Nika

Nika


Capítulo 80

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Capítulo 80

Nika

—¿Los pedidos para el ejército?

—Empaquetados y enviados.

—¿Los encargos de Miami?

—Salieron esta mañana en la valija semanal.

—¿Llegó ya el avión con la familia de Bruno? —Gloria miró su reloj, exasperada.

—Todavía les queda media hora para llegar a Las Vegas.

—¿Y…? —Ella me interrumpió antes de que le volviese a repetir la misma lista de preguntas que le había hecho una hora antes. Llevaba así todo el maldito día, pero es que no podía evitar estar nerviosa.

—Nika, relájate. Está todo controlado. Los operarios ya están terminando de recoger sus puestos, cerraré el taller y activaré la alarma. Es lo mismo de todos los días.

–Ya, pero… —Ella resopló irritada.

—A ver, te casas mañana. Hoy no va a ocurrir nada que lo impida, y si ocurriera una catástrofe, no eres la única que puede solucionarlo.

—Pero… —Alzó la mano y me interrumpió.

—Tasha dio orden de que la llamásemos a ella si había cualquier problema, y estoy totalmente de acuerdo. No se debe molestar a la novia la víspera de su boda.

Como auguré, estas dos tenían un carácter muy dominante, por eso cada una tenía sus propios dominios. Tan solo tenían que compartir protagonismo en las reuniones para repasar la agenda del día y para comentar cualquier dato o información que el resto debía conocer. Como problemas con la maquinaria o personal, retrasos, sugerencias. Lo que se suele exponer en una reunión de ese tipo.

Pero las dos parecían haber enterrado el hacha de guerra, o al menos firmaron una tregua para liberarme de mi parte de la carga de trabajo la semana de preparativos finales de la boda. Dos semanas, solo dos semanas y ya estaba todo listo. No sé cómo la tía Lena era capaz de organizar todo en tan poco tiempo.

—De acuerdo —me rendí.

—Anda, ve a casa, métete en la bañera, relájate y descansa. Por la mañana iré a buscarte para ir a casa de tus padres. —Iba a decir que iría con Bruno, pero esa noche íbamos a dormir por separado. Él en su casa del ejército y yo en el apartamento. ¿Por qué? Pues porque su abuela dejó caer algo así de que no había que ver a la novia hasta la boda, que si tradición y esas cosas. Una idiotez, pero Bruno quería tenerla contenta.

Así que se suponía que él y su hermano pasarían la víspera de la boda en su vieja casa. No había espacio para nadie más, por eso su madre cedió a quedarse alojada en el hotel. No quería molestar ni ser un gasto para nadie, así que intentó quedarse en casa de su hijo. La descripción de la vivienda y la detallada explicación del estado de la caldera del agua caliente no fueron suficientes para desanimarla. Es más, ya estaba animando a su marido y a su hermano para que se pusieran a revisar al pobre aparato. Por suerte al final no lo iban a hacer, o eso esperaba, porque no había nada que les gustara más a los de Miami que ponerse a enredar con maquinaria vieja o un cinturón de herramientas. Los hombres y sus juguetes.

—Vale. Me voy. Pero más vale que no rompáis nada. —Gloria puso los ojos en blanco y yo me dirigí al despacho a recoger mis cosas.

Topé con Goji al pie de las escaleras que comunicaban el taller con la planta superior y no pude evitar pensar en aquel secreto que descubrí. Parecía estar mirándome de soslayo, o más precisamente a Gloria. ¿Él también la habría descubierto? No lo parecía, pero seguro que se olía que algo ocurría con ella.

—¿Hora de irnos? —preguntó.

—Sí, me echan del trabajo —reconocí.

—Mañana es la boda, se supone que la novia tiene que estar guapa y radiante.

—¿Qué estás insinuando? —le acusé divertida.

—Las chicas decís que necesitáis dormir bien para estar bellas. —Miré hacia atrás brevemente mientras subía las escaleras para ver su cara.

—Yo nunca he dicho eso.

—Lo habré oído en alguna otra parte.

—¿Qué haces todavía aquí? —Me recriminó mi prima cuando me vio entrar en el despacho. Ella venía de la cafetera, aunque lo que llevaba en la mano no olía precisamente a eso, parecía más una infusión.

—¿Todavía sigues con el estómago revuelto? —Ella se acarició suavemente el estómago y puso un gesto extraño.

