Nika

Nika


Capítulo 45

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Capítulo 45

Bruno

Sigue sin gustarme viajar en un avión del ejército de pasajero, pero esta vez sí que tenía motivos para estar contento. Las Vegas, mi nuevo destino era Las Vegas. Concretamente, en ese momento estaba volando a la Base Aérea de Nellis, donde tiene su base el famoso escuadrón de los Thunderbirds. Vuelo acrobático, eso para mí eran palabras mayores. Pero no iba allí para unirme a ellos, los pájaros que yo pilotaba eran mucho más grandes, no teníamos nada que ver. Sí, todos éramos pilotos del ejército, pero cada uno volábamos en categorías diferentes. ¿Cómo explicarlo? Es como el fútbol americano, dentro del mismo equipo está el grupo de la defensa y el del ataque, cada uno jugando en una parte diferente del juego. Pues con nosotros pasaba algo parecido.

En fin, me moría de ganas por decírselo a Nika, llamarla o simplemente enviarle un mensaje diciéndole que por un tiempo, no sabía cuánto, íbamos a estar muy cerca. El ejército es así, hoy aquí, dentro de una semana en el otro extremo del planeta.

Bajé del avión con el petate sobre un hombro, para suplicio de mis costillas, y con mis órdenes en la otra mano. Tenía que presentarme en intendencia para que me asignaran mi nueva tarea. Por estar en Las Vegas, cerca de Nika, me daba igual que fuese limpiándoles el parabrisas a los aviones de prácticas de vuelo.

Estaba dando mis primeros pasos por la pista, en dirección a la salida o, más concretamente, al viejo «Willy» que me llevaría a las oficinas centrales, cuando me llegó un mensaje. Saqué el teléfono del bolsillo para curiosear de quién era antes de subir a mi transporte. Al abrirlo, encontré una foto curiosa. Era… era mi avión, en el que acababa de llegar, conmigo saliendo de él. Lo sabía porque llevaba puesta la gorra roja que mi padre me regaló el día que me alisté en el ejército, y que llevaba para protegerme del inclemente sol del desierto. Según el ángulo… Giré la cabeza para tropezar con un SUV negro al otro lado de la verja de seguridad de la pista, que no hacía más que lanzarme ráfagas de luces, y, a su lado, una rubia que agitaba el brazo en alto dando saltitos. No necesitaba estar más cerca para saber de quién se trataba: era mi chica.

—Señor, vengo a llevarle a intendencia. —El soldado me saludó con corrección y yo le correspondí. Me ayudó con el petate, colocándolo en la parte descubierta de la parte de atrás. Yo aproveché para saludar a Nika, pero ella ya no estaba y el SUV se estaba moviendo. ¿A dónde iba?

Avanzamos por la pista, hasta salir de la zona de rodado de los aviones y llegar a la zona de salida hacia lo que era la zona de servicios; ya saben, edificios de gestión, aparcamientos, supermercados, bloques de viviendas… Casi una pequeña ciudad dentro de la ciudad, solo que con acceso restringido. Estábamos en el control de salida, entregando mis órdenes e identificándome para poder salir, cuando vi el SUV parado junto a la acera a escasos tres metros. Nika se había bajado del SUV y estaba mirándome, esperando a que me dejaran pasar a la zona civil. En cuanto el «Willy» avanzó dos metros, le indiqué a mi chofer que parase a un lado.

—Pare aquí, será solo un minuto. —El tipo me miró mal, estaba claro que tenía unas órdenes y un horario que cumplir, pero un soldado raso no discutía las órdenes de un oficial. Bajé de un salto para aferrar a una Nika que ya estaba junto al coche. ¿Besarla? Bebí de ella, como si llevara días caminando por el desierto y ella fuese el primer manantial de agua fresca que encontraba en mi camino.

—No tengo ni idea de cómo lo has sabido, pero no voy a quejarme por la sorpresa. —Ella alzó un hombro elegantemente.

—Ya te dije que tengo mis contactos. —Levanté la vista un segundo para darle un vistazo a SET.

—Pues deben de trabajar en el Enterprise, porque o te han teletransportado o le han puesto un motor de curvatura a SET. —¡¿Qué?!, me gustan las películas de Star Trek, ¿a quién no le gustaría surcar el espacio en una nave como esa? Ella sonrió un poco traviesa.

—Nunca lo sabrás.

