—Te he advertido que no lo hicieras. Y no me has hecho caso.

Les pasaba algo a mis habilidades motoras. Abrí la boca, pero no salió nada salvo suaves gemidos. Las piernas no me funcionaban y no sentía los pies. Notaba un sabor metálico al fondo de mi boca, y me goteaba sangre de la nariz y me parecía que también de los oídos.

La puerta se abrió delante de nosotros y Blake me arrastró adentro; luego se cerró de golpe, sacudiendo las fotografías de las paredes. Seguí intentando hablar, pero solo salieron palabras incomprensibles. ¿Qué me había hecho?

—Se te pasará —me dijo, como si me hubiera leído la mente—. Duele, ¿verdad? Una de las primeras cosas que nos enseñan a controlar es una descarga concentrada de la Fuente, que es como si te disparasen con una pistola eléctrica supercargada. Todos tenemos que recibir una descarga, para saber lo mucho que duele.

Me dejó caer en el sofá y la cabeza me rodó hacia un lado mientras parpadeaba despacio. Su rostro se desdibujó varias veces y luego se estabilizó. Tenía una expresión severa cuando se inclinó sobre mí y me retiró unos mechones de pelo de la cara. Intenté apartarle la mano, pero mi brazo no quiso cooperar.

—Sé que puedes oírme. Espera un par de minutos más y se te pasará.

Se sentó y me recorrió con la mano la pierna que me colgaba fuera del sofá. Después me la colocó al lado de la otra. El corazón me palpitó con fuerza y gimoteé.

Blake sacudió la cabeza mientras metía una mano en el bolsillo delantero de mi sudadera y sacaba mi móvil. Lo sostuvo en alto entre nosotros y la Fuente brilló en su mano destruyendo el frágil aparato electrónico. Tiró los restos al suelo.

—Ahora quiero que me escuches, Katy.

Apreté los ojos con fuerza para contener un torrente de lágrimas. Blake me había sometido, así de rápido. ¿Y yo planeaba entrenar para enfrentarme a los Arum… además de al Departamento de Defensa? Pero qué tonta era.

—Yo no maté a Simon. No sé qué le pasó, pero no… no me dejaste otra opción —dijo con voz grave—. Tuve que limpiar tu desastre, asegurarme de que no te expusieras antes de que ellos supieran qué hacer contigo. Si no hubieras reventado esas ventanas delante de él, Simon todavía estaría por aquí soñando con la universidad. No me dejaste otra opción.

—No —repuse con voz ronca, horrorizada por lo que estaba diciendo.

—¡Sí! Se lo habría contado a todo el mundo.

—Estás… estás loco. No… tenías que matarlo.

—¡Escúchame! —gritó con los ojos desorbitados mientras se pasaba los dedos por el pelo—. Después de irme de la fiesta, me quedé por allí y lo vi marcharse en cuanto rompiste las ventanas. Lo seguí a casa y estaba tan borracho que paró a un lado de la carretera. No dejaba de hablar del tema y tuve que entregarlo. No sé qué hicieron con él.

—Había… sangre en su reloj.

—Se defendió, pero estaba vivo la última vez que lo vi.

Pero aquellos que descubrían la verdad sobre los Luxen desaparecían. Simon… Simon no iba a regresar. Y no había suficiente aire en la casa. El pecho me subía y bajaba, pero me sentía como si no pudiera respirar. Los ojos se me llenaron de lágrimas mientras miraba a Blake.

—Escúchame, Katy. Esto es más grande de lo que crees. —Me sujetó por las mejillas, obligándome a mirarlo—. No tienes ni idea de a quién implica esto, de las mentiras y de lo que la gente haría por conseguir poder. No tuve otra opción.

Podía sentir cómo regresaban mis fuerzas. Un momento más…

—Me mentiste.

—¡No todo es mentira! —Apretó los dedos, haciéndome daño y dejándome moratones en la piel, hasta que se me escapó un grito ahogado. Aspiró de manera entrecortada—. ¿Sabes qué? Se suponía que las cosas no iban a ser así. Se suponía que debía prepararte, asegurarme de que eras un sujeto viable. Y luego te entregaría. Si no lo hago, matarán a Chris. Y no puedo… no voy a permitir que pase eso.

