Monster

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Capítulo 2

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Capítulo 2

La cama era tan ancha como para ella y cuatro luchadores de la WWW. Las sábanas de algodón eran cómodas; no eran lo mismo que las de algodón egipcio a las que estaba acostumbrada pero no eran motivo de queja. Se revolcó de un lado a otro de la cama probando el colchón. Nada mal, no estaba nada mal. Se detuvo boca arriba con la mitad de su cabello cruzándole la cara. Lo apartó con una mano y miró al techo cuya madera daba una sensación de calidez, de comodidad. La casa era como un remanso de paz, de no ser por sus inquilinos. Ashley notaba la hinchazón en sus labios, palpó con dos dedos el inferior, lo recorrió sintiendo bajo las yemas las grietas que se habían formado en él.

—¿Qué haces?

Ella arrastró las sábanas hasta su pecho anclándolas firmemente allí al sentarse. —Nada, nada de nada, Señor —respondió abruptamente. Apartó los dedos de su labio y sustituyéndolos decidió mordérselo.

—Harás que sangre —refunfuñó recostando todo su peso en el marco de la puerta. —Para.

—Sí, —murmuró dentelleándolo —lo siento, Señor —y lo soltó dirigiendo la mirada a sus piernas ocultas bajo la ropa de cama.

—Hay agua caliente, toallas y todo lo que necesites —dijo apuntando a la puerta del baño. —Tienes diez minutos.

¡¿Diez minutos?! ¿Qué chica medianamente normal tenía bastante con diez minutos? En todo caso esos diez serían para desvestirse. No, en su caso no era necesario, ya lo había hecho.

Levantó la cabeza para mirarle y...no dijo nada. Muy en el fondo le odiaba a muerte. Estaba acostumbrada a ver toda esa aglomeración de músculos en movimiento, carne tostada al sol sin necesidad de tener a mano un buen bronceador.

Seguro que Apolo debe hacerle vudú. Tú también tendrías que hacérselo.

—Te quedan nueve —y no se refería a sus neuronas si no a los minutos.

—Necesito que te des la vuelta... por favor, Señor.

Le dolía la vista de tanto fijarse en aquellos pectorales al desnudo y se sentía como una vieja urraca por querer enrollar la lengua en el dorado arete del pezón derecho. No podría llevarselo a su nido si no se daba prisa porque tal vez le quedaban solo uno ocho minutos.

—¿No has comprendido todavía la dinámica de esto?

El parquet crujió bajo sus fuertes pies desnudos. Al llegar a la cama tiró de las sábanas arrancándoselas de los deditos, las hizo a un lado.

—Te quedan ocho minutos y medio para ducharte y luego ir a la cocina. Si no es así, como todo en esta vida habrá consecuencias, buenas solo para mí. —Su boca se alargó en una malévola sonrisa. —No tan buenas para ti, cariño, ¿Entiendes?

Entendido jefe, absolutamente comprendido.

La chica se movió cuidadosamente para salir de la cama, el pecho cubierto con los brazos y parte de las nalgas por su cabello. Caminó y torció a la derecha para entrar en el cuarto de baño. Ni se le ocurrió cerrar la puerta, por alguna extraña razón sabía que eso tampoco sería una buena idea.

—Siete minutos, señorita Ferguson.

Siete minutos, siete minutos.

Se metió debajo del agua y sin casi poder enjabonarse salió con cuidado para no resbalar. Seis, cinco... Se frotó la piel con la toalla. ¿Y ahora? Cuatro.... Ashley corrió hasta la habitación y agarró lo primero que encontró. Una camisa larga de estas que solía ponerse sobre leggings.

Tres... el pelo le chorreaba y los húmedos pies dejaban un rastro conforme corría hacia la cocina. Dos... llegó y sus tripas rugieron con fuerza. Aspiró el aroma de buena melaza, café y picante zumo de naranja recién exprimido. Sus ojitos debieron agrandarse porque le oyó reír pero ella estaba demasiado embelesada mirando las ricas tostadas francesas, las fresas que caían sobre ellas al igual que las rodajas de plátano y la mantequilla. Y... con un poco de sirope, sí por favor, pidió mentalmente.

—Has sido muy rápida pero... —chasqueó la lengua, ese sonidito chulesco que tan bien tenía aprendido —¿Qué pinta la camisa? Además está tan mojada que transparenta.

Nathan caminó hasta la mesa, retiró su silla.

—Nada de eso, señorita —advirtió cuando ella se disponía a sentarse. —Ven aquí.

La calefacción estaba a tope pues la chimenea consumía troncos. No hacía nada de frío y teniendo en cuenta que no pensaba llevar mucho tiempo la ropa, sólo los pantalones abrazaban su cintura, sólo los pantalones.

—Ya te dije que no quiero ropa, solo cuando yo te pido que te la pongas.

Alargó la mano hasta la esquina de la mesa y recogió unas ataduras de pies, o eso semejaban a primera vista, también otras de manos ¡y, y, y! aparecieon las brillantes y metálicas pinzas. No obstante éstas no las cogió.

