Nikola

Nikola


Capítulo 14

Página 16 de 43

Capítulo XIV * Sueños GPS

—No —respondió Nikola, evaluándola de arriba abajo—, pero está grave. Tenemos que llevarla a su casa para que pueda descansar.

—Hay que avisar a Ryuk para que desinfecte la herida —dijo Lenci, poniéndose entre ambos para tomar en brazos a su hermana—. Está sangrando mucho.

—¿Vosotros no podéis hacer nada? —cuestioné, escondiendo mi tatuaje con disimulo.

—No. Su sangre es de Lux, no de Nyx. La sangre de un ser de la noche no le hace nada. —Me informó Nikola, incorporándose a mi lado. Las heridas que tenía más superficiales comenzaban a cicatrizar, pero otras más profundas seguían abiertas, produciéndole malestar—. Por eso necesitamos a Ryuk.

—¿Y quién es Ryuk?

—Un druida de Lux. Es todo lo que necesitas saber —respondió él con tono hosco.

Suspiré, era consciente de que se sentía exhausto y yo estaba agobiándole con preguntas, pero desearía que fuera un poco agradable. Aun así me callé, pues era más importante informarle de los pasos de Ira y debíamos de ir cuanto antes o todo empeoraría, todavía más.

Empezamos a caminar a paso lento. Cualquiera que nos viera en ese momento se asustaría. Cuatro personas agotadas, con heridas a flor de piel, la ropa hecha jirones y una chica inconsciente a cargo. Parecía que habíamos salido de un capítulo de The walking dead o de Lost. Solo esperaba no cruzarme con nadie o Lenci terminaría haciendo una masacre. Su cara de molestia era indicativo de que estaba de mal humor.

Cuando estábamos llegando al descampado, un fuerte olor a  comida atrajo nuestra atención. En cuestión de décimas de segundo, Lenci posó a su hermana en el suelo y desapareció bajo su siniestra forma vampírica. Nikola exhaló un suspiro de molestia pero no dijo nada, se dedicó a torcer sus labios y recoger a Morgana para depositarla con cuidado dentro del coche, comprobando que sus heridas no hubieran empeorado.

—Che, ¿no vamos a ir tras ella? Lleva dos matanzas en menos de un día. Es demasiado —dijo Rocío en tono de cansancio. En el fondo se podía percibir su desesperación, seguramente se estaba conteniendo para no alimentarse de alguien.

—Es Lenci —replicó él, encogiéndose de hombros—. Y yo no soy su niñera. Ya tengo bastante con Laurie —dijo clavándome sus ojos grises—. Además hoy hemos gastado bastante energía. No me extrañaría si acaba con todos los ciudadanos de Miskolc.

—Genial —farfulló con molestia Rocío, tirándose sobre el asiento del copiloto del coche—. Al menos espero que se apure. Estoy a esto de comer las sobras que deje.

—Aguanta hasta que lleguemos a Lillafüred.

—Yo no tengo tu aguante, Nik. Ni siquiera entiendo cómo eres capaz de mantenerte en pie. Y la mente…

—Es cuestión de autocontrol —respondió él, cerrando la puerta del copiloto sin dejarle responder.

Entonces se detuvo y se quedó mirándome fijamente, con el ceño fruncido. Mi estómago se contrajo, preparándose para uno de sus típicos ataques con palabras envenenadas, pero mi corazón se paró durante un instante al escuchar la sencilla, pero intensa, palabra que salió rápidamente de sus labios, como si le costara pronunciarla.

—Gracias.

—¿Gracias?

Mi pecho comenzó a subir y bajar acelerado al ver cómo avanzaba lentamente hasta mí y se detuvo al quedarse a escasos centímetros, manteniéndome la mirada mientras colocaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, para después degustar el sabor amargo de la decepción al verle alejarse. Pero sus ojos seguían fijos en mí, sintiendo que su mirada podría traspasar mi alma.

—Por encontrar a Morgana. Hoy has sido muy valiente. —Se sinceró, tragando saliva con fuerza y soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones—. Lo has hecho bien.

Me quedé en shock. Un reguero de emociones explosionó en mi cuerpo como si fuera dinamita, haciéndome sentir completamente abrumada. No pude evitar sonreír y sentirme complacida. Nikola me había dado las gracias. Nikola había reconocido que había sido útil. Me había ganado su aprobación.

