Onyx

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Capítulo 5

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CAPÍTULO 5

Carissa estaba esperándome junto a mi taquilla después de Biología.

—¿Puedo irme a casa? —le pregunté mientras cambiaba de libro.

Mi amiga soltó una carcajada.

—¿Estás teniendo un mal día?

—Algo por el estilo. —Durante un segundo, pensé en entrar en detalles, pero ¿qué podía contarle?—. Esta mañana me he retrasado. Ya sabes cómo te joroba eso el resto del día.

Caminamos por el pasillo, charlando de la fiesta del viernes y de lo que íbamos a ponernos. En realidad, yo no había pensado mucho en ello y suponía que acabaría poniéndome unos vaqueros y una camiseta.

—Todo el mundo va a ir arreglado —me explicó—, ya que por aquí no tenemos muchas ocasiones para ponernos algo bonito.

—Acaba de ser el baile de comienzo del curso —refunfuñé, pues no tenía nada elegante que llevar.

Carissa empezó a preguntarme sobre las universidades en las que iba a solicitar plaza. Ella esperaba que enviara una solicitud a la Universidad de Virginia Occidental, que era lo que hacía la mayoría de los alumnos.

—Katy, tienes que ponerte las pilas —insistió mientras cogía un plato de algo que parecía un filete ruso—. Se te va a acabar el plazo.

—Ya lo sé, mi madre me lo recuerda todos los días. Lo haré cuando decida adónde quiero ir. —El problema era que no tenía ni idea de adónde quería ir ni qué quería hacer.

—Que no te pille el toro —me advirtió.

En cuanto me senté, empecé a soltarle el rollo a Dee, que ya estaba en la mesa.

—¿Así que no puedo llevar vaqueros a la fiesta? ¿Tengo que ponerme un vestido?

—¿Qué? —Dee parpadeó y me miró.

—Carissa acaba de decirme que tengo que ponerme un vestido el viernes por la noche. No es lo que había planeado.

Dee cogió el tenedor y se dedicó a juguetear con la comida que tenía en el plato.

—Deberías ponerte un vestido. Nos arreglaremos para la fiesta y durante una noche seremos hermosas princesas.

—Venga ya, que no tenemos seis años.

Lesa resopló y repitió:

—¿Hermosas princesas?

—Sí, hermosas princesas. Puedo prestarte un vestido. Tengo muchos —dijo Dee mientras pinchaba las habichuelas.

Estaba claro que le pasaba algo. No estaba comiendo y encima sugería que podía ponerme uno de sus vestidos.

—No creo que me quepa un vestido tuyo.

Volvió su rostro angelical hacia mí.

—No seas tonta. Tengo un montón de vestidos que puedes ponerte.

Me quedé mirándola, boquiabierta.

—Si me pongo un vestido tuyo, voy a acabar embutida como una salchicha.

Dee miró de pronto hacia un punto situado por encima de mis hombros y, fuera lo que fuera lo que iba a decir, murió en sus labios. Abrió mucho los ojos y se puso pálida. Me dio miedo volverme, por si me encontraba a un grupo de agentes del Departamento de Defensa vestidos de negro atravesando la cafetería del instituto.

Aquella imagen me resultó tronchante y aterradora a partes iguales.

Me volví despacio en la silla, preparándome para que me tiraran al suelo y me esposaran, o lo que sea que le hicieran a la gente. Tardé un momento en identificar qué había dejado completamente pasmada a Dee y, cuando lo conseguí, me quedé confundida.

Se trataba de Adam Thompson (el gemelo bueno, como me gustaba llamarlo), que además era el… amigo de Dee. ¿O era su novio?

—¿Qué pasa? —pregunté mientras me daba la vuelta.

Dee me miró otra vez.

—¿Podemos hablar luego?

En otras palabras, era algo que no podía decir delante de las demás. Asentí con la cabeza y eché un vistazo a mi espalda. Adam se estaba sirviendo comida, pero entonces me fijé en otra persona.

Blake estaba junto a las puertas de la cafetería, buscando a alguien entre la multitud. Localizó nuestra mesa y sus ojos color avellana se posaron en mí. Sonrió, mostrando unos dientes blanquísimos, y me saludó con la mano.

Respondí al saludo con un pequeño gesto de la mano.

—¿Quién es ese? —preguntó Dee frunciendo el ceño.

