Nika

Nika


Capítulo 1

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Capítulo 1

Miami no era Las Vegas. Y no era porque estuviese tomando el sol en una hamaca del jardín, porque en casa de mis padres también podía hacerlo. No era por tener el agua cerca, porque la casa lindaba con un lago, pero sí era por el mar. El olor era diferente, el tono de mi piel era diferente y la sensación de libertad era diferente. Bueno, el mar no tenía nada que ver con ello, con sentirme libre quiero decir, pero aquel olor a mar lo asociaba con esa libertad. En una semana estaría también libre de mis estudios. Terminaría la carrera y podría ponerme a trabajar en mi futuro. Pero eso sería en una semana; ese día solo tenía que pensar en una cosa y era en...

—¡Nika!, ¿qué haces aquí todavía? —Aquella era la voz de Mily, una de las gemelas de la tía Irina. Algún día aprendería que ir a una fiesta no significaba estar todo el día corriendo de un lado para otro como una loca. En fin, tenía 16, no se le podía pedir mucho a sus hormonas adolescentes.

—Tomar mi ración diaria de vitamina D, Mily. —Ni siquiera abrí los ojos para contestarla, ya sabía que estaría dando saltitos alrededor mío.

—Pero tienes que prepararte. Es la fiesta de graduación de Emy y Darío, no podemos llegar tarde. —Giré la cabeza hacia el lugar desde el que provenía su voz y abrí un ojo.

—Se gradúan la semana que viene, Mily, como todos. Hoy solo es una fiesta que hacen en casa de uno de sus compañeros de instituto.

—¡Oh, vamos! No te estarás echando atrás, ¿verdad? Dijiste que nos llevarías. —Solté el aire y me senté en la hamaca.

—Una promesa es una promesa, Mily. ¿Cuándo he faltado yo a alguna?

—Nunca, prima. —Sonrió feliz.

—Pues eso. —No es que me apeteciese demasiado ir a casa de Curtis, pero las gemelas llevaban mucho tiempo esperando su primera fiesta de «adultos».

Priscilla, la hermana pequeña de Curtis, iba a su clase y las había invitado a la fiesta de graduación de su hermano Prentiss. Para las chicas era dar un salto enorme, aunque a Prentiss, el que su hermanita y las amigas de esta fueran a su fiesta, no le hacía mucha gracia. Ya saben, dos años menos eran un mundo a esa edad.

¿Que de dónde conocía a Curtis? Pues porque iba a mi clase de emprendedores. Hay quien puede pensar: «pero tú quieres diseñar ropa, venderla en tu tienda». Y yo les respondería: «precisamente por eso». Los negocios son números, y era lo que necesitaba aprender. Los diseños los tenía muy claros, y ya había encontrado a alguien que era capaz de plasmar mis dibujos sobre la tela: Gloria. Ella y su hermana Camila eran sobrinas de María Di Ángello, y si su madre era un fenómeno con una aguja e hilo, sus hijas no desmerecían. Las dos eran buenas, pero Gloria y yo teníamos una conexión especial.

Un día me vio dibujando uno de mis diseños y enseguida se mostró interesada. Dio la casualidad de que ella estaba estudiando por aquel entonces confección, patronaje y moda. Necesitaba presentar una creación para una de sus pruebas, pero le faltaba esa chispa creativa que a mí me sobraba. Así que me pidió que le prestara mi diseño para su examen. Yo accedí, ¿cómo decirle que no a alguien que te propone confeccionar tu diseño? Además, Gloria es de ese tipo de personas que no te deja decir que no. Es una morenita bajita, obsesivamente perfeccionista y con un carácter picante. Era de las que enseguida movilizaba a todo el mundo, como su madre, y se encendía como una hoguera de gasolina cuando las cosas no iban como a ella le gustaba. Un carácter difícil, pero encajábamos bien. Quizás fuese por esa diferencia de temperamento.

