Nika

Nika


Capítulo 58

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Capítulo 58

Nika

Gloria miraba a nuestro alrededor intentando encontrar la familiar figura de su primo.

—¿Estás segura de que saldrá por aquí? —Alcé una ceja hacia ella y eso la hizo callar. O, mejor dicho, fue el ver a Bruno saliendo por el control de la base. Gloria no esperó, saltó del coche como una loca para tirarse a sus brazos.

—¡Primo! —Creo que todos los viandantes a cien metros a la redonda se giraron para ver a la loca que daba aquellos gritos en una base militar, o en este caso junto al control de acceso.

—¡Gloria! —Bruno sonrió al verla y abrió los brazos para recibirla. Noté el gesto de dolor cuando el huracán Gloria golpeó contra las costillas de mi chico, pero él no se quejó, solo la apartó con delicadeza—. ¿Qué haces tú aquí?

—Venir a buscarte para ir a cenar. —Bruno me miró y alzó una ceja hacia mí.

—¿Esta es la sorpresa que me comentabas hace un rato en tu mensaje?

—Te ha sorprendido, ¿verdad?

—Totalmente. —Subimos al coche y Gloria no paró de hablar durante todo el trayecto a casa. Solo dejó que yo metiera baza cuando pregunté qué querían comer. Bruno se ofreció a recoger el pedido, creo que más para escapar de su prima que por ser caballeroso.

—Así que novios, ¿eh? ¿Cuándo pensabas decírmelo? —Ella aprovechó la ausencia de su primo para asediarme.

—Acabas de aterrizar, como quién dice, no creo que haya tardado demasiado, ¿no te parece? —Ella torció la boca como sopesándolo.

—Sí, bueno, tienes razón. Así que novios —volvió a repetir.

—Sí.

—Nunca lo habría imaginado.

—¿Por qué no? —quise saber.

—Vale, sé que Bruno es guapo y eso, pero ¡puag! es mi primo, nunca me lo imaginé con… No sé, es que tú eres como de la familia.

—Pero no lo soy. —Ella arrugó la naricilla mientras sonreía.

—Entonces supongo que has tenido suerte, porque Bruno es un buen partido. Ya querría yo encontrar a un chico como él. Es educado, amable, atento y tremendamente guapo.

—Y mucho más. — Ella lanzó su puño para golpearme el brazo con bastante fuerza.

—Eso solo lo sabes tú, pillina. —Menos mal que Bruno llegó en aquel momento con la comida, porque no pensaba soltar prenda sobre eso.

—Comida lista. ¿A dónde vamos ahora? —preguntó Bruno desde el asiento de atrás.

—A casa. —Ellos dos me miraron sin entender muy bien, pero ya lo harían.

Estacioné a SET en mi plaza de aparcamiento, y ya con eso los tenía emocionados e intrigados a partes iguales. El ascensor nos dejó en mi planta y, cuando puse mi dedo sobre la cerradura electrónica, Gloria ya estaba saltando como una niña esperando a subir a las atracciones de la feria. Dejó bien claro que se moría por ver lo que había al otro lado de la puerta.

Las luces se fueron encendiendo a medida que nos íbamos adentrando. Que Gloria no parase de repetir «¡madre mía!» a cada dos pasos que daba, no me sorprendía. Lo que me tenía algo preocupada era el silencio de Bruno. ¿Acaso estaba comparándola con su casa? Jamás se me ocurriría hacerle de menos porque su vivienda fuese más humilde. Él valía mucho más que mucha gente rica que conocía, sin ir más lejos el snob de Curtis.

—Dime que voy a vivir aquí, dímelo, dímelo —empezó a rogar Gloria mientras me miraba con sus ojillos pedigüeños.

—Pasillo de la derecha, primera puerta a la izquierda. La habitación con dos camas.

—¡Bien! —Gloria pegó un salto, agarró la maleta y enfiló hacia su habitación. Bruno se encaminó hacia la cocina para dejar la comida que llevaba en las bolsas. La sonrisa que estaba en mi cara, provocada por las constantes menciones a Dios que llegaban desde la habitación de Gloria, se fue apagando a media que veía la seca expresión de Bruno.

—¿Te ocurre algo? —Bruno no alzó la vista hacia mí, siguió concentrado en la tarea de vaciar las bolsas sobre la barra de desayuno.

—No, nada, ¿por qué lo preguntas? —Agarré sus manos para que se detuviese, obligándole a mirarme.

—Esto no va a funcionar si empezamos a esconder cosas, Bruno. —Él tomó aire y me miró.

—Yo… no puedo competir con esto, Nika. Sé que la casa que me ha facilitado el ejército no es el ideal con el que sueña toda mujer, pero es a lo que puedo aspirar de momento. Tal vez… tal vez algún día pueda ofrecerte algo mejor. No, sé que podré ofrecerte algo mejor, pero nunca será como esto. —Extendió una mano para señalar toda la casa.

