Mortal

Mortal


Capítulo 14

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Capítulo 14

Ciudad de Nueva York, Estación del Metro

Las calles de Nueva York estaban justo como Kara las recordaba. Edificios gigantes de piedra y cristal la rodeaban a ambos lados. Masas de gente entraban y salían de las tiendas, absortos en sus rutinas diarias. Había estado aquí una vez, buscando a la desaparecida agente de campo Catherine, en su primera misión con el equipo de la DCD. Sólo que esta vez, ella estaba sola.

Había dejado a sus amigos al pie del acantilado y les había visto desaparecer en el frio océano.

Confiaba en que Curación Exprés les restaurara la salud. David había sujetado su mano suavemente y trató de convencerla de que no era su culpa, pero ella no podía sacudir la sensación de que debería haber ido a la cueva sola.

Si no recuperaban el alma de Peter, su muerte recaería en ella. Lo único bueno de todo eso era que había encontrado la mochila en medio de uno de los pasillos de la cueva, como si hubiera estado esperando por ella. Tal vez la magia de Olga la había mantenido segura para ella.

Mientras Kara estaba parada en la esquina de la calle 59 y la Avenida Lexington, se preguntó si Ariel y la Legión sabían que la vieja bruja no podía salir de la Cueva de las Sombras. ¿Tenía Ariel conocimiento de que los poderes elementales de Kara podrían resurgir en su cuerpo mortal, lo suficientemente fuertes como para vencer al brujo? Primero tendría que encontrar al hombre llamado Gedeón. Ella imaginó que los túneles bajo la ciudad a los que se refería Olga tenían que ser el sistema del metro, pero una vez que ella llegó allí, no supo qué hacer.

El sistema del metro de Nueva York era gigantesco... y el tiempo se le estaba acabando. Ella había perdido ya diez horas en un vuelo y ya era veintiuno de diciembre.

Sufriendo de jet-lag y adolorida, Kara tenía sólo unas pocas horas para encontrar la Aguja de Cleopatra y destruir al brujo oscuro antes del solsticio de invierno. No había presión, todo era sencillísimo… claro. El sólo pensar en ello la hacía sentirse enferma. Sujetó el colgante con su mano.

¿Cómo iba a hacerlo?

Kara siguió la línea de gente que fluía por la entrada del metro de la calle 59. Después de estudiar el mapa, vio que el tren N la llevaría a la calle 42, pero ¿cómo encontraría ella a Gedeón? ¿En qué túnel estaría él? No tenía tiempo de recorrer todo el sistema del metro de Nueva York.

Kara caminó a lo largo de los pisos de concreto salpicados de manchas de chicle y respiró el terrible olor de humo de cigarrillo y cloro. La única fuente de luz provenía de las largas barras de luz de neón que titilaban y zumbaban mientras ella pasaba por debajo y que estaban a todo lo largo de la estación. Excepto por algunos grafitis colocados cerca de la entrada, las paredes estaban cubiertas

por ladrillos beige. Siguió las indicaciones de Downtown y Brooklyn.

Observó su reloj: 12:35.

Ríos de personas se vertían a través de las otras entradas.

Y entonces los vio. Runas verdes brillantes cubrían la mayor parte de sus caras, y al igual que la de su madre y Sabrina, su piel tenía un pastoso color gris, y sus ojos estaban tristes y sin vida. Como robots, se mezclaban a través de la multitud, sin saber que habían sido marcados por un brujo oscuro.

Pronto estarían muy enfermos, morirían y perderían sus almas.

Apretó sus puños y corrió a través de la multitud. Se le acababa el tiempo.

"Gedeón, ¿dónde estás?", susurró.

El colgante rozó su piel. Se detuvo, se lo quitó y pasó sus dedos sobre los símbolos. La piedra se sentía caliente en su mano y podía percibir un pulso rítmico, casi como una vibración. Las runas brillaban con luz amarilla y el colgante se elevó de su mano y flotó en el aire como un globo anclado. Tensando la cuerda, tiró hacia el oeste, dirigiéndola como si fuese una brújula flotante.

