Nika

Nika


Capítulo 21

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Capítulo 21

Bruno

—Di Ángello. Tu novia ha venido a verte. —La puerta de mi celda se abrió con aquella extraña frase, pero, viniendo de ese idiota, podía esperarme cualquier cosa. Qué le vamos a hacer, había gente de esa por todas partes y yo había topado con uno que tenía un arma y la llave de mi prisión. En otras palabras, un cretino con poder al que le gusta jugar con la gente y sentirse el rey del mundo.

No merecía una réplica, así que me puse en pie y salí para colocarme delante de él como exigía el protocolo. Avanzamos por los pasillos hasta llegar a la zona de visitas. Cuando abrió la puerta de la habitación, me encontré con unos ojos increíblemente azules que me estudiaron con atención.

—Nada de sexo duro sobre la mesa, Di Ángello. —El cabrón cerró la puerta con una sonrisa en la cara, dejándonos a solas a Andrey Vasiliev y a mí. No sabía cómo esta familia podía hacer estas cosas. ¿Dos civiles visitando al mismo detenido? Impensable.

—Señor. —Él señaló el asiento frente a él con la mirada y yo obedecí.

—Solo quería comprobar cómo estabas, y ponerte al día sobre el asunto de tu detención.

—Mi abogado estuvo aquí esta mañana —le informé.

—Lo sé, estuve hablando con él antes de que viniera a verte.

—No creo que haya avanzado mucho la cosa desde entonces. Dijo que la vista preliminar será en una semana. —Suponía que él también lo sabía, pero aun así no estaba de más confirmarlo.

—No voy a mentirte. El asunto debía haber sido fácil, pero están empeñados en encontrar algunas respuestas que creen que tú podrías darles. —Aquello me sorprendió.

—¿Qué respuestas? —Andrey se encogió de hombros, como si no supera de lo que estábamos hablando, pero sus ojos me decían que era lo contrario. Seguramente sospechaba que estaban grabando la conversación y aquella visita era su manera de decirles a los que estaban escuchando que no iba a conseguir nada más, porque no éramos las personas que buscaban.

—A saber en qué piensan las grandes mentes de la defensa nacional. —Su mano hizo un elegante movimiento para soltar el botón de su chaqueta que seguía abrochado. Entonces comprendí por qué aquel gilipollas había dicho que Andrey era «mi novia». Era un tipo elegante, cuyo atuendo de ese día seguramente costaba más que el sueldo de un año de un triste carcelero. ¿Pensaría que era gay? Al menos era lo que había insinuado el muy cretino. No sé hasta qué punto un tipo como Andrey toleraría que le insultaran de aquella manera.

—Entonces no podemos hacer nada más que esperar y darles lo que pidan. —No le aparté la mirada, intentando transmitirle que sabía de qué iba este juego.

—Tal y como has estado actuando hasta el momento. —Esa era mi confirmación. Las pautas de Drake seguían vigentes.

—De acuerdo —convine.

—Intentaremos que te rebajen la prisión a solo reclusión domiciliaria, porque está claro que no tienes intención de escapar para eludir tus responsabilidades. —No sabía si eso existía en la legislación militar, pero estaría bien volver a tener intimidad, acceso a un teléfono… esas sencillas cosas que la gente echa de menos aquí.

—Estaría bien, aunque tampoco importa si no es así. —Necesitaba dejarle claro que podía seguir aquí tanto como hiciese falta. No era un tipo blando.

—Bien, creo que eso es todo. Solo necesito una cosa más. —Sacó su teléfono y, con gesto indolente, ¿me sacó una foto?, parece que sí—. ¿Podrías decir algo para tranquilizar a mi pequeña? —Me tendió el teléfono, donde vi la opción de mandar un mensaje de voz activada.

—Eh… Hola, Nika, estoy bien. Cuando salga de aquí, recuerda que me debes media chocolatina. —Me retiré para apreciar como una de las cejas de Andrey estaba levantada.

—¿Chocolate? —preguntó curioso. Alcé un hombro para quitarle importancia.

—Compartimos mi almuerzo en el avión. —Andrey metió el teléfono de nuevo en el bolsillo y se puso en pie.