—Me temo que tú tardarás algo más en desayunar.

Cuando ella se aproximó, sencillamente le indicó que le diera la espalda. Debido a la diferencia de estatura para McNamara no supuso ningún problema el quitarle la camisa y tirarla lejos, aun sin necesidad de ponerse en pie. Las ataduras de cuero se cerraron entorno a las muñecas colocadas tras los riñones.

—Parece que tienes mucha hambre porque oigo tus tripas rugir desde aquí.

Ahora sí se levantó y la alejó pero solo unos pasos para que él, una vez sentado, pudiera verla sin problemas. Se puso en cuclillas para cerrar las sujeciones en los tobillos, la ayudó a arrodillarse y luego se levantó, se metió diestra y siniestra en los bolsillos de los pantalones y la miró.

—¿Sabes? Esto lo tenía pensado para después del desayuno pero teniendo en cuenta que no vamos a tomarlo a la vez, mejor será que sea ahora.

Sacó algo semejante a un huevo por su forma, un huevo metalizado.

—¿Sabes qué es esto?

—No Señor.

Las sujeciones hacían que sus hombros se echaran para atrás y mantuviera una postura bien recta. Ahora mismo estaba pensando en las dichosas pinzas, malditas fueran. Con un poco de suerte él se olvidaría de ellas... aunque... si le diera un pedazo de tostada, un pedacito tan solo, ella también trataría de olvidarse de ellas.

Nathan recogiéndose los pantalones antes de acuclillarse se lo mostró más de cerca.

—Esto... cariño, es un huevo vibratorio. —Lo giró entre sus dedos. —Funciona por control remoto.

Aquellos reglones de dientes brillaban tanto que dolían los ojos.

—¿Y dónde está el mecanismo que lo pone en marcha?

Acercó su cara a la de ella y bajó el tono de voz.

—¿Lo adivinas?

¿Adivinar? No, no, acertijos no.

Ashley se crispó cuando el huevo entró en su canal sin ningún tipo de consideración ni humedad. Sin embargo luego respondió al frío beso que llegó justo antes de que los recios dedos se apartaran de ella. Le siguió con la mirada temiendo que ahora iba a verle comer mientras ella se moría de inanición.

—Bueno, con un poco de suerte recordarás así que no quiero que lleves ropa a no ser que yo te diga lo contrario.

Se sentó, repanchingado, con las piernas abiertas y las rodillas separadas aunque antes sacó otra cosa de sus mágicos bolsillos...

¿Por qué puñetas nos vuelven tan locas los chulos?

McNamara cogió la taza de café y dio un trago pero con el segundo...

Ella gritó, un grito entre sorpresa y...no sabía qué más. Esa cosa en su interior dio una especie de sacudida, zumbó y paró. Con sus ojos chocolate bien dilatados, grandes, le miró.

—¿Otra vez? —inquirió él.

Hacer la pregunta a la par que apretaba el botón del mando a distancia era tan divertido. Presionó largamente para llevar la vibración al máximo nivel así que ella tembló de la cabeza a los pies con los pechos meneándose cual cremosos flanes. Nathan se relamió mientras dejaba el café sobre la mesa y al agarrar un pedazo de tostada se llenó la mano de mantequilla y sirope; subió las dos piernas a la mesa y las cruzó sobre la esquina.

—Las prefiero de briox pero no me dejas demasiado tiempo libre para ponerme a hacer uno.

Soltó el mando para dar un poco de tregua...

—¿Decías, tesoro? —y vuelta a empezar.

Miraba los rosados labios abiertos en busca de aire. Qué bonita se la veía así amarrada y retorciéndose. Un pececito fuera del agua.

Era como si esa cosa fuera adentrándose cada vez más y más dentro de ella, la vibración trepaba por su carne marchando directo a la matriz. Apretar muslo contra muslo era un infierno, separar las piernas otro aún peor. Sus jugos se arremolinban, fluían y se amontonaban abundantemente en el suelo. Ya no tenía hambre o mejor dicho, eso había pasado a segundo plano.

—¿Nada? —Nathan enarcó una ceja. —Me dio la sensación de que ibas a decirme algo. Acabó la tostada y chupó la mezcla de mantequilla y sirope entre sus dedos. Presionó aún más el botón.

—Oh oh oh, perdón, era gritar no decir algo. —Asintió y dejó de apretar.

—Lo siento, —sonrió y de nuevo la presión —puedes seguir gritando, cariño.

Resoplo, aullido, resoplo. El cuero de los arneses en sus pies crujían entorno a sus tobillos, el de sus muñecas lo mismo. Aullido, resoplo, aullido.

Hola orgasmo, ¿estás aquí?

—Por favor, por favor Señor.

