Nika

Nika


Capítulo 41

Página 43 de 87

Capítulo 41

Bruno

Lo sentí. No el momento en que su cuerpo convulsionó con el orgasmo que le había conseguido dar. No el momento en que supe que no había marcha atrás para nosotros. No, fue el momento en que no solo me di cuenta de que estaba perdido, sino que los dos estábamos cruzando esa línea juntos. Llevara a donde nos llevara esto, estaríamos siempre conectados. Para bien o para mal, todo lo que ocurriera a partir de entonces nos afectaría a ambos.

Estaba cansado, mis pulmones luchando por llenarse de aire, pero no consiguiéndolo del todo porque mis malditas costillas se negaban a colaborar sin presentar batalla. Pero volvería a hacerlo, una y otra vez.

Me giré para besar la frente de Nika, cuya cabeza descansaba sobre mi hombro derecho. Ella se movió para acercarse más a mi costado. Intenté acomodarla, pero una punzada de dolor atravesó mi tórax. Ella se apartó bruscamente al advertirlo.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada.

—La próxima vez me pido yo abajo. —No quería preocuparla. Ella sonrió traviesa y se montó a horcajadas sobre mí, teniendo especial cuidado de no tocarme por encima del ombligo. Mis manos se aferraron a sus caderas mientras mis ojos se recreaban en sus trémulos pechos. Naturales y perfectos, una deliciosa tentación. Al menos eso pensábamos mi pene y yo.

—Así que quieres que yo esté arriba. —¿Querer? En ese momento no podía pensar en otra cosa. Esa amazona podía montar a este potro italiano cuando le viniera en gana. La vi intentar encajar las piezas de nuestros dispuestos genitales, pero parecía que todavía yo no estaba lo suficiente duro como para insertarme en su cavidad. Y es que no podía evitar pensar que esa había sido su primera vez y que su cuerpo necesitaba un período de tiempo para recuperarse.

—Relájate, cariño. Debes tener esa zona dolorida. ¿No sería mejor esperar? —Ella me miró con ese adorable ceño fruncido. No conocía yo esa faceta suya mandona, pero estaba tremendamente caliente cuando se ponía así.

—La próxima vez va a ser ahora. —Sus dedos aferraron mi pene y lo guiaron dentro de su vagina. Sus dientes mordieron su labio inferior, mientras descendía sobre mí para hacer que nuestras piezas encajaran. No pude evitar gemir por aquella lenta tortura. ¡Señor!, ella estaba apretada y resbaladiza, lista para seguir torturándome o deleitándome. No sé, tal vez las dos cosas, pero no me iba a quejar.

—Nika —intenté detenerla sin mucha convicción.

—Escuece un poquito, pero puedo con ello.

—Nika, podemos esperar. —Volví a intentarlo. Su torso se inclinó hacia mí para que sus manos se apoyaran a ambos lados de mi cabeza. Aquella sí que era una posición dominante, y lo demás era cuento.

—He desafiado a mi padre, me he tragado más de 300 kilómetros detrás de un volante, he meado en un costado de la carretera. No pienso esperar.

—Es por tu bien. —Mi último intento de disuadirla, aunque mis piernas ya estaban tomando posición para facilitar el trabajo. ¿Quería más? Pues iba a dárselo.

—¿Mi bien? Llevo todo el puñetero día ardiendo como una hoguera, y todo por tu culpa.

—¿Mi culpa? —Intenté hacerme el inocente mientras mis manos se aferraban a sus caderas con eficiencia.

—¿Qué esperabas que ocurriera cuando me mandaste esa sucia foto tuya? —¿Sucia? Aquello me hizo sonreír.

—Tú empezaste —me defendí. Ella se inclinó más hacia delante, haciendo que mi pene se deslizara exquisitamente, hasta solo quedar la punta dentro de ella. No podía habérmelo puesto más fácil.

—Siempre he sido una buena chica, siempre he mantenido el control. Pero desde que has entrado en mi vida me has desestabilizado, me has convertido en una perra en celo que solo piensa en dejarte seco.

Si seguía diciendo esas cosas sucias, el que iba a morir calcinado iba a ser yo, así que actué, la hice callar de la mejor manera: dándole lo que estaba pidiendo. Mis piernas empujaron mi cadera hacia arriba al tiempo que mis manos la clavaban contra mi ingle. Penetré en su interior como un misil; rápido, fuerte y hasta el fondo. Un profundo gemido escapó de su garganta, eclipsando el que escapó de la mía. La retuve allí un par de segundos, dejando que se acostumbrara a mi repentina invasión, esperando el momento en que podría…

—No te pares, ¡por Dios!, sigue. —Mi sonrisa desapareció poco a poco, mientras mis embestidas dentro de su cuerpo la iban sustituyendo por el éxtasis. Esta mujer acabaría conmigo, pero nos quemaríamos juntos.

