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NEXUS » 16. Un ligero cambio de planes

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CAPÍTULO 16

UN LIGERO CAMBIO DE PLANES

Kade se despertó antes de que sonara la alarma. Miró el reloj. Las 5.47 h. Era demasiado temprano, pero no volvería a dormirse. Hoy era el día. Comería con Shu. ¿Qué ocurriría? ¿Le ofrecería el posdoctorado? ¿Le preguntaría por Nexus?

¿De verdad podría cumplir lo que su mente le había prometido? ¿Acaso no era todo lo que él deseaba?

Wats. ¿De verdad estaría aquí? ¿Habría alguna manera de dar con él?

Y Ananda. ¿Había sido real? ¿No lo habría imaginado? ¿Estaba utilizando Nexus?

Kade dio vueltas en la cama. Era inútil. Su mente estaba demasiado agitada como para dormir.

Se levantó y descorrió las cortinas. Estaba lloviendo. Era una llovizna que solo aumentaba la sensación de bochorno. Cien metros más abajo, Bangkok era un hervidero de actividad. El tráfico era una danza caótica de ciclomotores, tuk-tuks, taxis y coches particulares que circulaban en todas las direcciones y no colisionaban de milagro. Los peatones transitaban como una riada de cuerpos por las aceras, provistos de paraguas baratos o de chubasqueros aún más baratos. Los ciclistas pedaleaban bajo la lluvia entre los peatones y los vehículos motorizados. Los humeantes puestos de comida callejeros ocupaban todas las esquinas salvo una, y ofrecían fideos o arroz apelmazado coronado con mango. En la esquina despejada se levantaba un pequeño templo en el que entraban y del que salían de manera incesante tailandeses de ambos sexos que, a pesar de la lluvia, se acercaban a presentar sus respetos matinales al Buda o el bodhisattva que alojara en su interior.

En otras circunstancias, Kade habría estado encantado de explorar aquella ciudad exótica y desconcertante.

Sin embargo, encendió la tableta. Había un mensaje de Ilya en el que le preguntaba por su viaje, varios mensajes de los hilos abiertos sobre diversos temas del laboratorio y un mensaje de Su-Yong Shu.

«Kade,

Me ha surgido un contratiempo ineludible a la hora de comer. ¿Podemos reunirnos para cenar esta noche? Mi chófer puede recogerte a las 19.00 h en la puerta del hotel.

Un saludo,

SYS»

Curioso. Kade se encogió de hombros. Envió una respuesta escueta. A las 19.00 h en el hotel estaba bien. Contestó un par de mensajes más y luego se duchó y bajó a desayunar.

Sam no pareció contrariada por el cambio de planes de Su-Yong Shu, e insistió en repasar dos veces durante el desayuno cómo debía ser su comportamiento con ella. Kade se sentía todo lo preparado que podría estarlo jamás. Sam pareció estar de acuerdo con él.

La jornada del congreso pasó volando en una sucesión de sesiones y coloquios breves. «Neuro-óptica: Estimulación neural mediante láser», «La transformada Hilbert en la comprensión de los correlatos neurales de la emoción», «Planificación de estructuras deliberantes: Circuitos neurales y modelos de secuencias».

Al salir de la conferencia sobre planificación de estructuras para ir a comer, Kade divisó con el rabillo del ojo algo que le llamó la atención y se volvió. Era Su-Yong Shu, que se dirigía hacia la salida que había en el centro del palacio de congresos acompañada nada más y nada menos que por el profesor Somdet Phra Ananda.

Muy interesante. ¿Tendría algo que ver con el encuentro que había tenido con Ananda la noche anterior? Kade se encogió de hombros. Imposible saberlo.

«Por lo menos me ha dado plantón por alguien importante.»

Se encontró con Sam en el último coloquio del día: «Comprender la volición: de la dopamina a los sistemas dinámicos». Se sentaron juntos. Sam pareció escuchar la charla con mucho interés.

Por fin concluyeron las sesiones de la jornada. Había llegado el momento de regresar al hotel y acudir a la cita con el chófer de Shu. Sam y Kade se reunirían después, en la fiesta de los estudiantes de neurociencias a la que Narong los había invitado. También estaban invitados, si les apetecía ir, a una fiesta menos multitudinaria que se celebraría después.

Sam volvió a revisar el plan con Kade a través del chat, y luego Kade desactivó las transmisiones Nexus. La suerte estaba echada. Kade se quedaba solo ante el peligro. Volvió al hotel para refrescarse y planchar una camisa antes de reunirse con Su-Yong Shu para cenar.

Wats y la camarera de habitaciones se acuclillaron en un callejón, a cuatro manzanas del hotel Prince Market. Con un poco de suerte, fuera del perímetro de vigilancia de la ERD. Con un poco de suerte.

Había cesado la lluvia. Un pequeño regalo.

Las noticias de la camarera no eran del agrado de Wats.

Mai me But —le decía. (No hay encuesta.)

¿Haa Nai Tung Khaya? —le preguntó Wats. (¿Había buscado en la basura?)

Chai. (Sí, había buscado en la basura.)

¿Kang Laang taitiang? (¿Debajo de la cama?)

Chai, chai.

¿Hong naan? (¿Había mirado en el baño?)

Chai, chai. Mai me But.

Así continuó la conversación. La tarjeta de la encuesta había desaparecido de la habitación de Kaden Lane. ¿Se la habría llevado en la bolsa para rellenarla en otro momento? Pero ¿por qué haría algo así? Wats sabía que existía la posibilidad de que Kade no hubiera visto la tarjeta… Pero en ese caso debería seguir en la habitación del hotel.

