Mortal

Mortal


Capítulo 5

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Capítulo 5

Zapeo cerebral

Kara no quería ser croqueta de ningún perro del demonio. Le gustaba cómo la sujetaba el extraño cuando corrían por la calle, aunque se sentía un poco electrizante. Era rápido, muy rápido, con súper fuerza. ¡Tenía que ser un ángel! No había ninguna otra explicación, salvo que él fuera medio hermano de Superman. La iba jalando como a una muñeca, como si ella no pesara nada en absoluto.

Sus pies iban volando por encima de la acera y sólo tocaban tierra firme cada pocos segundos. Era lo más parecido a volar, algo que jamás había experimentado. De pronto volteó a ver sobre su hombro.

Los demonios de Sabueso corrían como lobos grises gigantescos, pero con esteroides. Ella no estaba segura de que la súper velocidad del extraño fuera lo suficientemente rápida. Los demonios hacían que su piel se erizara, y no faltaba mucho para que los alcanzaran.

“Detrás…de…nosotros… demonios", dijo Kara tratando de inhalar. "¡Debes ir… más rápido!"

De repente, el extraño giró a Kara, y en el mismo movimiento propulsó su cuerpo hacia adelante y lanzó su espada con el otro brazo. El arma rebanó el aire como una bala y perforó la cabeza de la criatura más cercana con un ruido sordo. La bestia tropezó y cayó emitiendo un aullido ensordecedor. Kara cubrió sus oídos con sus manos mientras el demonio sabueso convulsionaba y temblaba, su piel chisporroteaba y estallaba como aceite en una sartén con agua. A los pocos segundos ya no había nada más que un pequeño montón de cenizas negras en la nieve blanca.

Kara buscó entre la oscuridad para ver si estaban las otras criaturas. Algo se movió en la calle, entre dos edificios, pero cuando parpadeó ya había desaparecido.

"¿Adónde fueron los otros dos? Estaban justo ahí", dijo Kara.

"No sé, pero no deben estar lejos. Probablemente nos estén mirando ahora mismo, esperando que cometamos un error".

Kara inspeccionó los restos. "¿Está muerto? A mí me parece bastante muerto".

"Por el momento, su espíritu está en el inframundo, donde pertenece", contestó el extraño.

Inspeccionó el suelo cerca de la bestia muerta, tomó su espada de plata, la limpió en sus pantalones vaqueros y la guardó dentro de su chaqueta.

"No podemos quedarnos por aquí, es demasiado peligroso. Tengo que llegar a la casa segura donde los demonios no serán capaces de sentirnos".

Kara movió las cenizas con su bota. "¿Qué son estas cosas? Hace un minuto eran sólidos y ahora sólo queda polvo, como un extraño fenómeno de combustión espontánea”.

"Los demonios sabuesos son cazadores y guardianes del inframundo. Son expertos perseguidores

y asesinos. Piensa en ellos como perros policía, sólo que más grandes y un millón de veces más malos, y su misión es matarte. Alguien los envió tras nosotros".

El desconocido sujetó su mano y la energía eléctrica la sacudió otra vez.

"Encontraron nuestro rastro, y una vez que lo localizan, no hay nada que hacer. Nos podrían cazar para siempre. No se detendrán hasta que te destruyan, y luego vendrán más. Tenemos que salir de aquí, no es seguro para ti".

Justo en ese momento, una furiosa manada de demonios sabueso gigantes se arrastró desde las sombras y avanzó lentamente hacia ellos. Los perros gruñían y levantaban su nariz en el aire, oliendo su rastro. Kara sentía como si un millón de hormigas estuvieran subiendo por su espina dorsal, y su corazón hacía eco en sus oídos.

"No lograré librarme de ellos nunca, ¿cierto? ¿Me encontrarán siempre, sin importar a dónde vaya?" Ella sabía que era cierto.

"Eres como un imán de demonios", dijo el extraño David, mirándola rápidamente. "Siempre lo has sido, pero esto es raro porque nunca he visto tantos a la vez. Generalmente envían un par, no una manada. No puedo luchar contra todos ellos. Tendremos que huir”.