¿Chris? Debían de haberse dañado algunas de mis neuronas porque tardé unos cuantos segundos en recordar quién era Chris.

—Tu amigo… ¿El que te curó?

Blake cerró los ojos mientras asentía.

—Tienen a Chris. Y si no cumplo, le harán daño. Lo matarán. Y no puedo dejar que eso ocurra. No por lo que significa para mí, porque sé… sé que si lo matan yo también moriré, pero algunas de las cosas que hacen…

Lo sabían… Uno no podía sobrevivir sin el otro. Ay, Dios mío, lo sabían. Esa información les proporcionaba un poder aterrador.

—Sé que entiendes lo fuerte que es ese vínculo. —Blake abrió los ojos—. No quieres decirme quién te curó, pero harías cualquier cosa por proteger a ese Luxen, ¿no? Cualquier cosa. Chris… es la única familia de verdad que me queda. Y no me importa lo que puedan hacerme a mí, pero ¿a él?

Mientras miraba a Blake a los ojos, un hilito de simpatía se liberó. Si el Departamento de Defensa retenía a Chris, utilizándolo para obligar a Blake a hacer cosas por ellos, eso quería decir que estaba atrapado. Tuve un momento de absoluta claridad. ¿Dawson y Bethany estarían en la misma posición? Pero había algo más. Blake y yo teníamos algo en común. Él haría cualquier cosa por Chris. Y yo haría cualquier cosa por Daemon.

Con una explosión de energía, me doblé debajo de él, tratando de quitármelo de encima. Blake me agarró de las manos y me tiró del sofá. Choqué contra el suelo de costado y me quedé sin aliento. Me colocó de espaldas y se sentó a horcajadas sobre mis caderas, levantándome las muñecas unidas por encima de la cabeza.

Me aplastó con su peso.

—No quería hacer esto. Nunca he querido tener nada que ver con esto.

Me aferré a la rabia que hervía en mi interior, pues sabía que si cedía al miedo (o, peor aún, a la compasión) no podría defenderme.

—¿Hacer qué, exactamente? ¿Mentirme? ¿Trabajar para el Departamento de Defensa? ¿Para tu tío?

Blake parpadeó.

—¿Sabes lo de Brian? ¿Desde cuándo?

No me digné contestarle. Me apretó las muñecas con más fuerza hasta que sentí los huesos rozándose.

—¡Dímelo!

—Vi el obituario de tus padres y uní las piezas.

—¿Cuándo? —Me sacudió haciendo que me golpeara la cabeza contra el suelo—. ¿Cuánto hace que lo sabes? ¿A quién se lo has contado?

—¡A nadie! —grité, mareada y débil—. No se lo he contado a nadie.

Se quedó mirándome durante varios segundos y luego aflojó las manos.

—Eso espero, por el bien de esa persona. Esto es más grande de lo que piensas. No todo lo que te dije es mentira. El Departamento de Defensa quiere humanos como nosotros. Ese es su plan fundamental. —Se incorporó un poco, pero todavía sentía como si me asfixiara con su peso—. Sé lo que estás haciendo, Katy. No invoques la Fuente. Soy más fuerte que tú. La próxima vez no te recuperarás tan rápido. Voy a hacerte daño.

—Eso ya lo sé —le solté.

—Me gustas. En serio. Ojalá las cosas fueran diferentes. No tienes ni idea de lo mucho que desearía que las cosas fueran diferentes. —Cerró los ojos un instante y, cuando los abrió, vi el brillo de las lágrimas—. Todo lo que te conté acerca de mi amigo era verdad, pero crecí sabiendo de la existencia de los Luxen. Mi padre trabajaba de enlace con el Departamento de Defensa, en ingeniería genética. Y, bueno, ya sabes quién es mi tío. Ni siquiera estoy seguro de que el accidente que me cambió no estuviera preparado. —Soltó una risa forzada—. Ellos sabían lo unidos que estábamos Chris y yo, así que tal vez esperaban que me curase. Y los Arum sí encontraron a mi familia. Nada de eso es mentira.

—Pero ¿y después? Todo lo demás es mentira.