Resoplo, aullido y añadiéndose a la cadena el... sollozo. De pronto, cuando pensó que no sería capaz de aguantarlo más y que acabaría deshaciéndose allí, la vibración paró. ¡Caput! Adiós,... ya no estaba. Cerró los ojos, se relamió los resecos labios y gimió por el dolor. El dolor recalcitrante que causaba la no liberación de todo su deseo. Deseo hecho líquido que abrasaba su interior para que lo dejara salir.

—Estás poniendo el suelo perdido cariño.

El calor que emanaba del parquet sentaba bien a las plantas de sus pies. Con la taza de café en la mano bebió, se agachó y le alzó el mentón con dos dedos.

—Podría hacer que lo limpiaras a lengüetazos. —Acercó la taza a sus labios y dio el último trago. —¿Qué opinas de eso?

—¿Cuándo cuenta mi opinión, Señor?

Él de por si ya olía a algo comestible pero ahora se le añadía el aroma del café. Café, after shave y la esencia propia de su piel.

—Justo lo que quería oír —declaró mirándola.

Sujetando la taza en una mano la alzó con la otra. Sosteniéndola por un codo y asegurándose de que no iba a tambalear la condujo hasta la mesa. Dejó la taza en la misma y cogió las pinzas.

—Ohhhhhh...enséñame ese pucherito otra vez.

Iba a ser una tarea muy difícil lograr que los pequeños y retraídos pezones sobresalieran lo deseado, pero muy difícil no era sinónimo de imposible.

—Es mejor para ti aceptarlo, voy a ponértelas sí o sí.

Su mano izquierda jugueteaba con la primera pinza mientras su gemela colgaba de la otra punta de la cadena. Una pérfida idea cruzó su mente. La diestra mojó dos yemas en la mezcla de mantequilla y sirope que había en el fondo del plato y repartió la pegajosidad por toda la extensión de la aureola, trató de atrapar el saliente y al conseguirlo tiró de él.

—Quejica —rió entre dientes.

Abrió la pinza para luego cerrarla alrededor de la punta.

—Shhhhh... muy doloroso al principio —chistó besándole la frente.

Apoyó un lado de su cuerpo contra ella para que las rodillas no le flaquearan y si así fuese que pudiera recogerla.

—Ahora se hace más soportable.

Sonrió oyéndola deglutir, la tensión bajó ligeramente en ella, se relajó un poquito.

—Ashley no te hinques las uñas. —No se las veía pero oía como ella peleaba con el cuero de sus amarres y se clavaba las uñas de una mano a otra.

—Eso es.

Otro beso, aunque esta vez sobre un párpado cerrado.

—Vamos a por la otra.

Ashley comenzó a suplicarle entre resuellos.

No, no, no, lloriquear por algo que no va a cambiar es una gilipollez.

Nathan atrapó el otro pezón sin ayuda de nada pringoso. Los dos estaban ahora besados por el brillante metal.

—Sé que sientes dolor, sólo déjalo fluir. ¿Vale?

Esperó un poco antes de agarrar la tira por el centro y auparla haciendo que las tenazas tiraran de los pezones hacia arriba.

—Está bien, está bien.

La soltó y pasó la mano por las mejillas de la mujer borrando los regueros de lágrimas.

El dolor la acalambraba. Al garete la dignidad, de alguna forma precisaba liberar todo lo que se acumulaba en ella y si era llorando pues lloraba. Abrió los ojos cuando todo fue más tolerable. La gran mano se llevaba sus lágrimas y le alzaba el mentón. Cuando los labios se juntaban todo lo malo se disipaba tornándose agridulce. El oscuro dolor adquiría una nota placentera.

—¿Lo ves? —Tragó parte de la densa respiración de ella al besarla. Restregó sus labios sobre los de la mujer y finalmente descansó su frente en la de Ashley.

—Un instante, nada más. —La movió guiando sus manos hasta las de ella, maniatadas en la espalda. Las envolvió con las suyas.

—Buena chica. —No había más lágrimas.

Mierda, era tan moldeable, tan insuperable que le parecía de mentira.

Lo que anteriormente había sido un beso suave, amoroso, mudó a uno voraz, explosivo. Los atenazados pezones se le hincaban a la mitad del tórax. A cada enlace de lengua McNamara se llevaba parte de su alma así que en pocas semanas ya no le quedaría ni una pizquita. Debería retenerla pues era suya, o...no, ya no lo era, ya no era suya. Le pertenecía por completo a él.

—Al suelo —gruñó acabando el beso.

Con ella otra vez de rodillas tomó asiento y guió la cabeza de Ashley a uno de sus muslos. Con la izquierda le peinó el largo cabello mientras la diestra cogía otro pedazo de tostada.

—¿Hambre? —Mordió y un trozo que no había llegado a masticar pero sí estuvo en sus fauces y acercándolo a la boca de la mujer ordenó.

—¡Come! —Igual que si estuviera alimentando un pajarito.

—¿Tratas de convencerme para que te dé más? —rió. Ella lamía la mezcla de sirope y mantequilla que goteaba ligeramente de sus dedos.

