Nano

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La vieja vicaría, Chenies, Reino Unido

Sábado, 27 de julio de 2013, 13.15 h (hora local)

Pia no tenía manera de llevar la cuenta de los días, pero sabía que hacía mucho que no veía a Berman. Las únicas personas a las que veía eran el médico chino y el centinela que nunca la miraba a los ojos. En una ocasión se abrió la mirilla de la puerta y tuvo la certeza de que era Whitney Jones quien la observaba, pero la mujer no llegó a entrar en la habitación. Aunque tenía el brazo un poco mejor, se sentía entumecida y abotagada. ¿Cuánto tiempo seguiría Berman torturándola de aquel modo? Notaba que tenía los músculos flácidos por la falta de movimiento.

Habían pasado seis días desde su primera visita cuando Berman reapareció.

—¿Qué quieres? —le preguntó Pia.

Creyó ver un asomo de sonrisa en los labios del hombre, y aquello la enfureció todavía más.

—¿Qué tal si damos un paseo? —propuso Berman como si fuera lo más normal del mundo.

—Cualquier cosa con tal de salir de aquí —contestó Pia.

Había intentado flexionar los brazos y las piernas con unos ejercicios de pilates básicos, pero sabía que si caminaba mucho tendría agujetas.

El centinela le quitó las ligaduras que la sujetaban a la cama y le ordenó que se levantara. Se sentía terriblemente débil y le dolía la cabeza, pero si se apoyaba en la pared era capaz de mantenerse en pie. El hombre la ayudó a llegar hasta la puerta, donde Berman la esperaba con un andador. Pia se sintió mejor, casi humana, cuando se agarró al aparato y empezó a caminar arrastrando los pies detrás de Zachary.

—Lamento mucho todo esto, Pia. Ojalá te hubieras mostrado más dispuesta a colaborar. Tienes que comprender que me la estoy jugando al mantenerte aquí.

Pia se alarmó. Las palabras de Berman le habían parecido siniestras.

—¿Adónde me llevas?

—Ya te lo he dicho, a dar un paseo.

Una pesada puerta se abrió desde fuera y salieron al jardín trasero de la vicaría. Tenía unos cincuenta metros de largo y estaba rodeado por entero de árboles que le daban sombra. Una valla alta de madera cercaba el césped, había bancos en las esquinas y un camino que recorría todo el perímetro.

—Quiero que recuperes fuerzas —dijo Berman—. ¿Has pensado en nuestra conversación? ¿Leíste lo que te dejé?

—Claro que he pensado en lo que hablamos. Y sí, leí el documento. Muy impresionante. En 2020 Nano será la empresa de investigación médica más importante del mundo. Pero estás pasando por alto algunos detalles importantes de tu no menos que glorioso pasado.

—Pia, te ruego que mires más allá de eso. Los cuerpos que viste eran de personas que iban a morir de todas maneras, y sus muertes habrían sido inútiles, anónimas. Yo pienso en ellos como en una especie de pioneros. Gracias a su sacrificio podremos lograr grandes avances médicos.

—Eso es ridículo y lo sabes. No es un sacrificio si te obligan a hacerlo.

Caminar le estaba sentando bien, así que lo presionó un poco más. Quería que aquella conversación se prolongara todo lo posible. Berman volvió a hablar.

—¿Te acuerdas de lo emocionada que estabas cuando empezaste a trabajar en Nano? El entusiasmo con el que hablabas de tu labor era realmente contagioso. Cuando viniste a cenar a casa con aquel chico, tú y yo charlamos acerca de las posibilidades de lo que estamos haciendo. Y esto es todo un nuevo mundo de posibilidades. Una nueva frontera para la medicina. Va a aportar nuevos tratamientos y remedios para miles de enfermedades. Y hay algo más: va ahorrar mucho dinero. Nano está a punto de entrar en una nueva era. Para mí se acabaron los respirocitos en los atletas. A partir de ahora podremos dedicarnos a la experimentación y el desarrollo legítimos, utilizando primero animales y después personas. ¿Te imaginas inyectarle unos cuantos centímetros cúbicos de respirocitos a una víctima de ahogamiento? ¿Y qué me dices de alguien que padezca una obstrucción pulmonar crónica y apenas sea capaz de subir un par de peldaños? Se curarán con respirocitos. El bien que vamos a hacer en el futuro será mil veces mayor que cualquier mal que hayamos hecho en el pasado. ¡Diez mil veces mayor! No necesitamos el tipo de experimentación que se precisaba para desarrollar los respirocitos tan rápido como querían nuestros patrocinadores chinos. Para serte sincero, hasta cierto punto ahora me arrepiento.