—Bien, entonces creo que eso es todo. —No quería decir nada, porque parecía que él lo veía como algo normal, pero a mí me parecía que los teléfonos dentro de la cárcel, aunque fueses un abogado de visita, estaban prohibidos.

La puerta de la sala se abrió, revelando que había alguien al otro lado que controlaba nuestros movimientos. Andrey pasó demasiado cerca de mí, o eso entendió el guardia que me había acompañado hasta allí, porque alzó la mano para poner distancia entre nosotros.

—No se puede tocar a los presos. —Andrey lo miró con su ceja arqueada y noté como el tipo vacilaba en su pose autoritaria. Sí, no volvería a decir que este hombre de traje impecable era mi novia.

—Volveremos a vernos. —Fue más una promesa que una forma de despedirse.

—Estaré esperando. —Nos miramos por un segundo y después se fue. Lo bueno es que el idiota de mi carcelero no volvió a abrir la boca para decir una estupidez. Iba a estar bien esto de que Andrey se paseara por aquí.

Nika

Y yo que pensaba que regresar a Miami significaba volver a mi rutina. ¡Ja! Eso fue imposible. Irina estaba como una gallina cuidando de sus pollitos, y eso tenía que haberme avisado de que ninguna de nosotras tres iba a salir de casa en unos días. Pasé dos días encerrada mientras Dimitri se encargaba de hacer los trámites necesarios para demandar a la familia de Curtis y, además, preparar el terreno para mi regreso a la universidad. Aunque, en realidad, si faltas un par de días nadie te va a decir nada. La única repercusión en mis notas podría venir por la falta de asistencia a un examen, o por no presentar alguno de mis trabajos. Pero afortunadamente estaba cubierta en ambos casos. Solo me restaba presentarme a una última prueba de calificación el jueves y podría decirles adiós a las clases, aunque en teoría el viernes aún fuese lectivo.

Así que el miércoles fue mi primer día de vuelta a la universidad, eso sí, con escolta. Protesté tanto como pude, pero era imposible presentar argumentos que convencieran a Dimitri. Era abogado, tumbó todas y cada una de las razones por las que debería regresar a mi vida normal sin llevar una carabina. Pero comprendí que al final él tenía su parte de razón. ¿Cómo? Pues ocupándose de Curtis. Nada más verle enfilar hacia mí por los pasillos, supe que no podría librarme.

—Nika, tenemos que hablar. —Antes de que pudiese mandarle de paseo, Dimitri se encargó de responder por mí.

—Si deseas hablar sobre lo que ocurrió el viernes pasado en tu fiesta, será mejor que hables conmigo directamente. —Curtis giró la cabeza hacia él, intentando mirarle como si fuese un parásito insignificante. Pero con Dimitri eso era imposible. Primero porque le superaba varios centímetros en altura y unos cuantos kilos en masa muscular, y su ropa era igual de cara y, he de decir, de mucho mejor gusto que la de él. Y si eso no fuera suficiente, las chicas no hacían más que mirarle de una forma más apreciativa que a Curtis. En otras palabras, mi primo le superaba en todo, así que él se había convertido en el parásito insignificante. Pero eso no quería decir que lo reconociera.

—Será mejor que no te interpongas en mi camino. No tienes ni idea de quién soy yo. —Gran error. Dimitri sonrió como solo un Vasiliev que sabía lo que valía era capaz de hacer.

—Te estás equivocando, Curtis. El que no sabe con quién está hablando eres tú. —En un parpadeo, Dimitri depositó una tarjeta de visita en la mano de un confundido Curtis. ¿Ese tipo que no conocía se estaba dirigiendo a él por su nombre de pila?— Soy el abogado de la señorita Vasiliev y de la familia Hendrick, y, a partir de ahora, la única persona a la que debe dirigirse. —Curtis estudió la tarjeta con rapidez.

—¿Las Vegas? —preguntó incrédulo. Dimitri le sonrió con arrogancia.

—Me gusta pensar que estamos en todas partes. —Me tomó del brazo y me guio por el pasillo lejos de un atónito Curtis.

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