Nika

Nika


Capítulo 32

Página 34 de 87

Capítulo 32

Nika

Cuando escuché que decían mi nombre pensé que se habían equivocado, pero resultó que no, era verdad, tenían un paquete para mí. Paul lo puso en mis manos bajo la curiosa mirada de mi madre. Debí de tardar más de lo normal, porque ella se impacientó.

—¿Vas a abrirlo? —Parpadeé un par de veces y empecé a tirar del plástico. Sí que era duro el envoltorio. Antes de alzar la vista para buscar algo con que abrirlo, un cuchillo de cocina apareció ante mis ojos y no lo sostenía Paul. Mi madre deseaba ver el contenido del paquete tanto como yo.

Del interior saqué una caja de cartón de zapatos. Sabía que era de Bruno antes de leer la nota pegada a ella.

Espero que te queden bien. Bruno

Estaba sonriendo mientras levantaba la tapa y miraba dentro, o, mejor dicho, todos mirábamos dentro. Eran unas botas de montaña de color rosa pálido. Sentí un hormigueo recorrer todo mi cuerpo. Él recordaba toda aquella histérica conversación que tuvimos en el bosque.

—Ohhh, qué cuquis —dijo mi madre a mi lado. Por la numeración y el texto de la caja, supe que las había comprado en Europa. Él había estado en Europa y había pensado en mí.

—¿Botas? —Mi hermano pensó que no era un regalo muy apropiado para hacerme, al menos eso decía su cara. Pero se equivocaba, era el mejor regalo que Bruno podía ofrecerme. No porque fuera caro o barato, no porque fuese bonito o feo, sino por lo que significaba. Él había prestado atención a la diarrea verbal de una niña histérica y había cumplido con su parte de un trato que yo no tenía intención de cumplir. Solo fue una pataleta, pero él escuchó.

—Botas de montaña —añadí.

—¿Vas a probártelas? —Esa fue la salida que me dio mi madre para poder irme de allí.

—Ahora mismo. —Salí disparada hacia mi habitación con mi tesoro en los brazos.

No sé, llámenme estúpida, pero quería ponérmelas y sentir en mi piel algo que había tocado Bruno. Como si fuese una retorcida manera de sentir su contacto.

No soy una persona desordenada; me gusta cuidar que cada cosa esté en su sitio y trato todas mis pertenecías con mimo. Pero en cuanto atravesé la puerta de mi habitación, y la cerré con un golpe de cadera, lo primero que hice fue quitarme los zapatos de una patada, arrojándolos a cualquier esquina de la habitación. Me senté sobre la cama, abrí la caja y saqué mis preciosidades rosas. Retiré la bolita de papel que venía dentro y me las calcé. Mis dedos encontraron mucho espacio dentro, pero no podía decir que me quedaran grandes. Un buen calcetín y quedarían perfectas. Me acerqué con ellas hasta el espejo junto a mi armario y observé el reflejo.

La ropa que llevaba en aquel momento no es que combinase con las botas, pero me encantaba cómo me quedaban. Me quité la falda corta y volví a mirar el contraste de aquellas botas con mi dorada piel. No pude resistirme, tomé mi teléfono y saqué una foto. Al revisarla, una idea traviesa invadió mi cabeza. ¿Y si era traviesa como me había aconsejado Tasha? Busqué en mi lista de contactos y envié un mensaje con aquella foto.

—A mí me parecen sexis, ¿y a ti?

Pulsé el botón de enviar, y esperé la respuesta. ¿Estaría él en una zona con cobertura para recibir mi mensaje? ¿Cuánto tardaría en llegar su respuesta? Me mordí el labio inferior solo imaginando a Bruno viendo mis piernas rematadas por su regalo.

Bruno

Antes de aterrizar nuestro enorme pájaro en Edwards, ya estaba esperando mi siguiente plan de ruta. Estaban descargando el aparato, cuando llegó la orden de llevar el avión a los hangares para una revisión a fondo. Podía entenderlo, después de tantas horas de vuelo había que pensar en la seguridad. Pero lo que más me sorprendió fue que no me asignaron un nuevo aparato, sino que me liberaron del servicio hasta que encontraran otro.