Pia fulminó a Berman con la mirada.

—¡Y una mierda! Sigues dispuesto a hacer lo que sea.

—Entiendo que no me creas, pero es verdad.

—Querías coger el camino más corto para salvarte a ti mismo.

—¿Qué quieres decir?

—Me hablaste de que tu madre padece Alzheimer. Los documentos que me diste hacen hincapié en esa enfermedad. Te aterra detectar síntomas de ella en ti y harás lo que sea para encontrar una cura.

—No está garantizado que vaya a padecerla, pero sí, tengo probabilidades. Tanto mi padre como mi madre la han padecido, y para mí fue trágico ver a mi padre marcharse como lo hizo. En cuanto a mi madre, está cada día peor. Además, soy portador del gen asociado con el mayor riesgo de desarrollarla, y eso significa que lo tengo doblemente complicado. Así que sí, estoy muy interesado en investigar el Alzheimer, y también las enfermedades infecciosas. ¿Tan malo es eso?

—De modo que lo admites. Pues claro que está mal, porque estás matando a gente para lograr tu objetivo.

—Diez individuos, como mucho, y eran delincuentes condenados a muerte, con fecha para ser ejecutados. Habrían muerto de todas maneras si nuestro programa no hubiera existido. No teníamos intención de matarlos, ese no era el objetivo. En realidad lo único que hicimos fue cambiar la fecha de su muerte.

Pia se había prometido que adoptaría un tono más conciliador con Berman si tenía otra oportunidad de hablar con él. Tenía que ceder, era consciente de ello, de lo contrario, ¿quién sabía lo que podía ocurrirle? Si no aceptaba los términos de Berman, no había posibilidad alguna de poder regresar a Estados Unidos. Incluso sabía que existía una fecha límite: la del maratón de los Campeonatos del Mundo de Atletismo. Pero cuando llegó el momento, no pudo contenerse. Se sorprendió diciendo cosas que sabía que no debía decir. Era una mala costumbre, por expresarlo con suavidad.

De repente se sintió físicamente exhausta, pero quería seguir caminando. Por lo que podía deducir, había pasado casi una semana desde que fue a ver a Berman a su casa. Le habían parecido diez años. Se preguntó si aquel hombre la llevaría de vuelta a casa si fingía acceder a sus demandas. Quizá pudiera prometerle que, cuando volvieran a estar en territorio norteamericano le concedería los favores físicos que él tanto había ansiado una vez; pero conociéndolo como lo conocía, lo dudaba mucho. Sabía que no podía hacer nada mientras la tuvieran encerrada allí.

—¿Cuánto tiempo más vas a tenerme así?

—¿Cuánto tiempo más vas a resistirte a lo inevitable?

—Puede que para siempre.

—Ya te he dicho que en ese caso las consecuencias serían desastrosas para ti.

—¿No podrías al menos encerrarme en una celda con un cuarto de baño de verdad? ¿O es que así es como vive tu madre, manchándose los pañales? Te gusta que las mujeres de tu vida se sientan humilladas, ¿es eso Berman?

Pia se puso en tensión, preparada para que el hombre la pegara. Pero él se limitó a dejar de caminar. Pia lo miró y su rostro era de fuego.

—Tienes suerte de resultar tan patética. Estoy seguro de que sabes que habría podido salirme con la mía respecto a ti si esa hubiera sido mi única intención. Lo cierto es que te estoy protegiendo de nuestros anfitriones y corriendo el riesgo, añadiría, de acabar con su paciencia. Sin embargo, eso no significa que tenga que protegerte para siempre. Vuelve a pensar en tu situación. ¿Qué vas a hacer, saltar ese muro?

Pia contempló el cercado que rodeaba el jardín. Era una valla imposiblemente alta, sobre todo teniendo en cuenta lo débil que estaba. No habría podido saltarla ni aunque Berman se lo hubiera permitido. Sabía que él tenía razón. Estaba atrapada y sin esperanzas de que la rescataran. La única persona que podría llegar a la conclusión de que la habían secuestrado era Paul, ¿y qué iba a hacer él, sobre todo teniendo en cuenta que no tenía forma de averiguar qué le había ocurrido?

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