Por desgracia, él rompió la conexión que se había formado entre ambos al desviar su mirada y dirigirse a por Lenci, que se encontraba con un hilo de sangre manchando sus labios y una expresión triunfal en su rostro.

—Eres un aburrido, terroncito —dijo con una fingida voz infantil, haciendo un mohín—. Estaba hambrienta, y ya que tú no quieres contribuir a la causa he tenido que actuar por mi cuenta.

—Tu hermana se está desangrando —respondió él, apartándola—. ¿Y tú solo piensas en alimentarte?

—Soy gula, Nikola. Alimentarme es mi prioridad y me da igual quien se interponga en mi camino. Que no se te olvide nunca.

Con esas palabras se introdujo en el coche y Nikola cerró dando un portazo el lado del conductor. Cerré los ojos con fuerza para intentar equilibrar mis emociones y el ansia por el olor a sangre que me llegaba por parte de Lenci. Estaba hambrienta, pero debía controlarme. Ahora que me había ganado el reconocimiento de Nikola no podía echarlo todo a perder. Pero era tan complicado, el olor era adictivo.

El trayecto de vuelta fue más relajado, pero me sentía una sardina enlatada, con Lenci demasiado cerca debido a que teníamos también a Morgana desmayada con nosotras. Por suerte, Rocío y Lenci estaban dormidas, o lo que fuera que hiciéramos los vampiros, y el silencio solo era interrumpido por la tenue música que sonaba en el reproductor.

Eso me permitió centrarme en observar a Nikola. Conducía con expresión neutral pero sus ojeras de cansancio eran palpables. Tenía el cabello alborotado y sus facciones se habían endurecido —más de lo normal—, otorgándole un aspecto intimidante. Además, había empezado a salirle barba y eso le hacía más maduro. Había algo en él que me atrapaba, a pesar de tener ese carácter agrio y hostil. Me desarmaba.

—Sigues pareciendo una acosadora turbia. —Me advirtió, sin despegar sus ojos de la carretera—. Es molesto e inquietante.

—No tengo nada mejor que observar —repliqué—.Y te miro si quiero, no tengo que pedirte permiso.

—¿Y si yo te mirara a ti así? ¿Te gustaría? —preguntó y sus ojos se quedaron reflejados por el espejo retrovisor, con un brillo que era incapaz de interpretar.

«Sí»

—No.

Me acomodé inquieta en el asiento, percatándome que había esbozado una efímera sonrisa. Parecía que todo lo bello que habitaba en él era casi imperceptible. Una estrella fugaz con tal magia que solo te permitía admirarla durante un instante. Lo suficiente para poder atesorarlo en tu memoria y valorarlo por la importancia que tenía, pues cualquier detalle o gesto hermoso tiene una breve fecha de caducidad.

—Se te olvida que puedo leerte la mente, Laurie —respondió, acariciando mi nombre con sus labios.

—Eso es jugar sucio —mascullé, soltando un bufido de molestia—. Invades mi privacidad.

—No es mi culpa que tu mente sea como un libro abierto. Cualquiera puede acceder a sus páginas.

—Podías haberlo hecho cuando lo necesité. Así no estaríamos ahora en esta situación.

—Lo hice, pero el poder de la bestia es superior. Apenas me escuchabas —respondió—. Y no dispongo de mucha fuerza mental, culpa de mi dieta baja en calorías humanas.

—¿Y ahora qué? —suspiré.

—Ahora llevaremos a Morgana a su casa y trataré de ponerme en contacto con Ryuk. No le gusta mezclarse con seres de Nyx.

—¿Por qué?

—Somos opuestos, Laurie —respondió, girando el volante—. Enemigos desde el inicio de los tiempos.

—¿Cómo los dhampir?

—Sí.

Me mantuve callada unos segundos, mirando el horizonte por la ventanilla. ¿Cuántos enemigos teníamos los vampiros? ¿Habría más seres de Nyx que de Lux? Arrugué la nariz al recordar a nuestras acompañantes.

—Pero Morgana y Lenci…

—Son hermanas. Llevan cubriéndose las espaldas desde hace milenios —respondió—. Cuando Lilith la convirtió, se esforzó en ocultarla para que no acabara con su vida. Llevan yendo de aquí para allá todo este tiempo.

—¿Y por qué una es un ser de Nyx y otra de Lux?