—No vuelvo a beber de una botella con bicho dentro en toda mi vida. —La pobre había amanecido con la peor resaca que uno puede imaginarse, y de eso hacía ya cuatro días, desde mi despedida de soltera.

—¿Quizás deberías ir al médico? Tal vez te intoxicaste.

—Ya fui y me dijo que se me pasaría, pero que de momento me abstuviera de tomar alcohol y ese tipo de cosas. Ya sabes cómo son los médicos con las prohibiciones. —A mí me lo iba a decir. Desde que caí en sus manos, convirtieron mi vida en una partida de cartas, podía jugar, pero solo con los naipes que ellos me daban. Y uno se aburre de jugar siempre a lo mismo, sobre todo cuanto retiran de tu baraja los comodines.

—Tú hazle caso al médico y ten paciencia. —Ella puso los ojos en blanco.

—Qué remedio. Y tú, ¿qué? ¿Vas a hacernos caso e irte a casa? —Pasé el asa de mi bolso por el brazo y me lo acomodé en el hombro.

—Por supuesto. Me largo, chao, chao.

—Nos vemos mañana. —Tasha agitó la mano hacia mí mientras desaparecía por el pasillo.

Bruno

—Te odio. —Esas fueron las primeras palabras de mi hermano cuando vio el interior de la casa.

—Podías haberte quedado en el hotel —le recordé.

—Se supone que soy tu carabina para esta noche. —Avanzó por el salón mientras observaba todo con atención. No había regresado desde que vine a recoger mis cosas para instalarme en casa de Nika. Debería haberme dado de baja, pero tampoco me había acordado de hacerlo.

—No es la primera vez que duermo solo. —Lo seguí en su inspección.

—No exageraste cuando decías que tenía más años que el catarro. —Me pareció una buena referencia para un médico.

—¿Por qué te crees que me fui a vivir con mi novia? —Él se giró hacia mí mientras dejaba la maleta sobre el sofá.

—¿Porque la quieres?

—Eso y por el agua caliente. —Su cara en ese momento se volvió cómicamente sufridora.

—¿No tienes agua caliente?

—¿No escuchaste cuando se lo conté a mamá?

—Perdona si no os prestaba mucha atención, pero estaba algo despistado en ese momento —dijo con retintín. Ya, despistado. Lo que pasaba es que en el avión había mucha chica guapa y no todas eran familia. Pueden decir lo que quieran, pero ser gemelos no quería decir que fuésemos iguales. Hugo era un ligón de pies a cabeza.

Él fue una de las principales razones por las que me alisté al ejército. Tanto Hugo como yo éramos listos, pero de los dos, él lo era más. Consiguió adelantar dos cursos en el colegio, por lo que empezó a estudiar el pregrado de medicina con 16. Mis padres ya tenían bastante con costear sus estudios como para hacerlo con otro hijo más. Y todavía quedaba mi hermana, que venía detrás pegando fuerte.

Hugo acababa de comenzar con los estudios clínicos y había conseguido que le permitiesen ir como oyente al hospital en el que trabajaba mamá. No era un residente, pero sí que estaba allí cuando el médico trataba a algunos pacientes. Con un poco de suerte, terminaría un año más de estudios clínicos y después pasaría a la residencia. Mamá rezaba para que escogiese el mismo en el que ella, la tía Angie y la tía Susan trabajaban. Pero creo que a Hugo tanto control femenino no le gustaba demasiado. Era una manera de cortarle las alas a un ligón italiano como él.

—Tienen 16 años, Hugo. —Él puso los ojos en blanco.

—No me refería a las gemelas rusas, y mucho menos a las del tío Simon. Ha sido todo el viaje. Ya sabes, avión privado, muchos Castillo y Di Ángello allí dentro, y Las Vegas. —Ahora lo entendía, Las Vegas.

—No te va a dar mucho tiempo a conocer la ciudad, Hugo. La boda es mañana y pasado regresáis a Miami. —Él levantó las manos fingiendo inocencia.

—No tengo planes de esos que piensas. Tan solo voy a disfrutar de dos días libres seguidos.

—Ya, lo que digas. Pero más te vale no meterte en líos. —Cuando apareció aquella maldita sonrisa ladeada en su cara, supe que ese iba a ser el auténtico problema. Pon un gran filete delante de un perro y no te escuchará, solo saltará sobre él.

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