¿La habría cogido Cataranes? ¿Por qué lo haría? A menos que hubieran detectado algo raro.

Wats sintió un escalofrío. Había escrito su nombre en la tarjeta. Había sido consciente del riesgo que corría al hacerlo, pero lo había juzgado imprescindible para convencer a Kade de que aceptara la oferta.

De modo que la ERD podía estar al tanto de su presencia allí. ¿Qué se le iba a hacer?

La camarera esperaba con impaciencia a que le pagara con la mano extendida. Wats contó los billetes. Dos mil bahts. Los puso en la mano de la tailandesa pero no los soltó. Clavó los ojos en los de ella.

Mee ngahn Pheum —le dijo.

Tenía otro trabajo para ella. Le mostró el dinero que sujetaba en la otra mano.

La camarera del hotel le sonrió, acarició los billetes que le había dado con el dedo pulgar y asintió. Wats le dio permiso para que se marchara y ella dio media vuelta y se largó.

Wats continuó en el callejón después de que la camarera desapareciera, meditando mientras jugueteaba distraídamente con el medallón colgado del cuello. ¿Y ahora qué? ¿Debería dar el siguiente paso aun sin el consentimiento de Kade? ¿Con qué estarían chantajeándolo? ¿Cuáles serían las consecuencias? ¿Quién las sufriría? Él mismo había sacrificado docenas de vidas por ver la luz que Nexus 5 arrojaría al mundo. Pero ¿le correspondía a él tomar aquella decisión? ¿Su amigo la aprobaría?

Joder. Dos años antes habría entrado a tiros en el hotel y habría sacado a Kade de allí aunque su amigo no hubiera querido, sin importarle un pimiento las consecuencias.

Ahora, sin embargo…

«Todos debemos seguir nuestro camino. Todos debemos elegir nuestro karma. Y todos debemos permitir que los demás elijan libremente su propio karma.»

Kade tenía que tomar una decisión. Si es que eso era posible. Las enseñanzas del budismo así lo pregonaban. Cada individuo debía tomar sus propias decisiones a lo largo de la vida. Wats no era quién para imponer a Kade lo que era correcto en su opinión, sobre todo cuando había que tener en cuenta tantas cosas. Aquellos que imponían su voluntad a los demás eran los que estaban destrozando el mundo.

Wats solo necesitaba encontrar el modo de comunicarse con Kade para asegurarse de que conocía la opción que él le ofrecía. El modo de hacerlo sin que lo registrara alguna de las cámaras o de los micrófonos que, sospechaba, cubrían a Kade. Sin palabras que pudieran ser oídas a través de los inevitables micrófonos que Kade llevaría en el cuerpo; sin ser captado por las cámaras del palacio de congresos ni las del hotel. La nota en sí ya había sido demasiado arriesgado; había confiado en que las diminutas, casi invisibles, cámaras de vigilancia fueran incapaces de leer el texto.

Encontraría un modo.

¿Y si no había manera de recibir la confirmación? ¿Y si a lo largo de los siete días que duraba la estancia de Kade en Tailandia Wats no era capaz de saber con certeza que su amigo estaba al corriente siquiera de que existía la posibilidad de escapar? O podía ocurrir que la situación se volviera demasiado sospechosa antes de que hubiera recibido dicha confirmación. En ese caso él tendría que elegir por Kade. A la mierda el karma y a la mierda las consecuencias.

Sam se quedó mirando a Kade mientras este se dirigía hacia la salida del palacio de congresos. Todavía no le había interrogado sobre lo sucedido el día anterior, ya que quería que estuviera lo más tranquilo posible para la cena con Shu.

El día de hoy había sido casi tan interesante como la noche anterior. Las cámaras del palacio habían grabado a Su-Yong Shu y a Somdet Phra Ananda saliendo juntos a la hora de comer. El hombre que los había recogido, el conductor del coche que se los había llevado, pertenecía al Puño de Confucio. Era uno de los clones.

Entre la fiesta de la inauguración de la noche anterior y el desayuno de esa mañana había ocurrido algo que había despertado en Shu y en Ananda la necesidad de encontrar un momento para reunirse. ¿Qué habría sucedido en ese período? La respuesta era obvia: la conversación de Shu con Kade y el breve y extraño encuentro entre Ananda y Kade en la cola del bar.

¿Qué habría llamado la atención de Ananda? ¿Qué le habría sorprendido la noche anterior hasta el punto de llevarlo a averiguar la razón que había traído a Kaden Lane a Bangkok? ¿Habría notado la presencia en unos niveles exageradamente altos de Nexus 5 en el cerebro de Kade? Y de ser así… ¿Cómo lo habría detectado Ananda? A menos que también estuviera utilizando Nexus.

Una hora y media después, mientras cenaba con Narong, Sam recibió un mensaje de su equipo. Lo leyó discretamente en una esquina de la pantalla de sus lentes de contacto tácticas mientras escuchaba a Narong hablar con entusiasmo del brillante futuro que aguardaba a Tailandia en el ámbito de las neurociencias.

[Resultado preliminar de análisis de laboratorio. La tarjeta de la encuesta contiene rastros de un nanocircuito autodestruido. Probablemente se trate de un mensaje con borrado automático. No hay pruebas de un mensaje de respuesta de Lane, pero podría estar oculto o codificado.]

De modo que alguien había hecho llegar un mensaje a Kade. ¿Quién? ¿Shu? ¿Ananda? ¿Y qué contenía ese mensaje?

Ahora la conversación que tenía pendiente con Kade era ineludible. No podía permitirle que tuviera secretos con ella. Ni uno. Hablaría con él esa misma noche, después de la fiesta.

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