—Los seres de Lux vienen de nacimiento. Son escogidos por el propio Lux para mantener el equilibrio. Los seres de la noche se propagan a gran velocidad y necesitan guardar una armonía —explicó—. Y en este caso los Hijos Oscuros venimos al juntar un vampiro lo suficientemente antiguo o poderoso con una simple mortal.

Las palabras resonaron en mi mente, haciéndome pensar en mi propia situación. Si yo era hija de Vlad y mi madre había sido mortal… ¿estaba diciendo que yo era una Hija Oscura?

—Pero entonces yo… —musité—. ¿Y Morgana? ¿No tendría que ser una Hija Oscura?

—Realmente son hermanastras —matizó—. Su madre tuvo una aventura con un esclavo y salió Morgana. Ella es la mayor. De hecho, murió cuando Lenci nació. Los hijos oscuros somos semivampiros desde que estamos en el vientre materno. Parásitos que se alimentan de su sangre hasta matarla o, al menos, poner su vida en peligro. Y en esa época la medicina era más bien nula. La calidad de vida era escasa.

—¿Peligraba? Pero… no entiendo.

—Nuestra condición está ahí. Parecemos humanos normales pero tenemos una bestia que nos susurra constantemente lo que debemos de hacer. Es como una voz interior que nos insta a hacer cosas que no queremos o no son éticas de cara a la sociedad. A ojos de los demás somos un peligro, niños malignos. En mi época se decía que habíamos sido encarnados por el mismísimo demonio e intentaban bañarnos en agua bendita. Sus caras debían de ser un poema al ver como nuestra piel se quemaba y salía una humareda. A muchos intentaron asesinarlos.

—Qué horror —musité, con los ojos abiertos de par en par—. Pero yo siempre he ido a la iglesia y he mantenido mis labores religiosas sin que me sucediera nada. Al menos que yo recuerde.

—¿Nunca te sentiste diferente y apartada del resto? ¿No trataban de castigarte cuando hacías algo mal? La animadversión se manifiesta en cada uno de diferente forma y, según la crianza de cada uno, termina tolerando la simbología religiosa. Lástima que ya no puedas preguntarle a tu madre por ello.

Sus últimas palabras golpearon mi rostro con dureza, sintiéndolo como una bofetada. Acomodé mi brazo cerca del cristal y dejé mi mirada perdida, recordando pasajes de mi infancia.

—¡Laurie! Enciérrate ahora mismo en tu habitación y ponte a rezar. Pide perdón a Dios por tu acto. Es inaceptable en esta comunidad y no querrás que descubran tu secreto.

—Sí, madre —respondí bajando la cabeza mientras miraba a mi padre de reojo, buscando su apoyo.

No podía entender qué me había pasado. Estaba jugando en el jardín con mi muñeca y mi vecino, Richard, se había acercado. Al principio pensaba que quería ser mi amigo y jugar conmigo, pero me la quitó sin avisar y la miró de arriba abajo con una sonrisa cargada de maldad.

—Que muñeca más fea —dijo con burla, sacándome la lengua—. Como tú.

—¡Devuélvemela! —chillé, notando que mi pecho se inflaba de ira.

—No. Ahora es mía —respondió—. Y como es mía puedo hacer esto.

Entonces separó la cabeza del cuello de la muñeca, haciendo sonar un crujido, indicándome que ya era irreparable. Me la había roto y se estaba riendo con descaro.

La rabia brotó por mi cuerpo como un volcán en erupción. Cada músculo y poro de mi piel se había llenado de odio hacia ese niño, que me miraba con una mezcla de diversión y arrogancia.

«Demuéstrale tu poder. Hazle sufrir como él te ha hecho sufrir a ti. Haz que muera desangrado. Sé que lo deseas. Lo deseas.» me instó una voz en mi interior. «Pero eso está mal… mamá dice que es de buen cristiano saber perdonar y la maldad no tiene cabida en las buenas personas. No se hace daño al prójimo» pensé para mis adentros, mientras apretaba los puños con fuerza, haciéndome daño. «La bondad te hace tonta y débil. Demuéstrale de lo que eres capaz. Él se merece sufrir. Hazlo»

No me lo pensé dos veces. De forma inconsciente mi mano buscó una piedra que había por el camino y la lancé con todas mis fuerzas, dándole de lleno en la frente. Eso provocó que cayera al suelo inconsciente. Un hilillo de sangre brotaba de la herida que le había provocado. Me sentía bien. Una amplia sonrisa apareció en mi rostro, parecida a la que segundos antes tenía él.

