Nika

Nika


Capítulo 20

Página 22 de 87

Capítulo 20

Bruno

Odio ir sentado en la parte de atrás, y no me refiero a ir en coche. Cuando eres el prisionero, y tus manos están atadas, lo único que puedes hacer es rezar para que te toque ventanilla. Lo bueno era que volvía a mi base. Lo malo era que estos cabrones se habían negado a darme la medicación. Ir sentado y con dolor cada vez que respiras es una putada, pero no podía protestar, la Policía Militar no te trata con cortesía, precisamente.

Cuando llegué a la base aérea de Edwards, lo primero que hicieron conmigo fue llevarme a las dependencias médicas, donde un jefazo medico ordenó que me hicieran algunas pruebas para determinar el alcance de mis lesiones. Gracias a eso me dieron algo de medicación para el dolor, antiinflamatorios, y no me obligaron a pasar mi primera noche en el calabozo, sino en una cama de enfermería. Tampoco es que fuera muy cómoda, pero era mejor que la del calabozo.

Cuando desperté esa mañana, me hicieron asearme para acudir a mi primera entrevista con mi abogado. Es una de las cosas buenas del ejército, que no existen los domingos como tal. El lunes a media mañana tenía a mi abogado listo para trabajar.

Cuando abrieron la puerta de la sala de entrevistas, me sorprendió ver un rostro conocido. ¿Olvidarme de él? No cuando tu prima no hace otra cosa que suspirar por el chico en cuestión. Es broma, Drake era uno de los nuestros. Mi hermano, los otros gemelos, él y yo jugábamos al baloncesto contra los chicos del barrio.

—¿No me digas que ahora te has pasado al derecho? —Drake sonrió al tiempo que alzaba las manos.

—Paso de darte un abrazo, ya me han contado cómo tienes las costillas.

—Te lo agradezco. —Nos sentamos uno frente al otro—. Entonces, ¿qué te trae por aquí?

—Me han concedido unos minutos contigo antes de que hables con tu abogado.

—Supongo que esta no es una visita de cortesía.— Drake metió la mano en una mochila y empezó a sacar objetos que fue colocando sobre la mesa.

—Seguramente no te dejen conservarlos, pero te los entregarán cuando salgas del calabozo. Aquí tienes un teléfono nuevo. Descargué los datos que tenías en la nube, así que es como una copia del que ya tenías. —Un modelo más nuevo y mucho más caro, pero me serviría. No iba a ponerme picajoso con un regalo, aunque me cayesen las mofas de los otros chicos de la base. Solo esperaba que no me lo robasen.

—Gracias.

—También incluí el directorio de los Vasiliev, porque es probable que alguno necesite contactar contigo o viceversa, y no está de más saber quién te llama. —Alcé la vista hacia él, preguntándome interiormente si el teléfono de Nika estaba allí. ¿Sería ella uno de los Vasiliev que querría contactar conmigo? Ojalá.

—Seguro que me viene bien. —Sobre todo, porque tenía pensado dar el primer paso si ella no lo hacía. Iba a llamarla, lo que no sabía era cuándo.

—Este es el cargador y este sobre es para ti. —Lo miré con miedo, porque deseaba que fuese una carta de Nika, pero no quería decepcionarme. Llevaba mi nombre escrito a mano, dándole un toque personal que me gustaba—. Guárdalo, ya lo leerás más tarde. —Asentí hacia él y lo doblé para metérmelo rápidamente en el bolsillo.

—De acuerdo.

—Y ahora, lo importante. Van a preguntarte qué ocurrió, y tú se lo vas a contar. Pero no dirás nada más que los hechos. No menciones tus impresiones, tus suposiciones, porque eso no deben saberlo. Solo lo que experimentaste, lo que viviste, es lo que cuenta aquí. Si eres objetivo, no habrá ningún problema.