Como ya estaba de vuelta de todas aquellas maniobras, lo primero que hice fue ir derecho a mi apartamento allí en la base y me preparé para dormir unas 15 horas seguidas, si no más.

Nada más poner el petate junto a la cama, me llegó un mensaje al teléfono. Lo que decía, demasiado bonito para ser verdad. No me habían dejado más que acariciar las sábanas y ya me reclamaban para el servicio. Pues no, no era así. Tenía un mensaje, pero no era de intendencia, sino de Nika. Solo saber aquello me hizo sonreír. ¿Sabía que nada más cerrar los ojos soñaría con ella?

Cuando vi la fotografía que me envió, mis rodillas flaquearon. Menos mal que el colchón estaba allí para recogerme, porque el golpe contra el suelo habría sido duro. Piernas, unas piernas largas, perfectas y femeninas. ¿Y me preguntaba si a mí me parecían sexis? Totalmente. Abrí la imagen para verlas mejor, y fue entonces cuando encontré mis botas sosteniendo aquellas pecaminosas columnas. No sé qué fue lo que me poseyó, pero una cosa era desearlo y otra decirlo.

—Quiero más —tecleé. Me quedé congelado mirando la pantalla, mientras me quitaba el calzado para liberar mis oprimidos pies. Demasiado tiempo dentro de unas botas como para no estar resentidos conmigo.

—¿Como esto? —Llegó otra fotografía acompañando el mensaje en la que aparecía una porción más de pierna, justo esa parte en la que terminaba la extremidad y conectaba con la cadera. Eso sí, dándome una perfecta vista de lo que debía de ser un trocito de su ropa interior. Lilas, eran unas braguitas lilas. Pequeñas, delicadas y totalmente sexis.

—Sí. —Los dedos de mis pies se habían encogido, no sé si por el hecho de haber sido liberados de su prisión o víctimas de la tensión que había invadido todo mi cuerpo.

—Puedo mejorarlo —Esta vez el texto llegó acompañado de una fotografía frontal de sus braguitas y su perfecto ombligo. Nada de encajes, nada de ligueros o lencería fina, pero me estaba poniendo como una moto. ¿Sabía esta mujer lo que estaba haciéndole a este pobre chico con falta de sueño? Una mala idea se me ocurrió. Podría no saber lo que estaba provocando, así que tendría que mostrárselo.

Me puse en pie con rapidez, me quité el buzo reglamentario por los hombros y lo saqué por los pies sin tropezar una sola vez. Todo un logro si tenemos en cuenta que estaba más cansado que en toda mi vida. Tomé mi teléfono y me acerqué deprisa al espejo del baño. La camiseta interior ocultaba lo que quería mostrar, así que me la saqué por la cabeza y tomé una instantánea. Bajo mis calzoncillos estaba la cresta de mi erección desafiando la tela.

—Me estás encendiendo. —Envié la foto con el mensaje y esperé como un idiota su respuesta. Cuando llegó, tuve que aferrarme al lavabo. Su trasero, tenía una estupenda panorámica de su trasero, su espalda, sus piernas, su cabeza y el teléfono asomando por encima del hombro. Se había quitado el sujetador y podía apreciar la curva de uno de sus senos desde aquella perspectiva. Esta mujer iba a acabar conmigo. Podía estar cansado, podía necesitar dormir media vida, pero si me hubiesen dado permiso en ese instante, me habría metido en un coche y habría viajado sin descanso hasta Las Vegas, solo para poder sentir con mis manos toda aquella tentación. Pero lo peor no fue la imagen, sino las palabras que la acompañaban.

—Ven y nos quemamos juntos. —Lo dicho, habría volado con las orejas hasta ella si eso fuese posible.

—En mi primer permiso pienso ir a buscarte, y más te vale estar lista, porque voy a saborearte. —Y no me detendría con una sola lametada, iba a comer hasta hartarme. Ya se lo había advertido, no se podía provocar a un hombre con sangre italiana y ella lo había hecho. Ahora tendría que atenerse a las consecuencias.

Ir a la siguiente página

Report Page