Olivia

Olivia


JÓVENES

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JÓVENES

 

 

—¡Olivia!

La niña oyó como una voz la llamaba. Estaba entrando a su colegio luego de saludar a su madre, pensando en su bonita ropa de esa mañana y en lo que había hecho con su impostora la noche anterior. Se dio la vuelta indecisa y vio a Max, un compañero de su clase, que venía corriendo con un papel en la mano, agitándolo en todas direcciones.

—¿Max? —preguntó extrañada mientras alzaba las cejas. Max casi nunca hablaba con ella, siempre se lo veía nervioso y tímido.

—Olivia, ayer intenté alcanzarte, pero ya te habías ido —comenzó el niño, casi sin aliento.

Olivia lo miró en silencio, esperando a que el chico de ojos cafés continuara. Las mejillas del niño comenzaron a tornarse de un leve color rosa mientras se movía inquieto, bastante incómodo por el silencio de la niña de los vestidos. Le había costado mucho esfuerzo tomar la decisión de hablar con ella y no podía acobardarse ahora.

—Yo... Bueno... Mmm... Lo que la maestra pidió que escribiéramos...Yo... Bueno... Es para, digo, es sobre... ti.

—¿Acaso eres incapaz de completar una oración por tu cuenta? —inquirió con sorna la rubia. Aunque claramente puso su mejor cara de curiosidad sarcástica.

—¡Por supuesto que puedo hacerlo! —murmuró molesto y dolido, no quería que ella pensara nada malo de él, quería que lo viera como el mejor.

—Pues no se nota...

Olivia comenzó a caminar pasando de Max olímpicamente. El niño, estaba bastante alejado de todos, y especialmente de ella. Debía seguir así, porque así Olivia lo quería.

Max observó a Olivia hasta que ella se perdió entre los demás niños, una mueca de tristeza se formó en su rostro. ¿Por qué las niñas eran tan complicadas? Dobló el papel con decepción mientras entraba a clase.

 

***

—Señor Danvers, al parecer ha comenzado con mal pie en la universidad, este año no ha sido el mejor.

—Juro, profesor, que no sé qué me pasó. Fue solo hoy. Tenía todo preparado, pero tuve una mañana muy extraña en casa y llego tarde porque... —Avan hizo una pausa sin saber cómo continuar.

—¿Tiene algo que ver con el nuevo corte de pelo de la señorita Maslin? —dijo inquisitivo el profesor Morales.

—Exacto. Tuve que... acompañarla a hacerse un cambio de peinado de emergencia.

Avan estaba sentado frente al escritorio del profesor aun cuando ya había llegado el final de su primera clase; había llegado unos diez minutos antes de que tocara el timbre. Sin los proyectos correspondientes a la clase. Y junto a su mejor amiga, quien tenía un drástico cambio en su corte de cabello. Sin contar que ambos estaban casi sin aliento por la corrida de la parada del bus al edificio.

—¿Cambio de peinado de emergencia? ¿Así les dicen ahora? —El profesor Morales, de Construcción y Diseño, era un aclamado arquitecto conocido por su poca tolerancia hacia las personas. A sus casi cincuenta años, daba clases por hobby puesto que tenía su vida arreglada. Y en este momento le sonreía socarronamente a su alumno, como si compartieran un secreto. Era uno de los profesores favoritos de Avan.

—Por favor, profesor, solo le pido una prórroga. Prometo traer todo mañana sin falta...

—Hoy.

—¿Cómo? —Avan lo miró intentando descifrar a qué se refería. El hombre siempre esperaba que sus alumnos entendieran todas sus medias oraciones y acertijos.

—Hoy. Debes traer hoy el proyecto. Tienes quince minutos después de la última campana para traerlo —dijo el hombre con una sonrisa satisfecha.

—Pero... solo ir a mi casa me lleva veinte y...

—Y nada. Eres joven, algo se te ocurrirá. Ahora puedes ir a tu próxima clase, anda, vete, muchacho, no llegues tarde.

Avan se levantó, comprendiendo que la reprimenda había culminado. Colgó su mochila al hombro y salió.

Fuera, casi pegada a la puerta, estaba Olivia.

—¿Siempre escuchas detrás de las puertas?

—Sabes que sí. Es mi defecto más atractivo.

Avan sonrió. El corte le sentaba bastante bien a su compañera. Un poco más largo y en punta adelante, y rapado al final. Era lo mejor que se podía hacer por los huecos que antes tenía.

—¿Cómo vas con el cabello?

—Se siente mucho más fresco y aún me dan ganas de llorar cuando me veo, pero lo superaré. Soy fabulosa de todas formas, ¿qué puedo decirte? —sonrió.