—Ser objetivo, lo tengo —asentí. Más o menos creía entender hacia donde iba. Debía callar sobre lo que yo pensaba que había provocado la caída del avión, las sospechas de sabotaje. Y ya puestos, no les revelaría qué ocurrió cuando el equipo de rescate nos localizó. Dudo mucho que el ejército dejase de investigar a cualquier grupo armado con aquella capacidad de operación dentro del país, y que no estaba bajo su control.

—Cualquier pregunta que te hagan sobre el equipo de rescate, les remites a tu abogado. Él será el responsable de utilizar esa información cuándo y cómo sea necesaria.

—Mi abogado manda.

—Exacto. Y ahora lo que más nos preocupa. ¿Te encuentras bien? —Aquella pregunta me desconcertó, por el hecho de que la hiciera y porque incluyó un «nos». ¿Cuánta gente estaba incluida ahí? Y más importante ¿Quiénes eran? Deja de latir como un caballo desbocado, estúpido corazón.

—Dolorido, pero ahora que me tengo antiinflamatorios y analgésicos, mucho mejor. —Drake se me acercó un poco más.

—¿Y de ánimo? —Buena pregunta.

—Cabrearme no va a ayudarme en nada, así que simplemente estoy esperando a ver hacia dónde me lleva el viento. —Ese era un dicho que teníamos en la academia de vuelo. En vez de luchar contra el viento, era mejor ver hacia dónde te llevaba, y servirte de él para llegar lo más cerca posible de dónde querías llegar.

—Me parece una buena filosofía en este caso. —La puerta se abrió en aquel momento, dando paso a la voz de un guardia militar.

—Se acabó el tiempo. —Drake asintió, se puso en pie, cargó su mochila al hombro y se dispuso a irse.

—No estás solo en esto. —Nos despedimos con un apretón de manos y se fue.

Pocos minutos después, llegó mi abogado. Básicamente me puso al corriente de los cargos de los que se me acusaba, me preguntó sobre lo ocurrido, creo que, más que para conocer los hechos, para confirmar lo que ya sabía, como si alguien le hubiese puesto al corriente. Aunque noté que tal vez esperaba algo más, sobre todo con el tema del equipo de rescate. Pero estaba prevenido, así que fui escueto y conciso.

Antes de irse, le entregué el teléfono, porque hubiera sido una falta muy grave que yo tuviese ese aparato en mi poder estando detenido. Él comprendió que me lo había entregado Drake y, aunque no le gustó, sí que aceptó el entregarlo para su custodia junto con mis pertenecías. A mi salida de allí, me lo entregarían.

No es que esté muy familiarizado con las normas de la cárcel y la manera de saltárselas, pero estaba convencido de que si me sorprendían saltándome alguna de ellas, eso no haría que la balanza se inclinara a mi favor.

Cuando me devolvieron a mi celda, y cerraron la puerta, esperé a que me dejaran solo para meter la mano en el bolsillo y abrir aquel sobre. Las dos primeras palabras ya me impactaron.

Querido Bruno:

No estoy muy acostumbrada a esto de escribir cartas, así que no tengas en cuenta mis errores.

Siento no haberte dado las gracias cómo y cuándo correspondía, pero en mi defensa diré que aún ahora sigo algo aturdida por todo lo ocurrido.

Gracias por salvarme la vida. Gracias por cuidar de mí. Gracias por mantener la calma, por saber lo que había que hacer en cada momento. Gracias por no rendirte, gracias por darme la fuerza para que no lo hiciera yo.

Espero verte pronto, Nika.

Mis pulgares acariciaron la suave textura del papel. Releí cada palabra de nuevo, para comprobar si alguna no había quedado grabada en mi memoria la primera vez. Después doblé con cuidado la carta, la metí en el sobre y la guardé junto a mi corazón. Me recosté en mi catre y cerré los ojos. Ahora sí era un buen momento para dormir y tener bonitos sueños, aunque fuese despierto.

Intenté evocar su imagen en mi memoria, la última vez que la vi. Ella dormía en aquella cama de hospital, su respiración sosegada, su rostro relajado. Hermosa, más allá de las marcas que estropeaban su piel en aquel momento, más allá del cansancio bajo sus ojos.

Ir a la siguiente página

Report Page