Molly

Molly


Capítulo 20

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Capítulo Veinte

Molly perdió el equilibrio y se le resbaló Brigid al caer al suelo.

—¡Corre, Brigid, corre!

Su hermana se levantó, pero dando un paso atrás, hacia el fondo del barranco, gritó:

—¡No, Molly! ¡No te dejaré!

De repente, el miedo que Molly albergaba se convirtió en ira, estallando con una energía temible. Rodó sobre su espalda para poder mirar al villano. Tenía el cuerpo cubierto de sangre, pero aun así seguía agarrándole dolorosamente la pierna.

—Te mataré antes de morir, pequeña zorra —gruñó.

Brigid gritaba mientras intentaba tirar de la otra pierna de Molly. Su arco estaba en el suelo, pero no se rendiría tan fácilmente. Reunió fuerzas y alzó la otra pierna, dándole una patada en la cara con la bota tan fuerte como pudo.

Su voz resonó a través del barranco.

—Ah... te mataré. —Pataleó y se retorció en todas las direcciones posibles, pero siguió estirándola hacia él por la pierna izquierda. Entonces recordó que llevaba una pequeña daga.

Intentaba cogerla por la garganta, pero todavía tenía una pierna libre, y la daga estaba metida dentro de su bota derecha. Pataleó y pataleó, con la esperanza de empujarlo lo suficientemente lejos como para poder coger el cuchillo.

—¡Molly! —El grito de Brigid la distrajo, pues el miedo le recordó a otra hermana. Cuando las enviaron a aquella cruel familia inglesa, había protegido a Maggie. Había alejado a aquel bastardo de ella una y otra vez, arrojándole puñados de tierra.

El aullido de Brigid —¡Molly!— fue tan desgarrador como el de Maggie la primera vez que aquella mujer malvada la había maltratado. Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Molly y juró darlo todo... por Brigid... por Maggie... por sus dos hermanas.

Se hizo a un lado y se agarró a las rocas que había sobre ella, intentando coger una para utilizarla como arma, pero no pudo alcanzar ninguna. El intento le salió caro. Su atacante había bloqueado su otra pierna con todo el cuerpo, lo que significaba que no sería capaz de acceder a la daga.

—¡Molly!

Se retorció en la otra dirección, y él la agarró y le hizo dar la vuelta debajo de él, presionándole la espalda. Alargó la mano, desesperada y, finalmente, dio con una roca de tamaño considerable. Contorsionándose, se hizo a un lado. Se alejó tanto y tan rápido como pudo, y le lanzó la roca a la cabeza, dándole en la sien.

Gritó y cayó hacia atrás, aguantándose la cabeza con una mano y apartándose de ella. La otra mano seguía sin soltarle la pierna izquierda, pero su pierna derecha estaba libre.

Y eso era justo lo que necesitaba. Metió la mano en la bota y extrajo la daga, arqueándola sobre las venas de su cuello, tal como su padre le había enseñado. Le traspasó la piel, provocando que una fuente de sangre brotara sobre el hombro. A medida que la vida abandonaba el cuerpo de aquel hombre, la fue soltando. Ella se alejó de él, jadeando para recuperar el aliento mientras descendía por las rocas, arañándose la piel de la mano sin que ello le importara.

—¿Brigid?

—¿Molly? —Brigid corrió hacia ella, y ella envolvió a su pequeña hermana en un fuerte abrazo, haciendo todo lo posible para calmar los alaridos de terror de la pequeña mientras se esforzaba en bajar el ritmo de su propia respiración.

Echó un vistazo al hombre que la había atacado. La sangre rodeaba su cuerpo flácido. Nunca había visto tanta sangre. No volvería a moverse.

—Ven, querida. Tenemos que ir a por Jennet. —Se encorvó para recuperar su arco.

Molly la sacó del barranco y, una vez que el suelo estuvo despejado, echó a correr.

—¿También has salvado a Jennet? —dijo la pequeña, con hipo, aferrándose a su hermana.

