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PRIMER INTERLUDIO » Capítulo 4

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PRIMER INTERLUDIO

Capítulo 4: La piel amarilla

Dallas fue conducido hasta el despacho del doctor por unas amplias escaleras de metacrilato transparente que subían hasta el despacho. Sakata estaba sentado ante varias pantallas holográficas ultimando algunos detalles con un guante de datos que le permitía manipular la pantalla virtual gesticulando en el aire, sin pulsar botón alguno. Cuando oyó llegar al americano le espetó sin mirarle un “siéntese.” Sorprendiéndose de su propia reacción, Dallas obedeció en el acto, sin mediar palabra o discusión, con la sumisión propia del colegial ante su maestro. El efecto de los tranquilizantes unido a la indefensión que le producía aquel ambiente hospitalario, habían logrado lo que nadie hasta entonces: que toda su arrogancia y rebeldía se extinguiesen por completo.

Sentado en una silla giratoria echó un vistazo al elegante despacho. Todo contribuía a transmitir esplendor y elegancia: el alto techo, recubierto por un tragaluz de cristal a dos aguas sobre el que se depositaba la nieve, el regio mobiliario, la mullida alfombra. Al cabo de un instante se percató de que Sakata le estaba observando. «Como ya habrá podido comprobar, su recuperación física en estas dos semanas ha sido completa. Está usted del todo restablecido de sus heridas, por lo que ha llegado la hora de que le explique en qué consistirá la operación a la que va a someterse, si decide hacerlo.» Dallas se acercó con curiosidad hasta la pantalla holográfica, donde apareció una imagen de su cráneo rasurado y su rostro en tres dimensiones. Al verla, inconscientemente se pasó la mano por la cabeza afeitada. Sakata comenzó a explicar los pormenores mientras en la cabeza virtual se iban operando cambios físicos a medida que el cirujano los iba mencionando verbalmente.

«En una primera intervención, cambiaremos la estructura de su cara, mediante cirugía plástica de última generación. Usaremos implantes óseos asimilables, para modificar el ángulo de los pómulos y el mentón, haciendo su rostro notablemente más anguloso. Modificaremos el tamaño de la nariz mediante una disminución del tabique nasal que hará desaparecer su perfil aguileño. El ángulo de los párpados y el borde de los ojos serán desviados igualmente, hasta adaptarlos al modelo deseado. Aumentaremos levemente el grosor de los labios y transformaremos la línea de la frente mediante trasplante capilar convencional. Hasta aquí la primera fase.» Dallas observaba sobrecogido los espectaculares cambios que se habían producido en el modelo en tres dimensiones. Su fisonomía había sido transfigurada de modo que le habría sido imposible reconocerse en el espejo. Sakata continuó. «Las suturas se realizarán con un compuesto orgánico, procedente de su propio cuerpo, que su organismo reabsorberá en apenas unas horas. Para evitar el dolor postquirúrgico, usaremos un fino láser, para cauterizar los capilares de la zona operada. Estos sistemas, unidos a los nuevos antiinflamatorios cicatrizantes que ya experimentamos la semana anterior con las heridas de su pierna y brazo, reducirán el tiempo postoperatorio para poder dar comienzo a la segunda fase.»

― ¿Segunda fase? Pero, ¿qué diablos más pretenden hacerme?

―En la segunda fase, cambiaremos el color de sus ojos mediante un micro láser que oscurecerá el tono del iris sin perjuicio para su visión. Mediante terapia genética avanzada, modificaremos de forma indeleble el color y textura de su cabello. Para terminar, en una última fase, procederemos a la eliminación sistemática del vello corporal mediante láser y, a través de un proceso innovador de dermoabrasión, mediante un ácido selectivo alteraremos el color de su nueva piel hasta obtener el tono adecuado a su nueva fisonomía.

