Nika

Nika


Capítulo 3

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Capítulo 3

Cuando Phill nos dejó en la mansión de los Fuller dijo eso de «que os divirtáis», pero su mirada me decía otra cosa. Era más bien un «las dejo en tus manos, cuida de ellas». Y eso tenía pensado hacer, vigilarlas, pero sin agobiarlas. Sé lo que es que alguien esté encima de ti todo el tiempo, y no quería arruinar su presentación en sociedad. Que digan lo que quieran, pero acudir a una fiesta de instituto es decirle a todo el mundo «¡eh, estoy aquí!».

Cuando salieron las tres disparadas de mi lado, parecían esos galgos de las carreras que persiguen a la liebre. Priscilla enseguida las vio, y no es que le agradara que otras se llevaran toda la atención, pero era lista y sabía que, si no puedes con tu enemigo, debías aliarte con él.

—Hola, Nika. —Hablando de enemigos, apareció Curtis. No es que me llevara mal con él, pero le había calado enseguida. Era un niño rico que lo que perseguía era a alguien con una gran idea y muchas ganas de trabajar que estuviese necesitado de un socio capitalista. Evidentemente no era mi caso, pero él no era de los que se rendía. Por eso no hacía más que intentar seducirme, no románticamente, sino comercialmente.

—Hola, Curtis. —Era de ese tipo de chicos que besaba todo lo que llevara faldas, así que hacerle titubear de si debía hacerlo conmigo, o no, era algo que me hacía reír por dentro. Sabía que yo no era una conquista, porque pretendía mantener una especie de amigable relación de amistad y el flirteo no era bueno para conseguirlo. —Bonita fiesta. —Era lo que se decía por educación en estas ocasiones, así que me aferré a ello mientras miraba la gran cantidad de gente repartida por el jardín.

—Sí. ¿Te apetece un refresco? —Saqué el teléfono y consulté mi aplicación antes de contestar.

—Solo agua, gracias. —Él asintió educadamente, pero no pude evitar advertir el largo vistazo que le dio a mi teléfono. Y no era porque pensara que era una falta de cortesía por mi parte, hay quien pensaba que era una frívola que comprobaba constantemente sus mensajes.

Curtis sabía todo lo que había detrás de la pulsera de control y la app de mi teléfono. Por eso lo miraba como si fuera un chuletón de buey en la mesa de al lado que él no se iba a comer. Al día siguiente de la presentación televisiva que hicimos del dispositivo, Curtis me asaltó en la puerta de nuestra clase. Quería saberlo todo, su funcionamiento, su comercialización y, por supuesto, ¿por qué no había recurrido a él para conseguir fondos para su desarrollo y puesta en venta? Lo veía como la gallina de los huevos de oro que se le había escapado.

No quise darle explicaciones, así que me escudé en Drake y le dije que todo era idea suya. Que él había desarrollado el proyecto y que él se había ocupado de todo. Decírselo había sido algo bueno y malo. Bueno porque le quedó claro que no podía ofrecerle nada en todo el asunto, y malo porque ahora me perseguía para poder contactar con Drake. Creo que era escuchar su nombre y se le hacía la boca agua. A mí me trataba como a una princesa, pero podía ver sus colmillos esperando a clavarse sobre la víctima que esperaba. Esta última semana sería un infierno para mí, porque tenía a Curtis sobrevolándome como un buitre. Si perdía el contacto conmigo antes de contactar con Drake, perdería su oportunidad de negocio, y él y yo lo sabíamos.

Así que, durante toda la velada, iba a tenerlo sobre mí, intentando conseguir mi número de teléfono, o el de Drake. A perseverante no le ganaba nadie.

—¿Cómo va tu proyecto de fin de curso? —Se llevó el vaso a la boca y esperó mi respuesta.

—Lo entregué esta mañana. —Sus cejas se alzaron dramáticamente.

—El plazo expira la semana que viene. ¿A qué tanta prisa? —Ya, como si fuera a dejarle echar un vistazo a él. En cuanto viese que era más que un trabajo para obtener una buena nota, saltaría sobre mí para intentar meterse en el proyecto.

Luna, la mujer de Emil, y yo habíamos estado trabajando en mi proyecto codo con codo. Lo que para mí era un proyecto de fin de carrera, a ella le pareció algo que merecía la pena poner en marcha. Según mi visión, tendríamos una tienda en la milla de oro de Miami en la que venderíamos no solo mis creaciones, sino sus complementos. Ella había trabajado como modelo publicitaria durante años y conocía el mundo de la moda como nadie. Además, alquilaríamos un pequeño taller donde confeccionaríamos nuestras creaciones.

