Molly

Molly


Capítulo 9

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Capítulo Nueve

Molly se sujetaba la cabeza mientras el dolor empezaba a disminuir. Su madre apareció volando por el pasillo, seguida por la tía Avelina y el tío Drew. Su tío bajó corriendo las escaleras junto con otros a los que no identificó y que seguramente venían de la otra dirección para unirse a la persecución, pero su madre y su tía la ayudaron a levantarse y la llevaron a la habitación de Bethia. Sus hermanas las siguieron de cerca.

Al explicar lo que había pasado, a Brenna se le llenaron los ojos de lágrimas. La tía Avelina se giró hacia Molly.

—Muchacha, por favor, siéntate y piensa. Cuéntanos todo lo que recuerdes de tu sueño. Podría haber algo importante que hayas olvidado decirnos.

Molly se sentó en la cama entre su madre y la tía Avelina. La tía Brenna sostenía a Bethia, pero su mirada estaba fija en Molly. Sorcha y Maggie estaban sentadas en el suelo sobre un bulto, llorando las dos.

Molly se frotó la sien y cerró los ojos.

—Estoy intentando recordar, pero estaba muy oscuro. Vi a dos hombres llevándose a Jennet y Brigid en una carreta, pero después se juntaban con un grupo de hombres. Y todos corrían. Corrían y corrían y corrían... Lo siento. Es todo lo que recuerdo.

—¿Oíste algo? ¿Mencionaron algún nombre?

—Lo único que oí fue a Jennet consolando a Brigid. Le decía que eran más inteligentes que los hombres, y que se escaparían.

Gwyneth sonrió.

—Eso es propio de tu hija, Brenna. Juntas son fuertes. Creo que se mantendrán alerta. Debemos ir a buscarlas.

La tía Brenna dijo:

—Los hombres ya se han ido. No nos ayudará en nada ir por separado.

—No —dijo Gwyneth—. Pero conozco los métodos de mi marido. Volverán si no encuentran ninguna pista, y nos dividiremos en equipos. Molly y Sorcha, vestíos. Necesitaremos arqueros en ambos equipos. Molly vendrá conmigo. Sorcha, tú irás con vuestro padre. Brenna, tú y Avelina os quedáis por si llega algún mensaje.

La tía Avelina acarició a Molly en el hombro.

—¿Podrás estar lista? Maggie puede ir abajo corriendo y encontrar algo para comer. Eso te ayudará. Yo buscaré los brebajes de la tía Brenna y te daré algo que te alivie el dolor de cabeza. Puede que siga doliéndote hasta que demos con ellas. No tengas miedo de dormir.

—No tendremos tiempo para dormir hasta que las encontremos —dijo Gwyneth.

La tía Avelina respondió:

—Quizá no tengas más remedio que hacerlo si no puedes encontrarlas. Molly podría tener otro sueño que contenga alguna pista sobre su ubicación. Eso solo sucede cuando duerme.

Molly no quería pensar en ello, pero sabía que su querida hermana y su prima habían desaparecido, y haría cualquier cosa para encontrarlas. Se puso de pie y cogió a Sorcha por el brazo.

—Venga, vamos a prepararnos.

Una hora más tarde, Torrian, el tío Logan, Tormod, Coll, Gavin, Gregor y Kyle entraron en la gran sala, con una expresión grave en la cara.

Fueron hasta la chimenea, y Brenna envió a las muchachas del servicio a por cerveza y pasteles de carne. Con la mirada esperanzada, Molly miró a su padre, pero la expresión en los rostros de los hombres no presagiaba nada bueno para las dos muchachas. Sorcha, que estaba sentada a su lado, le apretó la mano.

Logan se dejó caer en una silla, limpiándose el sudor de la frente, y Torrian se sentó junto a él.

—Seguimos sus huellas hasta el arroyo, pero después perdimos el rastro.

