Molly

Molly


Capítulo 16

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Capítulo Dieciséis

Ranulf MacNiven estaba de pie sobre la muralla, cerca de las puertas delanteras. Sus guardias creían haber visto algo, pero no habían encontrado nada. Había enviado dos mensajes, uno al rey Alexandre y el otro solicitando ayuda a un viejo amigo. Ya habían pasado dos días desde que los había enviado. A estas alturas debería estar sucediendo algo.

Como si las bestias del inframundo lo hubieran oído, captó un movimiento en su tierra. Entrecerró los ojos, esperando que fuera alguien que viniera con una respuesta a alguno de sus mensajes.

Walrick y Earc se pusieron a su lado. Una amplia sonrisa ocupó su rostro a medida que el visitante se acercaba.

—¿Quién es? —preguntó Walrick—. ¿Tengo que sacar las flechas?

—No. Es una mujer hermosa. Por favor, no le atravieses el corazón con una flecha. La necesito desesperadamente. —El recuerdo de aquellas voluptuosas curvas en sus manos se la puso dura, así que se giró y se alejó de sus hombres, bajando de la muralla. Antes de irse, bramó a los guardias que estaban en la puerta:

—Dejadla pasar, a ella y a sus escoltas cuando lleguen. Necesito a todos los hombres que pueda conseguir en caso de que esos necios de los Ramsay decidan atacar. Por supuesto, si lo hacen, mataré a las crías inmediatamente. Ya veremos.

Davina de Buchan. ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? La había vigilado desde lejos durante un tiempo después de escapar de la soga del verdugo, pero después había tenido que huir por miedo a ser descubierto. Cuánto la extrañaba. Temía que se hubiera casado mientras él no estaba y que no viniese, pero el amor lo conquistaba todo. Entró a la gran sala silbando y se dirigió a su habitación, situada en el piso superior, con el fin de hacer todo lo posible para estar presentable. Ella siempre había sido exigente en términos de higiene, por lo que se cambió de túnica, se lavó las manos y la cara, se limpió los dientes con un paño y finalmente masticó unas hojas de menta.

Esperaba poder convencer a Davina para que se ocupara de las niñas que tenía en el solar. Cedrica y Lorna se negaban a estar con ellas, ya que les asustaban demasiado las maldiciones y los animales. Además, se estaban impacientando y hacían demasiadas preguntas. Quería a alguien en la habitación con las pequeñas, alguien que pudiera imponer respeto y control, que pudiera matarlas si fuera necesario. No podía contar con que lo hicieran sus hombres después del pequeño episodio con Bearchun en el patio. Bruja o no, la que se llamaba Jennet también lo ponía nervioso. Bearchun estaba tan hecho polvo que se había ido en cuanto se había despertado, llevándose a Shaw con él.

Davina haría cualquier cosa que le pidiera, especialmente una vez que le propusiera matrimonio. Le prometería lo que ella quisiera, siempre y cuando lo ayudara en este esfuerzo final. Además, se moría de ganas de meterse entre sus dulces muslos una vez que fuera declarado libre y jefe de su propia tierra de nuevo. Se entendían fabulosamente bien en la cama.

Silbó de nuevo mientras bajaba las escaleras hasta el gran salón, llegando a la puerta justo antes de que se abriera.

Allí estaba ella, toda una belleza oscura vestida de un azul profundo. Se quedó paralizada donde estaba en cuanto sus miradas se encontraron.

Ranulf le abrió los brazos.

—Ven a mí, cariño. ¡Cuánto te he echado de menos!

Davina, todavía inmóvil, no se movió hasta que el guardia que había detrás de ella la hizo pasar y cerró la puerta que les separaba del frío soplo invernal. Parecía bloqueada, casi como si hubiera visto un fantasma. En cierto modo, así era.

—Jefe, ¿tienes una cerveza para nuestras gargantas resecas? —preguntó el guardia y dio un paso al frente, abriendo la puerta para que sus compañeros pasaran.

