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SEGUNDO INTERLUDIO » Capítulo 4

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SEGUNDO INTERLUDIO:

Capítulo 4:

“El desconocido”

 

Al volver a la habitación, me sumo de nuevo en mis pensamientos y dudas. Tan abstraído estoy en mis maquinaciones, que me sobresalta la silenciosa llegada de Kokoro al anochecer, con una vela en sus manos. «Han pasado ya dos semanas, Dallas-san. Es hora de retirar las vendas. Acompáñame.» No sé qué me extraña más, si el hecho de que la hija del sensei me haya llamado por mi nombre por vez primera, o que me haya olvidado tanto de mí mismo hasta el punto de olvidar qué día era hoy. Ninguno de los dos ha mencionado hasta el momento lo que pasó en el bosque.

El silencio en la casa es absoluto, los luchadores se acuestan temprano. Caminamos casi en la oscuridad. Sigo a la joven a través de varios pasillos de madera, que dan a habitaciones cerradas por mamparas de shoji. Por un momento recuerdo lo que sentí de niño la primera vez que fui a recoger a mi tío Frank al sórdido calabozo de la comisaría, aquella sensación de caminar sobre un abismo más allá del borde del mismo precipicio, como en los dibujos animados del correcaminos, hasta que te das cuenta de que no hay suelo bajo tus pies. Entramos en una alcoba iluminada por velas que deduzco que es la suya propia. Apenas un humilde y espartano jergón, un armario y un espejo de cuerpo entero tapado por una sábana. Frente a él ha colocado un barreño metálico con agua humeante y una esponja marina, así como unas tijeras de punta roma para cortar vendas.

Me adelanto para descubrir el espejo, pero ella me detiene. «Aún no, Dallas-san». Su mano es firme en mi brazo. Sé bien que es más fuerte de lo que parece. Siento el impulso de pedirle que no corte las vendas. Casi no deseo ver lo que hay debajo. Mi mente se llena de horribles recuerdos que se cuelan sin permiso en mi cerebro. Veo las caras deformes y sonrientes de dos gemelos siameses que vi en televisión una vez, veo las fotografías de rostros cadavéricos que Sakata me mostró en su despacho, veo incluso al maldito fantasma de la ópera, riéndose de mí tras el espejo cegado. Y no puedo evitar que mis manos tiemblen sin control, como las de un viejo alcohólico, como las de mi tío Frank. Hasta que ella las sostiene entre las suyas. Su voz es cálida y tranquilizadora. «Tranquilo, Dallas-san, solo será un momento.» Ella sonríe, y comienza a cortar las vendas por el brazo derecho, cortando longitudinalmente desde la palma hasta el interior del brazo. Las vendas caen al suelo dejando mi brazo desnudo. No puedo dar crédito a lo que veo. El jodido Sakata tenía razón. El color de mi piel ha variado por completo, ahora es del mismo tono amarillo cobrizo que las manos de Kokoro. Y todo el vello de mis antebrazos ha desaparecido. Sigo mirando mi mano, hipnotizado, mientras ella, agachada, secciona el vendaje lentamente desde el talón, siguiendo por el borde exterior de la pierna, cruzando por el pecho, hasta llegar al cuello. Cortando a continuación las vendas de la cara, que caen al suelo. Las gasas sucias se amontonan a mis pies como la muda de una serpiente y, por primera vez en dos semanas, siento el aire fresco en mi rostro y mi cuerpo desnudo. Ansioso, interrogo el rostro de Kokoro, que sonríe de forma tranquilizadora. «Todo está bien Dallas-san».

La joven toma en su mano la esponja marina, y la sumerge en el agua caliente del barreño para enjuagar mi rostro con ella. Cierro los ojos. Es un placer sentir cómo el agua templada se desliza por mi cara. Sus manos recorren mis aún desconocidos rasgos, mientras yo, como un ciego, trato de imaginarlos. Sus dedos frotan mis cabellos rapados, ásperos, como la piel de la barbilla. El agua resbala enfriándose, haciendo endurecer la piel en mi pecho, ahora desnudo de vello, como el resto de mi cuerpo. Intento en vano aparentar indiferencia mientras ella restriega la suave esponja por mis hombros y espalda. El rostro de Kokoro está tan cerca de mi nuca que puedo sentir su respiración en mi piel mojada. Veo en su sonrisa arrogante y carente de pudor, que mi excitación no le es indiferente. Aparto la mirada, pero ella, en un gesto brusco, toma mi rostro en sus manos y, bruscamente, me besa con la boca abierta. Siento crecer el fuego intentando evitar lo inevitable, mientras mis manos ajenas a mí, se posan instintivamente en sus caderas acariciando su cuerpo, despojándola de su ligero kimono. La agarro por el cabello, atrayéndola hacia mí con violencia. Estoy a punto de abandonarme a la fiebre, cuando algo me detiene.

Nuestros labios se separan, y nuestras miradas se cruzan. Siento algo terriblemente frío y oscuro, una sensación helada como la misma muerte, en el estómago. Mis ojos ven los de Kokoro, que me miran, desconcertados y vulnerables, sin comprender. Pero mi mente ve otros. Sus ojos abiertos, vacíos, aquella última vez. Me aparto de ella bruscamente, avergonzado de mi propia debilidad. No. Nadie volverá a ocupar su lugar. No hasta que paguen por lo que me quitaron. Hasta el último de ellos. Ajena a mi drama interior, Kokoro se abrocha el kimono, mientras me lanza una mirada silenciosa. La he humillado y le gustará hacérmelo pagar. Desde el umbral de la puerta corredera me espeta: «Tu entrenamiento comenzará antes del amanecer. Aún no eres digno de entrenar con mi padre y, hasta ese momento, yo y solo yo, seré tu sensei. Descansa bien esta noche. Lo necesitaras mañana, gaijin.» Sus palabras finales fueron una velada amenaza a la que no presté la menor atención. El recuerdo de Hiyori había vuelto a despertar en mí el odio visceral, el encono abrasador que se había convertido en el motor que me animaba. Pude haber sido otro hombre, pero ellos no me dejaron. Aquellos que la aniquilaron, que destruyeron mi vida y mi última esperanza de redención, creen poder vivir para disfrutar de su traición. Pero ya están muertos. De un tirón a la tela, descubro el espejo. Ante mí, un completo desconocido me observa tras la membrana de cristal. Su rostro y su piel me son ajenos. Pero sus ojos me son muy familiares.

«Recuerda bien estos ojos, Katsuo, porque la misma muerte te mira a través de ellos».

 

FIN DEL SEGUNDO INTERLUDIO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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