Oblivion

Oblivion


Capítulo 18

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CAPÍTULO 18

Los días se volvieron más cortos y, con cada uno que pasaba, la brisa cálida que soplaba en el valle se volvía más fría. Las hojas adoptaron unos brillantes tonos dorados y rojos antes de caer al suelo, anunciando la llegada del otoño.

A mediados de octubre, el rastro de Kat se había desvanecido por completo. Sucedió cuatro días después de nuestro viaje a la librería de segunda mano del pueblo, e hice lo que me había dicho que tenía que hacer.

Salvo cuando la veía en clase o Dee la invitaba a nuestra casa, permanecí alejado de ella. Por supuesto, seguía fastidiándola todo lo que podía cada vez que tenía oportunidad. La verdad es que había muy pocas cosas que me divirtieran tanto como pincharla con el bolígrafo durante la clase de Trigonometría y ver cómo sus ojos grises se volvían tormentosos.

Estaba comenzando a plantearme seriamente si el bolígrafo no sería algo simbólico de forma subconsciente para otra cosa. Y esa «otra cosa» no me hacía mucha gracia. No, hacía algo completamente diferente.

Sabía que estaba pasando más tiempo con las chicas de nuestra clase. Y, por lo tanto, también lo hacía Dee, y aunque me fastidiaba que mi hermana se estuviera relacionando cada vez más con los humanos, no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

La realidad era que, salvo que acabara yéndose a vivir a una de las colonias, siempre iba a estar rodeada de humanas. Siempre se haría amiga de alguno de ellos. Joder, si lo suyo con Adam no funcionaba, podría acabar… enamorándose de uno.

Solo de pensar en ello me entraban ganas de abrir un agujero en la capa de ozono de un puñetazo.

Y había otra cosa que también hacía que me entraran ganas de hacer eso.

Simon Cutters.

Ese gilipollas que tocaba demasiado me estaba sacando de quicio, y puede que hubiera perdido un poquito el control cuando empezó a hablar con Kat en clase de Trigonometría. Su mochila salió volando hasta el suelo, y siendo el buen chico que era, traté de advertir a Kat sobre él. La conversación no había acabado demasiado bien.

Kat me había acusado de estar celoso. ¿Celoso yo? ¿De Simon? ¿Es que se había vuelto loca? Era imposible que me pusiera celoso por ningún humano. En fin. Si quería ayudar a «estudiar» al chico con más posibilidades de dejar embarazada a una chica la noche del baile de fin de curso, sería ella quien tendría que ir a planificación familiar. No yo.

Pero entonces Dee me informó entre clase y clase, con un brillo claramente diabólico en los ojos, de que Simon le había pedido a Kat que fuera con ella al baile de principio de curso, y ella había aceptado. Un fuego me cubrió el interior de la boca mientras mi hermana se alejaba brincando, tan complacida que cualquiera pensaría que acababan de regalarle un suministro para toda la vida de helado de chocolate con nueces y malvaviscos. ¿Por qué estaba contenta por eso? Todo el mundo sabía cómo era Simon, y nadie, ni siquiera Kat, podía ser tan ingenuo.

Había cosas más importantes en las que podía concentrarme, como si había o no un nuevo episodio de Ghost Investigators esa semana, pero cuando vi a Kat caminando hasta la parte trasera del aparcamiento después de clase, cerca del campo de fútbol y de la pista de correr, no fui capaz de contenerme.

—¡Kat!

Se giró y entrecerró los ojos cuando una ráfaga de aire frío hizo volar los largos mechones de pelo oscuro frente a su cara. Me acerqué a ella con lentitud, y me di cuenta de que era la primera vez que estábamos más o menos a solas desde hacía… desde hacía semanas.

La correa de su mochila estaba retorcida y se le clavaba en la piel. Estiré el brazo y la puse en su sitio.

—Qué buen ojo tienes para elegir dónde aparcar.

Transcurrió un momento antes de que respondiera.

