Obsidian

Obsidian


Capítulo 20

Página 22 de 37

CAPÍTULO 20

Daemon estaba sorprendentemente dócil el miércoles, en clase de Mates. El inevitable toquecito con el boli llegó, pero solo en una ocasión y para recordarme que el único plan que yo tenía al salir de clase era quedar con él.

Como si no lo supiera.

En Biología, el día anterior, el señor Garrison no había dejado de mirarme en toda la clase. Mi rastro no era ningún secreto para él, y me preguntaba qué se le estaría pasando por la cabeza. Ni Daemon ni Dee me habían dicho si se lo habían contado o no a los demás Luxen. Varios profes me habían mirado de modo raro el día anterior y, hoy, uno de los entrenadores se había parado en medio del pasillo y me había pegado un repaso de los pies a la cabeza cuando iba hacia la cafetería. Una de dos: o era un pervertido o un alienígena. O las dos cosas a la vez, ¡qué suerte la mía!

Mientras esperaba en la cola de la cafetería, hice todo lo que estaba en mi mano para no mirar hacia la parte de atrás del local. Clavé la vista en la comida y, al dar un paso adelante, casi salgo rebotada hacia atrás. Había chocado con una montaña andante.

Simon Cutters se dio la vuelta y me miró desde las alturas. Me sonrió al verme.

—Hola, Katy.

Le di el dinero a la cajera y miré a Simon.

—Perdona por el golpe.

—Tranquila. —Me esperó al final de la cola, con el plato lleno hasta los topes de comida. Aquel chico comía casi tanto como Dee—. ¿Te has enterado de algo de lo que ha dicho el profe en Trigonometría? Yo no entiendo nada, parece que me estén hablando en chino.

Bueno, teniendo en cuenta que yo había puesto toda mi energía en fingir que Daemon no estaba en clase, sentado detrás de mí…

—Qué va. Espero que alguien haya tomado apuntes. —Moví el plato—. Tenemos examen la semana que viene, ¿no?

Simon asintió.

—Justo antes del partido. Creo que lo hace adrede para…

En aquel momento alguien se interpuso entre nosotros para coger algo de beber, obligándonos a apartarnos el uno del otro. Aquello era totalmente innecesario porque había espacio de sobra para pasar. Supe de inmediato quién había sido por su olor.

Daemon cogió un cartón de leche y lo lanzó al aire con una pirueta. Me miró con cara de póquer y se volvió hacia Simon. Los dos eran igual de altos, pero Simon era mucho más corpulento y ancho de espaldas que él. Aun así, Daemon imponía mucho más.

—¿Qué tal, Simon? —preguntó lanzando al aire el cartón por segunda vez.

Simon parpadeó y dio un paso atrás.

—Bien. —Carraspeó—. Muy bien. Me voy… esto, a la mesa. —Me miró, nervioso—. Hasta luego, Katy.

Simon se tropezó de camino a la mesa. Observé la escena con el ceño fruncido. Me volví hacia Daemon.

—¿Y eso?

—¿Vas a sentarte con Simon? —me preguntó, cruzándose de brazos.

—¿Qué? No. —Me reí—. Pensaba sentarme con Lesa y Carissa.

—Como yo —intervino Dee, que apareció de la nada. Llevaba un plato en la mano y dos bebidas en la otra, como si tal cosa—. Eso si crees que soy bienvenida.

—Pues claro; ya verás como sí. —Quise mirar a Daemon, pero ya estaba de camino a su mesa. Me quedé perpleja. ¿A qué se debía aquel numerito? En su mesa de siempre estaba el grupito de los gemelos Thompson y Ash. Había más chicos, pero no tenía ni idea de si eran alienígenas o no. Daemon se sentó a su lado, sacó un libro y empezó a hojearlo. Ash lo miró. No parecía estar muy contenta—. ¿A ellos les importará? —le pregunté al fin.

—No. Además, ayer me fastidió un montón no poder sentarme contigo. Así que ha llegado el momento de cambiar las cosas. —Dee estaba en un plan tan optimista que no me atreví a decirle nada—. ¿No crees?

Lesa y Carissa se quedaron de piedra unos segundos al verme aparecer en la mesa con Dee. Pero se las ganó tan rápido que muy pronto todas se relajaron.

Todas menos yo.

La mitad de la cafetería me miraba, probablemente a la espera de que me peleara otra vez con aquella Barbie de instituto. Hacía ya una semana del incidente, pero mi fama no había menguado en absoluto. De vez en cuando Ash me dedicaba una mirada de odio profundo. Llevaba un top de color azul eléctrico, del mismo color que sus ojos, y por encima se había puesto una camisa blanca desabrochada que no dejaba lugar a la imaginación. La chica tenía un cuerpazo.

¿Qué narices pasaba con el ADN alienígena? De acuerdo, eran de otro planeta, pero, por el amor de Dios, ¿eso también incluía tener un escote perfecto?

Dee me dio un codazo mientras Carissa y Lesa charlaban animadamente con un chico con pecas que estaba sentado al otro lado de la mesa.

—¿Qué? —pregunté.

Se me acercó al hombro y me habló en voz baja, para que solo la oyera yo.

—¿Qué pasa entre mi hermano y tú?

Le di un mordisco a la pizza mientras digería la pregunta.

—Nada, lo mismo de siempre.

Dee arqueó una ceja perfectamente depilada.

—Ya, claro. Desapareció todo el domingo, como tú. Y cierta persona vino a buscarlo cuando no estaba.

Se me cayó la porción de pizza al plato.

Dee le dio un sorbo a su bebida, con una sonrisa maliciosa en el rostro.