—¿Cuántos? —preguntó su madre. Molly tenía la cabeza hecha papilla, pero las mentes de su madre y de su padre iban a la par a una velocidad y con una eficiencia increíbles.

—Al principio, había dos caballos. Y Shaw también ha desaparecido. Así que creemos que se trata de Bearchun y Shaw. Los dos se juntaron con otros tres caballos al otro lado del prado. Avanzaron durante un rato, pero después dieron la vuelta hacia el río. Cruzaron, y nosotros también, aunque el agua es cada vez más profunda y fría para los caballos. Por desgracia, les perdimos el rastro al otro lado. Lo he pensado mucho. —Las sirvientas llegaron con jarras de cerveza y pasteles de carne. Logan hizo un gesto afirmativo con la cabeza—. Comed mientras podáis. No tardaremos en irnos.

Comió un poco antes de continuar.

—No hay necesidad de devorar la comida, muchacho —le dijo a Coll—. No nos vamos hasta dentro de un par de horas.

—Logan, no podemos esperar tanto.

—Sí que podemos, Gwynie. Necesitamos la luz del día para seguir su rastro. En la oscuridad vamos a ciegas. Sé que quieres seguirlos ahora, pero sería inútil. Partiremos justo antes del amanecer. Nos dividiremos en equipos. Gwynie, te llevas contigo a Molly, Tormod y cuatro guardias más. Ya he dado instrucciones a los guardias que viajarán contigo. Tenéis que moveros rápido, a ver si podéis atraparlos. Han sido listos al utilizar el río para despistarnos, pero estoy bastante seguro de que como hay un poco de nieve, irán por donde el sol caliente lo suficiente como para derretirla y borrar así sus huellas. Sé qué camino van a tomar.

Hizo una pausa para dar otro bocado.

—Mi equipo irá por el camino más corto hacia Edinburgh, con la esperanza de sacarles ventaja. Con las niñas, es posible que viajen más lento, y no creo que se arriesguen a exponerse en caminos concurridos. De esta forma podemos acercarnos a ellos. Estoy seguro de que se dirigen hacia Edinburgh, al igual que estoy seguro de que solo se han llevado a las niñas para utilizarlas como monedas de cambio. Ya lo habíamos anticipado... Lo que no esperábamos es que dos de los nuestros se volvieran contra nosotros. No creo que se aventuren a entrar al pueblo, por lo que tenemos que centrar nuestros esfuerzos en el área situada a medio día de viaje desde el burgo real, tal vez a un día de viaje. Tendrán que estar cerca para negociar con el rey. Mi equipo se dirigirá directamente a la zona que sospecho más probable, y con suerte llegaremos antes que ellos.

—¿Estás seguro de que no tomarán la ruta directa? —preguntó Quade—. Explica tu razonamiento de nuevo, por favor.

—Viajan con niñas que podrían retrasarlos. Mi hipótesis es que han previsto un par de paradas de camino al pueblo. Solo hay unos pocos sitios para esconderse en el recorrido más rápido, por lo que allí los atraparíamos fácilmente. No, irán por el camino más largo con la esperanza de distraernos. Si se escondiesen bien, podríamos pasarles de largo en la ruta principal sin darnos cuenta. Ya conoces esta tierra.

Quade asintió con el ceño fruncido.

—Por favor, dinos a quién has elegido para formar los equipos.

—Una pregunta muy fácil de responder. Gwynie y Molly se mueven más rápido que yo, son mejores escondiéndose en los árboles y pueden detener al enemigo desde una mayor distancia. Hay al menos otros cinco hombres con Bearchun, además de las dos mujeres. Mi esposa y mi hija pueden eliminar a cuatro de ellos antes de que el objetivo se dé cuenta de que le disparan. Las habilidades de Tormod con el arco también están mejorando. Yo me llevo a Sorcha y Gavin como mis tiradores. Gregor... Lo que tú decidas.