—Señor, tenemos que irnos. —Al pobre soldado se le notaba incómodo. Besé otra vez los labios de Nika, solo que esta vez de forma fugaz, y regresé a mi transporte.

—Te llamaré en cuanto sepa algo más. O quizás no necesite hacerlo, ¿qué me dices? —Ella alzó un hombro y sonrió de esa forma enigmática mientras regresaba al coche. En otro momento, en otra circunstancia, habría mandado todo a la mierda, la habría seguido y la habría metido en ese coche para hacer alguna locura. Esta mujer me encendía la sangre de una manera que estaba empezando a asustarme. Mentira, miedo ninguno.

—¿Su novia, señor? —Se aventuró a preguntar el soldado cuando retomamos nuestro camino.

—No te quepa duda. —El chico sonrió.

—Es muy guapa. —Eso hizo que mi pecho se inflara hasta hacer mis costillas gritar.

—Sí que lo es.

Nika

Regresé a casa de Tasha y Drake, además de para poner al día a Tasha sobre lo ocurrido, para devolverle el coche a Drake. No he dicho que estuviese muy contenta de hacer esto último, una se acostumbra a lo bueno enseguida.

Cuando nadie vino a recibirme a la puerta me pareció extraño, pero enseguida vi a Tasha bajando las escaleras con el pelo medio revuelto y no necesité más explicaciones. ¿Sentirme incómoda? Para nada, ahora sí que los entendía.

—¿Y bien? —Tasha tiró de mi mano y me arrastró hacia la cocina. Miré hacia atrás, esperando ver aparecer al hombre de la casa

—¿Y Drake? —pregunté.

—Nos ha dado algo de privacidad, ya sabes, para tener una charla de chicas. —Mejor, había cosas que no me atrevería a comentar delante de él. Tasha preparó un par de tés helados y nos sentamos en la barra del desayuno.

–¿Qué quieres saber? —Su sonrisa se volvió traviesa.

—Tranquila, no voy a pedirte detalles íntimos, solo quiero que me digas si estuvo bien. —Creo que me sonrojé mientras recordaba.

—Sí, fue bonito. —Por decirlo de alguna manera. Bruno consiguió hacer que el encuentro sexual, aunque fuese nuevo para los dos, se convirtiera en memorable. Sus palabras me calaron realmente en lo más hondo.

—¿Y?, ¿qué vais a hacer ahora? Drake ya me contó que lo han destinado a Ellis, aquí en Las Vegas. —Eso me recordó que él tenía algo que ver con ello.

—Tengo que agradecérselo. —Tasha arrugó la boca.

—No ha querido soltar prenda, pero sé que ha tenido que hacer alguna concesión. —Aquello me hizo arrugar la frente. ¿Drake había tenido que dar algo a cambio del traslado de Bruno a Las Vegas?

—Quizás alguien pueda ayudarnos. ¿DAI? —Raro era que ella no se hubiese inmiscuido en la conversación, a fin de cuentas, siempre estaba escuchando en aquella casa. Pero estaba claro que era de las que no se metían si no la invitaban. Lo de llamarme a mí en el camino de vuelta de Edwards no era más que un seguimiento o control del plan que habíamos creado todos juntos, o al menos así lo interpretaba yo.

—No puedo ayudaros, chicas. —Su holograma se materializó muy cerca de nosotras.

—Sí que puedes, nada de lo que ocurre en esta casa puede escaparse de tu largo oído —le provocó Tasha.

—Lo siento. Las dos tenéis una acreditación de seguridad de un alto nivel, pero hay protocolos que no puedo saltarme —se lamentó.

—Tranquila, sé a lo que te refieres, el jefe manda. —Intenté parecer decepcionada, porque había descubierto que DAI tenía cierta predisposición a aliviar mi dolor. Y funcionó.

—No puedo deciros con quién ha hablado, ni del acuerdo que han suscrito. Pero puedo decirte que después de hablar con cierta persona, desenterró un viejo proyecto en el que está trabajando en este momento. —Al oírlo, Tasha y yo nos miramos, nos sonreímos y empezamos a correr hacia el despacho de Drake. Averiguar en qué estaba trabajando podía darnos una pista. Pero lo más importante, averiguaría la manera en que podría ayudarle a realizar esa tarea, porque él lo había hecho por mí, por nosotros, y tenía que compensarle por ello. Le devolvería este favor, aunque él no quisiera.

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