Onyx

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Capítulo 12

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CAPÍTULO 12

Volvimos a su casa antes de que llegaran los demás y me acomodé en el sillón reclinable del rincón intentando mantener la calma. Daemon no se había dejado llevar por el pánico, pero aún no sabía qué estaba pasando. Fuera, oímos cómo se cerraban las puertas de varios coches. Me rodeé la cintura con los brazos y Daemon se acercó a mi lado y se sentó en el brazo del sillón.

Ash y los hermanos Thompson fueron los primeros en entrar. Adam nos sonrió antes de sentarse al lado de Dee, que le ofreció la bolsa de palomitas que se estaba zampando, y él cogió un puñado. Andrew me echó una mirada y puso los ojos en blanco.

—¿Alguien puede explicarme qué hace ella aquí?

Cómo odiaba a Andrew.

—Tiene que estar aquí —dijo el señor Garrison, cerrando la puerta tras él. A continuación, se dirigió al centro de la sala de estar, con las miradas de todos puestas en él. Cuando no estaba en el instituto siempre vestía de manera informal, con vaqueros—. Quiero que esta reunión sea lo más breve posible.

—El Departamento de Defensa se ha enterado de lo de ella, ¿verdad? ¿Estamos en un lío? —Ash se pasó una mano por los leotardos morados.

Me quedé sin aliento. No me molestó el tono desdeñoso que empleó, pues había mucho en juego si Defensa averiguaba mi secreto, o el de ellos.

—¿Se trata de eso, señor Garrison? —le pregunté.

—Por lo que yo sé, no saben nada de ti —contestó—. Los ancianos convocaron una reunión esta noche para tratar el tema del aumento de la presencia del Departamento de Defensa en la zona. Parece que algo les ha llamado la atención.

Volví a dejarme caer contra el sillón, aliviada. Pero entonces reparé en algo: tal vez yo me hubiera librado, pero ellos no. Recorrí la sala con la mirada. No quería ver a ninguno de ellos en problemas, ni siquiera a Andrew.

—Bueno, ¿y qué han visto? Nadie ha hecho nada malo —comentó Adam mientras contemplaba una palomita cubierta de mantequilla.

—¿Qué pasa? —Dee dejó la bolsa de palomitas a un lado.

Los superbrillantes ojos azules de Matthew observaron a todos los presentes.

—Uno de sus satélites captó el despliegue de luces del fin de semana de Halloween y han estado en el campo, usando algún tipo de máquina que detecta energía residual.

Daemon se burló.

—Lo único que van a encontrar es un trozo de tierra quemada.

—Saben que podemos manipular la luz para defendernos; así que, por lo que tengo entendido, no fue eso lo que les llamó la atención. —El señor Garrison miró a Daemon con el ceño fruncido—. Se trata del hecho de que la energía fue tan potente que interrumpió la señal de un satélite y no pudieron tomar imágenes del suceso. Nunca había pasado nada igual.

La expresión de Daemon seguía sin desvelar ningún tipo de emoción.

—Supongo que soy así de guay.

Adam se rio entre dientes y dijo:

—¿Ahora tienes tanto poder que interrumpes señales?

—¿Interrumpir la señal? —El señor Garrison soltó una breve carcajada—. Destruyó el satélite… Un satélite diseñado para rastrear luz y energía de alta frecuencia. Apuntaba directamente a Petersburgo y el suceso lo destruyó.

—Como he dicho, soy así de guay. —Daemon sonreía con aire de suficiencia, pero yo estaba poniéndome de los nervios.

—Joder —murmuró Andrew. En sus ojos apareció un brillo de respeto—. Impresionante.

—Por muy impresionante que sea, el Departamento de Defensa siente mucha curiosidad. Los ancianos creen que van a estar por aquí un tiempo, observando. Que ya están aquí. —Le echó un vistazo a su reloj—. Es imprescindible que todo el mundo se porte mejor que nunca.

—¿Y qué dicen los otros Luxen? —preguntó Dee.

—De momento, no están demasiado preocupados. Y no tienen motivos para estarlo —contestó Matthew.

—Ya, porque fue Daemon el que provocó semejante descarga de energía y no ellos —añadió Ash, y luego ahogó una exclamación—. ¿La gente de Defensa sospecha que tenemos más habilidades?

—Creo que quieren averiguar cómo es posible que alguien pudiera hacer algo así. —Matthew observó a Daemon—. Los ancianos les dijeron que hubo una pelea entre los nuestros. Nadie te ha involucrado, Daemon, pero ya saben que eres fuerte. Puedes dar por sentado que te harán una visita pronto.

