Olivia

Olivia


SER SIN SENTIMIENTOS

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SER SIN SENTIMIENTOS

 

 

Un comprimido círculo de niños estaba en el patio jugando a Kung-fu Panda. Era la clase de sexto grado al entero, el último de la escuela. La primavera había logrado que el sol los reuniera a todos, pasando las últimas semanas como grupo, antes de que llegara el terrible secundario y los separara. La mayoría lloraría por eso, pero Olivia creía que serían lágrimas falsas.

El juego en el que participaban consistía en una ronda de niños, los cuales tenían ambas manos en alto a los lados del cuerpo. Por turnos, en sentido horario, debían golpear las manos del niño de uno de los lados, y este debía evitarlo, quedándose sin hacer movimientos hasta su turno o hasta que intenten golpearlo; debía sacar una mano cada vez que lo tocaran. Todos jugaban y algunos de clases más pequeñas miraban. Incluso Lena y Max estaban en la ronda con timidez.

Pero Olivia estaba sentada, mirándolos cómo se divertían y reían entre ellos. Apartada, deseaba ser parte de la diversión. Por una vez, quería ser parte del juego, sentirse integrada, parecían estar divirtiéndose y ella adoraba la diversión. Movía los pies, golpeándolos contra el asfalto del suelo del patio. Mordía su labio con indecisión, insegura de cómo sería recibida si pedía entrar a jugar con ellos, ¿qué dirían? Si tenía suerte, estarían tan contentos por el juego y el inminente final de clases, que le darían una pequeña tregua. Pero Olivia no solía tener suerte.

Se levantó, titubeante y, acercándose casi en silencio, se paró detrás del grupo, decidida a esperar que la ronda terminara para entrar al juego; pero antes de que eso ocurriera Mía la vio.

—Olivia, ¿quieres jugar con nosotros? —preguntó la chica con una enorme sonrisa en su rostro y agitando su cabello moreno con simpatía. Olivia no podía creer cómo los astros se habían alineado en ese momento a su favor. Le estaban ofreciendo jugar con ellos, junto a ellos, como una de ellos, como antes. Todos la miraban expectantes y ella asintió con la cabeza, diciendo:

—Claro, me encantaría —una sonrisa iluminaba su rostro. Se sentía muy bien. Se acercó un poco más a la ronda, tocando su falda.

Mía amplió su gesto.

—Pobrecilla —la chica cambió su expresión por una sonrisa vengativa—. La rarita cree que la dejaremos jugar. Tal vez y hasta nos pega su estupidez.

Todos rieron la crueldad de Mía.

Olivia estaba sorprendida. «Tonta, tonta», se repetía en su mente. ¿Cómo había sido tan estúpida de creer que la dejarían jugar con ellos? ¿En qué estaba pensando? Ella, que era tan lista, se había dejado engañar por falsas palabras, se había sentido cegada por el deseo, el deseo de pertenecer.

Sus ojos se cristalizaron y sus mejillas se encendieron. Estaba muy enojada consigo misma, y se sentía sumamente humillada. Humillada y tonta.

Miró a Lena, quien la miraba con lástima y articulaba «perdón» con los labios, y a su lado Max, quien se encogía de hombros, decidiendo no hacer nada por la niña que le gustaba. Quería hacerlo, pero en el furor del juego no sintió lo profundo de la herida de Olivia.

Livvy simplemente corrió a encerrarse al baño.

Y lloró.

 

***

Era casi la hora de salida. Avan había abandonado unos minutos antes la última lección del día para poder llegar a tiempo por su tarea.

Estaba a mitad de camino en el autobús, calculando y recalculando el tiempo, y decidiendo que volvería a la facultad en taxi, cuando su teléfono móvil sonó.

Vio la foto de Olivia y su número de teléfono en la pantalla. Tomó con fuerza la barra metálica que surcaba el techo del autobús, y contestó, con un poco de ansiedad.

—¿Livvy? ¿Qué haces llamándome a esta...?

—Avan, ven a buscarme, por favor —la voz de la niña sonaba distorsionada por las lágrimas.

—Olivia, pequeña, ¿qué pasa? —respondió Avan con preocupación imponiendo su tono de voz más dulce. Olivia nunca lloraba, él lo sabía, al oírla así su corazón se encogió.

—Ven, por favor.

La comunicación se cortó.

«Mierda», pensó Avan. Su maldito trabajo de diseño tendría que esperar a mañana, bajó del bus en la parada más cercana al colegio y corrió, asustado por lo que pudo ocasionar tal estado en la niña.