—Mi familia había muerto, Katy. Lo único que me quedaba era mi tío. Me entrenaron y, desde que era niño, me enviaron a zonas donde sospechaban que un humano más o menos de mi edad había mutado.

—Dios mío… —Sentía náuseas y quería que se quitara de encima. Quería que se largara—. ¿Así que esto es lo que haces? ¿Vas por ahí y finges ser el amigo de alguien? ¿Les tiendes trampas a los demás?

—Mi labor es descubrir si son aprovechables.

—¿Aprovechables? —susurré. Ya sabía a qué se refería—. Y, si no lo son, los sacrifican.

Blake asintió con la cabeza.

—O algo peor, Katy… Hay cosas peores que la muerte.

Me estremecí. Ahora tenía sentido su obsesión con que pudiera controlar la Fuente, su creciente temeridad.

—Vine para ver si podías controlar la Fuente. Si serías un activo para el Departamento de Defensa o un desperdicio. Pero ya te habían echado el ojo antes de que yo llegara. Te vigilaron y vieron lo unida que estabas a los Black. Me enteré de que incluso orquestaron los ataques de los Arum con la esperanza de que uno de los Black interviniera y te salvara. Te curara.

Solté una exclamación ahogada. ¿Todo lo que me había pasado había sido una especie de experimento? ¿Y si hubiera muerto?

—¿Y si nadie hubiera sobrevivido al ataque del Arum para curarme?

Blake se rio.

—¿Qué importa otro Luxen muerto para esa gente? Pero luego, cuando sospecharon que alguien te había curado, hicieron las llamadas necesarias y me trajeron. —Inclinó la cabeza y bajó el tono de voz—. También quieren saber quién te curó. Sin suposiciones ni conjeturas. Vas a tener que decírselo.

El corazón me dio un vuelco.

—Nunca lo diré.

En sus labios se dibujó una sonrisa de tristeza.

—Oh, sí lo harás. Tienen formas de hacerte hablar. Ya lo sospechan. Yo apuesto por Daemon. Es tan evidente… Pero quieren pruebas. Y, si no colaboras, encontrarán la manera de obligarte. —La sonrisa se le borró de los labios y en sus ojos apareció una mirada de angustia—. Igual que hicieron conmigo.

Tragué saliva, turbada por el dolor que veía en sus ojos.

—¿Como con Bethany y Dawson?

Blake bajó las pestañas y asintió.

—Hay más, Katy. No… no tienes ni idea… Pero no importa. Es probable que te encuentres con él muy pronto. Solo con hacer una llamada, tío Brian y Nancy vendrán. Nancy se pondrá contentísima. —Soltó una risa desagradable—. Tío Brian la ha mantenido al margen de esto. Ella no tiene ni idea de lo bien que lo estás haciendo. Te llevarán con ellos. Cuidarán de ti… mientras te comportes. Tienes que comportarte, ¿me oyes?

Durante un instante, la mente se me quedó en blanco y el pánico reemplazó la calma que había conseguido. Forcejeé como una loca debajo de él, pero me sujetó con facilidad.

—Lo siento —me dijo con un susurro ronco y, Dios mío, lo creí—. Pero, si no lo hago, le harán daño a Chris y no puedo… —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva.

En ese punto, mi miedo no conocía límites. Era cierto que Blake no tenía más opciones. Se trataba de su vida y la de su amigo, o la mía. No, no, eso no era cierto. Sí tenía otra opción, porque yo nunca traicionaría a otra persona para salvarme.

Pero ¿lo haría por Daemon?

Se me encogió el corazón y supe la respuesta. Tonos grises… Una enorme y gigantesca zona gris en la que no podía pensar en ese momento.

—No. Tienes otras opciones —insistí—. Puedes enfrentarte a ellos. ¡Huye! Podemos encontrar una manera de liberar…

—¿Podemos? —Volvió a reírse—. ¿Quiénes, Katy? ¿Daemon? ¿Dee? ¿Tú y yo? Dios, todos nosotros podríamos intentar enfrentarnos al Departamento de Defensa y fracasaríamos. ¿Y los Black van a querer ayudarme, sabiendo que trabajo para la gente que se llevó a su hermano?