Ella lo envolvió con su mano y tiró de él hacia abajo, pero el colgante se elevó otra vez, como uno de esos jabones con lazo flotando en el agua de la bañera.

"¿Sabes dónde está Gedeón?" preguntó al colgante, sintiéndose un poco tonta, pero creyó que de veras sabía dónde estaba. La cadena la tiró hacia el oeste otra vez y Kara dejó que el colgante la dirigiera, escondiéndolo entre las manos para evitar las miradas curiosas que estaba recibiendo de los transeúntes.

El colgante le tiró hacia la señal del tren de N, a Downtown y Brooklyn.

De pronto, una tras otra, las luces de neón comenzaron a explotar. Kara y decenas de personas se bañaron en fragmentos de vidrio. Ella corrió y se pegó contra la pared opuesta, sacudiéndose diminutos fragmentos de vidrio del cabello. La gente gritaba, corriendo para protegerse.

Y luego se apagaron todas las luces.

Kara y los otros se quedaron en completa oscuridad. ¿Estaba su poder o el del colgante causando esto?

Y entonces, justo antes de que empezara a asustarse, las luces se encendieron de nuevo.

Kara oró que siguieran encendidas. Con su colgante aun dirigiéndola, respiró profundamente y caminó hacia las taquillas. Las luces oscilaban por encima de ella, pero se quedaron encendidas.

Evadía la multitud y corría alrededor de ella, tratando de evitarlos a todos como mejor podía mientras el colgante la seguía jalando.

Kara alcanzó las taquillas justo a tiempo para recordar que no traía dinero y se detuvo de golpe.

La gente se vertía a través de los torniquetes. Miró por un momento y luego se arrojó entre un gran hombre calvo con un abrigo gris y una mujer de mediana edad cargando con más bolsas de las que podía llevar y se deslizó a través de la barrera fácilmente.

Pero no lo suficientemente rápido.

"¡OYE TU!", gritó el taquillero a través de su jaula de cristal. "Necesitas pagar, o voy a llamar a la policía", agregó golpeando el vidrio con sus puños. "¡Regresa aquí!"

Kara apretó las correas de su mochila y corrió. Salió disparada por las escaleras a la primera plataforma y vio hacia atrás de reojo, no había nadie persiguiéndola. Ella se relajó un poco y miró a su alrededor. Además del desagradable olor a basura y orín, el metro parecía normal. Era enorme, con tres plataformas de concreto separadas por las vías del metro.

Las masas de gente estaban a la espera de sus trenes y más de la mitad brillaban con las runas verdes del brujo. Nadie parecía verla, y creía ser la única persona que podía ver la marca del brujo.

Le dolía verlos.

El colgante la guio hacia la izquierda de la plataforma. Kara obedeció al amuleto y continuó por esa dirección. Alcanzó el final de la plataforma, donde comenzaba el túnel, y el colgante aun la tiraba.

Parecía querer que entrara en el túnel del metro. Recordó haber leído acerca de personas que vivían bajo el sistema de metro, en viejos túneles abandonados. ¿Tal vez Gedeón era una de esas personas?

Kara se sujetó de la pared y se asomó a las profundidades del túnel. Podía ver cómo se curvaba y luego desaparecía en las sombras. El viento rozó contra su mejilla y la plataforma vibró ligeramente.

Kara se volvió y vio una pequeña luz brillante al final del túnel que se iba haciendo más grande cada segundo. No quería deslizarse y caer en la ruta del tren accidentalmente y no tenía tiempo para saltar, así que se alejó del borde. El tren chilló al pasar frente a ella y luego se detuvo. Su ropa se agitó en la fuerte ráfaga de viento.

“¡ES ELLA! ¡ATRÁPENLA!"

Kara giró, tres hombres en uniforme y con walkie-talkies corrian hacia ella, apuntándole. Sus caras se retorcían con furia.

Les dio la espalda y se puso a silbar causalmente, y en el último momento saltó al tren de espera.