—Todavía no. Pero Tormod se ha quedado para ayudarla, así que espero que ya la tenga. Tenemos que ser silenciosas cuando nos acerquemos a la cabaña. ¿Podrás hacerlo por mí? Nos esconderemos detrás de las rocas hasta que descubra qué ha pasado.

Brigid asintió, haciendo todo lo posible para detener el hipo y permanecer callada. A medida que se aproximaban, Molly redujo la velocidad, tomándose su tiempo para abrirse camino a través de la cañada que rodeaba la cabaña. Todavía estaban allí, MacNiven tenía a Jennet cogida de cerca y presionaba un cuchillo contra su cuello. Si el guardia negro había permanecido así todo el rato, no le sorprendía que Tormod no hubiera actuado. Era un buen tirador, pero aquello requeriría un disparo perfecto.

Una vez estuvo lo bastante cerca como para disparar, Molly se agachó tras una enorme roca lo suficientemente grande como para esconderlas a ella y a Brigid. Colocó a su hermanita junto a ella, fuera de la vista. El corazón se le rompía solo de ver las ojeras de su hermana. Brigid y Jennet habían sufrido una gran conmoción, estaba claro.

Brigid mantuvo los ojos puestos en Molly mientras preparaba su arco.

—¿No me dejarás, verdad Molly? Por favor. —Tiraba de la túnica de Molly, no quería dejarla ir.

Molly se inclinó y le besó la frente.

—No, no voy a ir muy lejos, pero voy a tener que salir para disparar, así que tienes que soltarme. Puede que tenga que ir a buscar a Jennet, pero tú tienes que quedarte aquí, ¿entendido? Te prometo que volveré.

Brigid asintió.

—¿Tu amigo sigue ahí?

Molly asomó la cabeza desde detrás de la roca. Estaba a la izquierda de la cabaña, en la parte trasera. Tormod estaba un poco más a la izquierda, casi al lado de MacNiven. Esperaba que hubiera notado que había regresado. Otro ruido llamó su atención. Su padre y otros tres guerreros a caballo se encontraban frente a la cabaña, delante de MacNiven, pero no podía oír lo que decían, si es que decían algo. Se puso en cuclillas para tranquilizar a Brigid.

—Papá está aquí, así que salvaremos a Jennet. —Los ojos de su hermana se iluminaron y ella se llevó los dedos a los labios, indicándole que permaneciese callada.

Cómo le gustaría a Molly poder consultar a su padre, conocer su opinión sobre si disparar haría que MacNiven hiriera a Jennet. Pero no podía. No tenía más remedio que tomar una decisión, que confiar en su instinto.

Su instinto le decía que acabara con MacNiven ahora aprovechando la distracción que su padre y los otros hombres le proporcionaban.

Esperaba que su reacción no consistiera en rajar a Jennet, pero como le dispararía a matar, aunque así fuera, no sería capaz de hacer mucha presión en su garganta.

Tenía que arriesgarse.

Dejar a su prima en manos de aquel loco un segundo más era demasiado peligroso. Le hizo un gesto a Tormod, esperando que viera que tenía intención de disparar. Finalmente la vio y ella comprendió por su amplia sonrisa y el movimiento de su mano que le indicaba que disparara.

Tocó la flecha y se tomó su tiempo apuntando. Por favor, Dios, guía la flecha para que acierte. Por favor, salva a mi querida prima.

Su mundo se ralentizó, como si los cielos le proporcionaran tiempo para hacerlo todo bien. MacNiven giró la cabeza y los hombros hacia la izquierda mientras gritaba algo que no podía oír desde su posición. Sonó la voz de su padre, diciendo algo así como que MacNiven era un bastardo, un delincuente, y un mosquito asustadizo sin ningún valor. Continuó su diatriba, cabreando tanto como podía a MacNiven, intentando atraer su atención.

Y ella entendió por qué. Su padre sabía que, si obligaba a MacNiven a centrarse en él, le daría a Molly el objetivo que tanto necesitaba. Pero aquel canalla no cambiaba lo suficiente de posición...