Los perros aullaron y atacaron.

"A menos que quieras convertirte en una nueva marca de comida para perros, ¡tenemos que correr!"

Él tiró de Kara y corrió hasta que sus piernas se sintieron en llamas y como bloques de hormigón.

Cada respiración era como tragarse una bocanada de cuchillas de afeitar. Su garganta estaba al rojo vivo, no podía seguir adelante. El chico que se llamaba David ni siquiera sudaba, tal vez los ángeles no necesitaban transpirar. Esperaba que necesitara agua y descanso en algún momento. ¿A qué distancia estaría la casa segura?

El mal olor de los demonios sabueso había quemado las fosas nasales de Kara. Tragó nuevamente la bilis de su garganta y trató de respirar a través de su boca, pero el aire frío le quemaba la garganta. Corrieron por otra oscura calle, doblaron una esquina donde altos faroles iluminaban la oscuridad como estrellas brillantes, y Kara finalmente pudo ver por dónde iban. A este individuo David no parecía importarle la oscuridad. ¿Podían los ángeles ver en la oscuridad? Kara se estremeció con un sudor frío. Si no entraba en calor pronto, se enfermaría o incluso moriría de agotamiento.

Los aullidos salvajes y los chirridos de las uñas de las bestias arrastrándose por la calle se escuchaban tan cercanas que Kara casi podía sentir su aliento fétido en la parte posterior de su cuello.

Si no conseguían ponerse a salvo pronto, serían chow mien para perros.

Un signo verde cubierto de nieve leía: Calle Saint-Marc. La calle estaba cubierta de nieve, y las tiendas a ambos lados estaban oscuras y cerradas. Todos a excepción de una. Corrieron hacia la suave luz amarilla que emanaba de una tienda entre la Pizzería Mario, Todo lo que Puedas Comer y la

Panadería Bill el Solo un Ojo. Tambaleándose hacia adelante, Kara dio vuelta y su corazón se detuvo.

Los demonios sabueso estaban a unos pocos pies de distancia, su pútrido aliento caliente le daba nausea. Perdió su equilibrio y se tropezó. En un instante, el extraño sujetó su chaqueta y la levantó justo cuando una garra gigante pasaba a milímetros de su cara, ella podía oler su hedor a carne podrida.

El extraño empujó a Kara para protegerla con su cuerpo.

Él se dio vuelta para hacer frente a los demonios.

Bateó al primero de ellos entre los ojos con un poderoso golpe, y la bestia cayó al lado, sólo para ser reemplazado por otro más grande. Sus colmillos afilados se dirigieron hacia su rostro y los tentáculos de su cabeza arremetieron contra él como un nido de serpientes hambrientas. Gritó, y cuando sacó la púa del tentáculo de su cuello, se le escapó un rayo de luz brillante por la herida de su piel.

Kara estaba asustada. Oyó un gruñido y se volvió para descubrir filas de puntiagudos dientes que brillaban en la oscuridad como las fauces de un gran tiburón blanco. Un par de ojos rojos la veían con odio, Kara estaba viendo a su propia muerte. Instintivamente lo pateó y logró crujirle la cabeza con su bota.

La criatura aulló y saltó dirigiéndose a su garganta.

La puerta de la Librería Antigua de Jim se abrió de repente.

El Sr. Patterson salió furiosamente por la calle cargando dos brillantes bolas de cristal del tamaño de melones y las lanzó con fuerza hacia los perros del demonio, una tras otra, como un lanzador de béisbol. El desconocido tiró a Kara al suelo, y los cristales pasaron a pocas pulgadas de sus cabezas.

La tierra tembló. Truenos y relámpagos retumbaron encima de sus cabezas, y una intensa luz blanca iluminó la calle. Los cuerpos de los perros demonio ardieron en fuego blanco. Las criaturas se rasgaban su propia piel, aullando, y luego se disolvieron entre el fuego. A excepción de las pilas de cenizas sobre la nieve blanca, la calle estaba desierta. Los perros habían sido destruidos.