—Ya.

Caminamos hasta su coche y, mientras ella dejaba la mochila en el asiento trasero del Camry, yo esperé con las manos en los bolsillos y traté de pensar en una manera agradable y que no sonara a imbécil de decir que tenía que cambiar de opinión en lo relativo a Simon. No me parecía que el argumento de «te has vuelto loca» fuera a ser de mucha ayuda, pero era lo único que se me pasaba por la cabeza.

Cerró la puerta y se giró hacia mí.

—¿Te pasa algo? ¿Ha ocurrido algo con…?

—No. —Me pasé los dedos por el pelo—. No ha pasado nada… cósmico.

—Menos mal. —Se reclinó sobre el coche, con las manos unidas. Sus llaves se balanceaban entre los dedos—. Me habías asustado.

Me giré hacia ella, dejando solo unos pocos centímetros entre nosotros.

—Tengo entendido que vas a ir al baile con Simon Cutters.

Se apartó un mechón de pelo de la cara, pero el viento volvió a ponerlo donde estaba.

—Qué rapidez.

—Pues sí, aquí enseguida nos enteramos de todo muy rápido. —Atrapé el mechón de pelo y se lo coloqué por detrás de la oreja. Mis nudillos le rozaron la mejilla, y noté algo que parecía electricidad que iba desde su piel hasta la mía—. Pensaba que te caía mal.

—Bueno, no es mal chico —respondió, dirigiendo la mirada hacia la gente que había en la pista de correr—. Es simpático, y me lo pidió.

¿Que era simpático?

—¿Vas a ir con él porque te lo pidió?

Su mirada se agudizó mientras se clavaba en la mía. Asintió con la cabeza mientras jugueteaba con las llaves.

—¿Tú vas a ir al baile?

No tenía planeado hacerlo. Cambié de postura, de modo que mi pierna le rozara el muslo.

—¿Acaso te importa que yo vaya o no?

Frunció los labios.

—No, la verdad.

—No tendrías que ir con alguien solo porque te lo ha pedido.

Bajó la mirada hasta las llaves, y me dio la sensación de que quería apuñalarme con ellas.

—No sé qué tiene que ver esto contigo, la verdad.

—Eres amiga de mi hermana; por eso tiene que ver conmigo.

Mi argumento era una completa gilipollez.

Y Kat lo sabía, porque me miró boquiabierta.

—Es el razonamiento más patético que he escuchado jamás. —Se giró para dirigirse hacia la puerta del conductor y se detuvo enfrente del capó—. ¿No tendrías que estar más preocupado por lo que hace Ash, por ejemplo?

—Ash y yo no estamos juntos.

Negó con la cabeza y comenzó a caminar otra vez.

—Ahórrate la saliva, Daemon. No pienso dejar de ir al baile con Simon solo porque a ti no te parezca bien.

¿Siempre tenía que ser tan jodidamente tozuda? Maldije entre dientes mientras la seguía.

—No quiero que acabes metida en un lío.

—¿De qué hablas?

Abrió de golpe la puerta del coche. Yo la atrapé y arqueé una ceja.

—Conociéndote, no puedo imaginar en qué clase de líos puedes meterte.

Me fulminó con la mirada.

—Ya, claro… Seguro que Simon va a dejarme un rastro que atraiga a vacas asesinas en vez de a alienígenas asesinos. Déjame pasar, anda.

—Pero qué tozuda eres, Kat —le espeté. Aunque lo cierto era que había algunas vacas por aquella zona que probablemente podrían cargársela—. Ese tío tiene muy mala fama; quiero que tengas mucho cuidado con él.

Me miró fijamente durante un momento, y me pareció que comprendía lo que quería decir.

—No va a pasar nada, Daemon. Puedo cuidarme yo solita.

Me equivocaba.