Al principio Molly no entendió lo que su padre le decía a su tío, pero después recordó la regla tácita de los guerreros. Los miembros de una familia nunca viajan todos juntos. Estaba dándole al tío Quade y a Brenna la opción de enviar a Gregor o de que se quedara aquí con ellos, ya que dos de sus hijos, Torrian y Jennet, ya estaban en peligro. Vio al tío Quade dirigir su mirada a la tía Brenna, sin duda cediéndole la decisión a ella.

La tía Brenna susurró:

—Que vaya. Tenemos que acabar con esto. Envíalo con Gwyneth. Las mujeres tienen más instinto, y Jennet y Brigid serán un dolor de cabeza para esos hombres. Tendré a Maggie, Bethia, Heather, Nellie y Lily aquí conmigo.

La decisión había sido tomada, así que todos buscaron dónde sentarse y se pusieron a definir sus estrategias. Tormod cambió de sitio para unirse a su equipo, sentándose al lado de Molly. Se inclinó y susurró:

—¿Cómo está tu cabeza? ¿Todavía te duele?

La sala se llenó de conversaciones y planes, tanto que parecía que fuera mediodía. Estaban pasando tantas cosas que Molly se sentía cómoda hablando con Tormod sin que la escucharan.

—Me he tomado un brebaje para aliviar el dolor. Ahora lo puedo tolerar.

—¿Qué sientes al tener tanta responsabilidad? Imagínate si no hubieras tenido ese sueño. Podríamos no haber descubierto a Bethia hasta mañana.

—Bethia suele dormir hasta tarde. Doy gracias por haber tenido el sueño, pero no sé lo que pasará. —Se miró las manos, que tenía puestas sobre el regazo, y susurró—: Me asusta.

Tormod se acercó para cogerle una mano.

—Yo me llevaría un susto de muerte.

Molly no entendía por qué o cómo, pero el simple contacto con su mano hizo que su cuerpo entrara en calor, lo que le pareció bastante agradable.

Ranulf MacNiven quiso gritar de alegría en cuanto vio a los cuatro hombres que iban hacia él, dos de los cuales llevaban un costal sobre el lomo de su caballo, sacos del tamaño adecuado para cargar con criaturas. Fue hacia la cueva y les dijo a las mujeres que dormían en el suelo:

—¡Levantaos, las dos! Tenéis trabajo que hacer.

Cedrica se sentó y lo miró fijamente.

—¿Qué trabajo? Pensaba que era tu chica. Que lo haga Lorna.

—Os necesito a los dos. Hay dos niñas que tenéis que vigilar. Te entregaré una a ti y otra a Lorna.

Cedrica alargó la mano y tiró del brazo de Lorna.

—Lorna, tenemos que levantarnos. Vamos. ¡Muévete!

Lorna gritó:

—Cedrica, me estoy levantando. ¡Déjame en paz!

Ranulf se agachó y le cogió ambas mejillas con una mano.

—He dicho que te levantes. Tienes trabajo que hacer. Te protejo y te alimento, así que hay ciertas expectativas que debes satisfacer.

—Pero pensaba que nos llevabas al burdel de Edinburgh. Vamos a ganar mucho dinero. Prometemos compartirlo. No quiero seguir en el bosque. Las bestias me dan miedo. —Hizo todo lo posible para alejarse de él, pero fue en vano.

—No, tienes trabajo que hacer antes de que lleguemos a Edinburgh. Ahora prepárate. ¿Qué dificultad puede tener controlar una niña de seis o siete veranos?

No la soltó hasta que se incorporó.

—Esa es mi chica.

No permitiría que aquellas dos zorras se lo estropearan. Aquella era la razón principal por la que las había traído, para que se encargasen de quien fuera que secuestraran. Una vez que llegara a Edinburgh, tenía previsto venderlas a un hombre que había prometido pagar una gran cantidad de dinero a cambio de mujeres que se abriesen de piernas, aunque no se lo había explicado así.