Estaba a punto de correrme dentro de ella, pero sabía que ella no me alcanzaría a tiempo a menos que la ayudara, así que hice algo que vi en uno de los videos de Omar, algo que no me pareció relevante en aquel momento, pero que podría venirme bien. Mis abdominales me impulsaron hacia arriba, dejándome casi sentado, mis manos sosteniendo su trasero mientras subía y bajaba torturando mi mástil, y mi boca atacó uno de sus pechos. Ella se aferró a mis hombros mientras se amoldaba a la nueva postura. Cuando me acompasé al nuevo ritmo, dejé que uno de mis dedos se deslizara hasta el orificio posterior de su cuerpo. Con apenas la punta, comencé a estimular la entrada. Su cuello se estiró, alzando su rostro hacia el techo. Las paredes de su vagina me oprimieron, pero no podía esperar más, yo me iba a derramar dentro de ella mucho antes de que Nika alcanzara su orgasmo, y yo no podía permitirlo. Introduje la punta del dedo para torturar con él esas sensibles terminaciones nerviosas, consiguiendo que el orgasmo la sacudiera como una explosión nuclear.

Gritó a pleno pulmón cuando su cuerpo convulsionó y se tensó como la cuerda de un arco. Para mí fue brutal, pero para ella fue demoledor. Su cuerpo cayó en mis brazos desmadejado. El que tenía problemas para respirar por culpa de sus maltrechas costillas era yo, pero ella parecía necesitar mucho más aire que yo en aquel momento.

—Eres malo —me acusó entre jadeos.

—¿Yo? —conseguí responder.

—Ahora ya no podré pedirte más. Me has agotado. —La aferré contra mi cuerpo mientras contenía la risa. Eso sí que dolía, reírme. Con cuidado nos dejé caer sobre la cama de nuevo.

—Eres insaciable —la acusé.

—Es culpa tuya —murmuró contra mi cuello.

—¿Dormimos un poco? —Podía notar como su cuerpo se había relajado tanto que no necesitaba que me respondiera.

—Vale. —Rebusqué con la mano hasta encontrar la sábana para cubrirnos. Yo estaría bien calentito con el calor que desprendía su cuerpo encima de mí, pero su espalda se enfriaría enseguida. Prometí que cuidaría de ella y eso iba a hacer. Le besé en la frente, aun sabiendo que ella ya estaba en el mundo de Morfeo y no se enteraría.

—Descansa, cariño. —Cerré los ojos y me concentré en su tranquila respiración. Puede que el sueño no me alcanzara hasta cerca del amanecer, pero no pensaba moverme de allí. ¿Tener a Nika de manta? Un lujo que no me importaría soportar el resto de mi vida. Lo bueno era que la presión sobre mi pecho me impedía mover las costillas, reduciendo así el leve dolor residual que todavía tenía. Solo rezaba porque no fuera de ese tipo de personas que se movían constantemente mientras dormían.

Un gilipollas tocando el claxon de su vehículo interrumpió aquella paz, lo que me hizo parpadear un par de veces maldiciendo en silencio. Mi chica necesitaba dormir para… ¡Eh!, la luz entraba por la ventana con demasiada fuerza. ¿Qué hora era? Estiré mi mano sobre la mesa de noche para alcanzar el teléfono. Wow, las siete. Pues sí que habíamos dormido. Y yo pensando que no iba a poder hacerlo. Estaba claro que lo mejor para conciliar el sueño era tener un maratón de sexo con Nika. Tomaría nota para la próxima.

Su cuerpo se había deslizado hasta acabar a mi lado, bien encajadito entre el hueco de mi brazo y mi costado. Ni se había enterado del ruido que estaba haciendo ese idiota en la calle. Me estiré y le besé la cabeza.

—¡Eh!, emperatriz. Hora de levantarse. —No entendí muy bien lo que farfulló, y tampoco importó. Estaba demasiado ensimismado con sus ojillos dormilones y su cuerpo desperezándose. Era una dulce gatita estirándose delante de un hambriento lobo.

No podía ser. El impertinente de mi ingle se atrevía a pedir más. Esta vez no, ella estaría dolorida e inflamada. Así que hice lo que tenía que hacer, escapar antes de que ella tomara el mando de nuevo. La había dejado agotada, pero visto que yo ya me había recuperado, ella no andaría con menos energías que yo. Así que mejor no tentar a la suerte.

Salí de la cama antes de que ella se despertara del todo y corrí hacia la ducha. En dos horas tenía que presentarme en la base y volver al trabajo, y Nika era una tentación demasiado fuerte como para resistirse a ella.

Ir a la siguiente página

Report Page