Se me encogió el estómago.

—Aún tienes una opción. No tienes que hacer esto. Por favor, Blake, no tienes que hacerlo.

Apartó la mirada, apretando la mandíbula.

—Sí tengo que hacerlo. Y, un día, tú estarás en la misma posición que yo. Entonces lo entenderás.

—No. —Negué con la cabeza—. Yo nunca le haría esto a otra persona. Encontraría una salida.

Me miró a los ojos y vi que los suyos eran una inmensidad vacía.

—Ya lo verás.

—Blake…

Un golpe en la puerta principal interrumpió mis palabras. El corazón se me desbocó y Blake se quedó inmóvil encima de mí, con los ojos entrecerrados y la respiración agitada. Me tapó la boca con una mano.

—¿Katy? —llamó Dee—. Es hora de divertirse. ¡Date prisa! Adam nos está esperando en el coche.

—¿Qué está haciendo aquí? —me preguntó él en voz baja.

Temblé mientras lo miraba con los ojos muy abiertos. ¿Cómo se suponía que iba a responder si me estaba tapando la boca?

Dee volvió a golpear la puerta.

—Katy, sé que estás ahí. Abre la puerta.

—Dile que has cambiado de opinión. —Me apretó más fuerte la mano contra la boca—. Díselo o te juro por Dios que la haré pedazos. No quiero hacerlo, pero lo haré.

Asentí con la cabeza, y Blake levantó los dedos muy despacio y me puso de pie. A continuación, me sacó de la sala de estar y me llevó hacia la puerta a base de empujones.

—Vamos —gimoteó Dee—. Ni siquiera contestas al teléfono. Dile a Blake que tienes que irte. Sé que está ahí contigo. Su camioneta está aparcada fuera. —Entonces soltó una risita—. Así que ¡hola, Blake!

Apreté los ojos para contener las lágrimas.

—He cambiado de opinión.

—¿Qué?

—Que he cambiado de opinión —repetí a través de la puerta—. No quiero salir esta noche. Prefiero quedarme en casa.

«Por favor», supliqué en silencio. «Por favor, vete. No quiero meterte en esto. Por favor».

Hubo una pausa cargada de tensión y luego Dee aporreó la puerta aún más fuerte.

—No seas idiota, Katy. Vas a salir con nosotros esta noche. ¡Así que abre la maldita puerta!

Blake me lanzó una mirada dura y supe que Dee acabaría atravesando la puerta. Respiré hondo y reprimí un sollozo áspero y seco.

—¡No quiero ir contigo! Ni siquiera quiero salir más contigo, Dee. Vete y déjame en paz de una vez.

—Caray —susurró Blake.

—¿Katy…? —dijo Dee con voz ronca—. ¿Qué pasa? Tú… no eres así.

Apreté la frente contra la puerta y las lágrimas me bajaron por las mejillas.

—Pues ya ves que sí. Por eso no he quedado contigo últimamente. ¿De acuerdo? No quiero que sigamos siendo amigas. Así que, por favor, déjame en paz. Vete a darle la tabarra a otra persona. No tengo tiempo para esto.

El único sonido que se oyó fue el de sus tacones contra el porche. Blake fue a la ventana y los vio subirse al todoterreno de Adam. Cuando oyó el chirrido de los neumáticos, se acercó y me agarró el brazo. Me llevó de vuelta a la sala de estar y me obligó a sentarme en el sofá.

—Lo superará —comentó a la vez que sacaba su móvil del bolsillo.

—No —susurré mientras lo veía escribir algo en el teléfono—. No lo superará.

Puesto que Blake estaba distraído con el móvil, vi mi única oportunidad. Mientras recurría a la Fuente, no había ni una sola parte de mí que dudara de lo que debía hacer a continuación, ni siquiera por un segundo. La ira nublaba mi código moral. Ahora todo estaba distorsionado. No había bien ni mal.

Un viento feroz aulló por toda la casa. Las fotografías que colgaban en el pasillo se sacudieron y cayeron al suelo, haciéndose añicos. Los armarios traquetearon, las puertas se abrieron y los libros se cayeron.

Blake se volvió rápidamente hacia mí, bajando el teléfono y con los ojos llenos de asombro.