Volvió a salir de la cueva, con una sonrisa en la cara al ver a Bearchun luchar con la pequeña que llevaba en brazos.

Al parecer, aquellos dos habían sido incapaces de secuestrar a su primera opción, Lily, pero no importaba. Había funcionado. En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca, les hizo la pregunta más importante.

—¿Todavía están vivas?

—Sí, esta ha estado llorando y pataleando —dijo Bearchun—, lo suficiente como para hacer que quisiera tirarla del caballo, pero la que lleva él no se ha movido nada.

—Entrégamela, quiero ver si sigue viva. Yo decidiré qué hacer con ellas.

El compañero de Bearchun le entregó el saco a MacNiven, y Ranulf lo dejó en la hierba, arrodillándose al lado y desatando el extremo antes de tirar de las piernas que sobresalían. Todavía estaban calientes, una señal que indicaba vida. No podía quitarse la sonrisa de la cara. Finalmente, tenía una verdadera moneda de cambio para utilizar contra el gran clan Ramsay, el clan que había puesto fin a su reinado como laird, que había aplastado todas sus esperanzas y sueños, y que casi hizo que lo ahorcaran.

Ahora tenía el control. Aquellos desgraciados lo pagarían. Pronto los Ramsay y el rey cederían a todas sus demandas.

A todas. Tendría que tomarse su tiempo para valorar cuidadosamente las peticiones que le gustaría hacer. Era un plan peligroso, pero lo había logrado. Los tendría suplicándole de rodillas, dispuestos a darle todo lo que quisiera.

Tiró de los pies para sacar a la muchacha del saco. Cuando sacó la cabeza del costal, se sentó con los brazos cruzados y una cara vengativa que llevó a centímetros de la suya.

Era Jennet, la que había causado todos sus problemas, la que lo había perseguido con el funesto frasco que lo había cambiado todo.

Por alguna extraña razón no se movió, sino que se quedó mirándola a los ojos, a ver si ella lo desafiaba. Esperó, porque si se atrevía a causarle algún problema, le daría una patada en el culo, la ataría, le metería una mordaza en la boca, la colgaría boca abajo de un árbol, la atemorizaría con una serpiente y cualquier otra tortura que se le fuera ocurriendo.

—Lo estás disfrutando, ¿verdad? —dijo Bearchun con una sonrisa.

MacNiven acercó su cara a la de la muchacha, esperando que retrocediera, esperando que lo reconociera y retrocediera asustada. En su tono más intimidatorio, preguntó:

—¿Me recuerdas?

Pero ella no se movió. Al contrario, se acercó un poco más, de forma que sus narices casi se tocan. Lo miró fijamente y susurró:

—¿Te acuerdas de mí? Porque soy una bruja.

Su voz era apenas audible, exceptuando la última palabra, «bruja», que produjo un chirrido que hizo que diera un bote. Aquella pequeña zorra había pronunciado la única palabra que podía clavársele en lo más profundo de la mente, llenándole el cerebro de las posibilidades más escalofriantes.

Una bruja. Nada lo asustaba más.

—Tienes que vigilarla —exclamó Bearchun—. Es una bruja rencorosa. —Puso su saco en el suelo, sujetándolo fuerte mientras se balanceaba hacia un lado y hacia el otro. —¡Para, zorra miserable! —Levantó la mano para aplastar el extremo del saco, pero MacNiven lo detuvo al vuelo.

—No las tocarás. Son mías y haré con ellas lo que yo quiera.

—Como desees —contestó Bearchun—, pero haz que deje de gritar y de llorar, ¿no? —Se puso de pie y se alejó hacia los árboles.

MacNiven abrió el costal y sacó a la muchacha de dentro.

—Bueno, bueno, ¿quién eres tú, pequeña?

La muchacha soltó un aullido que le destrozó la columna vertebral.

—Pararás, ¿verdad? —Ella no veía por qué motivo.