—Vale. —Lo que sucedió a continuación tan solo podría ocurrirle a alguien como Kat. Solté la puerta en el segundo exacto en que ella estaba tirando de ella—. Kat…

La puerta le pilló los dedos, y su grito de dolor fue como si me echaran un cubo de agua fría por encima. La sangre de un rojo brillante apareció en su dedo índice, y el resto se volvió de un rojo intenso.

—¡Ay! —chilló—. ¡Por Dios, qué dolor!

Le rodeé la palma con la mano antes de que me diera cuenta siquiera de lo que estaba haciendo. Un calor fue desde mi mano hasta la suya, y entonces tomó aire con suavidad.

—¿Daemon? —susurró.

La rojez se desvaneció de sus dedos amoratados. Levanté la mirada hasta la suya, y mis ojos se clavaron en los suyos. Tenía las pupilas dilatadas a causa de la impresión, y entonces comprendió lo que yo estaba haciendo… lo que había hecho.

La había curado.

Le solté la mano y negué levemente con la cabeza.

—Mierda…

—¿Has…? ¿Vuelvo a tener un rastro? —preguntó mientras se limpiaba la sangre del dedo, mostrando una piel completamente curada.

No podía creer lo que había hecho.

Kat no se habría hecho una herida grave. Tan solo era un arañazo y unos dedos doloridos. Hubiera estado bien. Tragué saliva mientras la examinaba. La rodeaba un suave resplandor blanco, apenas visible. No destacaría demasiado, tal vez los demás ni siquiera lo vieran.

—Es muy… débil. No creo que nos traiga ningún problema. Casi ni lo veo, pero puede que…

—¡Ni hablar! Si casi no se ve no pasará nada. No necesito que me hagas de canguro otra vez. —Abrió mucho los ojos mientras tomaba aire de forma irregular—. Puedo cuidarme yo solita.

Un montón de negaciones se formaron en mi lengua, pero… pero tenía razón. Tenía razón al cien por cien. Me enderecé y me aparté del coche.

—Tienes toda la razón; siempre que no andes cerca de ninguna puerta de coche, claro. Por ahora, ya has durado más que cualquier humano que haya sabido de nuestra existencia.

Kat abrió la boca, pero yo me giré y caminé a zancadas hasta la mitad del aparcamiento. La furia hervía dentro de mí, pero no era por ella. La primera vez que pasaba unos minutos a solas con ella, y acababa curando una herida casi insignificante como un verdadero idiota.

Al parecer, tenía que trabajar en mi autocontrol.

Miré hacia la derecha y solté una risa seca al ver a Simon en el campo. Llevaba un casco mientras corría hacia el centro, donde había un grupo de personas apiñadas.

Entrecerré los ojos mientras levantaba un dedo de la mano derecha.

El casco salió volando de su mano y lo golpeó en los hombros. Como lo había pillado con la guardia baja, se tambaleó hacia un lado y después cayó sobre una pierna, mirando el casco en el suelo como si fuera una serpiente de cascabel. Los chicos que estaban apiñados se rieron, y mis labios se curvaron en una sonrisa malvada.

Sí, de verdad que tenía que trabajar en mi autocontrol.

* * *

Unté mayonesa en la rebanada de pan, tarareando entre dientes tan fuerte como podía para amortiguar la conversación que provenía de la cocina. No estaba funcionando.

—Va a pensar que eres la tía más buena del baile —dijo Dee, en voz molestamente alta.

Miré al techo y resoplé fuerte por la nariz.

—Eh… eso está bien. —Kat se aclaró la garganta—. Supongo.

Cerré el tarro de mayonesa y estuve a punto de cargármelo.

—¿Cómo que «supongo»? —Dee se rio. A esas alturas, juraría que estaba gritando—. Chica, ¡no va a poder quitarte las manos de encima!

Me tragué un trozo de sándwich, masticando con tanta fuerza que había muchas posibilidades de que me rompiera las muelas.

—Estoy segura de que podría decir lo mismo de Adam cuando te vea con el vestido que te has comprado —replicó Kat.