—Así que, si tu fueras un hombre rico que me ofreciera una casa mucho mejor que esta, con servicio las 24 horas, chófer y esas cosas, yo tendría que sentirme mal por poder disfrutar de ello y no ser fruto de mi propio trabajo. —Él me miró desconcertado.

—¿Qué quieres decir? —Solté el aire y me preparé para la charla que le dejaría claro cuál era mi posición.

—Antiguamente era el hombre el que proveía, él traía el dinero a casa con el que se pagaban todas las necesidades de la familia. La mujer, con suerte, era la que administraba el hogar con el sueldo de su marido. Estamos en el siglo XXI, la mujer también trabaja fuera del hogar, contribuye a su sostenimiento. Si tú puedes comprar comida y cocinar para mí. ¿Por qué no puedo yo tener un trabajo y pagar una casa mejor? —Cuando vi como su ceja izquierda se levantaba, supe que había tocado el botón correcto.

—¿Estás diciendo que quieres cambiar el rol? ¿Que yo sea el amo de casa y tú la que trae el dinero? —Pues no, se había ido hacia el otro extremo.

—No, estoy diciendo que la base de la convivencia es compartir. Se comparten las tareas, se comparten las cargas, se comparten los problemas, se comparten los buenos momentos, ¿por qué no podemos compartir el sostenimiento del hogar? Piénsalo bien, hoy en día es normal que los dos miembros de la pareja trabajen, y uno de los dos siempre cobrará más que el otro, aunque sea solo un par de dólares.

—Ya. —Torció la boca sopesando todo aquello. Sus padres eran una de esas parejas en la que ambos trabajaban, no tenía que mirar muy lejos. Era el momento de tocar el punto importante de todo aquello.

—¿Te molesta que yo cobre más que tú? Porque déjame decirte que no pienso renunciar a mi trabajo porque tu ego de macho se sienta herido.

—Yo nunca te pediría algo así. Es solo que pensaba que esto te lo facilitaban tus padres, y que cuando llegara mi turno de mantenernos, no podría ofrecerte algo como esto. Reconócelo, tú no puedes vivir en una casa como en la que yo vivo ahora, si hasta te dan alergia mis sábanas.

—¿Y por qué tenemos que quedarnos allí? ¿Por qué no te vienes tú a vivir conmigo? Salvo que tengas algo en contra de tener un jacuzzi en el cuarto de baño. —Sí, lo dije intencionadamente porque quería tener una buena baza con la que seducirle. No quería ni pensar en el juego que nos podría dar ese extra, porque si una lavadora podía convertirse en la máquina del amor, un jacuzzi podía ser el crucero de la pasión. Su sonrisa creció.

—¿Me estás pidiendo que venga a vivir contigo?

—Por supuesto que sí. —Pero él se dio cuenta de algo que yo había pasado por alto.

—¿Y Gloria? —Vivir en pareja era una cosa, tener una compañera de piso otra, pero tener las dos cosas…

—Ella vivirá aquí hasta que encuentre su propio apartamento, es temporal. En cuanto empiece a ganar dinero seguro que querrá tener su propio espacio. ¿Acaso te molesta compartir piso con tu prima por un tiempo? —Sus cejas se arrugaron de una forma extraña, dándole el aspecto de un cachorrito adorable.

—Molestarme no es la palabra, es desquiciado.

—¿Desquiciado? —Él asintió.

—No sé si te has dado cuenta, pero Gloria es una persona… intensa.

—Bueno, como te dije, será algo temporal.

—¿Con un jacuzzi en la casa? Lo quiero por escrito.

—No he dicho en la casa sino en el baño, MI baño —puntualicé. El gesto de Bruno cambió radicalmente.

—Eso quiero verlo. —Tendí una mano hacia él y, cuando la tomó, lo arrastré hacia el que esperaba se convirtiera en nuestro santuario.

Al pasar frente a la habitación de Gloria, la encontramos tendida sobre la cama todo lo larga que era, mirando hacia el techo con una sonrisa tonta en la cara. No se había dado ni cuenta de que habíamos pasado.

No le dejé detenerse a contemplar las vistas desde la habitación, sino que lo llevé hasta el otro extremo, donde atravesé la puerta del vestidor y entramos directos al baño. Me giré para ver su cara cuando aquella espectacular imagen impactara en su retina o, mejor dicho, su cerebro empezara a imaginar las posibilidades que aquello ofrecía.

—¿Qué te parece?

—Tiene mucho potencial. —Pero tenía que darle a cada uno su mérito.

—Si no en suficiente, siempre podemos ir a tu casa a lavar algo de ropa. —Su sonrisa creció aún más. Nada como tener lo mejor de ambas casas.

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