—¡Laurie Duncan! —bramó mi madre sujetándome del brazo y me clavó sus uñas, haciéndome daño—. ¡Vete ahora mismo a casa! Rezo al Señor para que a este pobre niño no le suceda nada. Eres una deshonra para la familia. Un monstruo.

El recuerdo se esfumó tan rápido como vino, pero con él aparecieron otros, mostrándome los turbios pensamientos que rondaban por mi mente cuando los niños se metían conmigo o me hacían alguna de las suyas. Se repetían con frecuencia hasta que fui creciendo y mi madre endureció cada vez más sus reglas y castigos, moldeando a su antojo una hija sumisa y ejemplar. Eso hizo que las voces de mi interior se calmaran, hasta terminar por desaparecer.

Claro que a eso se sumó el que, para los niños del pueblo, yo era la chica rara, la niña religiosa y solitaria que no dejaban socializar. Me tenía que quedar en casa, observando desde la ventana como jugaban y reían. Y me dolía. Me hacía sentir un monstruo de verdad. Por eso escondí mi oscuridad, escondí todo el mal que habitaba en mi interior, refugiándome en capas y más capas de perfección.

—¿Voy a ser una Hija Oscura? —pregunté de repente, buscando su mirada.

—No estoy seguro de las intenciones de Lilith sobre ti, pero a día de hoy estamos los siete. Así que no. Por el momento puedes estar tranquila.

—Y… ¿duele? —musité, revolviéndome en el asiento.

—Como el mismísimo infierno —respondió apretando los nudillos en el volante mientras dejaba durante un instante la mirada perdida, antes de volver a centrarse en la carretera.

Tragué saliva al imaginarme a Nikola desprotegido, sufriendo cualquier tipo de acto espeluznante. Eso me hizo pensar en Atary de nuevo. ¿Por qué aún no había aparecido? ¿Se había olvidado de mí? En el fondo esperaba que cumpliera su promesa y me buscara. Una parte de mí se aferraba al pensamiento de que me amaba de verdad. Tenía que haber una explicación.

Me estremecí solo de pensarlo. ¿Tantos años sufriendo y esforzándome en controlar mi oscuridad para que ahora tomara tanta fuerza? ¿Tan fuerte era mi vínculo por él? No podía entenderlo. Mi mente solo sabía susurrar su nombre.

—Será mejor que desconectes la mente hasta que lleguemos. Ha sido un día duro —dijo de repente con voz hostil, apretando sus dedos en el volante.

No hizo falta que me lo repitiera. Asentí con la cabeza y dejé mi mirada perdida en el horizonte, concentrándome únicamente en poner la mente en blanco y sumirme en una completa oscuridad, que me hizo olvidar todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, al menos por unos instantes.

Abrí los ojos cuando dejé de escuchar el motor del coche acompañándonos. Al contemplar el cielo noté que estaba a punto de amanecer y todos nos sentíamos exhaustos. Observé de reojo a Morgana, que seguía con la cabeza apoyada en el hombro de Lenci. Seguía inconsciente y sus heridas habían ensuciado toda su ropa. Si no nos apurábamos sería demasiado tarde. Además, el frío del bosque había tensado mi cuerpo y tenía ganas de recuperar algo de calor.

«Señor…lo que daría por tener ahora una taza de chocolate caliente entre mis manos» supliqué, mordiéndome el labio inferior.

—Bajad. Yo las llevaré ahora a casa e intentaré contactar con Ryuk. No puede ser tan complicado encontrarlo.

—No va a venir —resopló Lenci, tirando de su hermana—. No se mezcla con seres como nosotros.

—Morgana no lo es, así que tendrá que hacer una excepción.

—Aunque lo hiciera, ni siquiera sabemos dónde está. Puede esconderse en cualquier rincón de los puñeteros bosques —gruñó ella.

—Creo que sé quién puede ayudarme.

Sus ojos grises me miraron con disimulo, haciéndome sonrojar. De inmediato, sentí un gran peso encima. No tenía claro si mis sueños eran un poder y, de serlo, no podía manejarlo. Temía fracasar y que Morgana muriera. Entonces sería mi culpa y no me lo podría perdonar.