Dee soltó una risita.

—Eso es lo que espero.

Por el amor de todo lo que hay en este mundo y en el universo…

Hubo una pausa.

—Oye, ¿estás segura de que vas a llevar ese vestido? Es muy escotado…

Cerré los ojos y me tragué un gruñido.

—Pues claro que estoy segura —dijo Dee—. Estoy completamente segura.

Prácticamente tirando el sándwich contra el plato, estaba a punto de lanzarme por la ventana de la cocina, pero entonces oí que Kat decía que iba a volver a casa, y unos segundos más tarde la puerta se cerró.

Me moví silenciosamente hasta la ventana que había junto a la puerta y que daba al jardín delantero. Kat apareció bajo la luz menguante, con la mochila rebotando en la parte baja de su espalda mientras cruzaba los caminos de entrada de las dos casas. Su coleta se balanceaba con cada paso, al igual que sus caderas. Bajé la mirada.

Habían pasado un par de días desde el incidente con su coche, y el débil rastro apenas era visible, gracias a Dios. Pero seguía estando preocupado, y…

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dee.

Estaba tan ensimismado mientras… bueno, mientras observaba a Kat como un acosador, que no me había dado cuenta de que mi hermana se acercaba sigilosamente a mí. Eso nunca me había pasado. Me di la vuelta con lentitud.

—Nada. ¿Qué estás haciendo tú?

La expresión de su rostro gritaba que no me creía.

—Nada. —Arqueé una ceja, y ella me imitó—. Mi «nada» significa que yo no estoy comiéndome a nadie con los ojos desde la ventana de la cocina. —Entrecerré los ojos—. ¿Sabes? —continuó, caminando hasta la encimera—. Podrías haber venido a la sala de estar para mirarla en persona. No hacía falta que te escondieras en tu habitación, y después en la cocina.

—No me estaba escondiendo.

—Ajá. —Entonces vio mi sándwich de pavo—. ¿Te he dicho que…?

—Ese es mi sándwich. No te lo… —Demasiado tarde. Suspiré mientras la observaba darle un enorme bocado—. Sírvete tú misma.

—Gracias —dijo mientras masticaba—. Haces unos sándwiches geniales.

—Ya lo sé —refunfuñé.

Dee sonrió mientras se reclinaba contra la encimera.

—¿Te he dicho que Katy se ha comprado un vestido increíble?

Aparté la silla de la mesa, me senté en ella y estiré las piernas.

—¿Y por qué ibas a contarme nada acerca de su vestido?

—Bueno, no lo he hecho, pero seguro que nos has oído hablando de él.

—La gente del estado de al lado te ha oído hablando de él, Dee.

Me ignoró.

—Es impresionante, y Katy está increíble con él. —La mandíbula comenzó a dolerme otra vez—. Va a estar buenísima en el baile, en serio. Buenísima. —Hizo una pausa y le dio otro enorme mordisco a mi sándwich—. Ah, ¿y te he dicho que va a ir con Simon?

Conté hasta diez antes de responder.

—Sí, Dee, me lo has contado, y creo que eres una amiga de mierda por permitir que vaya con él.

—¡No soy una amiga de mierda! —Dio un pisotón con el pie desnudo e hizo temblar las sillas—. Sé que Kat no tendrá problemas con él. Estará bien. En cualquier caso, ¿sabías lo de la fiesta que habrá después del baile?

—Todo el mundo sabe lo de la fiesta que habrá después del baile.

Agitó el sándwich como si estuviera saludándome con él.

—Bueno, pues ya que lo sabes todo, listillo, entonces sabrás que Simon ha invitado a Kat.

Me quedé inmóvil.

—No va a ir con él a esa maldita fiesta en el campo.

—Ah, sí. —Me dirigió una sonrisa ancha y claramente malvada—. Sí, claro que sí.