—Se llama Blake Saunders —contestó Lesa mientras observaba su comida. La pinchó con el tenedor como si pensara que iba a saltar del plato y salir huyendo—. Es nuevo en nuestra clase de Biología. Me he enterado de que vive con su tío.

—¿Has revisado su archivo personal o qué? —le pregunté, divertida.

Lesa soltó un resoplido.

—Lo oí hablar con Whitney Samuels, que estaba haciéndole un interrogatorio.

—Creo que viene hacia aquí. —Dee se volvió hacia mí con una expresión inescrutable en el rostro—. Es mono, ¿no crees, Katy?

Me encogí de hombros. La verdad es que era muy mono. Me recordaba a un surfista, y eso me resultaba sexy. Y era humano, lo que sumaba más puntos.

—También es simpático.

—Eso está bien —opinó Carissa.

Estaba genial, pero… Miré hacia la mesa del fondo. Daemon no se había sentado con nosotras ese día. Parecía estar enzarzado en una acalorada discusión con Andrew. Tampoco había ni rastro de Ash. Qué raro.

Volví a concentrarme en Daemon, que levantó la mirada justo en ese momento. La sonrisilla de suficiencia desapareció de su rostro y apretó los dientes. Parecía… cabreado. Madre mía, ¿y yo qué había hecho ahora?

Dee me dio una patada por debajo de la mesa y me volví.

Blake estaba de pie a mi lado. Una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro mientras recorría la mesa con la mirada.

—Hola.

—Hola —contesté—. ¿Quieres sentarte?

Asintió con la cabeza y ocupó el asiento vacío que había junto al mío.

—Todo el mundo sigue mirándome.

—Ya, se les pasará en un mes más o menos —le aseguré.

—Hola —saludó Lesa con tono alegre—. Yo soy Lesa, con «e», y estas son Carissa y Dee. Somos las fantásticas amigas de Katy.

Blake se rio.

—Encantado de conoceros. Tú estás en Biología, ¿no?

Lesa asintió con la cabeza.

—¿Y tú de dónde eres? —preguntó Dee con una voz sorprendentemente dura.

La última vez que la había oído usar ese tono fue cuando Ash se había presentado en la cafetería con Daemon antes de que empezaran las clases.

—De Santa Mónica. —Blake sonrió tras otra serie de exclamaciones de entusiasmo—. Mi tío se cansó de la ciudad y quiso irse lo más lejos posible.

—Bueno, pues lo consiguió. —Lesa hizo una mueca después de darle un bocado a su almuerzo—. Apuesto a que la comida era mejor en Santa Mónica.

—Qué va. Allí tampoco es nada del otro mundo.

—¿Te está costando adaptarte a las clases? —Carissa cruzó las manos sobre la mesa, como si fuera a hacer una entrevista para el periódico del instituto. Lo único que le faltaba era bolígrafo y papel.

—No. Este instituto es mucho más pequeño que en el que estaba, así que he conseguido orientarme sin problemas. Además, aquí la gente es más amable, salvo por lo de quedarse mirando. ¿Y cómo te va a ti? —Se volvió hacia mí—. Técnicamente, todavía eres nueva…

—Ah, no, te cedo por completo el papel de recién llegado. Pero esto está muy bien.

—Aunque nunca pasa nada —añadió Lesa.

La conversación transcurrió con facilidad. Blake respondió a todas nuestras preguntas; era supersimpático y se reía mucho. Resultó que tenía Gimnasia con Lesa y Arte con Carissa.

De vez en cuando, me miraba y sonreía, mostrando unos dientes blancos y rectos. No tenía ni punto de comparación con la sonrisa de Daemon (cuando se dignaba concedernos una), pero estaba bien. Las otras chicas también se fijaron; no dejaban de mirarnos y me puse cada vez más colorada.

—Hay una fiesta el viernes por la noche. —Lesa me dedicó una sonrisa rápida—. Nos encantaría que fueras. Los padres de Dee nos dejan celebrarla en su casa mientras están fuera el fin de semana.

Dee se puso tensa con el tenedor a medio camino de la boca. No dijo nada, pero me di cuenta de que no le gustaba aquella idea. ¿Qué mosca le había picado? Medio instituto estaba invitado.

—Suena genial. —Blake me miró—. ¿Tú vas a ir?