Avan llegó cinco minutos después a la puerta del colegio de Livvy. Entró registrándose en recepción y preguntando por el salón de Olivia, ya que nunca había debido ir a buscarla dentro de la escuela.

Siguió el camino indicado y al doblar la esquina la llamó por teléfono.

—¿Dónde estás?

—En el baño del patio. No quiero salir sola, Avan.

—Olivia, ¿eres consciente de que no puedo entrar en el baño de las niñas? —inquirió Avan, emprendiendo camino hacia allí. Conocía esa escuela como la palma de su mano, ya que había ido toda la primaria allí. Olivia soltó una risa por la pregunta del joven, sintiéndose un poco más animada ahora que hablaba con él.

Avan golpeó la puerta del baño, la cual se abrió lentamente, dejando ver un par de ojos inmensamente abiertos y enrojecidos que lo miraban con temor. Al descubrir a Avan, la niña se lanzó a sus brazos, sintiéndose un poco mejor.

—Mía... y los... los niños... fueron ma-malos conmigo... ellos... se-se burlaron de mí —musitaba entre sollozos. Avan la abrazó con fuerza, incluso hizo algo que no hacía desde hacía años: besó su mejilla sonoramente.

—Tranquila, peque, lo solucionaremos, ¿sí? Confía en mí. No es la primera vez que salimos de esto —con una mano secó las lágrimas de la chica y con la otra levantó su mentón para que lo viera a los ojos—. Eres muy fuerte, Olivia.

—Pero nunca fue así —murmuró con inseguridad.

—Dejaremos tu mochila así no debemos pasar por tu salón, ¿te parece?

Olivia asintió y ambos emprendieron el camino hacia la casa de Avan. Faltaba poco más de una hora para que culminara el horario escolar de la primaria.

Avan saludó a los guardias al pasar y Livvy también, aunque con el rostro oculto en el costado de Avan.

—¿Mejor? —inquirió el joven cuando salieron por las puertas de hierro del colegio.

—Mejor —Olivia había dejado de llorar, aunque su mente era un torbellino de ideas en un ir y venir constante de pensamientos oscuros.

—¿Y tu bolso? —cuestionó la pequeña.

—En la universidad.

—¿Por qué?

—Creía que la etapa de los porqués había finalizado —comentó con una sonrisa torcida evocando momentos en que Olivia era más pequeña—. Debía volver a entregar un proyecto..., pero no pasa nada, lo llevaré mañana —agregó rápidamente al ver cómo el rostro de Olivia dejaba traslucir su arrepentimiento y su vergüenza por haberlo necesitado.

—Podrías habérmelo dicho y habría llamado a papá o a mi madre...

—Livvy, tu papá está en el trabajo, además, a mí no me molesta —Avan sonrió mostrando los dientes y formando arruguitas en sus ojos. Llamar a su madre no era una opción.

Olivia le envió una triste mueca en respuesta.

Permanecieron en silencio el resto del camino. Olivia recordaba una y otra vez lo sucedido en el recreo y cómo Mía había utilizado sus propias palabras para burlarse de ella. ¿Cómo había sido capaz de ilusionarla de esa forma para después apartarla de una manera tan cruel? ¿Qué le había hecho Olivia?

Desde un primer momento había existido animosidad entre ambas niñas, la misma fue aumentando a lo largo de los años; tanto así que Olivia había decidido apartarse. Y cuando intentaba, por una vez, estar con los demás, la destrataban y desechaban. Los niños eran crueles.

Tan crueles que dolía.

No podía quedar así. Debía hacer algo. No tenía que apartarse y permitir que se burlasen de ella como si de un ser sin sentimientos se tratara. No se dejaría pisotear por unos niñatos tontos y desagradables.

Y su mejor amiga, lo traicionada que se había sentido cuando no la defendió. Era la peor parte.

Al llegar a su cuadra notaron que el auto de la señora Penz no estaba, tal vez había ido a trabajar antes otra vez.

En la casa de Avan solo estaba él a esa hora. Por eso, al llegar, había tanto silencio que el chico podía escuchar los engranajes de la mente de Olivia funcionando a toda velocidad.

Temía lo que sea que la niña estuviera ideando en su mente.

Temía por los niños de la escuela.

No sabían lo que se les venía, y él no podía detenerlo.

Aunque tampoco quería hacerlo, en realidad. No soportaba que hirieran a Olivia.

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