—Genial. Entonces vámonos ya. Necesito una ducha urgente, ¡y ropa nueva!

Nikola entornó los ojos e hizo una mueca de molestia, pero asintió con la cabeza. Rocío y yo salimos del coche y nos dispusimos a entrar en el palacio de Ákos, cuando las palabras de una voz hosca y familiar se adentraron en mi mente, haciéndome frenar.

«Concéntrate en encontrar a Ryuk antes de dormir. Sino no podré encontrar la forma de devolverte tu humanidad» me advirtió. «No sé si podré hacerlo» pensé para mis adentros, viendo el coche que conducía él alejarse. «Esfuérzate y lo conseguirás. Tienes que aprender a manejar tu fuerza».

«Como si fuera tan fácil, genio» gruñí y añadí «Tú llevas siglos siendo un vampiro, yo solo unos días». La voz de Nikola resonó en mi interior y me tensé al escuchar una risa breve de diversión, que acompañó de una voz cargada de malicia «¿No eres Batwoman? Pues entonces podrás con ello».

Le maldije para mis adentros, esperando que me respondiera, pero no pude evitar sumirme en la decepción al notar mi mente vacía. Su voz me había abandonado.

—¿A qué estamos esperando? No tolero bien la luz solar. —Se quejó Rocío, tirando de mí.

—Sí, vamos —respondí, mirando por última vez el camino por donde se fue Nikola, esperando no fallarle. No ahora que empezaba a ganarme su confianza y respeto. Me hacía sentir importante.

Al entrar vi que Brittany se acercaba hasta mí con gesto alegre, pero la detuve con un gesto, indicándole que no era un buen momento. Tenía ganas de cambiarme de ropa para ocultar mejor el tatuaje y sumirme en un profundo sueño, esperando tener la suficiente fuerza para encontrar a ese druida que ni siquiera conocía. ¿Tendría el suficiente poder para ello? ¿O todo mi esfuerzo sería en vano? Con ese pensamiento rondando mi cabeza, me acomodé en la cama y cerré los ojos con fuerza, deseando estar a la altura de esos Hijos Oscuros que ahora formaban una parte importante de mi vida.

Abrí los ojos. Al parpadear me di cuenta de que me encontraba en un bosque extraño, diferente. Había un árbol centenario cuyo tronco parecía una enredadera que giraba en espiral y desembocaba en múltiples hojas de color lavanda que se repartían como si un fuego artificial hubiera aterrizado sobre él. A su lado había otro árbol con el tronco repleto de hojas en tonos anaranjados y rosados. Y lo mejor de todo era que estos parecían enlazarse con diversas hayas verdes cuyas hojas caían en forma de manto, formando una atmósfera de cuento.

Observé fascinada como incluso el prado que constituía el suelo desprendía un fuerte, pero agradable, olor a hierba recién segada y estaba cubierto de hojas de diferentes colores, formando un camino hasta un inmenso roble cuyas ramas se inclinaban hasta tocar el suelo, como si fuera un túnel.

Ahí, arrodillado, se encontraba un chico alto, algo mayor que yo, con el cabello rizado y dorado. Sus brazos estaban cubiertos por unos tatuajes extraños, de simbología celta, pero lo que más captó mi atención fue ver como su mano emitía un brillo anaranjado, que provocó que las hojas de una de las ramas del roble se secaran.

Movida por la curiosidad decidí acercarme hasta él y sus ojos verdes atraparon los míos al sentir mi presencia. Entonces se incorporó y extendió su mano apuntando en mi dirección, creando una enredadera que se enlazó a mis pies, impidiéndome moverme.

—¿Quién eres y cómo has llegado hasta aquí? —gruñó, haciendo que sus ojos verdes adquirieran un tono más oscuro.

—Yo… ni siquiera sé si esto es real o es que mi mente me está jugando una mala pasada, pero —suspiré, consciente de que debía contar todo, aunque por dentro sintiera que era absurdo—. Me llamo Laurie y estoy buscando a un tal Ryuk que es druida. Lo necesito para curar a Morgana, una bruja milenaria que fue atacada por un hombre lobo que resulta que también es un vampiro y… bueno, digamos que está grave. Y no sabemos cómo ayudarla aparte de buscando a la persona que te he dicho. ¿Eres tú?