Kara se puso de pie sobre un par de piernas muy temblorosas, asombrada de que aún podía pararse. Su garganta se le quemaba con cada respiración, y se atragantaba y tosía mientras luchaba por respirar. Se limpió su cara mojada con la manga de su chaqueta.

"¡Criaturas inmundas! ¿Cómo se atreven a aparecerse en mi calle? ¡Regresen al inframundo!", escupió el Sr. Patterson.

Caminó alrededor de la calle, levantando la nieve mientras se movía.

“Y no piensen en volver nunca, ¿me oyeron? Se los estoy advirtiendo, ¡mantengan a sus perros con correa! ¡La luz siempre prevalecerá! ¡La oscuridad nunca conquistará la luz!"

Kara no tenía idea a quién le despotricaba ahí, en medio de la calle con sus bermudas verdes y camisa hawaiana.

El Sr. Patterson dio vuelta y se dirigió a Kara y en al extraño.

"¡Ah! ¡Finalmente, están aquí! Llegan media hora tarde, estaba empezando a preocuparme. Este es un sucio asunto este de enviarnos a los demonios sabueso a la calle, a mi calle. Vendrán días oscuros, lo sé… lo he visto. No debemos retrasarnos, hay peores cosas que los demonios sabueso esta noche.

Entremos rápidamente".

Él se contoneó delante de ellos a prisa, murmurando para sí mismo y luego desapareció por la puerta de su tienda.

"¿Sr. Patterson?" Kara vio a su jefe desaparecer detrás de la puerta. Se puso tensa, un escalofrío recorrió la parte posterior de su cuello. El desconocido la estaba mirando como si fuera una especie de experimento que había salido mal.

“Entonces… ¿esta es tu casa segura? ¿De veras? ¡Yo trabajo aquí!"

"Vamos", dijo el extraño. "Te explicaremos todo en el interior."

Antes de que ella pudiera argumentar que ella no iba a moverse hasta que él mismo le explicara todo, el chico se dio vuelta y abrió la puerta. La curiosidad y el temor de que más demonios sabueso la atraparan vencieron su voluntad. A medida que caminó a través de la entrada, pudo oír voces en el interior. El carillón de viento cantó débilmente desde arriba de la puerta delantera cuando la empujó.

La Librería del Viejo Jim estaba en su estado habitual de amontonamiento. El aire olía a una mezcla de pegamento viejo y moho, y la única bombilla existente parpadeaba, colgada de un alambre flojo desde el centro de la tienda, iluminado las partículas de polvo como copos de nieve miniatura.

Pilas de libros se retorcían y tambaleaban peligrosamente en filas que llegaban casi hasta el techo.

El Sr. Patterson estaba parado detrás de una vitrina en la parte derecha de la tienda, puliendo frenéticamente una bola de cristal como si estuviera manchada y no pudiera quitarle la suciedad sin importar lo mucho que tallara.

Un movimiento en la parte trasera de la tienda llamó la atención de Kara. Una chica de su edad surgió detrás de una estantería. Parecía un hada de combate, con rasgos afilados y un corto corte de pelo pixie color púrpura. Llevaba una chaqueta estilo bombardero púrpura, pantalón tipo cargo color negro y botas púrpuras.

Un chico tímido, de aspecto nerd y con gafas, caminaba detrás de ella. Se movía con nerviosismo y observaba toda la tienda con gran interés. Estaba vestido con la misma ropa negra estilo militar y como complemento llevaba una camiseta verde que decía: ¡Los Nerds son lo Máximo! Su piel despedía un resplandor sutil, al igual que el extraño.

La chica se acercó saltando hacia Kara. "Así que, ¿cómo se siente? ¿Estás llena de desagradables emociones mortales? ¿Estás toda aturdida? ¿Sientes ganas de llorar todo el tiempo? Dios, echo de menos un buen llanto. ¿Es diferente a cuando estás en un traje M? Apuesto que sí".

La muchacha sonreía, sus grandes ojos verdes brillaban como esmeraldas gigantes. Kara se alejó de la chica.

"Tú eres un ángel también, ¿cierto? Igual que él", dijo, señalando al chico con un dedo

tembloroso.