Las puertas se cerraron y comenzó a caminar. Los hombres de uniforme golpearon el vidrio con sus puños, pero era demasiado tarde. Kara vio sus caras enojadas desaparecen entre el gentío cuando el tren se alejó de la plataforma. Suspirando ruidosamente, se desplomó sobre un asiento vacío. Y

ahora… ¿qué?

Como para responderle, su cabeza comenzó a pulsar otra vez, y el dolor iba empeorando cada segundo. Se sentía débil, como si tuviera los primeros signos de un resfriado. Presionando su nariz contra el vidrio, se esforzó para ver a través de los túneles oscuros. No había señal alguna de un anciano en ningún lugar. Esto era una locura, tendría que bajarse en la siguiente parada y deslizarse entre los túneles para buscarlo. Era la única manera.

El vagón estaba lleno de gente joven y vieja y las runas verde brillante del brujo oscuro estaban por todas partes. Una repentina sensación de maldad le invadió, sólo que esta vez fue más fuerte, como si la amenaza estuviera más cercana. Las pulsaciones del colgante aumentaron, flotó en el aire por un momento, y luego cayó contra su pecho.

Se apagaron las luces.

El tren se detuvo con un repentino tirón, como si hubiera golpeado una pared de ladrillos. Las personas y sus pertenencias rodaron al suelo, Kara se sujetó del poste del metal justo cuando el tren finalmente logró detenerse. La gente gritaba y las luces de emergencia se encendieron, bañando todo de un color rojo sangre.

La visión de Kara se ajustó a la penumbra, y pudo distinguir el túnel en la oscuridad. Estaban enterrados profundamente en algún lugar del sistema del metro y los coches delanteros estaban torcidos y se habían salido del carril. Kara sentía una gigantesca protuberancia elevándose en el lado de su cabeza. ¿Habrían chocado contra algo?

Un hombre de mediana edad empezó a maldecir a gritos algo sobre perderse una importante cita de negocios.

¡BOOM!

El techo metálico del coche se derrumbó, como si una roca gigante hubiese aterrizado en él.

Ella sacó su espada y esperó.

El tren se sacudió mientras se escuchaba una serie de golpes y crujidos que llegaban del techo, como si estuviera lloviendo piedras. Kara cubrió sus oídos cuando un espeluznante y penetrante chillido sobresalió sobre los gritos frenéticos de la gente dentro del tren. El tren se sacudió como un barco en una tormenta y la gente aterrorizada abandonó todas sus pertenencias para correr más allá de Kara y llegar al siguiente vagón. Al intentar seguirlas, su cuerpo jaloneó hacia atrás. Su abrigo se había quedado atrapado entre los asientos.

"Esto no puede estar ocurriendo, no ahora". Aun luchaba por liberar su chaqueta cuando la parte posterior del vagón fue arrancada por alguna extraña fuerza y se abrió de par en par. Se agachó justo a tiempo para evitar que unos afilados trozos de metal le volaran la cabeza.

Una rata del tamaño de un mastín inglés se arrastró dentro del vagón, su pelo negro brillaba con las runas verdes que se movían alrededor de su cuerpo. Sus brillantes ojos rojos se fijaron en ella y gruñó, revelando cuatro incisivos enormes que se parecían más a los de un tigre diente de sable que a los de una rata. Una gruesa cola negra temblaba nerviosamente detrás de ella.

Se sentó por un momento y abrió sus grandes fauces. "Que bien que nos encontramos de nuevo, elemental”. Su voz sonaba como a ruido blanco en una vieja estación de radio, y Kara supo enseguida que la rata era sólo un vocero de alguien más.

Un líquido gelatinoso verde empezó a gotear por las esquinas de su mandíbula mientras continuó:

"La bruja pensó que ella podría esconderse de mí, pero tengo ojos y oídos en todas partes, y lo sé todo. No puedes escapar".

