Nika

Nika


Capítulo 2

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Capítulo 2

Allí estaba Tasha, sentada junto a Drake. Se la veía algo más delgada, su piel algo más pálida, algo de cansancio en su rostro, pero seguía siendo ella. Aunque ya no lo era. No sé cómo explicarlo. Necesitaba estar más cerca para ver aquellos ojos suyos, sentir lo que transmitían. Verla en un monitor, tan alejada, le quitaba esa esencia que quería encontrar en ella. Pero aun así podía apreciar un cambio en esa mirada, un cambio que me decía que aquella mujer no era la misma que vi por última vez en la boda del primo Anker.

—Hola, Nika. —Había una pizca de tristeza en su forma de mirarme, remordimientos, súplica, esperanza. ¡Maldita sea!, necesitaba ir, estrujarla en un abrazo rompe huesos y dejar de contener las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos.

—¿Cómo estás, Tasha? —Ella sonrió un poco más.

—Bien. Tenía ganas de veros a todos.

Es difícil acaparar la atención de otra persona cuando lo haces a cientos de kilómetros de distancia, y compitiendo con casi toda la familia. Los cuatro ocupábamos un pequeño cuadrado del monitor principal, y Mily y Vanya casi me sacan de la imagen. Era casi imposible que me dedicara el tiempo que necesitaba. Así que, cuando cerramos la llamada, tenía en mente compensar aquella deficiencia haciendo un viaje a Las Vegas antes de que ella desapareciera de nuevo. Estaba decidido.

—Ya era hora, llevo esperando una eternidad a que salieseis de ahí. —Con esas palabras nos recibió Gloria. Estaba sentada en la sala, tomando un vaso de limonada que seguramente le ofreció Agatha.

—Estábamos hablando por videoconferencia —le informó Mily.

—La prima Tasha ha vuelto a Las Vegas —añadió Vanya. Gloria alzó una ceja hacia mí, dejando claro que el siguiente comentario iba dirigido hacia mi persona.

—Vaya, tengo ganas de toparme con la famosa prima Tasha.

La familia Vasiliev había venido en muchas ocasiones a Miami y siempre había una fiesta multitudinaria para celebrarlo. No era raro que nos juntáramos todas las familias de Miami, Las Vegas e incluso a veces de Chicago. Puede que Gloria y Tasha coincidieran en alguna de ellas, pero sería de refilón, algo que ninguna de ellas recordaría como memorable. Por mi parte, en mis casi cuatro años aquí, había tenido muchas oportunidades para acudir a cada una de las famosas fiestas Castillo. Fue en una de ellas donde Gloria y yo empezamos nuestra amistad. No es que hubiese olvidado a mi mejor amiga, Tasha es insustituible, pero digamos que había un hueco emocional que las gemelas no podían cubrir. Son mis primas, y las quiero, pero seamos realistas, cinco años de diferencia, a esta edad, es como vivir en países diferentes.

Gloria es tres años mayor que yo, pero esa diferencia de edad entre nosotras no se aprecia. Quizás sea porque, como dice mi madre, soy muy madura para mi edad.

—Cualquier día de estos. —No le di importancia, porque no es que me muriese de ganas por que ellas dos se conocieran. Seamos objetivos: sus caracteres son igual de dominantes, así que lo más probable es que ellas dos acabarían odiándose, o quizás vivieran en una constante lucha de «yo más que tú».

—Bueno. A lo que venía. ¿Están listas para ponerse sus vestidos nuevos? —Las gemelas gritaron histéricas cuando Gloria señaló los dos vestidos metidos en sus fundas de plástico. No es que fueran algo del otro mundo, pero habían sido confeccionados para ellas. La tela, el patrón, las medidas, todo había sido pensado y cosido tomándolas a ellas como referencia. Nadie en aquella fiesta tendría algo igual, nada las quedaría mejor. Con 16 años, destacar sobre el resto era una meta que todos perseguían.

—¡Sí, vamos! —Vanya tomó a Gloria de la mano y la arrastró hacia su habitación. Pude ver los ojos de Gloria girando exageradamente en sus cuencas. Pero sabía que realmente aquello le divertía. A fin de cuentas, ella se convertía en otra niña grande cuando cumplía los sueños de una fashion victim.