Daemon se encogió de hombros, pero a mí me invadió el miedo. No había sido él el que había acabado con Baruck, así que ¿cómo podría explicar lo que había ocurrido? ¿El Departamento de Defensa averiguaría que los Luxen eran mucho más poderosos de lo que creían? ¿Que podían hacer casi cualquier cosa?

Si pasaba eso, mis amigos (y Daemon) estarían en peligro.

—Katy, es muy importante que te andes con ojo cuando salgas con los Black —continuó el señor Garrison—. No queremos que el Departamento de Defensa sospeche que sabes algo que no deberías saber.

—Habla por ti —masculló Andrew.

Lo fulminé con la mirada, pero Daemon respondió antes de que yo pudiera decir nada.

—Andrew, te voy a…

—¿A qué? —le espetó Andrew—. Solo digo la verdad. No tiene que caerme bien solo porque tú te hayas encaprichado de una estúpida humana. Nadie…

Daemon cruzó la sala en un abrir y cerrar de ojos. Una intensa luz blanca rojiza lo envolvía por completo cuando levantó a Andrew del asiento y lo estrelló contra la pared con tanta fuerza que las fotografías que los rodeaban repiquetearon.

—¡Daemon! —chillé mientras me ponía en pie al mismo tiempo que el señor Garrison gritaba.

Ash se levantó de la silla de un salto y exclamó con voz entrecortada:

—¿Qué estáis haciendo?

Dee cogió su tentempié con un suspiro y se recostó.

—Ya empezamos. ¿Más palomitas?

Adam se sirvió un puñado.

—Personalmente, creo que Andrew necesita que le den una buena patada en el culo. Katy no tiene la culpa de que el Departamento de Defensa esté aquí. Ella tiene tanto que perder como nosotros.

Su hermana se volvió hacia él.

—¿Así que ahora estás de su lado? ¿De una humana?

—No se trata de estar del lado de nadie —repuse sin perder de vista a los chicos.

Ambos habían pasado a modo Luxen, al igual que Matthew. Este último no era más que una masa de intensa luz azulada con forma masculina que agarró a Daemon y lo apartó de Andrew.

Ash me dedicó una larga mirada de odio.

—Nada de esto estaría pasando si tú no hubieras aparecido. No habrías acabado con el primer rastro, el Arum no te habría visto, ¡y todo este follón nunca habría ocurrido!

—Cierra el pico, Ash. —Dee le lanzó un puñado de palomitas—. Ya te vale. Katy arriesgó su vida para asegurarse de que el Arum no supiera dónde vivíamos.

—Todo eso está muy bien —replicó Ash—, pero Daemon no habría tenido que hacer de Rambo con el Arum si su queridísima humana no estuviera en peligro cada cinco segundos. Esto es culpa suya.

—¡No soy su queridísima humana! —Respiré hondo—. Solo somos… amigos. Y eso es lo que hacen los amigos: se protegen unos a otros.

Ash puso los ojos en blanco y yo me senté.

—Bueno, al menos, eso es lo que hacen los humanos por sus amigos.

—Y los Luxen también —dijo Adam mirando fijamente a su hermana—. Aunque a algunos se les olvida.

Ash dio media vuelta con un suspiro de indignación y se dirigió a la puerta.

—Esperaré fuera.

Mientras la observaba alejarse, me pregunté si se las arreglaría para encontrar un motivo para culparme por todo. Aunque, en cierto sentido, esa situación sí era culpa mía. Había sido mi insólita descarga de energía lo que había traído al Departamento de Defensa. Sentí una angustia en el pecho.

El señor Garrison por fin consiguió separar a los chicos. Andrew recuperó su forma humana con un parpadeo y miró con los ojos entrecerrados a Daemon, que seguía brillando.

—Tío, esto no va a resolver nada. Pégame todo lo que quieras, pero eso no va a cambiar lo que opino de ella.

—Andrew —le advirtió el señor Garrison.

—¿Qué? —espetó, aunque luego retrocedió—. ¿De verdad creéis que podrá mantenerse firme si el Departamento de Defensa la interroga? Porque van a hacerle preguntas sobre su relación con Dee y contigo. En cuanto a ti, Daemon, ¿piensas seguir los pasos de tu hermano? ¿También quieres morir por su culpa?