MacNiven asintió con la cabeza y señaló hacia el gran salón.

—Mis sirvientes cuidarán de vosotros. —Los ocho guardias que habían venido con ella se apresuraron a sentarse a la mesa, dejando a Davina sola con él. Dio un paso más hacia ella—. ¿Me has echado de menos, mi amor?

Davina miraba fijamente sus manos enguantadas, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—No tenía ni idea de dónde estabas. Intenté visitarte antes... antes del ahorcamiento... Lo intenté, pero no estabas allí. Vi a otro hombre en tu celda.

—Oh, es increíble lo que puede conseguir un poco de dinero. Aquel hombre habría muerto igualmente al cabo de unas cuantas lunas. Le pagué suficiente dinero para que su esposa pudiera mantener la casa y alimentar a sus dos hijos. Se alegró de poder ocupar mi lugar. Es menos doloroso morir rápido que lentamente a lo largo de tres o cuatro lunas.

—¿Qué te pasó? ¿Por qué no has venido a mí hasta ahora? ¡Yo te quería!

La llevó junto a la chimenea.

—No podía. Tuve que alejarme hasta que dejaron de buscarme con tanto ahínco. Estaba oculto en las Highlands.

—¿Y ahora? ¿Ya no te están buscando? —Lo miró con más recato que nunca. Él observó a la mujer de la que había disfrutado hacía mucho tiempo. No podía decir que fuera amor. Por desgracia, ¿podría alguna vez amar a una mujer? Probablemente no. Anhelaba más el poder, pero aun así podría serle útil para sus actividades.

Le rozó los labios con el dedo y después le levantó la barbilla y le devoró la boca, jugando con la lengua hasta que cayó bajo su hechizo, gimiendo y rodeándole el cuello con los brazos.

—Todavía te quiero, Ranulf.

Se echó hacia atrás y le dio un beso en la nariz.

—Bien. Me gustaría poder llevarte a mi habitación y pasar el día contigo, pero hay asuntos urgentes que requieren mi atención. He secuestrado a dos niñas Ramsay y quiero que las vigiles.

—¡No, Ranulf! —Se apartó de él, como si necesitara hacerse a la idea. Él supuso que era por la sorpresa.

—Los Ramsay no. —Se tapó la boca con la mano mientras se alejaba de él—. ¿Por qué tienes que ir tras los Ramsay? ¿No puedes comprar tu libertad? ¿Por qué todos los hombres que conozco secuestran mujeres? Está mal... muy mal. Si comprases pasajes para poder coger un barco, podríamos huir juntos, vivir una vida maravillosa con niños y...

Él frunció el ceño, ya que no estaba dispuesto a cambiar sus planes. Había pensado en ello con mucho detenimiento.

—No, estoy cansado de huir. Lo tengo todo previsto. Sus vidas por las mías. El rey Alexandre me otorgará la libertad a cambio de que devuelva a las niñas sanas y salvas. Solo tenemos que esperar un poco más y después podremos vivir donde queramos. Ya verás. —No había necesidad de que ella supiera que mataría a las niñas si era necesario. Davina era demasiado blanda de corazón para conocer sus verdaderos planes.

Por supuesto, todavía tenía que tomar una decisión respecto a sus planes definitivos. Miró por encima del hombro la enorme espada que colgaba de la pared, la de su padre. Por su padre, sabía que debía hacer todo lo que estuviera en su poder para recuperar su tierra y su título. La única forma de hacer que eso sucediera era entregando a las muchachas vivas y que el rey le concediera la libertad. Entonces podría vivir aquí, casarse con Davina y tener a Walrick como su segundo.

Pero Walrick no se quedaría. Tenía hambre de dinero y tierras lejanas. La idea de dejar Escocia atraía a Ranulf. Esa sería la auténtica libertad. Gracias a Hew Gordon, todavía tenía mucho dinero, así que era una posibilidad.

O quizás debería comprar su propio barco y tripulación para navegar los mares. O...