—Me estás volviendo un blando, ¿lo sabes? —y otro pedazo para el hambriento piquito.

—Buena chica. —Apremió cuando ella iba a terminarse la tostada junto a alguna que otra fresa y dos o tres rodajas de plátano.

—¿Sed? —Acercó el vaso de zumo, lo inclinó hacia los rosados labios y le permitió beber.

—Sí, pero tengo más hambre —respondió, pero... ¿hambre de qué? Elevó la cabeza ya que una mano acarició su coronilla y ejerció presión en su nuca indicándole que le mirara. Ashley se relamió haciéndose con todo rastro dulce en sus labios.

—Más por favor, Señor.

—¿Más? —preguntó admirando la traviesa lengua y la traviesa dueña de ella.

Nathan se echó hacia atrás en la silla.

—¿Cuánta hambre más? —Desabotonó el pantalón y presentó armas.

—Puede que tengas mucha aún o tan solo un poco.

Dos dedos le acariciaron ahora la cara mientras su otra mano removió la tela del pantalón para que no molestara, abrazó el venoso tallo y friccionó hacia arriba liberando así el saco testicular que ahora estaba a la vista. Llegó al glande y empujó hacia abajo la poca y suave piel,
ventajas de estar circuncidado; la colección de piercings brillaba danzando a causa del movimiento.

—Mucha, muchísima hambre, ahora bastante más que antes. —Y eso que tenía el estómago casi lleno pero hay muchos tipos de hambre.

—Mucha Señor —susurró mirando como hipnotizada aquella mano a pesar de que él no le había dado permiso para que dejara de mirarle a los ojos. Esa mano subía y bajaba por toda la cárnica extensión. Las venas repartidas por ella se inflamaban y hacían que las perlas doradas insertadas en la piel destacaran aún más.

—¿Mucha? —Esta vez pasó por alto que había dejado de mirarle a los ojos. Sólo esta vez.

—Acabas de comer bastante, no puedes tener mucha.

Ahogó el gruñido que se había estado gestando en su caja torácica.

—Un poco, no diré que no.

—Pero yo tengo mucha, Señor —murmuró moviéndose inquieta sobre sus rodillas mientras él iba cada vez más rápido, masturbaba con más intensidad y se detenía unos segundos en el glande que estrujaba en el calor de la palma. Tras eso los ojos de Ashley vieron el brotar de presemen que abrillantaba la perla engarzada poco más allá de la uretra.

—¿Tanta? —gimió sin poder evitarlo, era hasta infantil esa forma de mirarle, los ojos bien abiertos.

—Sí Señor.

—Olvidaba algo —dijo él. Buscó el mando y al verla removerse apretó el botón.

—¿Y qué quieres que te dé para que dejes de estar hambrienta?

Se mordió el interior de una mejilla pues sus pelotas le estaban avisando que debían vaciarse. Tenía que darse prisa.

—Responde —gruñó aumentando al máximo la fricción. Regueros preeyaculatorios corrían por su tronco y morían y se amontonaban dando brillo a sus testículos.

—Lo que tú, Señor, quieras darme —gimoteó luchando para no cerrar los ojos. Se tensó por la vibración en su interior y se medio encorvó un par de veces pero no podía dejar de mirarle y menos ahora que había visto saltar algún que otro hilillo preseminal a causa de la rabiosa fricción.

—Lo que tú quieras darme, Señor. —Estaba, casi con la lengua fuera.

Sólo unas gotas... algo de ti en el interior de mi boca, no pido tanto.

Otras hubieran respondido de otra forma pero ella no. Ella era, él la encontraba perfecta, jodídamente perfecta. Era como para comérsela. Ashley no podía dejar de mirar su atareada mano y él, por el contrario, no podía dejar de mirarla a ella a esa mirada chocolate tan fija.

—¡Jo... der! —gruñó y regruñó y volvió a gruñir cuando el esperma hirvió subiendo a borbotones por toda su verga.

—¡Esto! —rechinó mientras la espesa simiente era bombeada furiosamente por su zurda. —Esto, mierda santa... —Fue incapaz de decir nada más, sin embargo ella le había entendido perfectamente. La boca de la mujer posándose sobre él fue sorbiendo y capturando todo el contenido que provenía de los duros testículos.Joder, mierda, estoy mareado.

Se tensó tanto al eyacular que su nuca acabó enquistada en el respaldo de la silla. Desfilaban lucecitas de colores bajo sus parpados cerrados, sentía la lengua de Ashley como fuego recorriéndole. Recolectaba golosamente todo lo que él había liberado.

—Esta es mi chica, —mascó permitiéndole lamer las manchas de esperma en su mano —muy buena chica.

Le costaba articular y el porque era más que obvió. Una caprichosa lengua lamía las gotitas perladas en su vientre. La mano ya limpia pasó a acariciar la suave cabellera.

—Si sigues... hambrienta, siempre te queda comer algo de fruta.

Sonrió dejando la cabeza hacia atrás para que ella continuara borrando cualquier rastro de semen de su cuerpo.