Asentí con la cabeza mientras abría la botella de agua.

—No tiene pareja —aportó Lesa con una mirada astuta.

Me quedé atónita. Qué sutil.

—¿No tienes novio? —Blake parecía sorprendido.

—No. —A Lesa le brillaron los ojos—. ¿Tú dejaste una novia en California?

Dee carraspeó como si la comida que tenía en el plato le resultara sumamente interesante. Deseé que la tierra me tragara.

Blake soltó una risita.

—No, no tengo novia. —Volvió a concentrarse en mí—. Pero me sorprende que tú no tengas novio.

—¿Por qué? —quise saber, preguntándome si debería sentirme halagada. ¿Acaso era tan superguay que resultaba increíble que no tuviera novio?

—Pues… —contestó Blake inclinándose hacia mí. Luego me dijo al oído—: Por ese tipo de ahí. No te ha quitado los ojos de encima desde que me he sentado. Y no parece contento.

Dee fue la primera en mirar.

—Es mi hermano —dijo con una sonrisa tensa.

Blake asintió con la cabeza mientras se echaba hacia atrás.

—¿Salíais juntos?

—No —le aseguré. Todos los músculos de mi cuerpo me exigían que echara un vistazo—. Solo es… Daemon.

—Ajá —dijo Blake mientras se estiraba. Me dio un golpecito en el brazo con el codo—. Entonces, ¿no tengo competencia?

Me quedé boquiabierta. Vaya, sí que era audaz. Su atractivo mejoraba por momentos.

—Para nada.

Una lenta sonrisa se dibujó en los labios de Blake. Tenía el inferior más carnoso; daban ganas de besarlo.

—Es bueno saberlo, porque me preguntaba si te gustaría comer algo después de clase.

Madre mía. Miré a Dee, que parecía tan sorprendida como yo. Había planeado averiguar qué le pasaba con Adam y luego hablar con Daemon de las cosas raras que habían estado ocurriendo.

Dee malinterpretó mi vacilación.

—Podemos vernos mañana después de clase.

—Pero…

—Está bien. —Su mirada parecía decir: «Sal, diviértete. Sé normal». O quizá eso era lo que yo quería creer, porque no parecía entusiasmarle que Blake se interesara por mí—. No pasa nada —agregó.

Podía esperar un día más para hablar con Daemon. Me volví hacia Blake y nuestras miradas se encontraron. Asentí con la cabeza casi sin darme cuenta.

Blake no dejó de sonreír el resto de la comida. Hacia el final, no pude aguantar más y tuve que mirar porque todavía lo sentía. Blake estaba en lo cierto: Daemon tenía la mirada clavada en nuestra mesa. Pero no me miraba a mí, sino al chico sentado a mi lado. No había nada amistoso en la línea tensa de su mandíbula ni en su mirada penetrante.

Entonces Daemon me miró y noté un revoloteo en el pecho. Intenté coger aire, pero sentí que no podía. Los labios me temblaron.

Desde luego que él no era competencia.

Blake y yo decidimos ir al Smoke Hole después de clase. Cuando llegamos allí en coches separados, el viento soplaba con fuerza, tirando de las ramas desnudas de los árboles que rodeaban el aparcamiento, así que nos apresuramos a entrar.

Nos sentamos cerca de la crepitante chimenea y noté que Blake tenía las mejillas rojas bajo la piel bronceada.

—Creo que nunca me acostumbraré a este viento. Es bestial.

—A mí me pasa lo mismo —dije frotándome los brazos con las manos heladas—. Y me han dicho que suele nevar un montón en invierno.

Un brillo de interés iluminó sus ojos, haciendo que las motas verdes destacaran. Aunque no eran ni de lejos tan brillantes como los de Daemon.

—Entonces es un clima perfecto para hacer snowboard. ¿Tú lo practicas?

Solté una carcajada.

—Acabaría matándome en menos de dos segundos. Una vez fui a esquiar con mi madre y no salió bien.

Blake sonrió y luego se puso a hablar con la camarera que nos atendía. Era sorprendente, pero no estaba nerviosa. No sentía un revoloteo en el estómago cuando nos mirábamos ni notaba la piel demasiado tirante, y no estaba segura de lo que significaba eso. Parecía tan… normal.

