Nano

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A bordo de un Gulfstream G550,

a ochocientas millas de la costa de Irlanda

Sábado, 3 de agosto de 2013, 3.12 h

Media hora después haber despegado, Zachary Berman estaba todavía más borracho que antes de subir a bordo. Pia había desaparecido, ¿y qué demonios estaba haciendo Whitney Jones? ¿Se había enamorado de aquel sapo chino? ¡Después de todo lo que había hecho por ella era capaz de traicionarlo así! A pesar de haber conseguido el tan ansiado capital para financiarse, se sentía desconsolado. Sus respirocitos habían funcionado y los chinos habían conseguido su medalla de oro. Era muy probable que su atleta también ganara el maratón. Había visto cómo se realizaba la transferencia bancaria y tenía todo el dinero necesario para investigar, pero aquello era la definición perfecta de una victoria pírrica. El precio personal que había tenido que pagar era enorme. La vergüenza y la humillación eran insoportables. Se vengaría de algún modo, en algún momento.

Pia era demasiado para él. Era dura de pelar y no se podía confiar en ella. Nunca se rendiría ante él. Trabajaría incansablemente para destruirlo. Aquel cabrón de Jimmy Yan le había dicho todas aquellas cosas, pero Berman sabía que Jimmy no la conocía de verdad. Pia cedería, no le cabía la menor duda. Si Yan le hubiera concedido el tiempo que le había prometido, ella habría cambiado de parecer y se habría convertido en una lugarteniente tan valiosa y digna de confianza como Whitney o Mariel, él lo sabía. Al pensar en Jones se echó a reír estrepitosamente.

—¡Mira cómo ha acabado todo! —exclamó en voz alta, pero no había nadie en el fondo del avión para contestarle.

Aquellos fueron los pensamientos que ocuparon la mente de Berman mientras el avión volaba rumbo a casa.

La primera señal de que algo no marchaba bien en el vuelo de Zachary llegó cuando el copiloto no envió el informe previsto a las cuatro de la mañana. La torre de control de Irlanda que había estado siguiendo el reactor no pudo contactar con él, y cuando las autoridades de Terranova, en Canadá, informaron de que ellos tampoco podían establecer comunicación con el aparato, saltó la alarma. La fuerza de la explosión que hizo estallar la aeronave fue tal que resultó imposible encontrar el menor rastro identificable del Gulfstream de Zachary Berman en las frías y profundas aguas del Atlántico Norte.

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