Las semanas pasaron muy deprisa. Sin duda ellos perdieron toda noción del tiempo.

Ashley lanzó la pelota al agua y Max corrió en su busca. Se frotó los hombros con el grueso material del jersey y el chal. Corría una brisa muy fría en la costa y no era la primera vez ese otoño que la nieve cubría algo la arena y empolvaba Ocean Parkway. Movió los pies resguardados en las botas y extendió la mano recibiendo en ella la pelota totalmente babeada.

—¿Otra vez? —Debido al ladrido rió y la lanzó un tanto más lejos.

Conforme avanzaba por la playa la veía lanzar y relanzar la pelota al excitado Max. Un mes más, pensaba decir que era muy testaruda, que necesitaba más tiempo. McNamara se detuvo al lado de la bolsa que ella había dejado en la arena. Pediría otro más, un mes más. ¡Más tiempo, más tiempo! El cigarro colgaba de sus labios. Las gafas de sol le protegían más bien de los nubarrones que ocultaban el sol aquella mañana más que del astro rey. Una y otra vez adminró el largo cabello color caramelo flotando en la salada brisa marina y
el gorro de lana enmarcando las bonitas facciones. Más tiempo.

Apartó el cigarrillo de sus labios y dejó salir una pequeña cantidad de humo por sus fosas nasales cuando ella le miró. Suspiró metiendo la mano derecha en un bolsillos del pantalón. La chaqueta de cuero encima del cuello vuelto crujió.


Closed off from love


I didn't need the pain


Once or twice was enough (Sic)²

No le era familiar esa sensación...la de que el corazón sube hasta la garganta y palpita allí, justo allí, que las rodillas pierden estabilidad y el estómago se anuda dejando en su interior una nube de mariposas que revolotean aceleradas por él. Ashley se aferró al robusto pescuezo y lió las piernas en torno a las fuertes caderas. Hundió la nariz bajo el cuello vuelto que el hombre vestía.

—Venir a la playa en botas con tacón es de lo más adecuado...

¿verdad? La alzó en brazos, descansó una mano en el amplio trasero y la otra removió el gorrito hasta que ella se quejó. Cierto, la despeinaba. Nathan ladeó la cabeza para depositar un beso en una de las frías mejillas.

—Vas a tener que sacudir esas botas antes de subir al coche.


And it was all in vain


Time starts to pass


Before you know it you're frozen (Sic)²

Bien. No era una idea brillante pero...

—No sé ir sin tacones —rió— ¡Es verdad!

Acabó en su regazo cuando él tomó asiento en la arena. Olía a tabaco negro y al probarle sabía aún más fuerte de lo que olía.

—Eso mata —afirmó.

—Y tú también y no por eso te dejo.

Retiró varios mechones que iban directos a la cara de ella.

—Compraré parches de esos para dejarlo.

¿Tu dejando de fumar? ¡Será en sueños!

Él la giró para que su espalda quedara contra su propio pecho, le sacudió las rodillas repletas de arena y la envolvió con los brazos no sin antes asegurarse de que el blanquecino chal la cubría bien.


But something happened


For the very first time with you


My heart melted to the ground (Sic)²

No es que besarle a él fuera como besar un cenicero pero si se suprimiera el sabor a cigarrillo estaría mucho mejor.

—Te pondrás de mal humor.

Frotó sus manos metidas en las manoplas rosadas y sin dedos contra las grandes manos de él.

—No creo que los chicles esos sean milagrosos.

—Nada en este mundo lo es, cariño.

Había surtido la casa de toda clase de cosas, pero ni una simple caja de aspirinas. Dejó a Ashley con Max en la playa y fue a comprar lo básico. También haría falta un tubo de crema antiinflamatoria. La cierto es que la había estado mirando todo el rato desde las cristaleras de la farmacia. La idea de dejarla sola no le gustaba ni un pelo.

—Yo nunca estoy de mal humor. —Le mordió una de las ruborizadas mejillas. —Sí, soy un amor.

Le gustaba la forma alocada en que Ashley se reía. Lo llenaba de ñoñería pero se decía a si mismo que a la mierda con el tipo duro, a la mismísima mierda... sólo mientras ella reía.


Found something true


And everyone's looking 'round


Thinking I'm going crazy (Sic)²

Ashley le ofreció los labios. Las bocas encajaban como si estuvieran hechas una para la otra. Exhaló cerrando los ojos. ¿Cómo iba a concebir su vida de otra forma que no fuera esta? Era como si su vida anterior fuera un mero sueño o pesadilla más bien. Vivir sin él era completamente inimaginable. Si en su día le hubiesen planteado la obligación de hacer algo tan simple como la compra su respuesta habría sido: ¡Jamás! Tan inimaginable como eso. ¿Ella hacer la compra de...alimentos? Zapatos, bolsos por supuesto pero... ¿comida? ¡ah! y mucho menos cargarla en el Jeep. Atrapó justo a tiempo la naranja que iba a fugarse de la bolsa de papel cebolla y rodar por el parking.