—¿Ranulf? ¿Me estás escuchando? —La inquebrantable mirada sombría de Davina se fijó en él.

—Por supuesto, querida —contestó. Evidentemente, sus declaraciones de amor no eran más que mentiras audaces: nunca había tenido un sentimiento semejante por nadie, pero hacía lo que tenía que hacer. Siempre lo había hecho.

—Entonces, ¿para qué me quieres aquí ahora? —Se echó el manto a un lado y empezó a dar vueltas de forma extraña.

Aquella no era la misma mujer que una vez había conocido. Antes del fiasco de Edinburgh, Davina de Buchan era fuerte e independiente. Esas eran las características que lo habían atraído de ella: audacia, descaro, fortaleza y confianza. La mujer que tenía delante era un mar de dudas y estaba claro que no confiaba en él.

Mierda, tenía que mantenerla de su lado. No podía perderla ahora. ¿Qué le había pasado desde el fiasco de los Ramsay?

—Porque necesito tu ayuda. Quiero que vigiles a las niñas. Una de ellas dice ser una bruja y ha conseguido ahuyentar a muchos de mis guardias. ¿No lo ves, Davina? Una vez hecho el intercambio, tú y yo podremos casarnos y vivir aquí juntos, yo como jefe de mi castillo y tú como mi esposa. ¿Qué más podrías desear? Te vestiré con los mejores vestidos y te compraré las piedras preciosas más hermosas del mundo.

Ella se arrodilló juntando las manos, pero entonces levantó la mirada hacia él.

—Muy bien. Acepto cuidar de las niñas, pero solo si prometes no abandonarme nunca más.

—Una vez que obtenga mi libertad, dejaré que tú hagas todos mis planes de futuro. ¿Te parece suficientemente justo?

Por primera vez una sonrisa cruzó su cara.

—Sí, es justo.

Ranulf se dirigió a su solar, haciendo señas para que Davina lo siguiera. Una vez allí, se dio la vuelta y se puso frente a ella.

—Te agradezco que hagas esto por mí.

—¿Quiénes son las dos mujeres de la puerta? —preguntó Davina—. ¿Por qué no están dentro con las niñas?

Él se la acercó lo suficiente como para acariciarle el trasero, manoseándole todo el culo mientras ella se retorcía.

—Están aquí porque no pueden manejar a dos jovencitas. ¿Puedes creerlo? Pero sé que tú eres más que capaz.

—Por supuesto que lo soy. —Suspiró, mirando a las dos mujeres sentadas en el suelo—. Lo haré. Pero recuerda todo lo que me has prometido.

Abrió la puerta, Davina entró y cerró la puerta detrás de ella.

A continuación, Cedrica y Lorna se incorporaron.

—¿Al final qué? ¿Vas al sur con Walrick y nos llevas, o te quedas aquí? Por favor, dinos que no planeas matar a las niñas, sino que las devolverás a los Ramsay. ¿No son a cambio de obtener lo que quieres? Nosotras no las mataremos. No queremos participar en eso, Dubh. Nos castigarían junto contigo.

—Esta vez no me atraparán, sino que me liberarán. —Y su interior estalló de alegría ante tal pensamiento. Sería el mejor del mundo. Pronto el rey de los escoceses haría su voluntad. No podía decidir qué hacer. ¿Debería ir a Inglaterra o comprar una galera? Podía contratar remeros para que los llevasen. Su sonrisa se ensanchó ante la idea de ser el capitán al timón de su propio barco.

¿O debería quedarse aquí con la dulce Davina? Tenía muchas opciones.

—A menos que mates a las niñas —ladró Cedrica—. Si te cargas a dos jovencitas, te colgarán, sobre todo si son Ramsay.

