Nika

Nika


Capítulo 4

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Capítulo 4

Emy y yo aguardamos sentadas en la zona de espera a que el médico que estaba tratando a las gemelas nos diera algo de información. Solo dejaban un familiar por paciente y, como las metieron en el mismo box, solo Phill estaba con ellas. No es habitual que en un hospital tenga esa consideración, pero tratándose del Miami Children´s Hospital, teníamos enchufe. Y mucho más, pues Susan Di Ángello estaba de guardia ese día.

—¿De verdad tú te encuentras bien? —volví a preguntar por milésima vez a Emy. Con tantos intoxicados, me parecía extraño que ella se hubiese salvado. Bueno, las dos. En mi caso he de decir que no probé gran cosa, ya que era demasiado pronto para mi hora de cenar. Ya saben, he de controlar no solo lo que como si no cuándo.

—Yo sí. Estoy convencida que fueron esos canapés con mayonesa.

—¿Tú no comiste? —quise confirmar.

—¡No, por Dios! Ingrid y Carmen no hacen más que repetir que las cosas que tienen huevo no son de fiar, sobre todo si no son de casa. —Y si a eso le sumábamos la ola de calor que pasando Miami en estos días, era campo abonado para una salmonela o algo peor.

—Nada mejor que hacer caso a los profesionales de la restauración.—Emy asintió firmemente hacia mí.

—Ya te digo. —En aquel momento, vi la bata blanca de la doctora Di Ángello acercándose. Antes de que nos alcanzara, ya me había puesto en pie.

—¿Cómo están?

—Mily un poco deshidratada, pero ya le estamos poniendo arreglo —respondió con una dulce sonrisa.

—Fueron los canapés con esa salsa blanca, ¿verdad? —se apresuró Emy a dar su opinión. Susan alzó una ceja hacia ella.

—Yo me inclino más por algún alimento poco cocinado, como algún crustáceo, alguna ensalada... Lo único que sé a ciencia cierta es que las gemelas tienen una buena gastroenteritis. —Aquello echaba por tierra nuestro viaje exprés a Las Vegas.

—¿Cuándo podremos llevárnoslas a casa? —No es que estuviese impaciente por que estuvieran en condiciones de viajar, sino que los hospitales digamos que no me gustan mucho. Los tolero porque no tengo más remedio, pero los prefiero lo más lejos posible de mí, y cuanto menos tiempo esté en ellos, mejor.

—En unos minutos podrán irse. Estoy preparando un informe con el tratamiento a seguir, y puede que a Mily le venga bien algún analgésico. —Aquello me aliviaba.

—Susan, tenemos una posible fractura en el box 9. —Conocía esa voz—. ¡Emy!, ¿qué haces aquí?, ¿estás bien? —Dany se acercó a su hija para confirmar por sí misma que era así.

—Sí, mamá. Son las gemelas, que se han intoxicado con la comida de la fiesta. —Dany giró la cabeza para mirar acusadoramente a Susan.

—¿Por qué no me avisaste? —le recriminó. Susan le dio una palmada en el hombro y puso los ojos en blanco, al tiempo que empezaba a caminar hacia el lugar por el que había llegado Dany.

—Porque estabas inmovilizando una luxación de tobillo en un demonio de Tasmania. Lo último que necesitaba el pobre niño es que lo pusiéramos más nervioso. Además, es solo una gastroenteritis, y tu niña está bien. —Así era Susan, no se dejaba llevar por la situación. Cada paciente era importante y no se abandonaba a uno por otro, salvo que fuese una cuestión de vida o muerte. Dany la siguió con la mirada y después volvió el rostro hacia su hija mayor.

—Llamaré a tu padre para que venga a buscarte.

—Nosotros la llevaremos a casa, Dany. No te preocupes. —Sí, ya, era su niña, su ojito derecho.

—Estaré bien, mamá. Y si siento alguno de los síntomas te llamaré y vendremos corriendo aquí —se adelantó Emy a contestar. Ya conocía la manera de actuar de su madre. Pero Dany no estaba para tonterías.

—Más te vale, porque como me entere de que no lo haces, ya puedes olvidarte de ese trabajo de verano que quieres tener.

—Pero mamá, prometiste... —empezó a protestar, pero su madre la interrumpió.

—Tú haz tu parte, y yo haré la mía. ¿Entendido? —Emy se rindió.

—Sí, mamá. —Dany aprovechó para darle un beso en la mejilla antes de irse por el mismo camino que tomó Susan.

—Sed buenas. —Y desapareció tras una puerta batiente.

—No te quejes. —Emy no tenía ni idea de lo que era tener a tu madre constantemente encima de ti.

Esperamos unos 10 minutos, hasta que Phill y las gemelas aparecieron. El rostro de Phill mucho más relajado que el de sus pequeñas. La que peor aspecto tenía era Mily y no era por parecer agotada, sino porque se veía a la legua que estaba enfada. Y conociéndola, no era porque se hubiese puesto enferma, sino porque se había perdido el resto de la fiesta. Como si no hubiesen tenido suficiente con aquellas más de cuatro horas. Según había comentado docenas de veces, lo mejor era la noche y el fin de fiesta.