—No, no... Se me van a caer —tartajeó intentando no reír.

Nathan pegó la boca a su nuca y bajó hasta las anillas del collar que pendía del cuello.

—La naranja... fruta cítrica obtenida del naranjo dulce y del naranjo amargo y alguna que otra especie de híbridos —explicó Nathan.

Pero a ella poco le importaba la lección sobre cítricos mientras él tenía sus anchas manos meciéndole las caderas.

Él volvía de dejar el carro, estaban prácticamente solos en el parking. El Jeep estaba casi cargado hasta los topes salvo por la bolsa de naranjas que seguía en brazos de ella. Estirar el contenido de la alacena, nevera y congelador había sido la norma general durante varias semanas.

Aprovechar al máximo el tiempo en aquella casita era su prioridad y no se planteaba el devolverla a papá Ferguson.

Con la ayuda de los dientes tiró de las anillas, deslizó las manos por los muslos apretados bajo los tejanos que la mujer vestía.

—Somos el segundo país productor de naranjas en el mundo. —La hizo rotar en sus brazos y Ashley sin soltar la bolsa, casi aferrada a ella.

—Estas son naranjas California .


But I don't care what they say


I'm in love with you


They try to pull me away (Sic)²

Tres escapistas lograron salir de la bolsa y rodar pavimento abajo pero nadie corrió a por ellas. Nada de eso, demasiado entretenidos besándose. Ella fue alzada y su trasero colocado en mitad del maletero o un cuarto de él ya que las bolsas semejaban ocuparlo todo. La de naranjas acabó añadiéndose a las otras muchas y Ashley jadeó hincando el tacón de una bota sobre algo, alguna zona del todoterreno mientras los labios de Nathan aspiraban los suyos. En ese instante ambos compartían pensamientos.

—¿Qué si alguien pasaba por ahí?...que pasara, que se diera una buena vuelta o que se comiera una de las naranjas rodantes.


But they don't know the truth


My heart's crippled by the vein


That I keep on closing


You cut me open and I (Sic)²

Nathan dejó la aspirina en la lengua de ella, le tendió el vaso y empujó el culo del mismo para que Ashley se acabara su contenido.

—Te sigue tocando.

Ella frunció el ceño y apretó los morritos, él por el contrario le sonrió ampliamente dejando el vaso vacío en la madera de la mesa baja del salón.

—¿Vas a mover o no? —dijo mirando el tablero de ajedrez. La chimenea rujía consumiendo los troncos y llenando la estancia con su aroma.

—Venga. —Con ella tumbada sobre sus piernas desenroscó la tapa de la crema y vertió una pequeña y fría cantidad sobre la enrojecida pompa. La piel era tan clara y sensible que con dos azotes ya enrojecía como el Infierno.

—¿Seguro que quieres mover esa? —Se tragó la risa viéndola resoplar —es tú jugada, no la mía, sólo pregunto.

Cada uno de sus dedos estaba impresos en las nalgas de ella y la silueta del flogger dibujada en la piel. La sonrisa torció su boca, repartió la crema.

—Mi turno, —y justo cuando decía eso sonó el teléfono —haré como que no he visto nada, piensa mejor tu movimiento.

La dejó sobre el sofá y caminó hacia la habitación, cerró la puerta y descolgó.

—Tienes que darme una fecha, hijo.


Keep bleeding


I Keep, keep bleeding love


I keep bleeding


I keep, keep bleeding love


Keep bleeding


Keep, keep bleeding love


You cut me open and I (Sic)²

McNamara se pasó una mano por el cabello comprobando que la realidad siempre llama a la puerta, por mucho que uno quiera huir de ella, la muy perra... Miró al suelo.

—Señor Ferguson... no puedo entregársela a mitad de camino.

La idea de tirar de sus contactos y hacer algo al respecto bramaba cada vez más fuerte en su cabeza. Quería levársela, subirla al Jeep y... desaparecer.

—Concédame un mes más, —sacudió la cabeza y miró por la ventana —tres semanas más. Es tiempo suficiente para tramar algo calculó.

—No está hecha para ti, Nathan.


Trying hard not to hear


But they talk so loud


Their piercing sounds fill my ears (Sic)²

—Perdóneme señor Ferguson pero no sé qué tiene eso que ver con la conversación que estamos teniendo.

Agarró una de las cortinas y presionó la tela en su palma, cerró los ojos y contó hasta diez.

—¿Qué no estaba hecha para él?, ¿qué mierda...era esa? Ella estaba hecha a medida para él, la pequeña piececita del puzzle que le faltaba por completar.

—Le pido tres semanas más y la tendré lista.

—Tres semanas, nada más.


Try to fill me with doubt


Yet I know that their goal


Is to keep me from falling (Sic)²

—Entendido señor. —Iba a colgar sin embargo...

—La harás desgraciada —Ni que supiera que él tramaba algo. —Piensa en ella, en su bienestar, no en el tuyo junto a ella porque no existe.