El ambiente dentro de la tienda estaba calentito, pero de alguna manera ella todavía estaba temblando. Envolvió sus brazos sobre sí misma y pensó, ¿por qué había ángeles en la librería del Sr.

Patterson?

Observó como la chica y el extraño que se hacía llama David intercambiaron una mirada de preocupación.

"Ella no recuerda nada", les dijo. "No funcionó".

Su rostro estaba confundido, y continuó mirando a Kara como si pudiera caerse a pedazos en cualquier momento. Sentía como si hubiera entrado en el momento en el que se llevaba a cabo una conversación privada, todos sabían cuál era el tema en cuestión, excepto ella. Eso la fastidiaba un poco.

“Pero nos dijeron que funcionaría", dijo el muchacho de las gafas. "Esto no tiene sentido, los oráculos generalmente no se equivocan en nada".

La chica examinó a Kara más de cerca. "¿Nada?, ¿de veras?, ¿no sabes quién soy yo?" preguntó, y entonces ella bajó su voz, como si de alguna manera eso le ayudaría a recordar. "Soy yo... Jenny, tu amigucha. Fui la primera AG en saludarte en tu primer día en la DCD. ¿No recuerdas?"

Kara sacudió la cabeza. "Nunca… te… he… visto… antes… en… mi… vida”, respondió.

Kara tenía tanto frio que los dientes le castañeteaban. Su nariz comenzó a gotear, y deseaba tener un Kleenex a la mano.

"Oh cielos", dijo el Sr. Patterson.

Colocó su bola de cristal suavemente debajo de su mostrador y caminó hacia ellos. Sus pies descalzos golpeaban los pisos de madera, y sus enormes pies embarraban la capa superior de suciedad. "Ahora sí que estamos en un lio tremendo".

"¿Tú crees? Ustedes los oráculos nos dijeron que funcionaría. Obviamente, no funcionó". David, el extraño chico, caminó alrededor de la habitación y golpeó la estantería más cercana, lanzado toda una sección de libros al suelo.

El Sr. Patterson ignoró la rabieta del chico y tomó las manos de Kara entre las suyas. Sus cejas se dispararon hacia arriba. "Querida, ¡tus manos son frías como el hielo!"

"Perdí mis guantes", dijo Kara malhumorada. "Mi mamá los tejió para mí". Se le hizo un nudo en la garganta y sus ojos comenzaron a arderle.

Ella se recriminaba a sí misma el haberse olvidado de su mamá. Todavía necesitaba sus medicamentos, tenía que salir de aquí. Se obligó a sí misma a no pensar en eso, porque no quería llorar delante de estos extraños.

El Sr. Patterson sonrió amablemente. "Bien, déjame hacerte una taza de chocolate caliente. Y si no me equivoco, creo que aquí has dejado un par de guantes. Dame sólo un segundo querida".

"Eso me agradaría, gracias", dijo Kara.

El Sr. Patterson desapareció detrás de su mostrador, maniobró el microondas por unos momentos y regresó con una taza de chocolate caliente y un par de guantes de lana gris con negro. Kara envolvió sus rígidos dedos alrededor de la taza caliente y tomó un sorbo. El chocolate caliente le calentaba su garganta, calmándola, y le devolvía un poco de vida.

"Entonces, esa cosa del encanto de la memoria no funcionó, ¿verdad?”, dijo Jenny mirándola con preocupación. "Eso sí que es un verdadero problema. Dijeron que sólo podían hacerlo una vez, así que ¿qué vamos a hacer ahora? Ariel nos dijo que Kara era la única que haría el trabajo como una mortal, entonces no es como que alguno de nosotros pudiera hacerlo".

"Es mucho peor que eso," dijo el extraño de nombre David airadamente. "De alguna manera, ella está atrayendo a más demonios que antes. Esa jauría de demonios sabueso casi termina con nosotros.

Lo que los oráculos le hicieron la marcó como un objetivo fácil. Es como si tuviera un letrero en la frente que dice: alma gratis para los demonios, vengan y tráguenme". Se volteó hacia el Sr. Patterson y su expresión se oscureció.