—¡Bajad la voz! Están ahí dentro. —Dubh fulminó con la mirada a Cedrica. Se lo estaban poniendo difícil. Bien. Encontraría a alguien que las atara para asegurarse de que no causaran problemas. En cuanto pudiera, las enviaría a Edinburgh y obtendría algo de dinero por ellas—. No os estoy pidiendo que las matéis. De eso ya me encargaré yo. —Señaló a los guardias que estaban comiendo en la mesa—. Id a buscar algo de comer.

Las dos corrieron hacia la mesa. Cuando pasó junto a sus guardias para salir por la puerta, se inclinó y le susurró a uno de ellos:

—Ata a esas dos y déjalas en una esquina.

Bien. Todo iba según lo previsto. Solo tenían que esperar la respuesta del rey.

Tormod blandió la espada sobre su cabeza, derribándola sobre el arma de Kyle Maule tan fuerte como pudo. Para su sorpresa, el segundo de Torrian cayó sobre una rodilla al recibir el golpe, aunque se recuperó bien.

—¡Bien hecho, Moriston! —gritó Logan lo suficientemente alto como para que todos lo oyeran—. Aunque Maule, el pobre muchacho, tiene excusa. El niño lo ha mantenido despierto casi toda la noche, así que no ha descansado bien.

Kyle miró fijamente a Logan.

—El bebé todavía no ha nacido, pero nacerá en cualquier momento y Lily está muy incómoda. No os preocupéis por mí. Estoy tan en forma como siempre.

Un sonido distante de caballos puso fin al movimiento de espadas. Se alejaron más del castillo de MacNiven para no ser descubiertos. Tormod esperaba que se tratara de sus refuerzos. Logan y Torrian deseaban atacar lo antes posible.

Torrian se apresuró a echar un vistazo a los jinetes, y su cara se iluminó al reconocerles.

—¡Jamie, habéis sido rápidos! No esperábamos a tu equipo hasta dentro de otro medio día.

A medida que los guardias desmontaban, Logan se subió a su caballo y cabalgó hacia el grupo; tenía que advertirles de que dejaran algunos guardias a cierta distancia.

Cuando Jamie llegó al grupo que se encontraba en el pequeño claro, Torrian preguntó:

—¿Algún problema?

Seguían a Jamie Gregor, Gavin, Braden y Coll. Los otros guardias se habían quedado atrás cuidando de los caballos.

—Me pregunto por qué has vuelto tan deprisa —dijo Logan—. ¿Hay problemas?

Jamie levantó las manos con las palmas extendidas en un gesto tranquilizador.

—Primero, contéstame. ¿Has localizado a MacNiven?

—Sí, está tras la muralla con algunos de sus leales seguidores —dijo Torrian—. Creemos que Jennet y Brigid están allí, aunque nadie las ha visto. ¿Qué sabes del rey?

—No llegamos a hablar con el rey. Interceptamos a un mensajero de un tal jefe Dubh, como se hace llamar a sí mismo. Quiere su libertad y la devolución de su tierra a cambio de las niñas.

—¿Enviaste el mensajero al rey?

—Sí, pero Braden lo convenció para que nos lo revelara todo a nosotros primero.

Logan levantó una ceja, pero no dijo nada.

—Entonces predigo que el rey estará aquí pronto.

—¿Por qué iba a venir el rey en persona? —preguntó Torrian—. ¿Por qué no enviar a sus guerreros a ayudarnos?

Eso provocó una carcajada.

—Nuestro rey está tan furioso con Ranulf MacNiven que su mozo de cuadra ensillará su caballo en el instante en que el mensajero le dé la noticia. Vendrá, aunque no puedo decir cuándo o qué decidirá hacer cuando llegue. —Logan comenzó a pasearse de un lado a otro, algo que no hacía a menudo. Señal de que el gran hombre estaba nervioso.

—MacNiven también exigía que viniese el rey en su mensaje. Basándonos en nuestra ubicación cuando nos encontramos con el mensajero, el rey debería llegar mañana —dijo Jamie—. ¿Tienes algún plan en marcha?

—Haré venir a Gwyneth y las chicas —dijo Torrian.