El chico me miró de arriba abajo, deteniéndose en mi tatuaje, que se veía en todo su esplendor, pues la camiseta que llevaba en mi sueño no tenía mangas. ¿Acaso era eso posible? Su cuerpo se relajó al instante y asintió con la cabeza, volviendo sus ojos al color inicial. Respiré aliviada al ver como hacía el mismo gesto de antes y la enredadera se deshizo, tal y como había aparecido minutos antes.

—¿Por qué debería de ayudarte? —preguntó cruzándose de brazos y levantó una ceja—. No te conozco de nada y podría ser una trampa para sacarme del bosque. Puedo sentir que eres un ser de Nyx, pero ese tatuaje…

—¿Sabes por qué lo llevo? —pregunté esperanzada—. Y sinceramente apenas conozco a esa chica, pero sé que es de Lux o algo así, y ella te necesita. Yo solo intento ser de ayuda —respondí encogiéndome de hombros.

—¿Cómo has averiguado mi ubicación? Es imposible. Solo los druidas podemos acceder aquí.

—Yo…no lo sé. —Me sinceré y exhalé un suspiro de cansancio—. Solo aparecí aquí.

—Hmmm —murmuró, aproximándose hasta mí para acariciar mi tatuaje con la yema de sus dedos—. Eres una vampiresa.

—Pero…

—No del todo —continuó—. Puedo sentir que en tu interior aún hay energía humana. No has completado la transición, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, mordiéndome el labio inferior. Su cara alargada y cejas espesas le otorgaban un aspecto infantil, sobre todo al percatarme de que una hilera de pecas cubría la parte superior de sus mejillas y la nariz, acompañadas por un rubor rosado. No me imaginaba que los druidas fueran así.

—¿Eso tiene relación con el tatuaje? —Me atreví a preguntar.

—Podría.

—¿Siempre eres tan enigmático? —cuestioné arrugando el ceño.

Ryuk sonrió de forma ladeada y me ignoró, dándose la vuelta para volver a secar las hojas de otra rama. Al hacer eso el iris de sus ojos brillaba con fuerza, como si los rayos del sol bañaran una pradera.

Me di cuenta de que no iba a responder y el tiempo apremiaba. No sabía cuándo me iba a despertar. Así que insistí.

—¿Vendrás?¿Me ayudarás?

—Bajo una condición —susurró, captando mi atención.

—¿Cuál?

—Pronto lo sabrás —respondió antes de guiñarme un ojo y extendió su mano, reflejando unos destellos anaranjados que se mezclaban con una dulce sonrisa.

Todo mi alrededor se esfumó, incluyéndole a él, quedando relegada a una profunda oscuridad.

Parpadeé confusa y me incorporé en la cama, apoyando ambas manos en el colchón para intentar ubicarme. A mi vista llegaron los sofisticados muebles que conformaban la habitación de Katalin y, al echar la vista al reloj, comprobé que eran las ocho de la tarde. Había dormido bastante.

Preocupada por el estado de Morgana, me levanté y eché un vistazo rápido a mi ropa antes de cambiarme para poder salir sin exponer el tatuaje. Mi bestia me suplicaba alimentarme, podía sentir como mis órganos vitales se quejaban por no disponer de la suficiente sangre, pero al menos funcionaban y podía continuar con mi vida, así que intenté ignorar el malestar y salí en busca de Nikola.

Al llegar al pasillo, una voz hosca y familiar me sobresaltó, provocando que diera un pequeño salto y las líneas purpúreas de mi rostro aparecieran, debido al estado de alerta que había generado mi cuerpo.

—¿Ha dormido bien la princesa? El tiempo apremia y Lenci está de los nervios.

—Pues sí, gracias por preocuparte —respondí arrugando el ceño, calmándome para volver a mi estado normal.

—¿Y bien?

—Sí, lo he encontrado. De nada —añadí, entornando los ojos—. Me siento un GPS andante.

—¿Vendrá?

—Sí, pero dijo que bajo una condición.

—¿Cuál? —preguntó, ladeando un poco su cabeza.

—No lo sé —dije, encogiéndome de hombros.

Nikola arrugó sus cejas en respuesta y abrió los ojos con fuerza.

—¿Cómo que no lo sabes?

—Supongo que se cortó la llamada onírica, por falta de monedas —resoplé—. Pero lo importante es que vendrá. Ya no puedo hacer más.

