Nano

Nano


4

Página 8 de 70

4

Nano, S. L., Boulder, Colorado

Domingo, 21 de abril de 2013, 14.45 h

A pesar de que no se había topado con ninguna dificultad durante la llegada y la descarga y de que todo había ido como la seda en la terminal del aeropuerto, la agradable sensación de tranquilidad de la que Berman había disfrutado durante el vuelo se había esfumado. Uno de los coches de Nano había llevado a los dignatarios a la sede de la empresa, donde fueron conducidos hasta su alojamiento. Los huéspedes involuntarios habían sido discretamente desembarcados del avión en un camión de catering y en aquellos momentos se encontraban asimismo en Nano, aunque en un entorno menos confortable que sus compatriotas. Berman apremió a su chófer para que lo dejara en su despacho lo antes posible. El acuerdo extraoficial que mantenía con las autoridades del aeropuerto le otorgaba fácil acceso a todas las áreas, de modo que pudieron salir directamente desde la pista a la carretera de circunvalación.

Zach se internó en las instalaciones de Nano por una modesta entrada para vehículos, seguido por la limusina de Whitney Jones. Una vez dentro del edificio, una puerta exterior se abrió a un pequeño vestíbulo donde dos vigilantes armados montaban guardia junto a otra entrada provista de un escáner de retina. Todos, Berman incluido, tuvieron que pasar por él para acceder al núcleo de las instalaciones.

Cuando el hombre entró en su oficina se encontró con que Mariel Spallek lo estaba esperando.

—¿Qué tal ha ido el vuelo? —preguntó ella.

—¿Quién es el tío que está con Pia? —contestó el presidente sin molestarse en responder la pregunta.

Mariel sabía que su jefe se centraría en aquella parte del correo electrónico que acababa de enviarle. No le hablaría de la situación de los cuatro nuevos sujetos, se olvidaría de informarle del resultado de las negociaciones, no le preguntaría por los progresos de las numerosas pruebas que estaban en marcha en los distintos sectores públicos y privados del complejo; lo único que le interesaría sería saberlo todo acerca de Pia y del joven que la había acompañado en su visita a Nano.

—Se llama George Wilson y es residente de radiología en la UCLA. Lo hemos comprobado y está limpio.

—¿Y qué está haciendo aquí?

Mariel vio que Berman intentaba tranquilizarse pero fracasaba estrepitosamente. Parecía un león enfurecido. Zach cogió unos cuantos informes de la mesa y fingió interesarse en ellos, pero en realidad su mirada saltaba de un extremo al otro de su escritorio. Las noticias sobre Wilson lo estaban volviendo loco, y una parte de ella disfrutaba con su tortura. Desconocía qué tipo de relación existía entre Pia y Wilson, pero se lo calló y dejó que Berman pensara lo peor.

—Me ha dicho que ha venido a pasar unos cuantos días con ella. Fueron compañeros de estudios en la facultad de medicina. Aparece en el informe de la investigación sobre Pia que encargamos antes de contratarla. Fueron amigos durante los cuatro años de carrera, aunque el alcance de dicha amistad no está claro. Lo que sí consta es que se vio involucrado en el incidente del secuestro.

—Sí, lo recuerdo. Era a él a quien se suponía que tenían que disparar.

—Así es —confirmó Mariel—. Sin duda parece un joven con suerte.

Berman alzó la vista y fulminó a Mariel con la mirada. ¿Acaso pretendía fastidiarlo? Sabía que ella estaba al corriente de su interés por Pia, y tenía aún más claro que su breve aventura con Spallek había sido un grave error. Se le había pegado como una lapa y le había costado librarse de ella a pesar de la diferencia jerárquica que los separaba en el trabajo. Mariel se sintió despechada, pero Berman estaba convencido de que ella esperaba que la pasión se reavivase y que volvería a su lado sin pensárselo dos veces.

A Zach le habría encantado poder despedir a Spallek para que su presencia no le recordara constantemente el error cometido, pero nadie sabía más que ella sobre el programa de nanotecnología médica de la empresa. Es más, la suma de sus conocimientos acerca de Berman y de Nano la convertía en una persona peligrosa para él, de modo que tenía que caminar sobre la cuerda floja. Quizá algún día saltara, pero todavía no había llegado el momento. Se preguntó por qué aquella mujer no podía comportarse con la misma madurez que Whitney Jones, que era consciente de que la relación profesional que los unía era demasiado importante para ponerla en peligro por algo tan frívolo como unos cuantos revolcones.

—¿Quieres ir a verla? —Mariel rompió así el incómodo silencio—. Cuando la he dejado, y de eso no hace mucho, estaba en el laboratorio con ese joven comprobando unos datos. Puede que siga allí.

—Y sus experimentos, ¿cómo van?

Berman seguía de cerca el trabajo de Pia y sus resultados lo tenían impresionado, cosa que no hacía sino aumentar su deseo. Era una mujer atractiva e inteligente, dos cualidades que a él le resultaban irresistibles, en especial cuando se combinaban en la misma persona.

—Al parecer bien. Por el momento no hemos tenido ninguna reacción de inmunidad. Pero todavía no han acabado.

—Está bien —dijo Berman tras ponerse en pie—. Tengo que hablar con ella sobre el tema del flagelo. Después de los progresos que ha hecho con lo de la biocompatibilidad es necesario que empiece a trabajar en el asunto para el que la contratamos.

—Desde luego —contestó ella mientras se hacía a un lado para dejar pasar a Berman.

Conocía la verdadera razón por la que su jefe deseaba ir al laboratorio de Pia y lo siguió a cierta distancia. Ansioso, Berman no tardó en dejarla atrás.

—Los hombres son siempre tan predecibles —masculló desesperada para sí.

Cuando entró en el laboratorio donde trabajaba Pia, Mariel se encontró a Zach de pie y solo en medio de la estancia, con una carpeta en la mano.

—Se ha ido —anunció él—. ¿Se puede saber qué significa esto?

Le entregó la carpeta. Spallek estaba perfectamente al corriente de los experimentos de Pia, pues había ayudado a diseñar los protocolos de la mayoría de ellos.

—Es un resumen actualizado de la evolución de las pruebas. Como podrás ver, todas las casillas que se refieren a reacciones inmunológicas están marcadas negativamente, lo cual resulta alentador. El nuevo diseño del microbívoro, en cuya superficie exterior hemos incorporado las moléculas de glicopolietileno, parece ser una genialidad. Está claro que Pia tenía razón. A partir de ahora creo que deberíamos emplearlo donde tú ya sabes.

Puede que Mariel no fuera la persona más fácil de tratar del mundo, pero era honrada hasta el extremo. Pia le caía mal no solo por su habitual actitud distante, sino también porque Berman se sentía atraído por la joven en lugar de por ella. También sabía que el rechazo de Pia hacia su jefe no hacía sino aumentar los ardores de este, que siempre deseaba lo que no podía conseguir. Aunque Pia era para ella un constante recordatorio de que Zach la había rechazado, era capaz de reconocer la valía y la inteligencia de su subordinada.

—Si los resultados positivos continúan, creo que podremos pensar en iniciar los primeros estudios de seguridad con mamíferos —señalo él.

Spallek estudió el rostro del hombre. Daba la sensación de que se hubiera olvidado de Pia durante un instante. Reconoció aquella expresión. Era la que mostraba siempre que daban un paso adelante hacia el objetivo que perseguían. Para ella, la mirada de Berman delataba algo más que simple expectación ante la promesa de un negocio sumamente lucrativo. Era casi de anhelo.

Ir a la siguiente página

Report Page