La idea me gustaba, pero me alejaría para siempre de la familia de Las Vegas. Por otro lado, también podía abrir mi tienda allí. Seguro que el tío Viktor me ayudaría a encontrar un local apropiado, tal vez en el Crystal´s. Pero perdería la autonomía y libertad que había aprendido a disfrutar aquí en Miami. Tenía mi cabeza hecha un lío, y lo que menos quería es que alguien como Curtis me diera la paliza con ello.

—El trabajo ya estaba hecho, así que me lo quité de encima.

—Me hubiera gustado echarle un vistazo —se lamentó. Yo me encogí de hombros elegantemente.

—Cuando den las notas, será público. Puedes ojearlo entonces. —Sabía que lo haría. Curtis repasaría todos los trabajos presentados, buscando alguno que llamara su atención. Su siguiente paso sería negociar para hacer realidad el proyecto, eso sí, con su participación como socio. Pero lo mismo que pensaba hacer él, lo harían docenas de inversores capitalistas. Ser el primero en encontrar la gallina marcaría la diferencia a la hora de comerse los huevos. Y eso lo sabíamos él y yo.

Llevábamos como cuatro horas de fiesta, cuando Emy vino a rescatarme del pesado de Curtis. O al menos eso pensé yo. Lo que no hubiese deseado nunca era que el rescate fuese por aquel motivo.

—Nika, Mily no se encuentra bien. —Ninguna de las dos gemelas la acompañaba, así que solté mi bebida y pedí que me llevara con ella. Interiormente me castigaba por no haber supervisado a las chicas más de cerca, y ya estaba planeando el asesinato de Curtis si algo malo les había ocurrido. Era su casa, mantener a sus invitados a salvo era su responsabilidad.

—Vamos con ella. —Emy asintió y tomó mi mano para llevarme hasta uno de los baños de la planta baja de la casa. Dio dos golpecitos con los nudillos.

—Mily, estoy con Nika. —Escuché la cisterna y luego abrirse el pestillo, pero nadie salió. Emy empujó la puerta y vimos a Mily lavándose las manos en el lavabo.

—No puedo más, Nika. Es la tercera vez que me siento a vaciar las tripas en veinte minutos. —Se giró hacia mí y vi lo que el maquillaje ya no podía ocultar. No tuve que pensarlo. Cogí el teléfono y llamé a la caballería.

—Phill, ven a recogernos ahora mismo. Tenemos que llevar a Mily al médico.

—¿Qué ha ocurrido? —Podía oírle caminar deprisa al tiempo que daba órdenes a otra persona.

—Creo que se ha intoxicado con la comida. —¿Que cómo estaba tan segura? Pues porque otro par de chicos venían hacia nosotras abrazándose el vientre y la cara roja. Si ellos también buscaban un baño con urgencia es que lo que le ocurría a Mily no era algo aislado.

—¿Nika? —La débil voz de Vanya nos hizo girarnos a la izquierda. Su aspecto me decía que era otra víctima más. Curtis se nos estaba acercando, ¿cómo iba a dejarme escapar tan fácilmente? Su rostro en aquel momento estaba empezando a palidecer.

—¿Dónde estabas? Te dije que esperaras a que regresara con ayuda —le recriminó Emy. Ya sabía lo que iba a decir antes de que respondiera.

—No... no pude esperar, fui a un baño de la planta superior. —La pobre se estaba apretando el estómago. Tenía toda la pinta de que esto no iba a terminar rápido.

—Os llevaré al hospital —se ofreció rápidamente Curtis. Phill me dio la respuesta al otro lado del teléfono.

—Estaremos ahí en cinco minutos. Wow, puede que cuatro si Mack sigue conduciendo de esta manera. —Escuché el chirrido de los neumáticos—. Que no se atreva ese tipo a acercarse a mis niñas; y que se vaya preparando, porque le voy a poner una demanda que le hará llorar a él y su familia. —No pude contener la sonrisa esta vez, y creo que eso debió asustar a Curtis como nada lo había hecho antes.

—Hablaré con mi padre —dije antes de colgar. Tomé a Vanya en mi brazo y empecé a caminar hacia la salida, pasando junto a Curtis—. Ocúpate del resto de invitados, Curtis. Creo que no solo vas a tener noticias de nuestros abogados.—Y le dejamos atrás.

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