—Ayer no pude decirte nada porque Daemon estaba en casa, pero no me digas que no te has dado cuenta de que Ash te mira como si quisiera estrangularte.

—Yo sí me he dado cuenta —intervino Lesa mientras ponía los codos en la mesa—. Parece que te esté echando el mal de ojo.

Mi cara era un poema.

—Pues qué bien.

—¿Y no te imaginas por qué te mira así? —preguntó Dee cambiando de posición para darles la espalda a los ocupantes de la mesa en cuestión—. Haz como si me estuvieras mirando. Ahora mismo.

—Pero si ya te estoy mirando —le respondí mientras le daba otro mordisco a la pizza.

Lesa se rio.

—Hija, mira por encima del hombro de Dee, hacia su mesa.

Puse los ojos en blanco e hice lo que me dijeron. Lo primero que vi es que uno de los chicos de pelo rubio estaba girado en la silla y hablaba con alguien de la mesa de al lado. Desplacé la vista y mis ojos y los de Daemon se encontraron. Aunque nos separaban varias mesas, me quedé sin respiración. Había algo en aquellos ojos esmeralda que me impedía mirar a otro lugar y me consumía. Él tampoco apartaba la vista. La distancia existente entre nosotros parecía desaparecer por momentos.

Un instante más tarde, esbozó una media sonrisa y se volvió hacia Ash, quien le hablaba en aquel momento. Respiré hondo y miré a mis amigas.

—Bueno —musitó Lesa medio embobada—, por eso está tan cabreada…

—Pero… ¡qué dices! No pasa nada. —Las mejillas me ardían—. Es culpa suya, ¿no lo has visto? Todo el rato me hace eso con el labio.

—Es un gesto muy sexy. —Lesa miró a Dee—. Perdona, ya sé que es tu hermano, pero…

—No pasa nada, estoy acostumbrada. —Dee apoyó el mentón en la mano—. ¿Te acuerdas del día del porche?

La miré con cara de odio.

—¿Qué pasó en el porche? —preguntó Lesa con tal curiosidad que le brillaron los ojos.

—Nada —respondí.

—Estaban así de cerca. —Dee colocó el dedo índice y el pulgar de tal manera que apenas había un centímetro de distancia entre los dos—. Y estoy segura de que han estado todavía más cerca.

No daba crédito.

—¡Que no, Dee! Pero si ni siquiera nos caemos bien.

Carissa se sacó las gafas y empañó los cristales con el aliento.

—¿Qué pasa?

Lesa la puso al corriente, para mi estupor.

—Ostras, ya me he dado cuenta, ya. —Carissa asintió—. El viernes en clase no dejaban de mirarse; la temperatura subió varios grados, parecía que estuvieran desnudándose con los ojos.

Se me atragantó la bebida.

—¡No es verdad, solo estábamos hablando!

—Katy, os comíais con los ojos. Oye, no hay nada de lo que avergonzarse, yo en tu situación haría exactamente lo mismo…

La miré un segundo antes de reírme.

—Chicas, estáis fatal, os lo digo de verdad. Entre nosotros no hay nada de nada. —Miré a Dee—. Y tú, más que nadie, tendrías que saberlo.

—Yo sé muchas cosas —dijo, inocente.

Fruncí el ceño.

—¿Y eso qué quiere decir, exactamente?

Se encogió de hombros y señaló mi segunda porción de pizza.

—¿Vas a comértela?

La cogí y se la di. Hizo caso omiso de la cara que le ponía mientras devoraba tan feliz mi porción extra de pizza.

—¿Habéis oído lo de Sarah? —Carissa metió el móvil en la funda y levantó la vista—. Casi se me olvida.

—No. —Lesa me miró—. El hermano mayor de Carissa es amigo del hermano de Sarah, van juntos a la Universidad de Virginia.

—Ah. —Le di la vuelta a la botella y empecé a arrancarle la etiqueta. Pensar en Sarah me recordaba al hospital y al momento en que me enteré de su muerte. Recordé que los Arum no andaban lejos.

—Robbie le dijo a Ben que la poli no cree que muriera por un infarto ni por causas naturales. —Carissa miró a su alrededor y bajó aún más la voz—. O por lo menos no por unas causas naturales con las que estén familiarizados.

Dee se apartó la porción de pizza de la boca. En ese momento me di cuenta de que el tema era serio.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Parece ser que el corazón estaba tan dañado que era imposible que estuviera así a menos que hubiera tenido serios problemas de corazón —explicó Carissa.

Dee se encogió de hombros.

—¿Y qué otra cosa puede haber sido, entonces?

Miré a Dee. Tenía una ligera idea sobre qué o quién podía haberla matado. Después de comer, la llevé aparte para hablar con ella.

—¿Fue uno de ellos? —le pregunté—. ¿Fue un Arum?

Dee se mordió el labio y me apartó de la puerta de la cafetería. Se detuvo en medio del pasillo.

—Sí, fue uno de ellos, pero Daemon ya se ocupó de él.

Dudé.

—¿Fue el mismo que me atacó?

—Sí. —Dee miró hacia atrás, preocupada—. Daemon cree que fue una coincidencia, que el Arum se cruzó con ella por accidente. Sarah no sabía nada de nosotros, te lo juro.

Aquello no tenía sentido.

—Entonces, ¿por qué la mató?

Dee me miró fijamente.

—No necesitan ningún motivo, Katy. Los Arum son malvados; quieren acabar con nosotros y hacerse con nuestros poderes. —Se quedó callada y se puso pálida—. Y matan a los humanos por diversión.

Ir a la siguiente página

Report Page