El Sr. Patterson frunció el ceño y sus ojos desaparecieron dentro de sus arrugas. "Oh, cielos, me temo que no habíamos pensado en eso. Si tienes razón, entonces ella está contaminada en más de una forma. Su verdadero ser está expuesto".

“¿Expuesto?” Kara miraba la escena desplegarse como una miniserie en la televisión, ¡con la excepción de que esta era su vida!

"Como un guardián sin su traje M”, dijo el Sr. Patterson con mucha seriedad.

La boca de Jenny se abrió de par en par. “Como un pollo sin pellejo, eso sí que apesta”.

David, el extraño, tiró de su cabello. "¡No debí dejarlos hacer esto nunca! ¡Debería haber sabido que no funcionaría! La Legión siempre la ha utilizado a su ventaja, y ahora ella está…""

“¿Qué?", dijo Kara,"¿... muerta? "

Ella miraba fijamente al chico, desafiándolo para que dijera lo que pensaba. Abrió su boca, pero no salió ninguna palabra, y luego vio a lo lejos. Algo sobre su expresión la ponía incómoda. ¿Podría haber algo de verdad en lo que estaba diciendo?

"¡Que problema!”. El chico nerd con los lentes se frotó la frente. "¿Cómo va a completar su misión así como esta? Ni siquiera sabe quiénes somos. Debemos dirigimos a la DCD e informar a Ariel. Quiero decir, estamos atorados, ¿o no? No podemos avanzar con la misión ahora, no con ella así como está”.

"Esto realmente apesta”. Jenny se echó en una silla y cruzó los brazos sobre su pecho.

"Sr. Patterson", dijo Kara acercándose al grupo. "¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Usted conoce a esta gente?"

Quería decir ángeles, pero ella se sentía que sonaría demasiado extraño.

El Sr. Patterson suspiró. "Sí, querida, los conozco. Y tú también, pero no lo recuerdas".

“Pero no los conozco”. Kara sacudió la cabeza e hizo su mejor intento para ocultar su molestia.

"Nunca los he visto antes. Creo que podría recordarlos si así fuera porque… ¡brillan en la oscuridad!"

"¿Ya ven? ¿Qué hacemos ahora?", gritó David el extraño, antes de que Kara pudiera hacer otra pregunta.

"¡Estamos acabados! No hay manera de que podamos llegar a la bruja ahora. Aceptémoslo, la misión está perdida. Estamos acabados".

Kara frunció el ceño mientras repetía la palabra bruja en su mente. ¿De qué estaban hablando?

"No es tan malo como parece. Preveíamos ciertos defectos en el procedimiento", dijo el Sr.

Patterson girando su barba blanca entre sus dedos. Guardó silencio por un momento y luego dijo,

"Creo que ella solo necesita un pequeño empujón para que vuelvan sus recuerdos, pero debemos avanzar rápidamente antes de la proyección se desvanezca totalmente”.

David el extraño se quedó inmóvil. "¿Qué clase de empujón? Más te vale no equivocarte otra vez.

Me temo que podría ponerme un poco loco en tu tienda".

Con un cierto cojeo, el Sr. Patterson corrió por detrás de su mostrador, deslizó la puerta para abrirla y tomó la más grande de sus bolas de cristal. Cuando la sostuvo hacia arriba, ésta brilló en la luz como una luna en miniatura. Sonrió como un colegial. "Necesitamos echar a andar su cerebro".

La boca de Kara se abrió de pronto. "¿Qué es lo que quiere hacerle a mi cerebro?"

Repentinamente, el Sr. Patterson se veía muy parecido a un Dr. Frankenstein en miniatura. Tenía una mirada de científico loco.

"No creo que quiera hacer algo con mi cerebro", continuó, "me gusta mi cerebro así como está, gracias”.

El pequeño anciano se le acercó con rapidez, acunando su bola de cristal como a un niño recién nacido. "No te dolerá, querida, te lo prometo". Sus ojos se hicieron enormes. "Bueno, la verdad es que… podría arder un poquitín…"

"¿Traerá de vuelta sus recuerdos?", interrumpió David el extraño, "¿Estás seguro de que va a funcionar? ¿Estás cien por ciento seguro, anciano?