Desde hacía unos años ambos se habían conocido e inmediatamente se hicieron amigos. A Olivia le atrajo principalmente el aura de misterio que rodeaba a Avan y a Avan la efusividad de Olivia. Aunque por ese entonces todos le decían María, ya que era su primer nombre. Solo después que Avan comenzara a cuidar a su vecina había comenzado a llamarla por su segundo nombre, gracias al leve parecido que tenían ambas. A la rubia no le molestó el cambio, porque Olivia le parecía un nombre mucho más especial que María, como su madre se empeñaba en llamarla.

—Creo que tu hermana se excedió esta vez...

—Sí. A mí hermana suelen caerle mal todos mis amigos, tiene algún problema de sociabilidad con ellos. Pero tú siempre le habías caído bien, o eso creía...

—De todas formas... es bastante extraño todo lo que ocurrió —emprendió su camino seguida por Avan.

—Hablaré con ella...

—¡NO! Avan, no quiero que me tome rencor, de todas formas sería darle importancia y demostrarle que me ha lastimado. Es solo cabello.

—Cabello rubio natural.

—Cabello que tu hermana debía de desear. Grr...

Avan rio ante el gruñido que emitió su amiga. Solía hacerlo para demostrar frustración.

O cuando Avan se acostaba con ella.

—Avan, has destrozado a esa chica, ¿eh? —comentó Nico cuando Avan pasó a su lado. Olivia, al oírlo, simplemente levantó el dedo medio y le sonrió al joven. Avan hubiera preferido golpear su cabeza, pero la profesora Stella Bolff se habría enojado.

Stella, con su tez negra y cabello cobrizo, era el deseo prohibido de la mayoría de sus alumnos. Y ella lo sabía.

Todos lo sabían, pero nadie hablaba de eso, al menos no delante de ella. Se rumoraba que a un hombre que había sido capaz de gritarle algo en la calle lo había corrido cinco cuadras solo para llenarle la boca con tierra. Cuando su exnovio la engañó, ella quemó toda su ropa, junto con su celular y reproductor de música.

La profesora Bolff tenía su carácter y su pasado, y eso la hacía demasiado interesante para todo el que la conocía.

—Tomen asiento y saquen una hoja —dijo con tono frío la docente de Técnicas de Expresión.

Avan obedeció al instante, seguro de sí mismo puesto que era el único que sabía del examen. A veces, que tu profesora fuera colega de tu hermana tenía beneficios.

 

***

—Las pruebas de Olivia son normales, doctor Penz. La tomografía, al igual que la resonancia, no muestra signos de anomalías. Los estudios paraclínicos son normales. Las respuestas a las preguntas psicológicas fueron las normales para una niña de su edad. A pesar de sus extravagantes atuendos, parece una niña muy madura —la asistente del doctor sonrió con tranquilidad. La niña, hija de su jefe, era un encanto y nunca había entendido el afán de la esposa del doctor por monitorear a su hija. Y cómo el doctor cumplía todo lo que esa mujer quería.

—Eso es una noticia excelente, aunque ya lo sabía. Llamaré a mi esposa, puedes retirarte, muchas gracias, Sonia.

Sonia asintió y volvió al vestíbulo pensando en cómo un hombre tan bueno como Dante había terminado con una persona como Monique; lo dejó hablando con su esposa hecha una furia.

—¿Me estás diciendo que los malditos análisis están bien? ¿Cómo puedes estar tan contento? ¡Eso quiere decir que nuestra hija está loca, Dante!

—Basta ya, Monique, Olivia no está loca. Es una niña, está creciendo. ¡Que tenga algunos episodios extraños no significa su locura! ¡No tiene ningún daño irreparable en el cerebro, como tú quieres creer! —el doctor se levantó y comenzó a caminar por su consultorio. Estaba ordenado y amueblado según el feng shui, aunque eso no era notable a simple vista, con sus coloridos cojines y pañuelos de colores, acompañado de piedras y flores frescas. Normalmente, lo mantenían relajado, pero la terquedad de su esposa, lo estaba haciendo perder los estribos.

—Dan, no es una niña normal...

—No quiero seguir escuchándote, no hay necesidad de que discuta contigo por teléfono en mi trabajo, hablaremos luego. Adiós.

Cortó la comunicación y tomó los papeles con los resultados de los análisis. Los repasó una y otra vez, buscando posibles errores.

Su hija estaba en perfecto estado de salud.

Pero debía hablar con ella, ¿qué estaría ocurriendo por su cabecita?

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