Bearchun regresó, todavía poniéndose bien la ropa con las manos.

—Convéncela de que pare o dame permiso para romperle el cuello. Se partirá como una ramita.

Jennet dijo:

—Hazlo y te maldeciré. Haré que te salga sangre de los oídos y la nariz. —Entonces miró directamente a Bearchun—. Sabes que puedo hacerlo. Déjala conmigo y se tranquilizará.

MacNiven no daba crédito a la reacción de Bearchun.

Se había escondido detrás de un árbol.

—¡Aléjate de mí, pequeña bruja!

—¿Qué pasa? —preguntó desconcertado.

La otra niña todavía seguía gritando con la cabeza hacia atrás. ¡Qué demonios! Tiró de su larga melena, intentando que entrara en razón. Tenía dos Ramsays, o eso pensaba. Miró a Bearchun, que seguía oculto tras un árbol como si tuviera un oso gigante frente a él en lugar de una muchacha de menos de ocho veranos. Señaló a la que gritaba.

—¿Ella es una Ramsay?

—Sí, es la hija de Logan Ramsay. Dale a la bruja lo que quiere por ahora. Haz que deje de mirarme.

MacNiven echó la cabeza hacia atrás, riéndose a carcajadas. Vaya, vaya, no podía ser más perfecto. Quizás mantendría vivo a Bearchun por haberle llevado una de cada. La hermana de Torrian Ramsay y la hija de Logan y Gwyneth, los famosos espías. Tenía que quedarse con las dos. Cogió a la chica que gritaba por los brazos y la alzó por encima de Jennet.

—Si prometes mantenerla callada y no maldecirnos, permitiré que se quede contigo.

Jennet asintió, levantando los brazos justo a tiempo de atrapar a la muchacha cuando la dejó caer. La niña se abrazó a Jennet, dejando de gritar mientras Jennet la consolaba.

—¿Cómo se llama?

Jennet le miró apretando los labios.

—Dímelo u os estrangularé a las dos. Os dejaré estar juntas, pero dime su nombre.

Bearchun dijo:

—Empieza con una B, pero no me acuerdo.

Jennet se lo quedó mirando mientras rodeaba a su prima con los brazos.

—Brigid. Su nombre es Brigid. Ahora déjanos en paz.

Brigid apoyó la cabeza en el hombro de Jennet, respirando con dificultad de tanto gritar y llorar, pero al menos había dejado de berrear.

Ranulf se rio, apretando las manos frente a él.

—Perfecto. No podía estar en una mejor posición.

—¿Y ahora qué? —preguntó Bearchun.

—¡Tenemos que hacer pis! —gritó Jennet.

—Cedrica, mueve el culo. Te necesito aquí.

Un grito distante salió de la cueva que había al lado.

—¡Enseguida vamos! No me has dado mucho tiempo.

MacNiven se volvió hacia ella, señalando a los árboles que tenían enfrente.

—Id a los árboles, pero ya sabes que, si intentáis largaros, pegaré a Brigid tan fuerte que no podrá volver a llorar.

Jennet levantó la barbilla, cogió a Brigid de la mano y se metió en el bosque. Era una luchadora, había que reconocérselo. Lástima que no fuera un poco más mayor.

Ranulf dijo:

—Nos dirigimos a Edinburgh. He encontrado el lugar perfecto para escondernos mientras envío un mensaje al rey. Los Ramsay nunca nos encontrarán allí.

Recorrió el claro, y entonces se dio cuenta de que las chicas ya deberían haber regresado. Corrió hacia la zona, y respiró al verlas: Brigid de pie y jugueteando con su ropa, y Jennet sentada junto al árbol, golpeándolo con un palo.

—¡Basta! Nos vamos.

Las echó una a cada caballo antes de montar detrás de Jennet. A esta no podía perderla de vista, eso estaba claro.

Los Ramsay no tardarían en descubrir que esta vez era él quien tenía la sartén por el mango.

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