Nika

Nika


Capítulo 56

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Capítulo 56

Nika

Agua calentita, leche hidratante corporal, toallas mulliditas y suaves, ropa limpia… Aquello era el paraíso. Pero no podía demorarme mucho, había alguien esperándome en la cocina, y no eran Paul y un desayuno en condiciones.

Es verdad lo que dicen que una buena ducha te deja como nueva, porque cuando bajé a la planta inferior, no era la misma persona que había llegado a la casa veinte minutos antes.

Antes de entrar en la cocina, ya podía ver a mamá sentada frente a mí, con la vista clavada en mi persona. Impaciente era poco. Y papá… Él estaba detrás de la barra de desayuno, de pie, con una taza de café en la mano. Parecía como si estuviese relajado, pero lo conocía, sus ojos me decían que estaba listo para entrar en batalla.

—Gracias por esperar. —Nada más llegar a casa los pillé encaminándose a desayunar y les pedí que esperaran antes de irse, porque necesitaba comentarles algo.

—¿Ocurre algo? —Mamá podía fingir no estar nerviosa, pero yo podía distinguir las señales que la delataban. Una mano apretando los dedos de la otra, los pies apoyados en sus puntas, sus muslos tensos… Estaba impaciente por lo que venía, pero no asustada.

—Hace tiempo que venía sopesando el lanzarme al mundo empresarial, y al final he decidido dar ese paso junto con Tasha y Drake. Vamos a montar una empresa de confección aquí en Las Vegas. —Las cejas de papá se alzaron sorprendidas. Sí, seguramente no era la noticia que esperaba. Apostaría lo que fuera a que el tío Nick ya le había ido con el cuento del apartamento.

—Vaya, eso está muy bien —dijo mamá.

—Ya hemos empezado con todos los trámites, y hoy vamos a buscar el local para el taller de confección.

—Si necesitas ayuda con eso, recuerda que tienes un abogado en casa —intervino papá.

—Gracias, papá, pero ya nos está ayudando Dimitri.

—Buena elección, él sabe más de jurisprudencia empresarial. —Ya había calentado el ambiente, era hora de empezar con el tema peliagudo.

—No sé si recordáis a Gloria, de Miami, es una sobrina de María Di Ángello.

—Si la veo puede que lo haga, pero son tantos que me es difícil recordar todos los nombres —confesó mamá. Y la entendía. Las pocas veces que fueron a Miami siempre había una fiesta de por medio, y cuando se iba a una fiesta de los Castillo lo que menos importaba era quién eras, solo que estabas allí. Y si le sumábamos que nunca bajaban de treinta invitados, que había niños, adultos y abuelos, comida, alcohol y música, era imposible ubicar a una persona en concreto. Además, había como una especie de separación generacional cuando se reunían tantas familias. Los niños por un lado, y los adultos por otro, y Gloria estaba en mi grupo, no en el de mis padres.

—El caso es que es muy buena con el patronaje y con las telas. No conozco a nadie que consiga encajar cualquier vestido sobre una persona y que no parezca creado exclusivamente para ella. Por eso la he pedido que trabaje conmigo. —Noté como los engranajes del cerebro de papá empezaron a encajar.

—Miami queda muy lejos —intervino mamá.

—Lo sé, por eso he alquilado un apartamento en la ciudad. Ella tendrá dónde quedarse y no estará sola porque yo viviré con ella. —Y ahí estaba, la primera pelota estaba lanzada.

—¿Y por qué no os quedáis aquí en casa? Hay sitio de sobra para uno más. —Buen intento, mamá. Pero este era el momento en que la adulta quitaba de en medio a la niña.

—¿Con 24 años abandonarías la casa de tus padres para ir a vivir a casa de unos desconocidos? Sería bastante incómodo, y diría muy poco de ti como persona independiente. No, necesita un lugar propio, en el que ella sea la que marque las reglas, no que se las impongan. Y tampoco quiero que esté sola, ya va a viajar a la otra punta del país y abandonar todo lo que conoce.

—Está muy bien que pienses en los demás, cariño, pero eso coarta tu propia libertad. —Por la forma en que me miraba papá, sabía que intuía el auténtico motivo detrás de todo esto.

—Al contrario. Tengo 21 años, ya va siendo hora de que abandone el nido y busque mi propio camino. La mayoría de la gente aprende a convivir con otras personas cuando van a la universidad. Rompe con el niño para convertirse en adulto. Yo solo cambié de nido, porque siempre estuve con la familia. Creo que es el momento de dar ese paso hacia la independencia. —Mamá sonrió con cariño, y juro que le brillaban los ojos mientras lo hacía, seguro que conteniendo alguna lágrima. Es duro ver como los pollitos se alejan de mamá gallina.