Las heridas de las manos le escocían de agarrarse a las piedras del barranco, pero tenía que ignorarlo. Un poco de brisa le acarició el rostro, casi como si un ángel la hubiera tocado, avisándola de que era el momento. Finalmente, MacNiven se giró, poniendo a Jennet frente a él, entre él y el padre de Molly y los otros guardias, por lo que ya no era visible para Molly. Le temblaba el cuerpo mientras se reía, escupiendo palabras que ella se negaba a procesar. Estaba completamente concentrada en Jennet y el bastardo que la retenía como rehén, el hombre que había intentado arruinar la vida a su primo Torrian, que había planeado su asesinato, que había intentado matar a su primo Jake, que había enviado a sus hombres a acabar con Ashlyn, y que había ordenado la muerte de Magnus.

Aquel hombre que había escapado de la soga del rey había cometido un grave error. En respuesta a las burlas del padre de Molly, acabó por darle la espalda, convirtiéndose en un blanco perfecto, por lo que sus músculos respondieron, contrayéndose y soltándose en el baile perfectamente coreografiado que había practicado durante años. Dejó ir la flecha y vio como volaba y se clavaba en su costado derecho, exactamente donde había planeado, lo suficientemente abajo como para no dar accidentalmente a Jennet, pero en un lugar en que lo más probable era que lo matara.

Tormod debió verlo porque desenvainó la espada y corrió directo hacia el villano en cuanto le dio la flecha.

MacNiven bramó y tropezó hacia atrás, arrastrando a Jennet con él. La pequeña muchacha sorprendió a todos mordiéndole la mano. Dejó caer la daga, pero su control sobre Jennet no se debilitó. Sujetándola fuerte, cada vez más fuerte, cayó al suelo y utilizó los pies para alejarse de los caballos de los guerreros.

Perdía mucha sangre, pero no soltaba a Jennet. Intentó estrangularla con el fin de asfixiarla y castigarla.

Jennet gritó, arañándole la mano, pero en vano. Tormod llegó hasta donde estaban y apartó a Jennet para clavar su espada en el vientre de aquel hombre. Aun así, no la liberaba. Tormod puso el pie en el pecho de MacNiven para hacer palanca y tiró de su mano. Cuando Molly apareció, corrió hacia Jennet para liberarla. Los ojos de MacNiven estaban vidriosos y, cuando Tormod dio un último tirón a la mano de MacNiven, Jennet finalmente cayó en manos de Molly, llorando y aferrándose a su prima.

Logan fue el primero en llegar y besó a Molly y a Jennet antes de exclamar:

—¡Bien hecho! ¿Brigie? ¿Dónde está Brigie?

Molly se quedó junto a Jennet mientras apuntaba a la roca que había detrás de ella.

—¡Por allí, papá! Se ha hecho daño en la pierna, pero eso es todo. —Gritó por encima del hombro—: ¡Brigie, sal, cariño, es seguro!

Gwyneth cabalgó hacia ellos, con una cara de pánico que Molly no había visto nunca.

—¿Estás bien, Molly? ¿Jennet? ¿Estás bien?

Torrian la seguía con su caballo.

—¿Jennet?

Jennet dejó a Molly y corrió hacia su hermano, que la levantó sobre su regazo, abrazándola. Logan salió de detrás de la roca con Brigid, cuyos brazos no le soltaban el cuello. Se la entregó a Gwyneth, que inmediatamente rompió a llorar.

—Gracias, Señor. ¡Oh, gracias, Señor!

Tormod se acercó para limpiarle la suciedad de la cara a Molly.

—Bien hecho, muchacha.

La mirada de Molly se fijó en la suya, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Tormod la había apoyado, la había alentado y había creído en ella. No podía quitarse la sonrisa de la cara mientras observaba sus ojos azules.

—Lo hemos conseguido, ¿verdad?

Su sonrisa era casi tan grande como la de ella.

—No, lo has conseguido. Tú sola has salvado a Brigid y disparado una flecha en la espalda a MacNiven, evitando así que le cortara la garganta a Jennet.