Cuando estuvieron todos juntos, incluyendo algunos de los guardias que se habían quedado atrás, Logan y Torrian revelaron su plan.

—A continuación, asignaré tareas específicas —dijo Logan—, pero atacaremos de tres maneras diferentes. Primero, atravesaremos la puerta y atacaremos a caballo y a pie. Os he visto trabajar a muchos de vosotros y estoy impresionado. No deberíamos tener problemas para acabar con ellos con nuestras espadas. También tendremos un grupo de arqueros en los árboles. Y, finalmente, Molly irá a por las niñas mientras yo me quedo con Gwyneth. Como no sabemos con certeza cuando llegarán el rey y sus guardias, no podemos esperarnos a atacar.

—Molly es la más rápida —dijo Jamie—, ¿pero la enviarás sola?

—No, Tormod va con ella.

Tormod tuvo que ocultar su reacción al anuncio de Logan. Nada podría haberle satisfecho más. Necesitaba estar con Molly, protegerla de cualquier daño. No podría haber sido nadie más.

Logan continuó.

—He observado sus habilidades durante los últimos días y creo que es el más preparado para cambiar de espada a arco con facilidad si es necesario. Comed y preparaos. Entramos al anochecer, y no nos detendremos hasta que recuperemos a Jennet y Brigid.

Complacido de que Logan hubiese sabido ver su valía, hizo todo lo posible para controlar su deseo de gritar a los cuatro vientos que su arduo trabajo había sido recompensado. Tormod podía sentir la emoción entre sus compañeros. Sabía lo que era prepararse para la batalla, donde dependías de que el resto te apoyara. Miró a Molly para ver cómo había recibido la noticia, pero no podía decirlo.

Logan le señaló.

—Nos gustaría hablar con vosotros dos.

Tormod siguió a Molly con la mirada en el suelo mientras hacía lo que se le había ordenado.

—Gracias por confiar en mis habilidades, milord —dijo Tormod a Logan.

—Bien merecido, Moriston. Ahora protege a mi hija. Así es como creemos que irá.

Una vez sentados en el tronco alrededor de su madre, su padre trajo pasteles de avena para todos, así como una bota de agua.

Gwyneth se dirigió a ellos primero.

—Los guardias derribarán la puerta, y tu trabajo es correr hacia la periferia en cuanto tomen el patio. Deberías poder correr rodeándoles. Molly, Tormod te guiará con la espada en la mano, y tú puedes utilizar tu arco como mejor te parezca. Pero tu trabajo no es quedarte y luchar, sino entrar a la torre y buscar en todas las habitaciones hasta dar con las niñas. Una vez que las encuentres, escóndelas en un lugar seguro hasta que tengamos el control de la situación. No intentéis volver al lugar del enfrentamiento con las dos pequeñas, es demasiado peligroso.

—¿Y si no las encontramos?

Gwyneth suspiró.

—Espero que no lleguemos a eso, pero si es así, preguntad a quienquiera que encontréis: asistentes de cocina, muchachos de los establos, cualquiera. Si hay una entrada trasera, MacNiven podría intentar escapar con las niñas. Mirad a vuestro alrededor e ir por donde os parezca mejor. Podrás correr más rápido porque ellas harán que vaya más lento.

Tormod miró a Logan.

—¿Qué arma crees que utilizará MacNiven mientras huye?

—Cualquier cosa que le pueda servir —contestó Logan—. Sospecho que se llevará un par de arqueros como protección. Se dice que cuenta con uno de los mejores, aunque por supuesto eso no puede ser cierto ya que los mejores arqueros pertenecen a nuestro clan o a los Grant. Ashlyn Grant se ha forjado una buena reputación desde que consiguió herir a ese hombre. —Logan añadió—: Pero la astucia es su mejor arma. Eso es lo que le ha traído hasta aquí. Tened cuidado.

—Corre como el ciervo más rápido que jamás hayas visto —susurró Gwyneth—. Nunca podrán cogerte, hija.

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