—Si ya lo tienes decidido, no hay más que hablar. ¿Cuándo piensas mudarte? —Ese era papá pinchando sobre la herida, no sabía si para facilitarme el camino, o para facilitárselo a mamá. Miré el reloj.

—El avión de Gloria llega en un par de horas. La recogeré, iremos con Tasha y Drake a conocer los posibles locales y después la llevaré al apartamento para que se instale. —Esperé el grito de mamá, pero no llegó. Entonces supe que aquella reunión había sido solo un trámite formal. Ellos ya sabían que me iba ese mismo día, solo estaban dejando que les explicara el porqué.

—Necesitarás ayuda con la mudanza, así que me quedaré como refuerzo. —Estaba a punto de decir algo, cuando mamá lanzó un grito—: ¡Paul!, tenemos que hacer maletas, Nika se va de casa. —No pude evitar poner los ojos en blanco, mamá organizándolo todo. Pero fue la sonrisa en los ojos de papá lo que me dijo que no iba a escaparme.

—¿Por dónde empezamos, señorita Nika? —Paul apareció por una esquina con su sonrisa afable. Juro que debía de haber estado escuchando.

¿Alguna vez han desayunado mientras organizan una mudanza? Pues yo he vivido esa experiencia. Me sentía como uno de esos jueces de los torneos de tenis, ya saben, el que está subido en una silla muy alta controlándolo todo. En mi caso, iba masticando la comida, supervisando sin que me dejaran meterme en ningún sitio, mientras mamá y Paul correteaban de aquí para allá guardando en maletas casi toda mi ropa, mis cosas del baño, maquillaje, zapatos… En una hora y doce minutos, toda mi vida estaba embalada y metida en siete maletas.

—¿No tenías que ir a recoger a Gloria al aeropuerto? —me recordó mamá. Miré el reloj para comprobar que realmente se me echaba encima la hora.

—Sí. —Miré el montón de maletas apiladas entre mi cuarto y el pasillo. Solté un suspiro, porque eran demasiadas como para poder acomodarlas todas en SET.

—No se preocupe, señorita Nika. Si me da la dirección se las haré llegar. —se ofreció Paul. Amaba a este hombre. Apunté rápidamente la dirección en un papel y se la tendí.

—Te lo agradezco enormemente, Paul. Espero que puedas dejarlas en la recepción del edificio, ya pasaré yo después a recogerlas. Cualquier problema, me llamas a mí o al tío Nick, él estuvo conmigo ayer en el apartamento.

—No se preocupe, yo me encargaré de todo. —Paul me sonrió. Me despedí de él y mamá con celeridad, y salí como una bala hacia el aeropuerto. Bueno, la bala era SET, yo solo iba montada encima.

Mientras atravesaba la verja que delimitaba la propiedad, sentí que dejaba atrás un pequeño peso, así que respiré profundamente y sonreí. Bueno, no había sido tan terrible. Seguramente porque no iba muy lejos, ellos sabían que si los necesitaba los tenía bien cerca.

—SET, llama a Drake. —Necesitaba saber la dirección del primer local que íbamos a visitar y la hora a la que habíamos quedado con el agente de bienes raíces.

—Vamos un poco tarde, lo sé. Nos vemos en el aeropuerto. —Ni un hola. Esas fueron las palabras de Drake nada más abrirse la línea.

—¿Dónde quedamos?

—Tú tranquila, te encontraremos. —Y cortó. Ya, como si fuera fácil encontrar a alguien en el aeropuerto de Las Vegas. Bueno, llevaba siempre encima mi teléfono, así que me llamaría para preguntar dónde estaba.

¿De dicho que amo a SET? Esto de que te deje en la zona de llegadas y no tengas que preocuparte de aparcar ni de que te pongan multa está genial. Me bajé del coche y, cuando quise darme cuenta, ya había desaparecido. Eso sí, me informó de que estaría en el mismo sitio cuando saliera. Drake ya podía ir fabricándose otro, porque este me lo quedaba yo.

Corrí dentro del aeropuerto para alcanzar el área de llegadas. Los paneles con los vuelos señalaban que el avión procedente de Miami acababa de aterrizar, así que no tenía mucho tiempo. Menos mal que había desayunado como una energúmena, porque mis niveles de azúcar iban a quedar bajo mínimos en poco tiempo.

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