—Gracias.

—Nikola diciendo gracias. Dos veces —maticé en un susurro, fingiendo una expresión de asombro—. ¿Acaso estás enfermo? Tendré que decirle a ese Ryuk que te revise a ti también, el cansancio te ha hecho amable.

—Saboréalo mientras puedas. Sé que no tardarás en cagarla de nuevo —sonrió por un instante—. Eres un imán para los problemas.

—No lo haré —gruñí—. Estoy mejorando.

—Lo que tú digas, Batwoman.

Entonces me dio la espalda y comenzó a alejarse por el pasillo, pero le seguí el paso. No quería quedarme sola en este sitio tan grande y que Ákos me atrapara. Aún tenía muchas preguntas para hacerle.

—¿A dónde vas?

—Lejos de ti —replicó, torciendo sus labios.

—Pues va a ser complicado, porque pienso seguirte.

—Ve a curiosear por el palacio. Eso se te da bien.

Giré a tiempo por el pasillo, esquivando a un par de vampiros que conversaban sin percatarse de su alrededor.

—Prefiero acompañarte —respondí.

—Voy a ir a casa de Mor, Laurie —suspiró—. Lo que menos necesito ahora es un enfrentamiento entre Lenci y tú.

—Me portaré bien —bufé—. No soy una niña.

—Ya… las dos lo sois.

Sonreí al ver que ponía su mejor cara de molestia, pero no dijo nada. Satisfecha, le seguí hasta la entrada principal del palacio y fuimos hasta el coche que tenía aparcado junto a un árbol cercano.

Una vez sentada en el asiento del copiloto, contemplé el paisaje que se cernía a nuestro alrededor. Debía de reconocer que Nikola era un buen conductor, yo ni siquiera tenía el carnet. Nunca me había atrevido por miedo a tener algún accidente.

No fue un trayecto muy largo, un rato más tarde nos encontrábamos en un lugar apartado, donde una pequeña casa de ladrillo de color oscuro y tejado negro destacaba sobre lo demás.

Cuando Nikola golpeó la puerta, Lenci le recibió con una sonrisa que no tardó en desaparecer al darse cuenta de mi presencia. Entonces me clavó su mejor mirada de odio.

—¿Qué hace ella aquí?

—Creo que eso es lo de menos, lo importante es que yo esté aquí —respondió una voz masculina a mi espalda, haciendo que el vello de mis brazos se tensara.

Al girarme comprobé que mi sueño había sido real. Un chico de cabello rizado dorado y pequeños ojos verdes me miraba con diversión, y no tardó en saludarme haciendo un gesto con la cabeza.

—Ryuk —susurró Nikola, haciéndose a un lado.

—El mismo.

—Será mejor que entremos. Morgana ha perdido mucha sangre. —Le informó.

—No.

—¿Cómo qué no? —gruñó, apretando los puños.

—Solo entraré si me dejáis a solas, con ella —respondió, enfatizando la última palabra al mirarme a mí fijamente.

Nikola entrecerró sus ojos, haciendo que estos centellearan. Podía escuchar sus dientes chirriando al apretar la mandíbula y movió su cabeza, haciendo sonar su cuello. Su cuerpo estaba tenso, en señal de amenaza pero, para mi sorpresa, exhaló gran parte de aire y se acercó hasta él, quedando a escasos centímetros de su oreja.

—Como le hagas daño a Laurie, juro que será lo último que hagas —siseó, ganándose una sonrisa divertida de parte de Ryuk, que no se molestó en esconder.

—Hacerle daño es lo último que haría, vampirito —canturreó—. Tengo otros planes con respecto a ella. Y eso no incluye a hijos de Lilitú.

—Cura a Morgana —respondió retrocediendo unos pasos, pero continuó con la mirada fija sobre él—. Te estaré vigilando.

—No eres el único que lo hace —musitó en tono enigmático. Y me hizo un gesto para que le siguiera.

Ryuk miró a Lenci por un instante y le hizo un gesto indicándole la salida. Ella emitió un sonido de advertencia, mostrando la parte oscura de su rostro, pero Ryuk no se amedrentó y usó el poder que salía de sus manos para impulsarla fuera de casa. Entonces sonrió y cerró de un portazo, ignorando los alaridos que Lenci daba al otro lado.

Ir a la siguiente página

Report Page