Ni de coña. La gente solo iba a esas fiestas para emborracharse y echar un polvo, especialmente Simon. Si pretendía llevarla allí…

Se me revolvió el estómago.

—No te preocupes; Adam y yo también vamos a ir. Estará bien. —Se terminó el sándwich, sin guardarme siquiera un pedacito. Claro que, en esos momentos, se me había quitado el apetito—. Es una lástima que no vayas a ver a Kat con ese vestido… como eres demasiado guay para ir al baile…

—Yo jamás he dicho que no fuera a ir.

El rostro de Dee se volvió inexpresivo.

—¿Ah, no? Vaya. Estaba bastante segura de que habías dicho algo como… —agravó la voz—: «Preferiría pegarme un puñetazo en los huevos antes que ir a ese estúpido baile». O algo parecido.

Se me crisparon los labios.

—Eso fue el año pasado.

—Cuando estabas saliendo con Ash —señaló, y yo no dije nada—. Entonces, ¿vas a ir al baile? —preguntó, pasándose el pelo negro, largo y ondulado por encima del hombro. Al ver que no decía nada, su cara dejó de ser inexpresiva—. Apuesto a que también vas a ir a esa maldita fiesta en el campo.

Le dirigí una tensa sonrisa.

—¿De qué color es el vestido de Kat?

Dee se esforzó por mantener la expresión afable, pero fracasó. Le brillaron los ojos.

—Te va a encantar. Eso es lo único que te diré. Tendrás que esperar para verlo.

* * *

Me ajusté la corbata, salí del todoterreno y saqué la chaqueta del traje del asiento trasero para ponérmela. De inmediato me entraron ganas de quitarme aquel maldito traje.

El baile de fin de curso.

Probablemente el último lugar de la Tierra donde querría estar. Una noche de observar adolescentes humanos torpes y sudorosos sobándose entre ellos no era mi idea de una noche de diversión. Pero no me quedaban muchas opciones.

Le eché un vistazo a Ash. Se encontraba junto a su hermano, con un vestido blanco, y lo cierto es que estaba genial. Lástima que nunca fuera a funcionar nada entre nosotros. Lo que sentíamos el uno por el otro se había convertido en algo más bien familiar, por mucho que ella se negara a admitirlo.

Andrew me miró mientras trasteaba con los gemelos de su traje. Levantó las cejas.

—Ni siquiera sé por qué has venido a esto, tío.

Su hermana produjo un sonido de impaciencia con la garganta.

—Estoy de acuerdo contigo, pero ¿podemos continuar con la conversación dentro? —Hizo un gesto con su esbelta mano hacia el instituto—. Hay gente a la que tengo que poner celosa.

Sonreí.

—¿A qué te refieres?

—A mi vestido.

Dio una vuelta, y por un segundo juraría que se transparentaba un poco. Entrecerré los ojos. Sí. Desde luego, algunas zonas eran transparentes.

No pude evitarlo. Mi sonrisa se ensanchó, sobre todo cuando Andrew apartó la mirada, con la cara más pálida de lo que había estado unos pocos segundos antes.

—Mi vestido podría alimentar a una aldea pequeña durante un año, lo que significa que esta… gente nunca ha visto nada parecido en cuanto a belleza y perfección —explicó Ash.

Sacudí la cabeza y me reí. Ash… Bueno, le gustaban las cosas bonitas.

Mientras entrábamos en el edificio, supe que jamás me creerían si les contara por qué estaba allí en realidad.

Tenía que ver con un adolescente humano torpe y sudoroso sobando a una humana en particular. La conversación que había tenido con Kat junto a su coche una semana antes se había repetido una y otra vez en mi cabeza. Sí, todo el asunto de haberle curado la mano había hecho que me desviara del tema, y aunque no habíamos hablado sobre su cita para el baile de principio de curso desde entonces, no me había olvidado del tema. Y desde luego no lo había olvidado tras saber que tal vez Kat hubiera aceptado ir después a esa maldita fiesta en el campo.