—Pero le has dado el golpe de gracia y la has liberado. Lo hemos hecho juntos.

Se inclinó y le dio un beso casto en los labios.

—Sí, supongo que así es.

Se quedaron allí durante un largo instante, mirándose el uno al otro, sonriendo, y entonces Logan se acercó y le dio un abrazo a Molly.

—¡Bien hecho! El rey está aquí. Prometió ir justo detrás de nosotros. Desea ver a MacNiven.

—¿Cómo nos has encontrado, papá? —preguntó Molly.

—Davina nos contó todo lo que sabía. La pobre muchacha me da pena. No ha tenido una vida fácil.

Molly asintió.

—Sí. Ella es la que nos dijo hacia dónde ir. Debemos estarle agradecidos. No sé qué habría pasado si no los hubiéramos encontrado tan rápido.

Logan dijo:

—Puedes enviarle un mensaje más tarde. Creo que el rey ha dicho que su padre iba a llevársela a casa. Si no, haría que sus guerreros la escoltaran hasta allí, igual que enviará algunos guardias para acompañar a Cedrica y Lorna a Edinburgh. Una de ellas tiene un pariente allí.

Cogiéndole la mano y dándole la vuelta, Tormod dijo:

—Te has enfrentado con Walrick, por lo que veo. Tienes las manos hechas un desastre.

—¿Has tenido que utilizar la daga, muchacha? —la interrogó su padre mientras utilizaba su manta para limpiarle parte de la sangre de la cara.

—Sí. —Ella se giró hacia Tormod mientras le rodeaba el hombro con el brazo—. Le disparé una flecha al costado, pero no murió inmediatamente. Me agarró el tobillo al recoger a Brigid de donde había caído.

Su padre le dio un beso en la mejilla.

—Estoy muy orgulloso de ti, muchacha. —Apretando el hombro de Tormod, dijo—: Vosotros dos trabajáis bien juntos. Con lo preocupado que he llegado a estar a lo largo de todo este episodio, nada me impresionó tanto que cuando MacNiven se abalanzó sobre Jennet después de soltar la daga. El corazón me dio un vuelco. Gracias por liberarla del gancho mortal.

El bramido del rey interrumpió su pequeña celebración. Desmontó frente a Molly y Tormod.

—¿Estos son los guerreros a los que debo dar las gracias, Ramsay? Esta chica es hija tuya, ¿verdad?

Logan se volvió hacia el rey.

—Sí, esta es mi hija mayor, Molly.

—¿No es la que le arrebatamos a aquel mequetrefe inglés?

—Sí, la adoptamos con tu bendición. Tiene una hermana, Maggie, que está en casa. —Su rostro se llenó de orgullo.

—¿Y el joven muchacho?

—Tormod Moriston, del clan Grant, entrenado por algunos de los mejores, como ya sabes.

—Llévame hasta el cuerpo de ese diablo. Necesito verlo yo mismo.

Logan, que había estado expresamente de pie frente al cadáver para ocultarlo de la vista de las niñas, se apartó para que el rey pudiera verlo.

—Me produce una gran satisfacción comprobar que este asunto ha terminado —dijo el rey con un suspiro. Después se volvió hacia Molly y Tormod—. Sí, muchas gracias a los dos. Estoy seguro de que querréis celebrarlo con vuestros clanes; me aseguraré de haceros llegar el mejor vino y la mejor comida. —Miró al suelo y después se alejó unos cuantos pasos para patear el cuerpo inerte que yacía a sus pies—. Ranulf MacNiven, no causarás más problemas a mis compatriotas.

Miró a Jennet, que todavía estaba sentada en el caballo con su hermano.

—¿Qué, Torrian? ¿No estás contento? Y Jennet, mi pequeña amiga —se acercó para acariciarle la pierna—, ¿estás bien? Los escoceses siguen necesitando que te conviertas en una buena sanadora como tu madre y su hermana Jennie.

—Estoy bien, mi rey. ¿Cómo va el dolor de tu mano? —A pesar de los horrores a los que había sobrevivido por poco, Jennet ya volvía a comportarse como una sanadora.