—Eres increíble.

A mi alrededor flotaban mechones de pelo y los dedos me dolían por la energía que crepitaba en mi interior. Sentí que las puntas de mis pies se separaban del suelo.

Blake cerró el teléfono y extendió una mano. El viento que estaba creando se volvió contra mí y me lanzó contra la pared. Aturdida, luché contra la fuerza que me retenía; pero, al igual que me pasó con Beth, no pude doblegarla.

—No has recibido un adiestramiento completo. —Blake avanzó hacia mí con una sonrisa irónica—. Hay mucho potencial, no me malinterpretes, pero no puedes enfrentarte a mí.

—Que te jodan —solté.

—Me habría apuntado a eso. —Volvió a acercar la mano a él y fue como si estuviera atada a una cuerda invisible. Contra mi voluntad, mi cuerpo fue directo hacia él y me quedé allí suspendida, dándole patadas y golpes al aire—. Cánsate. No importa.

—Voy a matarte —juré, recibiendo con los brazos abiertos la creciente oleada de furia que iba apoderándose de mí.

—No eres capaz. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un lado—. Al menos, todavía no.

Su teléfono pitó y lo abrió con una sonrisa.

—El tío Brian está de camino. Ya casi ha terminado.

Grité mientras sentía cómo la energía palpitaba a mi alrededor. La vista se me nubló una vez más y pude sentir cómo todas y cada una de las células de mi cuerpo se calentaban. La rabia alimentó mi lado extraterrestre, proporcionándole fuerza. La dirigí directamente hacia Blake.

Este retrocedió, enarcando las cejas.

—Hazlo lo mejor que puedas. Simplemente te lo devolveré.

Una ventana se hizo pedazos en el piso de arriba con un sonido explosivo y discordante. Levanté la cabeza mientras Blake se daba la vuelta. Dos rayos de luz bajaron las escaleras a toda velocidad, se separaron y fueron directos hacia Blake. Una forma más pequeña y menos poderosa se detuvo en seco.

La luz parpadeó y Dee cobró forma, observándome boquiabierta.

—Estás… estás brillando.

La otra luz se estrelló contra Blake, haciéndolo retroceder varios metros. Me volví y sentí que regresaba al suelo. Blake rugió mientras apartaba la luz y él también empezó a brillar, igual que Bethany. Una intensa luz azul lo rodeó mientras se echaba hacia atrás y liberaba un pulso de luz.

Dee se lanzó hacia delante, parpadeando, mientras intentaba llegar hasta Adam. El pulso los alcanzó y se quedaron paralizados. Ambos adquirieron sus formas humanas durante un breve segundo. Un iridiscente hilo de luz escapaba de la nariz de Dee y se derramaba de su boca.

Avancé tambaleándome y gritando el nombre de mi amiga. Blake me sujetó por detrás y me tiró al suelo.

Dee fue la primera en caer. Se desplomó, parpadeando y después con los ojos cerrados. Forcejeé debajo de Blake y conseguí incorporarme sobre los codos. Volví a gritar, pero ni siquiera parecía mi voz.

Adam… Adam estaba mucho peor. Un río de luz le salía de la boca, los ojos y las orejas. Su cuerpo humano se estremeció. Un resplandor líquido goteaba en el suelo. Estaba envuelto en luz, pero esta titilaba de manera errática. Dio un paso al frente, levantando una mano.

—¡No! —grité.

Blake se apartó de mí, irguiéndose, y golpeó a Adam con otra descarga.

Y Adam cayó.

Blake me empujó por la parte posterior de la cabeza y me obligó a pegar la cara contra el suelo de madera mientras apoyaba una rodilla en el centro de mi espalda.

—¡Mierda! —exclamó con voz ronca—. ¡Mierda!

Sentí que no podía respirar.

—No quería… no quería que pasara eso —dijo inclinándose sobre mí. Apretó la cabeza contra mi hombro y su cuerpo se estremeció—. Dios, no quería herir a nadie. —Tembló y luego levantó la cabeza. Soltó una risa entrecortada—. Bueno, al menos ahora sé que ninguno de los dos te curó, porque estoy bastante seguro de que ambos están muertos.

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