Misery

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III - Paul » 35

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Al día siguiente no recibieron ninguna visita oficial, aunque sí extraoficial. ¡Camorristas! Uno de los coches estaba lleno de adolescentes. Cuando entraron en el camino para dar marcha atrás y cambiar de dirección, Annie salió corriendo y les gritó que se fueran de su tierra antes de que les disparase por ser unos malditos perros.

—¡Jódase, Dama Dragón! —exclamó uno de ellos.

—¿Dónde los enterró? —gritó otro, al tiempo que el coche iba hacia atrás envuelto en una nube de polvo.

Un tercero lanzó una botella de cerveza.

Mientras el automóvil se alejaba rugiendo, Paul pudo ver una pegatina en el guardabarros, que decía: «APOYE A LOS BLUEDEVILS DE SIDEWINDER».

Al cabo de una hora, Annie pasó muy seria por delante de su ventana, camino del establo, llevando un par de guantes de trabajo. Unos minutos más tarde, volvió con la cadena. Se había entretenido en trenzar alambre de espino entre sus gruesos eslabones. Cuando el tejido lleno de púas cruzó la entrada, metió la mano en el bolsillo y sacó unos trozos de tela roja. Los ató a varios eslabones para ayudar a la visibilidad.

—No impedirá que los policías entren —dijo al volver—, pero alejará a los canallas.

—Sí.

—Su mano… parece hinchada.

—Sí, así es.

—No me gusta comportarme como una jonina pesada pero, Paul…

—Mañana —le dijo.

—¿Mañana? ¿De veras? —Se encendió en el acto—. Paul, eso es maravilloso. ¿Puedo empezar a leer o…?

—Preferiría que esperase.

—Entonces, esperaré. —La mirada de ternura había vuelto a sus ojos. La odiaba más que nunca cuando tenía esa mirada—. Le amo, Paul. Usted lo sabe, ¿verdad?

—Sí —le dijo, y volvió a inclinarse sobre su bloc.

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