Misery

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III - Paul » 28

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CAPÍTULO 37

Geoffrey empezaba a sentir los brazos como hierro dulce. Había estado cinco minutos de pie en las profundas sombras junto a la choza que pertenecía a M’Chibi el Hermoso con el baúl de la baronesa en la cabeza: la versión en flaco de un forzudo de circo. Justo cuando ya pensaba que Hezequiah no conseguiría convencer a M’Chibi de que saliera de la cabaña, oyó movimiento. Se apartó aún más, sintiendo que los músculos de sus brazos le latían como locos. El jefe M’Chibi el Hermoso era el guardián del fuego y, frente a su cabaña, había más de cien antorchas con la cabeza cubierta por una resina espesa y gomosa. Esa resina manaba de los árboles bajos de la región y los bourkas la llamaban aceite de fuego o aceite de sangre de fuego. Como la mayoría de las lenguas simples, la de los bourkas era a veces extrañamente elusiva. Se llamase como se llamase aquella cosa, había antorchas suficientes para prender fuego a toda la aldea. Se incendiaría como un monigote de Guy Fawkes, pensó Geoffrey.

Pero cuando les oyó salir, Geoffrey tuvo un instante de duda a pesar del dolor de su brazo. Y si, sólo por esa vez él.

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