Monster

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Capítulo 7

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La mirada de tono cacao subió desde los pies desnudos hacia arriba en el instante en que los dedos de Alexis le indicaron que le mirara. Tenía las piernas completamente tatuadas, piel pálida y carente de vello. La erección brillaba embadurnada de jugos femeninos. Sin embargo no fue eso lo que llamó su atención y ni tan solo la anchura sino la colección de bolitas que su sexo había captado. Piercings microdermales pero no como los de Nathan sino que las bolas no se veían como en su caso, se encontraban del todo bajo la piel. Le recordaba a aquellas esferas que solían tener varios tipos de vibradores.

Ashley levantó la cara cuando un nuevo golpe dolió en su mejilla.

—Abre — Ordenó indicándole que hiciera eso mismo con la boca. Sus dos manos la prendieron por el pelo tirando duramente de él. —Dientes —masculló avisándole de que tuviera cuidado con ellos cuando la boca acogiera su longitud. La garganta quería evitar la arcada y más cuando el glande acarició la campanilla de Ashley cuya nariz se aplastadaba contra el pubis rasurado. Esta vez cerró él los ojos mientras la saliva se escurría por las comisuras de la boca que trabajaba entre gimoteos y ahogo. Alexis la guió con jalones de pelo, le marcó el ritmo que deseaba y la obediente sumisa se acopló incluso más rápido de lo que él esperaba. Los abrió para mirarla lamentando de antemano el no gozar de futuras atenciones por parte de ella. No obstante necesitaba acabar. Pegándola de nuevo a su pubis y sosteniéndola con una mano por la cabellera la otra tapó la nariz de Ashley. Las contracciones en la garganta a los pocos segundos producidas por el ahogo hacían que las paredes de la ardiente boca apretaran su verga, que los dientes la rozaran deliciosamente. Asiéndola por el cuero cabelludo cuando ella estaba empezando a ahogarse de verdad sacó la erección de su boca, la dejó respirar dos segundos y luego cuatro buenos palmetazos colisionaron en la cara de ella.

—Eres mejor de lo que pensaba pero no has acabado, esclava.

Y por segunda vez la empaló bucalmente. El esperma le hirvió en los testículos. Él abrazó la cabeza de ella con las dos manos y la apretó contra sí hasta enterrarse profundamente en su garganta.

El salado y terroso sabor del semen llenó su boca. Su calor le bajó por la garganta y Ashley tragó hasta que él se vació.

Alexis reculó hasta que su verga emergió de la humedad profundidad. Finos puentes de saliva y semilla los conectaban todavía.

—¿Qué se dice? soltó dando un último manotazo mientras la sujetaba por la cabellera. Se encorvó para tener la cara de ella bien cerca de la suya.

—Gracias —contestó como pudo enfrentandose a los ojos azules.

—Abre la boca —ordenó. Reunió saliva en la suya y la dejó caer en la de Ashley. Tras eso acercó sus labios y la besó.

Ella gimió respondiendo al beso y gimió un tanto más cuando la manaza liberó su pelo para rodearle la mandíbula inferior, empujar su mentón hacia un lado y que ella mirara donde McNamara continuaba sentado.

—Discúlpate.

Pasó la palma de su mano de coronilla a nuca a modo de caricia.

—Ve.

Nathan observó cómo se desplazaba sobre palmas y rodillas con el enrojecido trasero en alto hasta llegar a él. Allí pasó la cabeza por una de sus piernas al igual que lo haría un gatito ronroneante. Ashley recostó el lado izquierdo de su cara enrojecida en uno de sus muslos quemándole la piel a través de los pantalones.

—Lo siento... no volveré a hacerlo, Señor.

Las lágrimas mojaban el pantalón dibujando machas oscuras. Envolvió la pierna con sus brazos y dirigió la mirada a los iris verdes.

—No volveré a decirlo si no es por pura necesidad.

El olor del hombre le llenaban las fosas nasales tranquilizándola. Ashley cerró los ojos cuando la mano de McNamara pasó por su pelo retirándolo hacia atrás, acariciándole la cara con el reverso de sus dedos y llevándose con ellos el rastro de lágrimas.

—Nunca más, Señor...

—Lo sé.

Había sido una lección. Cuando el fuego quema, duele. Esta había sido su lección y ella la había aprendido bien.

McNamara despidió a Alexis con un movimiento de cabeza, alzó la de ella acariciándole el tembloroso mentón.

—Sé que no lo harás más —chistó ante el gimoteo.

—Escúchame, —y peinando el revuelto cabello —cuchara de palo para el niño malo.

Presionó suavemente entre índice y pulgar la menuda barbilla.

—Ahora has sido una buena chica. Si no vuelves a desafiarme de esa forma no volverá a ocurrir. ¿Entendido?

Ella asentió por lo que él la recogió entre sus robustos brazos permitiendo que se recostara contra uno de sus pectorales. Nathan le besó los cabellos y la meció igual que solía hacer con Natasha.

—Mi pequeña... —susurró presionándola contra sí. Ella se aferraba a su camisa. —Buena chica.

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