Ni de coña iba a quedarme en casa. El instinto me gritaba que me necesitaría. ¿O es que era en realidad una necesidad territorial y retorcida de hacer… qué, exactamente?

¿Entrar ahí, darle una paliza a Simon y reclamar a mi chica?

Eh… no. Darle una paliza a un humano probablemente acabaría con su muerte, y además ella no era mi chica. Ni de coña Kat era mi chica, en absoluto.

Ash desapareció en un grupo de varias chicas que ya estaban chillando y gritando sobre su vestido. Me obligué a respirar y a no echar a correr por toda la sala haciendo explotar todos los globos que probablemente habían tardado un día entero en hinchar. Me dirigí hasta la mesa más cercana y me senté, y Andrew me imitó. Comenzó a hablar sobre un partido de fútbol que no me importaba una mierda, así que dejé de escucharlo.

Y esperé.

Y esperé aún más.

Y entonces vi a los gilipollas de los amigos deportistas de Simon dirigirse hacia la puerta, y supe que eso significaba que Kat se encontraba allí. Me recliné en mi silla y miré por encima del hombro con disimulo. Entonces me sucedió algo inesperado en el pecho. Me sentía como si alguien hubiera caminado hasta mí para darme un puñetazo. Creo que incluso dejé de respirar. Ahí mismo, rodeado de humanos, enfrente de Andrew, que todavía seguía dándole a la lengua sobre el partido.

—Santa María, madre de Dios —murmuré, entrecerrando los ojos.

Kat se encontraba junto a la puerta, aferrando con las manos un bolsito pequeño mientras su mirada recorría el gimnasio con nerviosismo. El vestido… Oh, Dios, ese vestido debería ser ilegal. Estaba ajustado en los pechos y la cintura, y después fluía sobre sus caderas como un río de seda escarlata. Tenía el pelo recogido, mostrando un cuello largo y grácil en el que nunca me había fijado realmente. Y aquello era extraño, porque parecía que siempre llevaba el pelo recogido, pero claro, antes nunca mostraba tanto escote. Salvo cuando llevaba ese biquini. Y hablando de rojo…

Rojo.

El rojo era mi color favorito.

Dee había tenido mucha razón sobre el maldito vestido.

Kat no estaba mona. Ni siquiera era sexy. Era hermosa; tan hermosa que quitaba el aliento. No es que no me hubiera dado cuenta antes, pero en ese momento… En ese momento era algo totalmente diferente.

La observé alejarse en cuanto vio a Lesa, y una sonrisa de aprobación se extendió en mis labios. «Eso es, gatita», pensé. «Aléjate de Simon. No se merece ni por asomo estar en el mismo huso horario que tú».

No tenía ni idea de cuánto tiempo pasé observándola, pero al final acabé perdiéndola de vista entre la multitud.

Una parte de mí quería levantarse, pegarle un puñetazo en la boca a Andrew para que se callara, e ir a buscarla. Pero mucha gente alzaría las cejas ante eso, así que me quedé ahí, aferrando el respaldo de mi silla con tanta fuerza que rechinó bajo la presión.

Entonces Kat reapareció con mi hermana, deslizándose por la pista de baile. Se detuvo y giró grácilmente, hasta que su mirada se fijó en mi mesa, como si hubiera estado buscándome. Algo en mi interior rugió en señal de aprobación masculina.

Nos miramos fijamente a los ojos, y volví a sentir esa especie de puñetazo, salvo que esa vez era más bajo, en el estómago. Estaba fascinado, hechizado. Kat entreabrió los labios, y entonces…

Y entonces Simon atravesó la multitud y me bloqueó la visión de Kat. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron, y una necesidad primitiva me atravesó. Comencé a ponerme en pie, pero en el último momento me obligué a sentarme otra vez.

Unos pocos segundos después, Ash llegó a la mesa. Estaba diciendo algo, pero en realidad no la estaba escuchando. Entonces Andrew se inclinó hacia mí y chasqueó los dedos en mi cara.