Tras decir eso colgó dejando en la línea el tan conocido pit pit pit.


But nothing's greater


Than the rush that comes with your embrace


And in this world of loneliness (Sic)²

McNamara lanzó el aparato a la cama por no hacerlo contra la pared y romperlo. Una vez más se pasó ambas manos por la cabeza echando hacia atrás el pelo que tras el arrebato telefónico-homicida se había despeinado.

—Mierda —gruñó cubriéndose la boca con la palma. Cerró los ojos recostando la frente contra la pared al lado de la ventana.

Ésta era la buena. Movió la torre y aguardó a que él volviera pero estaba tardando demasiado. No podía sentarse en el sofá ya que lo llenaría de crema, estiró el cuello tratando de ver por encima del mueble. Al oírle salir de la estancia estiró el cuello un tanto más. Le vio y al principio sonrió aunque la sonrisa se disipó ante la mirada de él.

—¿Todo bien? —preguntó a media voz.


I see your face


Yet everyone around me


Thinks that I'm going crazy


Maybe, maybe (Sic)²

No, nada bien. ¿Iba a pagarlo con ella que no tenía la culpa? Oh sí que la tenía. ¡Lo había hechizado!

Los brazos en jarras, inhaló aire, lo soltó y cambió la cara.

—Nada de qué preocuparse nena. —Caminó circundando el sofá. —No me mires así, te he dicho que no es nada. —Tomó asiento y miró el tablero rascándose una mejilla.

—Eres un desastre, la jugada de antes era mejor. Además se suponía que no yo no la había visto.

Ella se tragó la grosería y le observó largo rato. Estaba distraído y obviamente preocupado. Cuando la crema penetró por completo se vistió y volvió al sofá para acurrucarse a su lado hasta que una de las grandes manos la atrajo contra el cálido y duro regazo.

—No quiero volver, —entrecerró los ojos frotando su mejilla contra un pectoral —no pueden obligarme, —las caricias en su espalda le ponían la piel de gallina —que se lo queden todo, no lo quiero.


But I don't care what they say


I'm in love with you


They try to pull me away (Sic)²

—¿Quieres pasar de vivir como una reina a hacerlo como una pueblerina? —De hecho no había vivido como una reina ese último mes y medio y no parecía molestarle. Cuestión de costumbre y aprendizaje. Ante el asentimiento de ella le depositó un beso en la cabeza.

—No voy a poder gastarme dos mil dólares en unos zapatos, Ashley.

Ni dos, ni uno. Ella encogió los hombros, le daba igual. McNamara suspiró, había cobrado la mitad del trabajo y ya lo había sacado en efectivo, lo tenía a muy buen recaudo. Eso les daría para vivir durante bastante tiempo si se montaban las cosas bien, sin embargo, nunca para vivir de la forma a la que ella estaba acostumbrada. Tantos años de servicio le podían dar alguna ventaja. Si hablara con quienes en su momento fueron sus superiores tal vez le echarían un cable, como una nueva identidad y... sí, sí, por suerte para sus pelotas, Ashley era mayor de edad. Negarse a la boda con James y buscarse la vida por su cuenta era una cosa y quedarse con Nathan era otra muy distinta. Por allí tanto la familia Guire como Ferguson no iban a pasar. Mejor desaparecer del mapa.

—Nena, puede que incluso tengas que trabajar.

—Seré como la Cenicienta pero a la inversa —susurró agarrándose a la camisa de él. El trasero le pinchaba, aún le dolía tras la azotaina.

—Cenicienta pasó de ser la sirvienta de sus hermanastras y madrastra a conocer al príncipe y convertirse ella en princesa. Pues yo pasaré de ser princesa a... —detuvo el discurso, movió los dedos de una mano por encima de su collar y levantando la cabeza le miró. El verde llameaba.

—Dijiste que esto significaba que te pertenecía. ¡No dejes que se me lleven!


But they don't know the truth


My heart's crippled by the vein


That I keep on closing


You cut me open and I (Sic)²

Estaba decidido, no iban a llevársela, no iban a quitársela.

—¿Por qué no pones la tele? —Sí, ese aparatito al que habían ignorado durante tanto tiempo. —Tengo que hacer un par de llamadas.

Le alzó la barbilla con una suave sacudida. Los bonitos ojos chocolate le miraban de nuevo.

—Para poder marcharnos tengo que cerrar varias cosas y preparar otras.

La dejó en el sofá, se estiró a por la manta de lana con la que le cubrió las piernas.

—Seguro que dan algo. —Se levantó y caminó hacia el mueble de la televisión. Sacó el mando a distancia de un cajón para encender el aparato.

—Entro a Max, luego estaré en el dormitorio.

Le entregó el mando y fue a por Max que esperaba en la puerta exterior de acceso directo a la cocina.

—Max, nada de subirse al sofá —advirtió moviéndose hacia la habitación... renegó antes de cerrar al oírla susurrar mientras subía a Max al sofá.