—Nos vamos a casa. —Me acerqué a Mily y la tomé bajo mi brazo —. Tranquila, la fiesta se terminó antes de que nos fuéramos. —Al menos esperaba que eso la sirviera de consuelo.

Nada más entrar en la casa, todos notamos que había alguien esperándonos. Phill se acercó a un desinformado Bruno para disculparse.

—Lo siento, pero tuvimos una emergencia y olvidé avisarte. —Los ojos de Bruno fueron directos hacia mí, para después dirigirse hacia Mily a mi derecha.

—¿Está todo bien? —Parecía realmente preocupado.

—Nada que no se arregle con descanso, líquidos y algún analgésico. —Estrujó a Vanya a su costado y la sonrió con dulzura. Bruno recogió su mochila del suelo y la cargó sobre el hombro.

—Entiendo. —Empezó a teclear algo en su teléfono—. Encontraré un vuelo para mañana. —No había reproche en su voz. Solo se puso a buscar soluciones.

—No, espera. Es demasiado tarde para cancelar el viaje y que me devuelvan el dinero. Así que, ya que van a cobrármelo, podéis aprovecharlo. —Phill se giró hacia mí—. ¿Qué te parece? —¿Me estaba preguntando si quería ir a Las Vegas?

—Subiré a ese avión. —Él miró su reloj.

—Meto a las niñas en la cama y os acerco. —Agatha se aproximó a mí para tomar a Mily en su brazo.

—Yo me encargo, señorita Nika. —Miré hacia las escaleras y asentí.

—Estoy lista en cuatro minutos. —Salí como una bala hacia la planta superior. Puede que no me diese tiempo para preparar una maleta, pero sí podía cambiarme y meter en mi bolso las cuatro cosas que necesitaba: teléfono, cargador, unas barritas energéticas y mi bolsa de maquillaje. Ropa tenía en casa de mis padres. Y era un trayecto nocturno de cinco horas, no necesitaba nada más.

Me quité el vestido y los tacones, me puse una camisa fresca, unas mallas y unas bailarinas. Me recogí el pelo en una coleta y metí todo lo necesario en un pequeño bolso de mano. Lista. Bajé las escaleras de dos en dos y me topé con un Bruno que comprobaba su reloj.

—Cuatro minutos y medio. Es alucinante.

—Más o menos es lo que dije que tardaría. —Bruno ladeó la cabeza antes de contestar.

—Tengo una hermana y primas, sus cinco minutos no encajan con los de mi reloj.

—¿Estás llamándome rara? —Él sonrió ligeramente en respuesta.

—Solo digo que no te tomas el tiempo de la misma manera. —No tuve tiempo de buscarle una réplica, porque Phill apareció a nuestro costado.

—He llamado al aeródromo, nos están esperando. ¿Lista? —Me miró, seguramente advirtiendo mi cambio de aspecto y la ausencia de maleta.

—Totalmente.

—Bien, pues adelante. —Empezó a caminar hacia la salida y yo le seguí.

Ya en el vehículo, Bruno se acomodó en el asiento del acompañante, mientras Phill y yo lo hacíamos en los asientos de atrás. No tardamos mucho en llegar a la pista donde estaba el avión. No era como el avión de la familia, pero tampoco era una avioneta escuálida.

Dejé que Bruno se nos adelantara mientras Phill me acompañaba hacia las escalerillas para subir a la nave. Me detuve al llegar, sabiendo que lo que iba a decirle solo lo oiríamos él y yo.

—¿Por qué? —le pregunté. Phill podía haber divagado, o hacer como que no sabía a qué me refería con mi pregunta. Pero llevaba casi cuatro años viviendo con ellos, sabía a qué me refería.

—Yo también estuve en el ejército, sé lo que es tener pocos recursos económicos para poder visitar a la familia, sé lo que es aferrarse a cualquier posibilidad para estar un día más con ellos. Este viaje ayudará a que pueda regresar más pronto.

—Pero podríamos haberlo pospuesto para mañana. ¿Qué más dan unas horas? —Phill sonrió.

—Cuando llegue a Las Vegas, aún le quedará un largo viaje en coche hasta la base aérea donde le esperan.

—¿Conducirá de noche? —Phill negó con la cabeza, divertido.

—Estamos hablando del ejército, Nika. O llegas cuando debes, o te atienes a las consecuencias. —¡Mierda!

—¿Lo acusarían de deserción?

—El ejército se toma estas cosas muy en serio, créeme. Anda, sube ahí arriba. —Me estiré hacia él y lo abracé.

—Les daré recuerdos a todos de tu parte.

—Dudo que haya alguien despierto cuando llegues, pero puedes intentarlo. Si todo va bien, intentaremos viajar a media mañana.

—Cuida de las chicas. Y no dejes que te contagien.

—Lo haré. No quiero pasarme un vuelo de cinco horas sentado en el retrete de un avión.

Subí las escalerillas y le di un último vistazo antes de entrar. Podía ser una gastroenteritis, pero estaba preocupada por ellas; a fin de cuentas, eran mis primas, y las había visto crecer muy de cerca estos últimos años. Era imposible no tenerlas cariño.

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