La luz de Daemon se intensificó aún más, y supe que iba a abalanzarse de nuevo contra Andrew. Eso era absurdo. Crucé la habitación sin pensarlo y rodeé con los dedos la reluciente muñeca de Daemon. Me resultó extraño tocarlo estando así. Una cálida corriente eléctrica me subió por el brazo, y noté un hormigueo en la nuca.

—Eso ha sido un golpe bajo —le reproché a Andrew, porque alguien tenía que hacerlo—. Ni siquiera se merece que te rebajes a partirle la cara, Daemon.

—Katy tiene razón —añadió Adam. Hasta ese momento no me había percatado de que se había movido, pero estaba al otro lado de Daemon—. Pero te echaré una mano si quieres dejarlo fuera de combate una semana por ese comentario.

—Oye, gracias, hermano —dijo Andrew poniendo mala cara.

Se hizo un tenso silencio. Después, la luz de Daemon se debilitó y este recuperó su forma humana. Bajó la mirada hacia donde mi mano se curvaba alrededor de su muñeca y luego la levantó, mirándome a los ojos. Una corriente de aire cargada de electricidad pasó de su piel a la mía con un estallido que me sobresaltó. Le solté la muñeca y me quedé inmóvil bajo su intensa mirada.

—Este es el tipo de comportamiento que no podemos permitirnos. —El señor Garrison respiró hondo—. Creo que ya es suficiente por hoy. Los dos debéis calmaros y tener presente que están por aquí. Debemos ser prudentes.

Todos se marcharon después de eso, incluida Dee, que quería pasar tiempo con Adam y también asegurarse de que no acabara echándose encima de Andrew. Así que Daemon y yo nos quedamos solos. Debería haberme marchado también; pero, después de las desconsideradas palabras de Andrew, quería confirmar que Daemon se encontraba bien.

Lo seguí hasta la cocina.

—Siento lo que ha dicho Andrew. No debió haberlo hecho.

Daemon apretó la mandíbula mientras cogía dos latas de Coca-Cola y me pasaba una.

—Es lo que hay.

—Sigue estando mal.

Me recorrió el rostro con la mirada de una forma que me hizo sentir totalmente expuesta.

—¿Te preocupa que el Departamento de Defensa esté aquí?

Vacilé antes de contestar.

—Sí.

—Olvídate de ellos.

—Eso se dice pronto. —Jugueteé con la anilla de la lata—. No me preocupo por mí. Piensan que tú eres el responsable de lo que ocurrió… del asunto ese de la energía. ¿Y si creen que eres… peligroso?

Daemon se tomó su tiempo para responder.

—No se trata solo de mí, gatita. Aunque lo hubiera hecho yo, nunca se ha tratado de mí. Se trata de todos los Luxen. —Se quedó callado un momento y bajó la mirada—. ¿Sabes lo que piensa Matthew?

—No.

Una sonrisa cínica se dibujó en sus labios carnosos.

—Piensa que un día (probablemente no en nuestra generación, pero algún día) los míos y los Arum casi habrán superado en número a los tuyos.

—¿En serio? Da un poco de…

—¿Miedo? —sugirió.

—No sé si «miedo» es la palabra adecuada —dije apartándome el pelo de la cara—. Me refiero a que los Arum sí dan miedo; pero los tuyos, los Luxen, quitando lo de los poderes raros… no sois muy diferentes de nosotros.

—¿Y qué hay del hecho de que estemos hechos de luz?

Esbocé una sonrisa.

—Bueno, aparte de eso.

—Eso me ha hecho pensar —prosiguió— que si algunos de los nuestros lo creen, ¿cómo es que el Departamento de Defensa no está preocupado?

Tenía razón. Intenté impedir que el miedo a que le pasara algo se apoderase de mí, pero en mi cerebro se sucedían toda clase de escenarios disparatados. Todos terminaban con el Departamento de Defensa deteniendo a Daemon.

—¿Qué ocurrirá si te consideran una amenaza? Y no te andes con rodeos.

—Cuando estuve en las instalaciones del Gobierno, había algunos Luxen que no consiguieron integrarse. —Apretó los dientes con fuerza—. La mayoría no querían que Defensa los controlara. A otros supongo que los consideraron una amenaza porque hacían demasiadas preguntas. ¿Quién sabe?

Se me secó la boca.

—¿Qué les pasó?

Daemon no respondió de inmediato. Cada segundo que transcurría, se me revolvía más el estómago. Al fin, asintió con la cabeza.

—Los mataron.

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