Keep bleeding


I Keep, keep bleeding love


I keep bleeding


I keep, keep bleeding love


Keep bleeding


Keep, keep bleeding love


You cut me open and I (Sic)²

—Ya puede ser importante porque no llamas en buen momento —se oyó al otro lado de la línea cuando hubo conexión —¿Todo bien?

—Tú puedes ayudarme a que vaya mejor —se acercó a la ventana, corrió la cortina —quiero sacarla de aquí y necesito algún que otro cable. No llegaré a cobrar la otra mitad por el trabajo pero con la primera parte hay un buen pellizco, nos dará para poder asentarnos y los jefazos llevan lamiéndome el culo desde que me marché y creo que podría volver.

Dijo creer porque jamás había pensado que volvería a plantearse esa posibilidad.

Iba a necesitar trabajar y la CIA pagaba bien a pesar de que el trabajo que en su momento tenía era de lo más peligroso. Sin embargo ahora debían contar con Ashley por lo que posiblemente le ofrecerían algo donde conservar la vida fuera más importante que jugársela a diario.


And it's draining all of me


Oh they find it hard to believe


I'll be wearing these scars


For everyone to see (Sic)²

—¿Piensas que los jefazos te van a apoyar en un secuestro? —cuestionó entre dientes —Porque es un secuestro o mejor dicho, ella se deja secuestrar voluntariamente si es que tiene sentido. ¿No es mucho más fácil que ella renuncie a todo y así os largáis?

—¿Alex, tienes todas las neuronas acumuladas en la polla o qué? Si ella hiciera eso sin tener nada conmigo la dejarían tirada hasta que volviera arrastrándose. Probablemente le abrirían la puerta pero mientras tanto Ashley tendría que joderse. Sola allí fuera estaría completamente desvalida. ¿Comprendes? —giró sobre sus pies —Pero si cuenta la verdad no se lo tomarán a la ligera. Irán a jodernos. El señor Ferguson no me preocupa demasiado, quienes sí me preocupan y mucho son tanto papá Guire como su hijo.

Reunió aire para seguir hablando. —Es mucho mejor empezar de cero, un nuevo comienzo, sin ataduras ni jodiendas de ese tipo.


I don't care what they say


I'm in love with you


They try to pull me away (Sic)²

—¿Yo tengo todas las neuronas en la polla? Eres tú el que no piensa con claridad. —Resopló y tras un breve silencio añadió —Te ayudaré o más bien, haré lo que pueda. ¿De cuánto tiempo disponemos?

—Tres semanas,

—¡Joder!... Pensé que sería algo más —alzó una mano mientras la otra sostenía el teléfono contra su oreja —¡Vale vale! Tengo que mirarme la carpeta que me enviaste y... —era todo tan justo —la semana que viene, a mediados, te llamaré.

Nathan ni se despidió, colgó. Guardó el teléfono y marchó de la habitación. A final del pasillo se quedó mirándoles. Su altura le daba la ventaja de tener mayor amplitud de visión. Ashley estaba recogida en el sofá mientras Max dormitaba recostado en los cojines y sobre las piernas de la mujer. No quiso reír tras el bote que ésta dio al ver una atrocidad en
una película de terror. Nathan no entendía por qué las miraba si luego le iba a costar dormirse.
Claro que aun con miedo se durmía gracias a esa paz gozosa que él le hacía sentir, que le hacía descansar ocurriera lo que fuera en el exterior. Creer en sus palabras era equivalente a lo de un creyente para con su Dios.


But they don't know the truth


My heart's crippled by the pain


That I keep all closed in


You cut me open and I (Sic)²

Durante un rato estuvo acurrucada contra su cuerpo, envuelta en su confortable calor.


Keep bleeding


Keep, keep bleeding love


I keep bleeding


I keep, keep bleeding love


Keep bleeding


Keep, keep bleeding love


You cut me open and I (Sic)²

Ashley cerró una bolsa más, no sabía ni cuantas, no las había contado. McNamara tenía reunida toda su ropa en dos y ella... en fin: Fashion victim.

—Vives casi desnuda ¿para qué quieres toda esta ropa?

Era gracioso como todavía se asustaba cuando él la rodeaba por detrás.

—Aunque hoy hace más frío que otros días... pero siempre hay otras formas de calentarse, ¿no?

Todo en orden, casi habían terminado de empaquetar. La dejaría descansar hasta media mañana mientras él cargaba todo en el Jeep para luego conducir hasta el punto de encuentro. Allí entraría en funcionamiento el plan.

Ashley al ir a rotar entre los nervudos brazos oyó algo...una melodía conocida. Se zafó del agarre ante la mirada incrédula de él y corrió fuera del dormitorio directo al salón. Había puesto la tele ya que la noche anterior habían anunciado la emisión de Moulin Rouge. Teniendo en cuenta que Nathan no lo llevaba muy bien lo del romanticismo, debía ponerlo ella, aunque fuera a través de una película.

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