El coche se meció con el peso de otras cinco ratas enormes que se arrastraron a través de las ventanas rotas. La gente del siguiente vagón gritaba desesperada, pero las ratas se quedaron detrás de la que había estado hablándole a Kara, como si estuvieran a la espera de sus órdenes.

El corazón de Kara latía con fuerza, y el colgante se sentía tan pesado como un ladrillo. Ella agitó su espada del alma ante ella. "¿Qué quieres de mí, rata?"

"Tu pequeño escape en el bosque fue notable", dijo. "He estado preguntando acerca de ti, acerca de lo que eres. Me dejaste bastante desconcertado, ¿sabes? No eres una adolescente normal, ¿cierto?

Se necesita de mucho poder para cortar a través de mis ataduras, y entonces se me ocurrió que debes de ser un elemental. La energía de la tierra respondió a tu llamada de socorro, y eso me ha impresionado. Podría utilizar alguien como tú en mi círculo".

"Nunca", espetó Kara. "Robas las almas de los mortales y los dejas como muertos. Eres una criatura vil, y yo voy a detenerte para siempre".

Los ojos de rata se dilataron y se echó a reír. "Sí, pensé que podrías decir eso".

La nariz de la rata se crispó. "Temo que representas una amenaza demasiado grande para mí como para que pueda dejarte vivir. Te mataría yo mismo, pero estoy seguro de que mis mascotas podrán terminar el trabajo por mí".

"Yo no soy tan fácil de matar".

La rata se mofó. "Eres una adolescente con un poco de potencia, y te mataré. Yo soy mucho más poderoso que tú, elemental. Estás sola, tus amigos, los espíritus caminantes, no pueden ayudarte ahora. Te destrozaré y mis mascotas se deleitarán con tu sangre”.

La rata saltó.

Kara se liberó de su chaqueta al mismo tiempo que una pata gigante con uñas afiladas rasgó el asiento a la mitad. Evitando otro golpe, saltó al asiento siguiente. Dudaba de sus posibilidades de supervivencia contra seis ratas mágicas gigantes, pero vengaría la muerte de Olga, incluso si significaba morir en el proceso.

¡Zap!

Una cola la golpeó por detrás, y Kara cayó con fuerza sobre el piso de metal. Un ardiente dolor estalló en su rodilla cuando se puso de pie nuevamente.

De repente fue arrastrada hacia atrás, se dio la vuelta y vio sangre chorreándose por sus jeans donde las garras delanteras de la rata habían perforado su pierna como cinco cuchillos. Le tiró hacia ella. Casi podía ver hasta el estómago de la fiera dentro de la boca de la rata gigante. Una pútrida baba resbalaba entre sus mandíbulas y bajó su cabeza para evitar que le cayera encima.

Kara clavó su espada por debajo de la mandíbula de la criatura en forma de arco y la empujó hacia su cerebro. Baba verde salpicó el suelo y la rata cayó muerta. Las runas se esfumaron de su piel, chisporroteó y volvió lentamente a su tamaño original, el tamaño de la bota de Kara.

Oyó uñas rayando el metal, y vio a las otras cinco ratas acercándose.

Kara corrió hacia la puerta de salida en la parte posterior del tren, sujetó el mango y tiró, pero no se movió. Jaló y jaló y nada. El rostro de un hombre le observaba desde el otro lado del vidrio. Él meneó la cabeza y Kara entendió. La habían encerrado. Ella golpeó la puerta, "Por favor, déjame

salir. ¡Tú no puedes hacer esto! ¡Abre la puerta!"

El hombre sólo meneó la cabeza. Otro hombre vino, y Kara pensó que iba a ser rescatada, pero sólo recostaron su cuerpo contra la puerta y la vieron con una cara triste, como si ya estuviese muerta.

La rabia se apoderó de ella. Idiotas. Estaba dando su vida para salvar a estos imbéciles, y ellos querían verla muerta.

Con la espada del alma firmemente sujetada en su puño, dio vuelta para hacer frente a las ratas.