"Pues, tendremos que esperarnos para ver el resultado, ¿no es así? Pero creo que es la cantidad justa de propulsión de cristal que se necesita. Un pequeño ZAP nada más, pero hay que apresurarse.

El Sr. Patterson midió a Kara. “Casi ya no puedo ver su proyección, está desvaneciéndose.

¡Rápido!”.

Kara frunció el ceño. “¡HEY! Estoy aquí, ¿SABEN? Y no quiero que nadie le haga nada a mi cerebro. ¿Me oyen?"

El Sr. Patterson ignoró a Kara y miró a Jenny. "Penny, ¿puedes traer esa silla aquí, por favor?"

Jenny sacudió la cabeza y se encogió de hombros. "Penny era nuestro perro, Señor Patterson".

Ella saltó y empujó su silla hacia Kara. "Siéntate", ordenó con una sonrisa enorme. "Se una buena chica”.

Kara no se movió. "Esperen un segundo, nada de esto hace sentido…"

David el extraño se acercó y tomó la mano de Kara. Ella se aguantó la descarga eléctrica que pulsó a través de su palma una vez más.

"Confía en mí, Kara, necesitas hacer esto. Todo te hará sentido muy pronto, lo prometo. La Kara que yo conozco querría hacerlo. Querría recordar… querría terminar la misión".

Kara frunció sus labios. Ella estaba en una habitación llena de ángeles y una copia del Dr.

Frankenstein estaba a punto de freír su cerebro. No era gran cosa. Y para colmarla, los demonios estaban tratando de matarla mientras su madre agonizaba de un virus incurable. ¿Qué podría ser peor? No podía sacudirse la sensación de que el extraño, David, estaba diciendo la verdad. De alguna manera confiaba en él. Un poco contra su voluntad, se dejó caer en la silla y se encogió de hombros.

“Y ahora ¿qué?"

"Sostén esto en tus manos". El Sr. Patterson entregó la bola de cristal a Kara. "Puede sentirse caliente y puede que te dé un shock, pero pase lo que pase... no la dejes caer", dijo. "Sería muy malo que lo hicieras, ¡para todos!", concluyó, y soltó la esfera Levantó sus brazos dramáticamente y saltó hacia atrás.

Kara quiso contestar que ella no estaba pensando en tirarla, pero en cuanto sus manos tocaron el cristal su cuerpo se puso rígido y una serie de imágenes destellaron en su mente. Era como si de pronto una televisión se hubiese encendido dentro de su cabeza. Se vio luchando contra demonios deformes con ojos rojos que brillaban intensamente, luego saltaba a una piscina de agua salada y vio cómo su cuerpo brillaba y se disolvía en partículas minúsculas, y después se vio atada a una silla mientras un hombre mecánico drenaba su sangre.

Las imágenes cambiaron otra vez, y se vio luchando contra un grupo de desagradables hombres calvos con ojos tatuados en la parte posterior de su cabeza. Ella quería gritar, las imágenes cambiaban mientras su cuerpo relampagueaba con electricidad hasta que toda ella ardió en fuego dorado.

Sujetó sus manos firmemente alrededor del cristal mientras una ola de energía fresca la inundaba y sacudía sus piernas. El cristal de repente se sintió muy pesado en sus manos y éstas empezaron a sudar. La esfera se estaba deslizado de entre sus dedos y se esforzó en sujetarla con fuerza. Las imágenes brillaban dentro de su mente con más rapidez, hasta que sintió que podría enloquecer... y luego silencio.

Las últimas imágenes vacilaron y desaparecieron. Kara parpadeó, el sudor goteaba sobre su espalda y su corazón latía como si hubiese corrido un maratón. Rodó suavemente la bola de cristal entre sus húmedas manos.

Ella recordó. ¡Lo recordaba todo!

Kara se levantó y reconoció el rostro del extraño. Él había estado diciendo la verdad todo este tiempo.

"David, lo siento".

David brillaba de júbilo. "¡Bienvenida!"

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