Jennet se había ocupado de la mano del rey durante una visita a Edinburgh. Incluso antes de revelar involuntariamente la artimaña de MacNiven, ya había enternecido al rey. La pequeña Jennet se parecía mucho a su tía Brenna.

El rey Alexandre soltó una carcajada.

—¡Eres una auténtica sanadora, muchacha! Mi mano está mucho mejor, gracias. Eres muy valiente para haber sobrevivido a una cosa así.

Su madre acercó su caballo hasta Torrian con Brigid todavía en su regazo.

—Mi rey —dijo la pequeña, con los ojos bien abiertos— Jennet les contó que era una bruja y todos le tenían miedo.

El rey Alexandre dijo:

—Una jugada inteligente, querida. A muchos hombres adultos les asustan las brujas, aunque mi pequeña Jennet ciertamente no lo sea.

Gwyneth añadió:

—Mi sobrina nos dejó mensajes. Si no lo hubiera hecho, nunca los habríamos rastreado.

El rey levantó las cejas.

—¿Cómo dices? No he oído nada sobre eso.

—Mi prima nos dejó mensajes grabándolos en la corteza de los árboles —dijo Molly, sonriendo a su prima—. Fue ella quien nos indicó qué dirección tomar.

—Vaya, ¡pero qué niñas tan inteligentes! Nos habéis ayudado a atrapar a un hombre que había estado huyendo durante bastante tiempo. ¿Cómo se te ocurrió, Jennet?

—Mi madre. Nos enseñó a dejar mensajes, y una vez nos contó una historia de una muchacha que fingía ser bruja, así que hice lo mismo.

—Mmm —dijo el rey Alexandre, dándose golpecitos con el dedo en el labio inferior—. Creo que te enviaré más de mis naranjas especiales como recompensa por mantenerte firme.

Brigid aplaudió y Jennet abrió los ojos.

—Os enviaré una entrega especial, una para cada una de vosotras. Ahora, vete, Jennet. Sé de una madre y de un padre a los que les gustaría verte en casa. —El rey se dirigió a Gwyneth—. ¿Cómo está tu herida?

Gwyneth respondió:

—Estoy mucho mejor, aunque al parecer tanto mi hija como yo tenemos las piernas doloridas.

—Entonces iros las dos a casa. Allí hay mucha gente que cuidará de vosotras. Ambas os merecéis un descanso y mi agradecimiento. Me hacéis sentir orgulloso de ser escocés.

Estuvo a punto de pisar el cuerpo del arquero que se había caído del árbol.

—¿Y este quién es, Ramsay? ¿Quién es el idiota que ha perdido la vida haciendo caso a un loco?

Logan se puso al lado del rey.

—No lo conozco.

Una voz tras él dijo:

—Yo sí.

Logan se giró y miró a Molly sorprendido.

—¿De verdad?

—Sí. Es el hombre que me atacó en el castillo real durante la celebración. El que me empujó por el pasillo y me golpeó en la espalda. Lleva la misma ropa y es del mismo tamaño. ¿Lo recuerdas, papá?

Logan susurró:

—Sí. Todo encaja, ¿no? —Le rodeó el hombro con el brazo y la apretó vigorosamente—. Estoy muy orgulloso de ti, hija. Sabías exactamente lo que hacía cuando le gritaba a MacNiven.

—Sí, me diste el blanco perfecto.

La abrazó fuerte.

—Sabía que podías hacerlo. Muchas gracias por salvar a las niñas.

Tormod apareció detrás de ella.

—Es toda una corredora.

—Sí, es una de las más rápidas. No sé cómo le seguiste el ritmo, Moriston, pero lo has hecho bien.

—Pero yo...

Molly lo interrumpió.

—Él me apoyó, papá. No estaba segura de poder hacerlo sin ti o mamá a mi lado, pero él me animó de principio a fin.

Logan cogió a Tormod por el hombro y añadió:

—¡Bien hecho! Ahora vámonos de este horrible lugar.

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