Dallas no podía dar crédito a lo que veía. Donde antes estaba su propio rostro, el molde tridimensional de su cráneo ofrecía ahora la imagen inconfundible de un hombre de raza nipona. Dallas, sobrepasado por la avalancha de información, se sentó de nuevo.

―Vamos a ver si entiendo esta maldita locura. Lo que usted pretende es… ¿volverme amarillo? ¿Quiere convertirme en un condenado japonés?

―En otras palabras, señor Parker, una permutación transracial completa. La primera en su género.

―Pero, maldición, ¡yo solo necesito una cara nueva! Algo siquiera provisional, para poder desaparecer del mapa hasta que todo esto se enfríe. Lo he visto hacer muchas veces con mis antiguos clientes del Programa de Protección de Testigos. Sé bien que no es difícil. ¿A qué viene todo esto?

―Señor Parker, es usted el hombre más buscado de todo Japón. Le persiguen la Yakuza y la policía metropolitana y aquí, a diferencia de su país, cuando la policía busca algo acaba siempre por encontrarlo. Ellos ya cuentan con que usted decida cambiar de rostro. Los medios ilegales para abandonar la isla están bajo el control de los Nakashima. Y las aduanas investigarán con lupa a cualquier americano de su estatura y características que pretenda abandonar el país. Pero no esperarán esto, por la sencilla razón de que jamás se ha realizado una operación así.

El americano se mesaba la cabeza afeitada con ambas manos, estaba confundido, aturdido, «Pero…pero todo esto parece una maldita locura. Ni siquiera creo que sea realmente posible hoy día hacer todo lo que usted ha dicho. Todo esto parece ciencia-ficción».

Sakata desplegó ante él una carpeta de anillas con diversas fotos archivadas en las que se apreciaban cuerpos de occidentales increíblemente transformados en asiáticos sobre una mesa de operaciones. Dallas se quedó atónito al ver la primera foto, levantándose del asiento, tomó la carpeta y pasó las páginas nerviosamente.

―Pero esto… ¡estas son fotos de cadáveres! ―Exclamó arrojando la carpeta―. ¡Todos estos tipos están muertos! Usted ha estado experimentando con un montón de jodidos cadáveres y ahora pretende hacerlo conmigo como si fuera una sucia rata de laboratorio. Amigo, puede que sea una maldita rata, pero no esa clase de rata.

―Señor Parker, siéntese. En teoría no hay la menor razón para que todo el proceso no salga a la perfección.

―¡¡En teoría!!

Sakata cerró de golpe su libro de fotos que había recogido del suelo y endureció marcadamente su tono de voz: «Señor Parker, la deuda de gratitud que me une con Hiyori Nakashima es la única razón por la que aún sigue con vida. Y como puede ver, esa deuda ha sido saldada con creces. Si rechaza las condiciones de la operación, será devuelto a las calles de inmediato. Con todas las consecuencias. Si me he tomado la molestia de explicarle estos términos es porque deseo que entienda las implicaciones de su elección. Como ya le dije, desde el momento en que acepté, su vida, tal como la conoce, dejará de pertenecerle. Es su decisión, señor Parker; y debe tomarla ahora.»

Sakata continuaba mirándole esperando una respuesta inmediata. Dallas no podía pensar con claridad. No entendía muy bien qué diablos había querido decir con aquello de “su vida dejará de pertenecerle”. Pero lo suponía parte de su extraña retórica. En cualquier caso, sabía que no tenía elección alguna. La posibilidad de sobrevivir a aquella operación era, con mucho, mayor que la de hacerlo un solo día en las calles de Tokio, donde se había convertido en un blanco humano. Finalmente se volvió para mirar a Sakata a los ojos:

―Está bien. Mi vida está en sus manos. Espero que al menos, no le tiemble el maldito pulso.

—No necesitará preocuparse por ello, señor Parker. Toda la intervención será realizada por un brazo robótico. ―Respondió.

Dallas habría preferido no saber esto último.

 

FIN DEL PRIMER INTERLUDIO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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