El caso es que habíamos medio planificado nuestro futuro. Ella siempre se vio al frente de un taller de confección, le gustaba todo lo que tenía que ver con telas, modistas, horarios, pruebas, pero le faltaba perfeccionar el trato con los clientes y el diseño creativo. Podía copiar cualquier traje solo con verlo una vez, unir esto de aquí con aquello de allá, hacer que lo imposible encajara en el cuerpo de cualquier persona, pero encontrar lo que define bien a una persona, eso era lo que se me daba bien a mí. ¿Cómo explicarlo? Una falda, una camisa, dicen mucho de la persona que las lleva, pero, además, hay que conseguir que esa persona se sienta cómoda con ello. ¿Cómo era ese dicho? Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Es lo que ella repetía más de una vez.

Gloria estaba harta de trabajar con su madre, porque las dos tenían el mismo carácter, a las dos les gustaba llevar la voz cantante, pero solo una podía ser la jefa, y ese puesto no era el de Gloria. Ellas dos eran un claro ejemplo de dos personas que se quieren, pero no pueden trabajar juntas. Y hablando de trabajo, a mí me tocaba hacer de canguro de aquellas dos desbocadas adolescentes. Miré mi reloj.

—Tenemos tiempo de sobra hasta que llegue Gloria con vuestros vestidos. ¿Os habéis duchado? —Mily me miró como si me hubiese crecido otra cabeza.

—¡Claro que sí! Solo nos queda maquillarnos, peinarnos y vestirnos. —Esa era mi invitación. ¿A quién recurrirían para esas cosas? Pues a mí. Con su madre en Las Vegas, yo era la única mujer adulta en la que podían delegar esa importante misión.

—Bien. Entonces vamos adentro. Hay que preparar el calzado, los complementos... —No habíamos hecho otra cosa que dar dos pasos hacia la casa, cuando Phill salió a nuestro encuentro.

—Chicas, tenemos una llamada importante. —Su expresión parecía algo diferente, una mezcla entre excitación, alegría e impaciencia.

—¿Tenemos? —quise saber.

—Poneros guapas, hay reunión familiar. —Alcé una ceja inquisitiva hacia él. Tenía que ser algo bueno, porque no parecía preocupado, pero ¿qué sería tan importante como para reunir a toda la familia? No había ningún cumpleaños a la vista y para un nuevo embarazo no se reunía a toda la familia. Quizás el anuncio de una boda, pero los que estaban solteros eran aún demasiado jóvenes.

—¿Qué se celebra? —pregunté. Phill amplió su sonrisa, como si supiese que la noticia nos iba a gustar.

—Tasha ha vuelvo a casa. —Tasha. Escuchar su nombre fue como recibir un golpe directo en la boca del estómago: me dejó sin respiración. No era una mala noticia, todo lo contrario. Quizás fue el deseo de escucharla, pero verla aún demasiado lejos, fue lo que me golpeó con aquella fuerza.

Desde aquella complicada conversación que tuvimos por teléfono, tan solo habíamos hablado por mensaje. Ella insistía en que aún no estaba lista para regresar, y no quería que nadie supiera de su paradero, ni siquiera yo. Así que acepté su decisión, pero eso no significaba que no me doliera.

—Está... en casa. —Creo que sonó un poco a pregunta, más que una constatación de lo que acababa de oír de boca de Phill.

—La verás en 10 minutos. Tenemos una videoconferencia preparada. Así que poneos algo encima y corriendo al despacho. —Mily salió disparada hacia su habitación, más excitada por todo lo que el día traía que por la noticia del regreso de Tasha. A fin de cuentas, nos habían dicho a todos que Tasha estaba en una especie de viaje de autoconocimiento. Quizás tuviese preguntas que hacerle sobre las cosas que había descubierto en ese viaje. Ese cuento yo nunca me lo creí. Pero si el tío Viktor estaba tranquilo, es que ella estaba bien. Así que simplemente esperé. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero no eran de las que se podían responder con toda la familia delante, ni de las que se hacían sin tenerla a ella en frente. Necesitaba ver sus ojos cuando se las hiciera, poder tocarla cuando necesitara un poco de ánimo para continuar. En otras palabras, necesitaba ir a verla. Pero de momento, una videoconferencia tenía que servir.

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