Misery

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I - Annie » 21

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Cuatro horas más tarde, yacía de nuevo en la cama pensando que habría quemado todos sus libros por una sola cápsula de Novril. Mientras estaba sentado, no le dolía nada, tenía suficiente mierda en las venas para dormir a la mitad del Ejército prusiano; pero ahora parecía que todas las abejas de un panal se hubiesen lanzado sobre la parte inferior de su cuerpo.

Dio un fuerte chillido. La sopa debió de sentarle bien, porque no recordaba haber chillado tan fuerte desde que había salido de la bruma oscura.

La presintió detrás de la puerta mucho antes de que entrase, apagada, inmóvil, «desconectada», con la mirada perdida, fija en el pomo, o tal vez en las líneas de sus propias manos.

—Tenga. —Le dio la medicina—. Esta vez, sólo dos cápsulas.

Se las tragó sujetándole firmemente la muñeca para que no temblara el vaso.

—Le he comprado un par de regalos en la ciudad —dijo levantándose de la cama.

—¿Ah, sí? —gruñó.

Señaló la silla de ruedas que descansaba en un rincón con los soportes para las piernas sobresaliendo rígidos.

—Mañana le enseñaré el otro. Ahora trate de dormir un poco, Paul.

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