Diez pares de brillantes ojos rojos se fijaron en ella, su odio se reflejaba en ellos. Ella podía sentir al brujo oscuro mirando. Plantó sus pies firmemente, no había a dónde correr ni dónde ocultarse.

. Ella tendría que quedarse y luchar. La pulsación de su colgante hacía eco con los latidos de su corazón. Estaba lista.

La primera rata arremetió contra su garganta. Con un golpe lateral, Kara cortó la garganta de la criatura, y cayó a sus pies y reducida a su tamaño normal. Antes de que pudiera apartarse del camino, otra rata saltó sobre ella.

La tiró al suelo y sus afilados dientes estaban a pulgadas de su cara. Desesperadamente, Kara pateó el bajo vientre de la criatura, ésta emitió un gruñido y habló.

"Estás acabada”, dijo la misma voz que antes. "Hasta nunca, elemental".

Le faltó el aliento repentinamente cuando sintió el peso de dos ratas más aterrizando sobre ella.

Un dolor candente surgió a través de sus piernas cuando las ratas comenzaron a morderla. Sentía su corazón en la garganta, latiendo fuerte y su espada rodó de sus manos. Ella no podía moverse, no podía respirar y no podía gritar. Baba pútrida caía sobre su cara a chorros, y cerró los ojos preparándose para morir...

El colgante envió una onda de energía a través de ella, despertando su ira. No estaba dispuesta a tirar la toalla. Viajó a en ese lugar profundo en su interior donde se alojaba su poder.

El vagón se sacudió y sintió un viento fresco sobre ella. Podía oler la tierra de los túneles subterráneos y podía sentir su energía llegando en pequeñas vibraciones. Sus dedos hormigueaban, y entonces su energía elemental corrió a través de su cuerpo como un relámpago. Sus músculos se tensaron y abrió los ojos, y cuando no la puedo contener más, la lanzó.

Energía plateada explotó de ella y las ratas volaron por el aire pegando al lado del vagón con una fuerza increíble. Sus cuerpos se envolvieron en tentáculos de electricidad plateada y sus gritos se silenciaron. Cayeron al suelo, carbonizadas, y entonces todo lo que quedó de ellas fueron sus remanentes de tamaño normal, despedazados.

Kara miró fijamente sus manos. Como ángel de la guarda, su poder había sido dorado. Como un mortal, era plateado.

La luz en el vagón se encendió y apagó y luego explotó. Fragmentos de vidrio cayeron del techo como gemas brillantes.

Kara movió su nariz, el olor de carne quemada llenaba el compartimiento a medida que los vapores se elevaban de los cuerpos. Oyó gritos desde el carro vecino pero los ignoró. Ella se dio cuenta de que estaba temblando, no sólo por el frío, sino también del miedo de percatarse que era capaz de tan enorme destrucción. Se agachó y recogió su espada.

Podía sentir los ojos de la gente en el vagón siguiente, pero no los volteó a ver. Ellos la habían dejado por muerta. "No nos dejes aquí", oyó decir a un hombre a través del vidrio mientras golpeaba con fuerza. "¡Vimos lo que hiciste, nos puedes salvar!"

La ira de Kara estaba todavía muy fresca. Parte de ella quería golpear al hombre en la cara porque él fue quien había cerrado la puerta. Observó como intentaba abrir la cerradura.

"¡ELEMENTAL!"

Una voz atronadora resonó en el túnel subterráneo. Piedra y piezas de hormigón cayeron sobre el tren y la gente en el siguiente vagón gritaba, escondiéndose bajo los asientos.

"¡TE MATARÉ!"

Pudo ver unas rayas rojas rebotando arriba y abajo afuera del vagón. Al principio pensó que eran linternas, pero luego vio que diez ratas gigantes iban corriendo hacia ella. Si se quedaba, los pasajeros del siguiente vagón seguramente morirían y ella no podía correr ese riesgo. El colgante la jalaba, había sólo una cosa por hacer.

Sin ver atrás, corrió hacia la parte delantera del tren, saltó a las vías y se perdió en la oscuridad.

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