—Tío —dijo—. ¿Qué te pasa?

—Cállate.

—Qué majo. —Andrew se levantó—. Voy a por algo de beber.

—Estás tardando —murmuré, manteniendo un ojo sobre Simon… y también en sus manos. No me gustaban.

—¿Quieres ir a bailar? —preguntó Ash para mi sorpresa. Pensaba que se había marchado—. ¿O quieres quedarte aquí sentado echando chispas por los ojos? —Al ver que no respondía, resopló y se puso en pie—. Pues vale. Eres un coñazo.

Apenas me di cuenta de que se había marchado de verdad y de que yo estaba ahí sentado en esa mesa, solo como un idiota. Tenía la mirada fija en la pareja. ¿Pareja? Dios. Era insultante para Kat que me refiriera siquiera a ella y a Simon como una pareja.

Pero podría superarlo. En realidad, lo que Kat estaba haciendo no era asunto mío. De hecho, podía hacer lo que le diera la gana. Si eso significaba…

La mano de Simon bajó deslizándose por la parte delantera de su vestido, haciendo que ella diera un respingo hacia atrás. Su expresión furiosa quedó perdida en un mar de caras y… bueno, eso fue lo que me hizo perder el control. Antes de que pudiera darme cuenta siquiera, me había puesto de pie y estaba avanzando entre la gente que bailaba, apretando los puños.

Llegué hasta donde se encontraban y me detuve detrás de Kat.

—¿Puedo?

Simon abrió mucho los ojos, y debió de ver la muerte inminente en mi mirada, porque bajó los brazos y dio un paso hacia atrás.

—Justo a tiempo. Ahora mismo iba a ir a beber algo.

Arqueé una ceja y después me giré hacia Kat, indicándole al muy idiota que se marchara.

—¿Bailas?

Ella me devolvió la mirada durante un momento, y después colocó las manos cuidadosamente sobre mis hombros.

—Qué sorpresa.

Y tanto que sí. En realidad, no habíamos hablado desde aquel día en el coche. Como le había dicho entonces, el rastro era tan débil que no había sido reconocible. Pero eso no significaba que no le hubiera echado un ojo cuando iba al pueblo, estuviera con Dee o sin ella. Simplemente ella no sabía que yo estaba allí.

Le rodeé la cintura con el brazo y le tomé una de las manos. Y, joder, la sensación de tenerla entre mis brazos era muy buena. Perfecta, incluso.

Sentí unos deseos estúpidos y extraños.

Sus pestañas increíblemente largas se elevaron, y sus ojos cálidos pero cautelosos buscaron los míos. Un bonito rubor se extendió por sus mejillas y bajó por su garganta. Sería capaz de hacer algo terrible con tal de saber lo que estaba pensando. La acerqué más a mí.

En su rostro había confusión, y también una emoción… algo más profunda.

—¿Lo estás pasando bien con… Ash?

—¿Y tú con tu amiguito el pulpo?

Se mordió el labio inferior, y yo me tragué un gruñido.

—Qué simpático eres, como siempre.

Me reí, y ella se estremeció entre mis brazos.

—Hemos venido los tres juntos: Ash, Andrew y yo. —¿Por qué le estaba contando eso? Mi mano se deslizó hasta su cadera y me aclaré la garganta, mirando por encima de su cabeza—. Estás… muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota.

Sus ojos se ensancharon.

—¿Te has tomado algo?

—Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse?

—Porque nunca me dices nada agradable.

Touché. —Joder, era cierto que a veces era un gilipollas con ella. Bueno, la mayoría de las veces. Bajé la barbilla, y ella dio un respingo cuando mi mandíbula le rozó la mejilla—. No voy a morderte, y tampoco a manosearte; puedes relajarte.

