Nora

Nora


Capítulo 35

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El amanecer los encontró abrazados y despiertos. Contuvieron las risas al escuchar el retorno de Amy, Kaliska y José. Los tres llegaban ebrios, y Hotah, el empleado de Zachary, parecía incapaz de controlar a esa tribu de achispados.

—¡Vivan los novios! —gritó José en español, y Amy repitió cualquier cosa. Las carcajadas resonaban seguidas de shh, shh. Un jarrón fue a parar al piso, la señorita Brosman a punto estuvo de hacerle compañía.

—Señor Hotah, ha salvado mi vida —le agradeció con dramatismo, seguido de otro coro de Shh, y reprimendas que intentaban ser silenciosas, pero eran tan sonoras como truenos de tormenta.

—Ahí tienes a nuestra chaperona, no me sorprende que hayamos logrado evadirla con tanto éxito —bromeó Charles a una Nora que escondía la cabeza en la almohada para no delatar la risa.

—Si la viera la señora Saint Jordan, muere de un infarto. O la señora Sullivan. Las ha deshonrado como carabinas.

—Pero le ha ganado como casamentera, has conseguido marido.

—Debería escribirle a la señora Monroe, Clark, Saint Jordan… se enfadarán si no las tengo al corriente. —La propuesta era nueva incluso para ella, significaba que las consideraba sus allegados, y, tal como había remarcado Amy, era una forma de abrir su corazón que hasta ese día estuvo sellado. Charles había abierto la puerta con su amor, ahora era tiempo de dejar entrar a más personas.

—Deberías, pero no tienes por qué preocuparte, les haremos una visita y podrás contarles en persona…

—¿Viajaremos a Nueva York y Boston?

—Sí… bueno, en realidad, será una escala en nuestro viaje.

—Charles… —Nora se incorporó. Estaba por completo desnuda y sus senos quedaron al descubierto de las sábanas, acto que desconcertó a Miler y lo hizo perder el hilo de sus pensamientos—. ¡Charles! ¿A dónde iremos?

—A Inglaterra —dijo sin medir las consecuencias. Se incorporó para besar los labios de su esposa, y Nora se hizo a un lado.

—¡Nada de distracciones, señor Miler! —se puso de pie y buscó su camisola. Charles bufó como un niño que le hubieran negado un capricho. Se veía adorable con sus mechones castaños despeinados, su voz más ronca de lo habitual y una protuberancia difícil de ocultar bajo las mantas—. ¿Qué es eso de que iremos a Inglaterra?

—Haremos justicia por Elisa, Nora. Eso haremos, ahora, ven a la cama unos segundos más.

—No… Charles, no puedes hablar en serio… No puedes. —Los ojos se le humedecieron, él no estaba sorprendido, era la reacción esperada.

—Sí, hablo en serio. Ya estamos casados, lo hicimos frente a muchos testigos… Adoro a la señora Grant, no me malinterpretes, pero tenía mis motivos para permitirle organizar su festejo con todo el rancho y sus reses… California completa sabe que Charles Miler y Nora Jolley son ahora marido y mujer, y recuerdas las palabras del pastor: que lo que Dios ha unido…

—Pero serás un marqués y yo, una plebeya. Ya sabes lo que le sucedió a tu abuela… Charles… —Se arrojó a la cama, junto a él, y lo abrazó con fuerza, casi haciéndole daño—. Yo no puedo perderte, no soy ella, no lo soportaré.

—No lo harás. Si debo elegir entre el título o a ti, te elegiré a ti. ¿Tienes dudas de eso, Nora, tienes dudas de mi amor por ti?

—¡No, por supuesto que no! Sin embargo…

—Vamos, lanza todos tus recelos al plan. Te sorprenderá lo mucho que lo he pensado para dejarte sin excusas.

—Charles…

—Mereces ser feliz, Nora. Ambos lo merecemos. Tú, mi bella esposa, me has ayudado a superar mi pasado, y sabes la cantidad de horrores que allí se esconden. Me has hecho creer en las personas, una vez más; en el amor, en la empatía y en la sensibilidad. Me has hecho creer, de nuevo, en que existe un mundo mejor, porque existen personas mejores. Y que está en nosotros forjarlo. Tú, Nora, le das razón a mi vida, a mi existir. No puedo no intentarlo. No haré promesas, no puedo asegurarte que se hará justicia, lo que te ofrezco es la determinación que corre por mis venas de hacer todo lo que esté a mi alcance.

—¿Y la editorial?

—Louis aceptó ser mi apoderado por el tiempo que estemos en Inglaterra. Las oficinas, ya sabes cómo funcionan, tú misma has gestionado una por tu cuenta. Son independientes, salvo detalles que recaerán en Grant.

—¿La lucha por la abolición? Estás muy comprometida con ella… has dado todo de ti, ¡todo!

—Y lo seguiré dando. —La sonrisa de Miler le dijo que esa opción ya había sido contemplada—. Este mes, mientras tú ibas al pueblo, me dediqué a estudiar la situación diplomática entre Inglaterra y Estados Unidos. Henry Temple, Lord Palmerston, es el nuevo primer ministro de Reino Unido… estar allí y ostentar un título puede permitirme un acercamiento y hacerlo repensar el posible apoyo a las políticas del sur.

—¿Y si no me aceptan, si no nos aceptan y solo te ganas un enemigo poderoso y vil como es el actual marqués de Aberdeen?

—En ese caso, volveré a Estados Unidos, con «mi» esposa, nos refugiaremos en California y publicaremos un controversial libro que hable de las infamias de la nobleza británica. Estoy seguro de contar con la escritora perfecta para la tarea, una condesa que adora poner en jaque a la sociedad bostoniana e inglesa. ¿Alguna excusa más, esposa mía?, ¿ya podemos regresar a lo importante?

—Charles… —Él abrió los brazos y le prestó su pecho de refugio. Pues allí, Nora Jolley siempre estaría al resguardo de las maldades del mundo.

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