Pasamos un buen rato maquillando, peinando y preparando cada detalle que las chicas llevarían a la fiesta. Estábamos dando los últimos retoques a la sombra de ojos de Vanya, cuando Emy entró en la habitación.

—Vaya, estáis increíbles —saludó emocionada.

—Tú también estás muy guapa, Emy —la aduló Vanya.

—Pero el pelo me habría quedado mejor recogido como el tuyo. —Sus ojos miraban golosos el moño italiano que lucía Vanya.

—Puedo hacerte uno si quieres —me ofrecí. No había cosa más sencilla. No era algo sofisticado, ni perfecto, sino informal.

—¿Lo harías? —me sonrió.

—¡Claro! —Antes de poder acercarme a ella, Gloria me tiró del brazo para sacarme de la habitación.

—Ah, no. Tú ve a vestirte, sino no llegaréis a tiempo. —Me tuve que reír ante su regañina. Gloria era así, metía la mano para que todo saliera perfecto.

—Solo tengo que ponerme un vestido, un poco de sombra de ojos, brillo en los labios y listo. —En 10 minutos estaría lista, puede que en 12.

—Te odio. ¿Por qué tienes que parecer una muñequita de porcelana? —lloriqueó.

—Para haceros sufrir al resto de las mujeres. —Salí riendo por la puerta mientras la escuchaba maldecir en una carcajada.

—Mala. —Cuando terminé, fui a recogerlas y bajamos a la planta baja. Las chicas bajaron las escaleras como potrillos persiguiendo mariposas en primavera, mientras yo me lo tomaba con más calma. Escuché unas voces masculinas provenientes de la cocina y, aunque reconocí a Phill, la otra voz me era desconocida.

—¿De verdad no os importaría?

—Claro que no. Así tendré a alguien con quien hablar en el viaje y no fingir que estoy dormido. —No sé hasta qué punto Phill se arrepentiría de haber dicho esas palabras, porque seguro que alguna de las gemelas le había escuchado como yo.

—¡Eh, Bruno! ¿Al final vienes a la fiesta con nosotras? —El hombre que estaba hablando con Phill, y que hasta entonces estaba de espaldas a mí, se giró hacia nosotras. Por su aspecto habría pensado que era uno de los hombres de seguridad que trabajaba en el club; ya saben, espaldas anchas, bíceps abultados, piernas fuertes... un auténtico tipo duro. Pero cuando vi su cara, reconocí en él a alguien conocido. Y su nombre... Estaba claro que tenía ante mí a uno de los hijos de Tonny. Había oído hablar de él, estaba en el ejército y sus destinos no le dejaban mucho tiempo para ir a visitar a la familia.

—Hola, Emy. No, de hecho, ya me iba. —Dio un último trago a la botella de agua helada que tenía en la mano y luego le tendió la otra a Phill—. Estaré aquí a medianoche.

—No te retrases o nos iremos sin ti —le tomó el pelo Phill. Bruno sonrió.

—Me agarraré a ese pájaro como una pulga famélica. —¿Qué demonios estaban planeando esos dos? Bruno asintió hacia nosotras como gesto de despedida—: Emy, Vanya, Mily, Nika, Gloria... —Y después se alejó hacia la salida. Estaba a punto de preguntar que a qué venía eso cuando Phill se me adelantó.

—A las 11 os quiero en casa, tenéis que preparar las maletas. —Las gemelas vieron como su toque de queda se acortaba y sacaron sus morritos arrugados como niñas de 5 años para protestar. Pero yo estaba centrada en algo más importante.

—¿A dónde vais? —pregunté.

—Vamos —me corrigió Phill—. Nos esperan en Las Vegas. Tenemos una auténtica reunión familiar. —En ese instante una bola de alegría explotó en mi interior. Iba a ir a Las Vegas, iba a ver a mi familia, a abrazarlos. Papá, mamá, Kiril, los abuelos y, sobre todo, Tasha, iba a poder ver a Tasha. Aquella noticia mandó a la zona de «no importa» el motivo por el que Bruno había estado unos minutos antes en aquella cocina.

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