Se quedó en silencio, cosa que interpreté como una buena señal. Actuando por instinto, conduje su cabeza hasta mi pecho, y después coloqué la mano en la parte inferior de su espalda. Bailar de ese modo era algo normal. No era nada por lo que tuviera que ponerse nervioso nadie, yo incluido.

Inspirando ese aroma a melocotones suyo, cerré los ojos y dejé que la música nos guiara. Había algo extrañamente íntimo en el hecho de bailar lento. No eran los saltos y los frotamientos que dejaban muy poco a la imaginación. Aquello, dos cuerpos unidos que se mecían al mismo ritmo y se tocaban en los lugares correctos, era algo distinto. Íntimo.

Vale, tal vez sí que me hubiera tomado algo sin darme cuenta.

Mi mano se cerró contra su espalda.

—Ahora en serio, ¿qué tal va tu cita?

Cuando bajé la mirada vi que estaba sonriendo.

—Bueno, el chico se toma demasiadas confianzas.

—Eso es precisamente lo que imaginaba yo. —Lo busqué entre la multitud, con ganas de dejarlo inconsciente—. Ya te lo advertí.

—Daemon —dijo con un suspiro—, lo tengo bajo control.

Solté una risita.

—Ya, claro, gatita. Por eso movía las manos a una velocidad de vértigo, ¿no? Empezaba a preguntarme si es humano o no. —Se puso rígida entre mis brazos—. Tendrías que salir de aquí y marcharte mientras esté distraído. Si quieres, puedo decirle a Dee que se convierta en ti…

Kat se apartó, y de inmediato eché de menos lo que sentía al tenerla entre mis brazos.

—¿Y que le meta mano a tu hermana te da igual?

Bueno, no, pero…

—Dee puede cuidarse solita. Pero ese tío es demasiado para ti.

A esas alturas, ya habíamos dejado de bailar. Se estaba formando una tormenta, y tenía un nombre: Katy. Estuve a punto de sonreír.

—¿Perdona? —dijo—. ¿Que es demasiado para mí?

¿Es que no lo comprendía?

—Escúchame: he venido en coche hasta aquí, así que Andrew y Ash pueden volver con Dee, y llevarte a casa. —A mí me parecía un buen plan, pero la expresión de su rostro me dejó claro que no estaba nada convencida—. No me digas que estás pensando en ir a la fiesta con ese idiota.

—¿Y tú, vas a ir?

Me soltó la mano.

—Da igual lo que yo haga o deje de hacer. —Y no estaba preparado para dejarla ir todavía—. No vas a ir a la fiesta, y punto.

—No tienes derecho a decirme lo que puedo hacer, Daemon.

La frustración me invadió por dentro. ¿Es que no entendía que estaba tratando de cuidar de ella? Aquello no era un concurso para ver quién de los dos era el jefe.

—Dee te llevará a casa y te juro que si tengo que cargar contigo al hombro para sacarte de aquí, lo haré.

Su mano formó un puño contra mi pecho.

—Inténtalo si te atreves, me gustaría verlo.

Sonreí.

—Ya sé que te gustaría.

—Lo que tú digas. Tú eres el que va a montar una escenita si me sacas de aquí a la fuerza. —Produje un sonido grave en la garganta, pero ella me miró con una sonrisa, una mezcla de engreimiento e inocencia—. Por si no te has enterado, tu querido profesor alienígena nos está mirando ahora mismo. ¿Qué crees que va a pensar cuando vea que cargas conmigo para sacarme de aquí? —Me cago en… Estaba hablando de Matthew—. ¿Ves como tengo razón? —añadió.

Seguía planteándome seriamente cargar con ella para sacarla de ahí, con todo el instituto observando. Y creo que también quería besarla… con todo el instituto observando. Podría hacerle cosas que convertirían ese rubor en un tono más profundo de rojo.

Su mirada se volvió desafiante y, joder, a una parte de mí le gustaba mucho eso; muchísimo.

Una sonrisa apareció en mis labios.

—Siempre te subestimo, gatita.

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