Me habló de surf mientras esperábamos mi porción de pizza de queso y su plato de chile. Yo le conté que toda mi experiencia con el surf se limitaba a observar a los chicos en Florida. Yo no poseía la coordinación necesaria, aunque él intentó convencerme de que no era tan difícil.

Me reí mucho mientras comíamos con calma. Con él, no tenía que pensar en extraterrestres del espacio exterior ni en la inminente amenaza del Departamento de Defensa o los Arum. Fue la hora más relajante que había pasado en mucho tiempo.

Casi habíamos terminado y Blake se entretuvo rompiendo una servilleta en trocitos mientras me sonreía.

—Así que tienes un blog.

Asentí con la cabeza, sorprendida, y supuse que lo mejor sería confesar de una vez que era una friki.

—Sí, me encantan los libros. Escribo reseñas en el blog. —Me quedé callada un momento—. ¿Cómo te has enterado?

Blake se inclinó hacia delante y susurró:

—Te busqué. Ya sé que es lo que haría un empollón, pero encontré tu blog. Me gusta cómo escribes tus reseñas. Eres muy ingeniosa. Y se nota que te apasiona.

Sonreí, halagada. Se había ganado toda mi simpatía por haber leído mis reseñas.

—Gracias. El blog es muy importante para mí, pero la mayoría de la gente no lo entiende.

—Oh, yo sí te entiendo. Antes tenía un blog de surf.

—¿De verdad?

Asintió con la cabeza.

—Sí. Echo de menos el surf y escribir en el blog. Conectar con gente de todo el mundo que comparte la misma pasión. Es una comunidad alucinante.

Ese tío era perfecto: no se había burlado por lo del blog, como había hecho Daemon. Más puntos para Blake. Tomé un sorbo de mi bebida mientras miraba por la ventana. Unas densas nubes oscuras cubrían el cielo.

—La primera vez que te vi, me pareció que tenías pinta de surfista —comenté.

—¿Qué quieres decir?

—Pues que tienes aire de surfista: el pelo, el bronceado… Es mono.

—¿Mono? —preguntó arqueando una ceja.

—Vale, es muy sexy.

—Eso me gusta —respondió con una sonrisa.

Al igual que Dee, Blake poseía ese tipo de personalidad que inevitablemente me hacía sentir cómoda. Algo agradable comparado con el hormigueo que me invadía cuando estaba con Daemon.

Cuando salimos de la cafetería, cerca de las cinco, me sorprendió cuánto tiempo había pasado. El viento me sacudió el pelo, pero yo seguía demasiado emocionada después de pasar la tarde con Blake como para preocuparme por el hecho de que todavía no me había comprado una chaqueta.

Blake me dio un golpecito con el codo.

—Me alegro de haber pasado tiempo contigo.

—Yo también —contesté haciendo girar las llaves de mi coche mientras nos deteníamos junto a su camioneta.

—No suelo ser tan lanzado. —Se apoyó en el capó y cruzó los tobillos—. Ya sabes, pedirle salir a una chica delante de una mesa repleta de desconocidos y eso.

El vigorizante viento me refrescó las mejillas calientes.

—Parecías bastante seguro de ti mismo.

—Lo estoy cuando quiero algo.

Se apartó del capó y se colocó delante de mí. Ay, Dios. ¿Iba a besarme? Me había encantado la agradable tarde que acabábamos de pasar juntos, pero, bueno… me parecía mal darle esperanzas. No sabía qué había entre Daemon y yo, si es que había algo, pero no era justo aparentar que no tenía ningún tipo de compromiso. Sentía algo por Daemon, pero no estaba segura de lo que significaba.

Blake se inclinó hacia mí y me quedé paralizada.

Por encima de él, las ramas se sacudieron y gimieron debido a la fuerza del viento.

Levanté la cabeza al oír un fuerte crujido. Una de las gruesas ramas se rompió bajo el peso del viento. El pánico me atenazó la garganta mientras la rama descendía en espiral hacia donde se encontraba Blake. No conseguiría apartarse lo bastante rápido y el tamaño de la rama amenazaba con hacerle mucho daño.

Una descarga de energía estática me recorrió la piel, crepitando entre las capas de ropa, y sentí que se me erizaba el vello de la nuca. Me lancé hacia delante, con el corazón desbocado, y me pareció que grité «¡para!», aunque solo ocurrió en mi cabeza.

Y la rama se paró… en el aire, suspendida en la nada.

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